“¿Qué se pierde en una educación
sin filosofía?”
Marginar
a los estudiantes de establecimientos técnico-profesionales de la formación
filosófica, de suyo irrepetible, representa una arbitrariedad injustificable y
un riesgo social. Pese a que éstos respondan a un perfil de egreso distinto al
de los colegios científico-humanistas, es claro que deben vivir la experiencia
del cuidado de sí y, con ello, la experiencia del otro, pues es tal experiencia
la que permite al ser humano volver la mirada responsable hacia la comunidad y
su entorno
En
Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF) –public. 12/2/18
La Unidad de Currículum
y Evaluación del Ministerio de Educación impulsó una nueva propuesta de las
bases curriculares para 3º y 4 º medio que, entre otras cosas, extendía las
horas de filosofía a los colegios técnico-profesionales. Sin embargo, para
preocupación de la comunidad filosófica nacional, el Consejo Nacional de
Educación (CNED) ya ha rechazado por segunda vez dicha propuesta el 24 de
noviembre de 2017 y está pendiente una próxima votación. Ciertamente, una nueva
negativa del CNED implicaría una situación grave para el futuro de la enseñanza
de la filosofía en Chile, tal como ya ha sido manifestado en múltiples cartas y
comunicados publicados en diversos medios de información.
Se
destaca en ellos, con justa razón, que en el caso de disminuir las horas de
filosofía nuestros jóvenes se verían perjudicados en su desarrollo integral,
siendo privados de un espacio que históricamente constituye uno de los más
idóneos para la reflexión, la creatividad y la crítica. Adicionalmente, se
suprime una posibilidad de crecimiento cultural complejo, que de suyo ya es
valioso en cuanto enriquece y matiza las propias convicciones. A nivel de país,
se ha subrayado igualmente que una generación educada sin un espacio adecuado
para la filosofía no puede sino dar razones de peso para presagiar un
estancamiento de la misma sociedad, integrada por una población potencialmente
acrítica e incapaz de reflexión autónoma.
El
destino incierto de la filosofía en la educación escolar se debe al problema de
la optimización del tiempo para garantizar una formación sólida sin saturar la
jornada escolar. Y, claro está, la pregunta siempre válida parece ser: ¿hasta
qué punto conviene sobrecargar a nuestros jóvenes con horas de filosofía, sobre
todo a estudiantes pertenecientes a colegios técnico-profesionales? Sin
embargo, antes de plantear esta pregunta quizás convenga hacer una aún más de
fondo: ¿Qué idea de país, esto es, de sociedad avala esta manera de entender la
educación? Lo cierto es que Chile quiere consolidarse como un país competitivo.
Mas, pudiendo esto implicar avances, cabría también considerar que la
competencia misma es la que promueve determinados valores que conducen a una
idea general de sociedad respecto de la cual habría que evaluar si
efectivamente estamos dispuestos a asumir. Quizás un diagnóstico como el que ya
hacía el filósofo chileno Jorge Millas en 1981 sea esclarecedor al respecto. A
su juicio, se habría sustituido “el valor de la eficiencia propia de la
educación universitaria por la eficiencia económica”, lo cual redundaría en la
imposición de un “espíritu competitivo” por sobre los valores educacionales. La
situación actual no parece ser tan distinta a la diagnosticada por Millas,
salvo que hoy en día dicho espíritu de competencia ha terminado por extenderse
a la educación escolar. En efecto, es ésta la que hoy en día debe brindar a las
generaciones futuras habilidades concretas que las vuelvan eficaces en sus
áreas de ocupación, en función de su competitividad profesional. Mas, bajo este
respecto la filosofía sí cumpliría con tales exigencias, en la medida en que
favorece el desarrollo de las así llamadas “habilidades blandas”. Habilidades
de las cuales, dicho sea de paso, los/as estudiantes técnico-profesionales
parecieran no tener derecho a obtenerlas, tal como lo indicaría la negativa del
CNED a la propuesta curricular del Ministerio.
