Desde fines de 1972, pleno Gobierno
popular, los sectores reaccionarios liderados por las derechas económica y
política levantan su contraofensiva contra el despliegue del movimiento popular
y revolucionario. Incidieron, junto con el imperialismo, en las FF.AA. para que
estas asestaran el Golpe de Estado, el 11/09/73. El MIR, desde un principio, estuvo
a la vanguardia de la Resistencia Popular Antidictatorial
_____________________
Miguel Enríquez Espinosa,
Mayo 1973*
Ningún sector de la izquierda o de la clase obrera y el
pueblo, la desean o la propician. Más bien ésta surge como la nueva táctica de
sectores patronales, ante el fracaso de los intentos de conciliación de clase,
y su reemplazo objetivo por la agudización y polaridad de la lucha de clases.
Quienes se proponen desatarla son algunos sectores de la
clase dominante, que responden a la política "jarpista", a través del
desatamiento de un paro patronal inmediato, la acusación de
"ilegitimidad" al gobierno y desde allí el quiebre de las FF.AA.
Alertar al pueblo sólo frente a esta táctica patronal
puede desarmarlo, pues existe otro sector reaccionario, al que llamamos
"freísta", que estando de acuerdo en desalojar a la UP del gobierno,
se propone una táctica, que por sofisticada no es menos reaccionaria, que le
permita evitar la guerra civil como tal y desplomar al gobierno a través de paros,
ojalá de origen "laboral", que dividan a la clase obrera,
"escalonados", que impidan la toma de conciencia del pueblo de la
agresión patronal; la creación de conflictos institucionales entre el
Parlamento y el Ejecutivo, que origine una dualidad institucional y desde allí
emplazar y después desalojar al Gobierno; así intentan evitarse el quiebre de
las FF.AA., ganándose a la oficialidad constitucionalista.
Por eso la política que sectores reformistas desarrollan,
de sólo denunciar la posibilidad de la guerra civil, tampoco arma cabalmente al
pueblo. Sostenemos que la tarea fundamental es acumular la fuerza de masas
necesaria, sea para impedir la guerra civil, o para ganarla si ella se desata
por decisión reaccionaria.
Esa acumulación de fuerzas sólo puede asegurarse en el
levantamiento de un Programa Revolucionario del Pueblo, que surja de la
discusión misma de la clase obrera y el pueblo, para la industria, el agro, la
vivienda, la educación, el Código del Trabajo, etc.; que reanime, arme y una al
pueblo; y en el desarrollo y fortalecimiento de organismos de masas que,
incorporando a todos los sectores del pueblo, permitan orgánicamente a la clase
obrera ejercer su papel de vanguardia sobre el resto de las capas del pueblo,
en la perspectiva del desarrollo de un poder popular alternativo al orden
burgués e independiente del Gobierno: los Comandos Comunales de Trabajadores.
*Cuestionario
respondido y publicado en la revista CHILE
HOY, Nro. 50. Santiago, Mayo de 1973. Página 6.
______________________
LAS TAREAS
DEL PUEBLO CONTRA LA OFENSIVA GOLPISTA
Declaración
Pública, 29 de junio 1973**
En
el día de hoy un sector reaccionario de las Fuerzas Armadas, encabezado por el
Comandante del Regimiento Blindados 2, Roberto Souper, intentó un golpe de
Estado ocupando desde tempranas horas las calles cercanas a La Moneda.
LA INTENTONA
GOLPISTA FRACASÓ
La
ultraderecha chilena, el Partido Nacional y sectores ultrarreaccionarios de la
Democracia Cristiana apoyaron este intento golpista llamando a los gorilas
criollos a llevar a cabo la acción golpista contra el pueblo y que costó la
vida a numerosos trabajadores inocentes.
Sin
embargo, el pueblo contestó con la movilización inmediata, ocupando las
fábricas, los fundos y lugares de trabajo e impulsando decididamente el Poder
Popular a través de la creación de los Comandos Comunales de Trabajadores. Al
mismo tiempo, las Fuerzas Armadas y Carabineros leales al gobierno, se
movilizaron decididamente y aplastaron el intento de ocupación del Palacio de
la Moneda, controlando la situación.
