“No,
no tienen papeles, pero dice la leyenda que tienen mucha hambre, mucha rabia e
índices casi explosivos de angustia y ansiedad, como los personajes de Gasán
Kanafani en las tres novelas polifónicas que dan forma a Una trilogía
Palestina; Hombres en el sol, Lo que os queda y Um saad”
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(España)/08/2015
A
Manuel Vázquez Montalbán, desde tu ausente presencia
7 millones de libras:
es la inversión que Londres tiene previsto para construir un área de protección
de camiones. Más perros adiestrados, más vallas y más asistencia es lo que
ha declamado David Cameron este Viernes para reforzar la seguridad en el
Reino Unido.
¿Qué
es lo que perturba a François Hollande y Cameron? Calais. ¿Qué existe en
Calais? Inmigrantes, sin trabajo y sin papeles. En concreto, es la terminal de
Coquelles lo que quita el sueño a la podrida diplomacia palaciega del Reino
Unido y Francia. Allí, en Coquelles, noche tras noche, desde un túnel que une a
Francia e Inglaterra bajo el canal de la Mancha, emergen cientos y miles de
almitas con la, por lo visto, ofensiva, violenta y desestabilizadora pretensión
de buscar pan y trabajo.
No,
no tienen papeles, pero dice la leyenda que tienen mucha hambre, mucha rabia e
índices casi explosivos de angustia y ansiedad, como los personajes de Gasán
Kanafani en las tres novelas polifónicas que dan forma a Una trilogía
Palestina; Hombres en el sol, Lo que os queda y Um saad.
El
consejo de administración de Eurotunnel y el funcionariado galo y
británico, uña y carne que son, colaboran juntos para reforzar la vigilancia
de la Zona. Mientras tanto, Francia pone los agentes de policía y Reino Unido
pone la platita para la construcción de la susodicha área de protección –sic–:
7 millones de libras. Al cambio, unos diez millones de euros, en los que van
empaquetados los destinados a la construcción de una valla de seguridad.
Y,
mientras tanto, en tiempo real, enfoquemos al parlamento Inglés. Ese
fétido burdel de inhumanidad que es el palacio de Westminster; Greg Clark
anuncia la próxima ley de inmigración, cuya intención implícita no es otra que
obligar a los propietarios de inmuebles a expulsar a los inquilinos sin
papeles. Una negativa a proceder en consecuencia tendría como castigo multas y
penas de hasta cinco años de cárcel.
El
podrido cinismo de Greg Clark no conoce fronteras; para maquillar de intenciones
humanitarias su camaleónico fascismo, neoliberal en lo económico, puritano
en lo moral y, en consecuencia, racista, clasista y patriarcal en lo social,
argumenta que su nuevo juguetito legal tiene el motivo de impedir que los
caseros exploten a sin papeles u ofrezcan morada en condiciones insalubres a
esos pobres plebeyos extranjeros sin más posesión que sus cuerpos.
A
esta gestión securitaria, la mayor parte de nuestros eurobobos parlamentarios –gracias
a Carlos Taibo por acuñar el término-, han respondido y responden, siempre, con
silencio. Con el mismo silencio con el que la avalan, porque saben que si
alguien levanta el dedo en Bruselas más de lo debido, éste le será cortado y
sus privilegios de funcionario de la euro-realpolitik se terminarían con un
mero pestañear de las élites del Palacio de Westminster y el Palacio de
Versalles.
Seamos
realistas, aunque duela: el neo-fascismo financiero ha ganado la batalla
cultural a la izquierda. Ha normalizado el nihilismo y la narcotización moral y
política de la fraternité plebeya. ¿De quién es la responsabilidad en
esta derrota?: nuestra, y de nadie más. De los plebeyos mismos y de los que se
quieren sus representantes o cargos electos; sabemos hace mucho tiempo que la
ignorancia y la miseria, cuando fermentan en geografías pluri-étnicas, son un perfecto
caldo de cultivo para una auténtica normalización de escenarios Mad-Max
en las calles coexistiendo con una totalitaria y esquizofrénica ansiedad, tanto
por el control demográfico de los movimientos de población como por su
enfrentamiento recíproco.
Sí,
sabemos esto hace mucho, mucho, mucho tiempo, pero no tenemos coraje ni agallas
para atajar el mal por su misma raíz, y esa raíz no es otra que la reproducción
globalizada de geografías-miseria y cientos de pasos fronterizos
vallados y amurallados en guerra civil permanente. Esa raíz no tiene otro
diagnóstico que capitalismo en su fase superior: Imperialism, It’s
called.