Entonces
bien, ¿por qué mantener la filosofía en los colegios? ¿Por qué incluso ampliar
su enseñanza a los establecimientos técnico-profesionales? En otras palabras,
¿cuál es el beneficio de resguardar un espacio para la filosofía en la
educación secundaria y que el CNED aún no ha advertido? Garantizar el espacio
para la filosofía en el currículum escolar se relaciona directamente con una
idea amplia de educación. Entre las disciplinas que se enseñan en los
establecimientos, la filosofía es una en la que paradigmáticamente ocurre una
formación doble. Por un lado, se fomenta el cultivo de sí mismo, cura sui, más
allá de las restricciones de la búsqueda de la utilidad y del espíritu competitivo;
y, por otro, dicho cultivo de sí tiene un impacto fundamental para la vida en
comunidad. En efecto, mediante la filosofía nuestros jóvenes se confrontan con
una búsqueda del saber que incumbe propiamente a sus inquietudes personales, y
con la que aprenden que es necesario muchas veces tomarse el tiempo apropiado
para esta tarea sin atender a los tiempos apremiantes de la eficiencia. La
naturaleza propia del estudio de la filosofía enseña, así, que el avance en la
indagación de sí mismo es dificultoso, pero a la vez satisfactorio tanto para
sí como para los otros, pues solo quien sabe y conoce el bien de sí puede
realmente asumir responsabilidades e incluso cuidar a los otros.
Por
ello, quizás la pregunta no sea qué se gana conservando a la filosofía en los
colegios, sino más bien, qué es lo que nuestras futuras generaciones podrían
perder privándose de ella. Ante todo, lo que se obstaculiza es la oportunidad
de aprender el cultivo de sí mismo. Mientras otras disciplinas nos ponen en
relación con objetos de estudios particulares, lo cual es, por supuesto,
sumamente importante, la filosofía es una disciplina que nos vuelve una
inquietud para nosotros. Y es el cultivo de tal inquietud el que adquiere un
significado fundamental, en tanto favorece la constitución de una sociedad
democrática, justa y equitativa, una sociedad que supone, ante todo, que el
otro aparezca en su valor propio, justamente cuando cada ‘yo’ se reconoce a sí
mismo en la legitimidad del ‘nosotros’. Así, entonces, marginar a los estudiantes
de establecimientos técnico-profesionales de la formación filosófica, de suyo
irrepetible, representa una arbitrariedad injustificable y un riesgo social.
Pese a que éstos respondan a un perfil de egreso distinto al de los colegios
científico-humanistas, es claro que deben vivir la experiencia del cuidado de
sí y, con ello, la experiencia del otro, pues es tal experiencia la que permite
al ser humano volver la mirada responsable hacia la comunidad y a su entorno,
reconociendo en ellos valores propios más allá de la utilidad y la eficiencia
que fomenta la competitividad.
Así,
planteadas estas razones en defensa de la filosofía tanto por colegas filósofos
y educadores como por la REPROFICH y ACHIF, apelamos al buen criterio de las
autoridades en el campo de la Educación y les preguntamos directamente si están
dispuestos a privar a nuestras generaciones actuales y futuras de esta área
única y tan particular como es la filosofía. Por nuestra parte, esperaríamos
que estas y otras razones en su defensa sean escuchadas y podamos continuar con
un diálogo que se centre en las razones de fondo respecto de su permanencia en
los colegios, más allá de la búsqueda y defensa de criterios más bien técnicos,
que no hacen justicia a su papel real en la formación de nuestros jóvenes.
Asociación Chilena
de Filosofía (ACHIF)
Directiva
Presidente:
Patricio Mena
Vicepresidente:
Felipe Johnson
Secretario:
Cristóbal Vargas
Tesorero:
Samuel Herrera
Comité
Académico
Diana
Aurenque
Loreto
Paniagua
Enrique
Muñoz
Mauricio
Mancilla
Declaración
pública asociada:
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