Pero
el intento golpista tiene raíces y ramificaciones más amplias. En esta acción
sediciosa y golpista están comprometido políticos y parlamentarios de derecha y
militares ultrarreaccionarios. Están comprometidos el PN, la ultrarreacción
democratacristiana, la SOFOFA, la CUPROCH, la SNA y el imperialismo.
OFENSIVA A FONDO
CONTRA LOS REACCIONARIOS
La
clase obrera y el pueblo deben desencadenar ahora una ofensiva a fondo contra
la reacción y la ultrarreacción chilena. El pueblo tiene fuerza más que
suficiente para resolver la crisis planteada en su favor. Solo la movilización
y organización independiente de los trabajadores y el combate decidido e
inmediato contra la reacción patronal e imperialista pueden derrotar
definitivamente esta intentona golpista y cualquiera intentona posterior.
La
clase obrera y el pueblo tienen claro que la crisis actual, no la pueden
resolver otras fuerzas que no sean las fuerzas de la clase obrera y los
trabajadores. Es la clase obrera y los trabajadores organizados en los Comando
Comunales, los Comités de Autodefensa de los Comandos Comunales los que deben
tomar el control de las comunas, barrios, ciudades y campos del país.
ALERTA Y PODER
POPULAR
Por
eso convocamos a la clase obrera, a los trabajadores y al pueblo a mantenerse
en estado de alerta y movilización. A mantener la ocupación de las fábricas y
fundos y lugares de trabajo, reforzando los Comités de Autodefensa y
desarrollando en formas masivas la organización de Brigadas de Vigilancia. No
devolver ninguna de las grandes empresas tomadas por los trabajadores y a
imponer el Control Obrero en el resto. Por eso el MIR llama a fortalecer los
Comandos Comunales allí donde existen y a crearlos de inmediato donde todavía
no se han constituidos, integrando a todas las organizaciones de masas
existentes en la comuna: Sindicatos, Centros de Madres, JAP, Junta de Vecinos,
Centro de Estudiantes, etc.
IMPULSAR LOS
COMITES DE VIGILANCIA Y AUTODEFENSA
El
Comando Comunal debe asumir de inmediato el control y vigilancia de la comuna.
Llamamos a que los Comités Directivos de los Comandos Comunales se declaren en
sesión permanente. A crear y hacer funcionar de inmediato un Comité de Defensa
del Comando Comunal, para que tome a su cargo el control del orden y la
vigilancia en la comuna, organizando el plan de defensa y creando brigadas de
masas organizadas para la vigilancia y la defensa. A organizar el Comité de
Salud, el Comité de Abastecimiento, el Comité de Agitación y Propaganda y todos
los comités que sean necesarios para el funcionamiento efectivo del Comando
Comunal.
CARCEL PARA LOS
OFICIALES REACCIONARIOS Y GOLPISTAS
Llamamos
a la clase obrera y al pueblo a vigilar y encarcelar de inmediato a los
oficiales reaccionarios y golpistas y a luchar por la democratización de las
Fuerzas Armadas y Carabineros. El MIR llama a fortalecer la unidad de la clase
obrera y el pueblo uniformado, con los oficiales honestos, los suboficiales,
soldados y carabineros.
A QUEBRAR EL PODER
DE LOS PATRONES
El
MIR llama a pasar de inmediato todas las fábricas de más de 14 millones de
escudos de capital a poder de los trabajadores, a pasar a manos de los
trabajadores los fundos de más de 40 HRB[1] y a
exigir su intervención. A expropiar CENADI y CONCI y todas las grandes
distribuidoras y almacenes y que el pueblo tome de inmediato en sus manos la
distribución y el abastecimiento de la población. A expropiar todos los bienes
del imperialismo y a suspender el pago de la deuda externa. A cerrar, expropiar
y pasar a manos y al control del pueblo todas las radios, diarios y canales de
televisión que hoy están al servicio del golpismo. A expropiar de inmediato la
cadena El Mercurio, Tribuna, Radio Agricultura y el Canal 13.
UNIDAD DE TODA LA
IZQUIERDA Y LOS REVOLUCIONARIOS
El
MIR llama a toda la izquierda, a unir fuerzas para combatir frontalmente a la
burguesía, a la reacción y a la ultrarreacción nacional y extranjera para
detener los planes y proyectos golpistas y sediciosos, derrotándolos
definitivamente mediante un combate en que la clase obrera y el pueblo les
arrebate sus fábricas y fundos y los desaloje de sus trincheras de poder
político: El Parlamento, la Contraloría y la Corte Suprema.