Mirémonos
al espejo un poquito: nuestro relajo cultural y ético debiera darnos tanta
vergüenza como la brutal inhumanidad de nuestros enemigos. Que la sociedad
civil llegue a colaborar con esta bárbara legislación anti-inmigración es
responsabilidad de un persistente y prolongado olvido de la pedagogía laica,
republicana y marxista en los barrios y escuelas de las geografías-miseria.
En
Ferraz, el PSOE guarda silencio. En el comité de sabios y los círculos
–¿críticos?– de Podemos, se guarda silencio. En Génova, el Partido popular
guarda silencio. En la mayor parte de los medios mayoritarios de la península
ibérica se guarda silencio. En Jerusalén, se guarda silencio. En Washington,
silencio. En Bruselas, silencio. En Berlín, silencio. En Londres, silencio. En
la meca, silencio. El mismo silencio que se sigue guardando después de la
claudicación de Tsipras seguida de su despido fulminante a todo su
equipo de gobierno. El mismo silencio que se guardó cuando nadie supo y quiso
gritar: – ¡Eh, idiotas, que este referéndum es sólo consultivo, no
vinculante!
Decidme
qué calláis y os diré cuales son vuestros miedos y, por supuesto, vuestras posibles
estrategias. Decidme qué calláis y os diré aquello que el anacrónico –sic–
Silvio Rodríguez decía en Playa Girón: ¿Hasta dónde debemos practicar las
verdades? Las izquierdas estamos dando un espectáculo tan patético, tanto
en España como en Europa, que no vendría mal que pasásemos medio año con la
cabeza metida en un agujero, como los avestruces, haciendo penitencia moral e
intelectual:
> “Soy
un gilipollas, no volveré hacerlo[1].
Soy un gilipollas, no volveré hacerlo. Soy un gilipollas, ¡no volveré
hacerlo!”.
Exigimos,
debemos exigir, hacia afuera, una declaración oficial que atribute a David
Cameron y a François Hollande como personas non gratas en España, puesto
que el bloque unitario del bipartidismo dinástico, hacia adentro, para las
gentes republicanas y de izquierda, ya hace mucho tiempo que es persona non
grata. En este sentido, aforismos tan luminosos como los de Lichtenbeg –La
sinceridad abofetea a la gratitud en plena cara– adquieren un sentido
político evidente en relación a las retóricas amables de quienes siguen
tratando de vendernos la moto de una revisión del espíritu – ¿santo?
– de la transición. Por mi parte, quisiera dejar claro que la total
ruptura de relaciones y diálogo institucional con cualquier agente político que
trate de re-interpretar o re-formular el espíritu de la
transición, no es actitud negociable.
De
la ya harto conocida voluntad de destino en la barbarie entre el
conservadurismo liberal y el conservadurismo social-liberal sólo podemos
inferir una cosa; nada, absolutamente nada podemos oponer a ese matrimonio
in-civil sino una profunda subversión, una profunda desobediencia civil
permanente ante la que pasará a la historia como la política del muro y el
alambre que siguió a décadas de espejismo bienestarista en Europa.
La política del muro y el alambre que desenmascaró poco a poco los bellos
sentimientos democráticos de una Europa que ofreció al mundo, después de
dos mal llamadas guerras mundiales, un modelo social lo más parecido a
un campo de concentración en el que la vigilancia, el control y el castigo,
hacia dentro y hacia fuera, tanto contra el nativo y el extranjero plebeyo
y disidente, se convirtieron en doctrina y práctica política.
Por
el amor de un Dios en el que no creo, y por el amor de una humanidad con
la que soy cada día más escéptico: mirémonos al espejo de una santa vez las
izquierdas europeas y atrevámonos a negar que somos responsables directos de la
normalización de la auto-humillación cultural ante el fascismo, porque si
alguien se atreve a negarlo no merece más que desprecio y la expulsión de
cualquier organización presuntamente revolucionaria y di sinistra.
Apliquemos
severa auto-crítica y la auto-exigencia que también esperamos de nuestros
compañeros. Apliquémonosla, porque es altamente probable que Europa no tenga
otra solución que aquel fantasma que supo canalizar y organizar
los profundos anhelos vitales de millones de personas que no buscaban otra cosa
que una vida sin miseria cotidiana.
No
somos, ni euro-céntricos, ni euro-comunistas. Humanidad somos, y caminar
pensando queremos, y viceversa, hacia una quinta internacional.
Sigue
estando en nuestras manos.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Agosto 8 de 2015
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