El
MIR llama a la clase obrera y al pueblo a no dejarse engañar por los Jarpas y
los Frei, por los parlamentarios reaccionarios, por el PN y el PDC, por la
prensa reaccionaria, quienes intentarán esconder su responsabilidad en este
frustrado intento golpista, que costó la vida a decenas de trabajadores
inocentes.
Entre
los responsables hay instigadores, promotores, cómplices, organizadores y
ejecutores directos. Los trabajadores y el pueblo deben vigilar para exigir que
los responsables, cualquiera sea su grado de participación no queden impunes y
paguen sus crímenes. El pueblo exige cárcel y un castigo duro y ejemplar para
los que han atentado contra sus intereses.
El
MIR saluda a la clase obrera, a los trabajadores y al pueblo, a los oficiales
honestos, soldados y carabineros, al conjunto de la izquierda y a nuestros
militantes que supieron enfrentar a los golpistas, en los cuarteles, en la
calle, en las fábricas, en las poblaciones, en las ciudades y campos de Chile.
Al mismo tiempo, los llamamos a permanecer alertas y a seguir combatiendo a la
reacción y al golpismo, en la lucha diaria que libran los trabajadores y el
pueblo contra sus enemigos, a través de las tareas aquí planteadas.
A DESENCADENAR UNA
GRAN CONTRAOFENSIVA REVOLUCIONARIA Y POPULAR
El
MIR llama a desencadenar una vasta ofensiva revolucionaria y popular contra los
enemigos del pueblo, contra la reacción patronal y el golpismo.
El
MIR llama a luchar por el Programa Revolucionario del Pueblo, por la plataforma
inmediata destinada a resolver los problemas más urgentes de las masas.
A
crear y fortalecer el Poder Popular, creando los Comandos Comunales de
Trabajadores en todas las comunas del país, asumiendo el control y la
vigilancia de la comuna y la dirección de las luchas de la clase obrera y el
pueblo. A luchar por la democratización de las Fuerzas Armadas y Carabineros y
por la vigilancia y encarcelamiento de la oficialidad reaccionaria y golpista.
A impulsar con más fuerza que nunca la lucha por sustituir el Parlamento
burgués por la Asamblea del Pueblo y por imponer el establecimiento de un
verdadero Gobierno de los Trabajadores.
SECRETARIADO
NACIONAL
MOVIMIENTO
DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA
Santiago,
29 de junio de 1973.
**Documentos
Internos Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, pp. 70-72
_________________________
DISCURSO POR CADENA DE
RADIOEMISORAS Julio 1973
Miguel Enríquez Espinosa.
6 de julio de 1973,
Fragmentos~
..."El abortado intento golpista del viernes 29 de
junio se originó en la desesperación en que cayeron las clases patronales ante
la fortaleza de la clase obrera y el pueblo, expresada en las jornadas del
viernes 15 de junio y el paro nacional recién pasado, que selló el fracaso de
la táctica freísta de dividir a los trabajadores y desde allí apoyarse en un
movimiento con rasgos populares, para arrinconar y luego derrocar al
Gobierno"...
..."La clase obrera y el pueblo comprendieron que
sus intereses estaban amenazados y como nunca en Chile empujaron y
desarrollaron las tareas de vigilancia y autodefensa y prepararon la
resistencia y contraofensiva popular frente al golpismo".
..."El otro proceso que se desarrolló en éstos días
fue silenciado por todos los sectores, no obstante que mantuvo alertado y en
tensión al país durante toda la semana. Nosotros alertamos de la deliberación
abierta por oficiales reaccionarios en las Fuerzas Armadas en contra del
pueblo, en algunos casos llegando incluso a la incitación abierta al
golpismo".
"Pero para sorpresa de ellos, y esto debe saberlo el
pueblo y debe saber cómo ha crecido su fuerza, estas incitaciones fueron de
inmediato neutralizadas y enfrentadas, fundamentalmente por la suboficialidad y
los soldados y también por oficiales honestos y altos oficiales
antigolpistas".
"Superada esta etapa pasaron a otra: la del
emplazamiento y chantaje político. Algunos altos oficiales pretendiendo
expresar posiciones de la oficialidad reaccionaria han comenzado a desarrollar
la táctica de un progresivo emplazamiento al Gobierno, al que de una u otra
forma se le hacen exigencias políticas contra los intereses de los
trabajadores. Al mismo tiempo los partidos políticos de las clases patronales y
sus gremios empujan en el mismo sentido, disparando desde las trincheras del
poder político y económico del que aún conservan, intentan precipitar el
conflicto institucional, declarando inconstitucional al Gobierno...".
..."Las clases dominantes se atrincheraron en las
posiciones del poder político e institucional que aún conservan; la clase
obrera toma posiciones ocupando fábricas, fundos, y desarrollando poder
popular..."
..."Los niveles de actividad, organización,
conciencia y disposición de lucha que la clase obrera ha alcanzado, son
inmensos: la clase obrera es hoy día un ejército constituido, decidido a luchar
por sus intereses y a resistir la embestida reaccionaria. La clase obrera y el
pueblo desde las fábricas y fundos, desde los comandos comunales y desde los
consejos campesinos, ya han notificado a sus direcciones políticas que la lucha
salió de los pasillos y del Parlamento y que no permitirán retrocesos ni
concesiones. Es aquí y ahora cuando las vanguardias, los líderes y los partidos
serán sometidos a la prueba de fuego”.
”La suboficialidad, los soldados y los carabineros, la
oficialidad antigolpista han evidenciado por su parte su disponibilidad a
frustrar y aplastar cualquier intento golpista, como también a no prestarse a
emplazamientos al Gobierno que atenten contra los intereses del pueblo”.
"Esta fortaleza del pueblo, esta debilidad de los
golpistas es lo que lleva a la desesperación a las clases patronales, que
modifican su golpismo inmediatista por una técnica que emplazando y
arrinconando progresivamente al Gobierno lleve a este a desconcertar al pueblo,
a hacerlo retroceder, a corroer su organización y unidad, para luego caerle
encima con toda la fuerza reaccionaria".
"Por eso, los mismos que ayer escondidos aplaudían
el asesinato de civiles ametrallados por los tanques, hoy vociferan y gritan
acusando a los miles de obreros que ocupan centenares de fábricas de construir
grupos armados, exigiendo su represión... Por eso chillan contra el poder
popular, al que aterrados ven fortalecerse. ¿Qué quieren? ¿Que la clase obrera
y el pueblo permanezcan de espectadores frente al desarrollo
golpista?...".
..."La clase obrera y el pueblo no son tan ingenuos
como para caer en sus montajes publicitarios y en las timideces vacilantes...,
saben que son fuertes y están decididos a continuar sus contraofensivas. Los
trabajadores no retrocederán, no se desorganizarán, no abandonarán las
posiciones que han tomado y no caerán en los llamados sibilinos que hace la
hipocresía freísta, de retroceder para liberar la lucha en el campo contrario,
para jugar el destino del pueblo con las cartas marcadas de la
institucionalidad y el orden burgués...".
"No es necesario dar un paso atrás para dar pasos
adelantes. La clase obrera y el pueblo no necesitan hoy una tregua o un
respiro. Las clases patronales sí que necesitan de la tregua para el desarrollo
de su táctica del emplazamiento. Nada sería hoy más peligroso y más suicida que
abandonar las posiciones tomadas y abrir la tregua. Eso significaría, se quiera
o no se quiera, se diga o no se diga, desmoralizar, desorganizar y dividir a la
clase obrera y al pueblo, hacerla retroceder y desde allí implacablemente las
clases patronales le caerían con toda su fuerza sanguinaria...".
..."Por todo ello la tarea de los revolucionarios y
de los trabajadores es desarrollar y extender la contraofensiva popular y
revolucionaria en desarrollo..., en una forma que le permita a la clase obrera
y al pueblo expresar su fuerza y fundamentalmente multiplicarla.
"Recojamos el llamado de los Comandos Comunales de
Santiago e impulsemos un paro nacional que permita dar un vuelco definitivo a
la situación política... que notifique a los golpistas de la disposición de
lucha de los trabajadores..., a los chantajistas que la clase obrera y el
pueblo no capitularán... que no aceptan la promulgación de la reforma Hamilton-
Fuentealba... que no devolverán las empresas tomadas y que seguirán tomando
posiciones en fábricas y fundos. Impulsemos un paro nacional durante el cual
fortalezcamos y multipliquemos los comandos comunales..., que exija se tomen
medidas inmediatas contra los oficiales golpistas.
”Impulsemos un paro nacional que exige del Gobierno
llevar a cabo a través de la lucha directa de masas la tarea de terminar con la
propiedad privada de todas las fábricas de más de 14 millones de escudos, de
todos los fundos entre 40 y 80 hectáreas, que expropie CENADI y CONCI y
establezca de una vez por todas una distribución igualitaria y equitativa, que
resuelva los problemas de los ingresos de los trabajadores y de las Fuerzas
Armadas a costa de la ganancia capitalista, reconociendo el pago de horas
extraordinarias y la posibilidad para sus miembros de incorporarse a las
organizaciones populares...”.
...”Los días que se avecinan serán decisivos. La clase
obrera y el pueblo deben mantener las posiciones conquistadas y alcanzar otras.
Los trabajadores deben exigir una conducción revolucionaria y decidida. Deben
rechazar los retrocesos a los vacilantes”.
~Publicado en "Chile
Hoy". Nro. 57, Santiago, julio de 1973, pág. 5.
_________________________
Discurso
pronunciado por Miguel Enríquez, Secretario General del MIR, el día 17 de Julio
de 1973, posterior a la intentona golpista del 29 de Junio de 1973 (+)
Compañeros
trabajadores,
Compañeros
dirigentes de las organizaciones de masas,
Compañeros
dirigentes de otras organizaciones políticas,
Compañeros del
Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
Trabajadores de
todo Chile:
En
las últimas semanas el país ha sido sacudido por graves y agudos conflictos. La
lucha de clases se ha agudizado mostrando al desnudo las contradicciones de la
sociedad. En una rápida sucesión de hechos y choques, los trabajadores han
ocupado finalmente el lugar protagónico en el escenario de la lucha política.
La clase obrera y el pueblo atrincherados en los fundos y fábricas, enfrentan a
sus enemigos de clase que les acechan y amenazan.
Nos
reunimos nuevamente en este Caupolicán para recoger la experiencia de estos
días, analizar los acontecimientos y fijar los próximos objetivos.
Pero
éste no es sólo un acto de análisis éste es un acto de preparación para los
próximos enfrentamientos, éste es un acto de combate, éste es un llamado a la
clase obrera y al pueblo a reafirmar su posición combativa y a reemprender con
más fuerza que nunca la lucha sin cuartel contra las clases patronales, contra
Frei, contra Jarpa, contra los enemigos de nuestro pueblo.
Aquí
señalaremos nuestra política y nuestra táctica para esta coyuntura y los
próximos combates. Las clases patronales pondrán el grito en el cielo: que
chillen, hay intereses de clase, poder y riqueza que ellos quieren conservar y
que nosotros empujamos a los trabajadores a arrebatárselos.
Pero
hay también otros, en la izquierda, que han pretendido cuestionar el derecho
del MIR a proponer una táctica a las masas.
Lo
que señalaremos es la táctica que el MIR propone a la clase obrera y al pueblo,
y al conjunto de la izquierda. Esta es la táctica que un extenso sector de los
trabajadores ha venido impulsando y es la que el MIR impulsará, les guste o no
les guste a las clases patronales y a los vacilantes.
Del
fracaso del Freísmo surgió el golpismo de hace días, casi una decena de
tanques, con algunos oficiales reaccionarios a la cabeza, detrás de las
banderas del Partido Nacional y de la ultrarreaccion democratacristiana,
asesinaron cobardemente a civiles el viernes 29. Por eso, basta ya de hablar
del Comandante Souper, de tribunales de honor, cuando de lo que se trata es de
criminales y delincuentes que en vez de cortaplumas contaron con tanques.
De
lo que se trata es del grupo armado del Partido Nacional que asaltó La Moneda
utilizando tanques que fueron comprados con el trabajo de obreros y campesinos.
Lo que aquí fue mancillado no fue la Institucionalidad ni el honor de algunos
oficiales, sino el honor del pueblo y la vida de más de dos decenas de soldados
y trabajadores. Todo el que dispara contra el pueblo será marcado
históricamente como asesino del pueblo, tenga o no tenga uniforme.
Aplastado
el intento golpista por las Fuerzas Armadas, algunos oficiales honestos,
suboficiales y carabineros, y por el inmediato cerco que los trabajadores
tendieron alrededor de Santiago. La clase obrera, consciente que el problema no
estaba resuelto, continuó y profundizó su contraofensiva. Se ocuparon
centenares de fábricas y fundos, se controlaron las poblaciones, se
incorporaron los estudiantes y se multiplicaron y fortalecieron los Comandos
Comunales, tomó impulso la organización de defensa de los trabajadores y se
desarrolló y fortaleció el Poder Popular. La clase obrera y el pueblo
comprendieron que este era un momento de aumentar rápidamente su fuerza, tomar
más posiciones, de estructurar su fuerza en el poder popular, única institución
capaz de multiplicar sus energías y de fortalecer la alianza revolucionaria de
clases.
Por
eso, por encima de la presión reaccionaria, no es éste el momento de cuestionar
o limitar el desarrollo del Poder Popular, como hacen algunos vacilantes de la
izquierda. Dejemos que griten los politicastros reaccionarios, aterrados con el
desarrollo del poder popular.
Pese
a todo, a lo largo y ancho del país se oye un solo grito que resuena en las
fábricas, fundos, poblaciones y liceos, en los cuarteles del pueblo: el llamado
a crear, fortalecer y multiplicar el Poder Popular; el poder de los comandos
comunales, el poder de los obreros y los campesinos, el poder de la revolución.
Las
clases patronales, los Frei, los Aylwin, después de abortado el intento
golpista salieron de sus escondrijos, rompieron su silencio cómplice sólo para
combatir las organizaciones de fuerza, de poder y combate de los trabajadores,
que habían sido las que habían organizado la lucha contra el golpismo y la
defensa de sus libertades.
El
cinismo y el descaro reaccionario no tienen límites. Después que un grupo
armado del Partido Nacional desde los tanques bombardeó La Moneda y asesinó a
trabajadores, la Democracia Cristiana y el Partido Nacional se permiten acusar
a los trabajadores de organizar grupos armados y exigen su disolución,
represión y aplastamiento, amenazando con declarar inconstitucional al gobierno
y derrocarlo si éste no cumple con la "honrosa" tarea de reprimir las
organizaciones populares.
Que
no se equivoquen los reaccionarios: la clase obrera y el pueblo no aceptarán
estos chantajes, no darán un paso atrás y seguirán multiplicando y
fortaleciendo sus organizaciones de poder, sus órganos de combate, grite lo que
grite, reclame lo que reclame Frei y sus secuaces.
Así
llegamos a la situación actual.
Vivimos
un momento en que el enfrentamiento social y político se ha agudizado en grado
extremo. Dos enormes bloques sociales se han constituido.
Por
un lado, la clase obrera y el pueblo extensamente activados y movilizados, que
dió un salto enorme en organización y conciencia, que desarrolló
importantemente su capacidad de defensa, que tomó la iniciativa y tomó nuevas
posiciones en fábricas y fundos, levantando un poderoso dique al golpismo y al chantaje,
junto a los suboficiales, soldados y carabineros y junto a los oficiales
antigolpistas.
Por
otro lado, las clases patronales al quedar al descubierto, sin banderas,
desarmadas políticamente, sin base popular, se atrincheraron en la
institucionalidad y desde allí comenzaron a presionar y a mover sus influencias
en la alta oficialidad reaccionaria para que las Fuerzas Armadas actuaran
abiertamente a la defensa de sus intereses.
Los
reaccionarios abrieron un proceso de deliberación en los cuarteles, incitando
al golpismo, cuyas manifestaciones más inmediatistas fueron abortadas por la
suboficialidad y por la oficialidad antigolpista.
Era
el momento de dar un salto adelante en la contraofensiva, de extender la toma
de posiciones y de golpear a las clases dominantes. La clase obrera y el pueblo
así lo entendieron y lo pusieron en práctica. Vacilaciones en el gobierno no
acompañaron esta disposición ofensiva de los trabajadores en lo inmediato. Ello
permitió a las clases patronales readecuar su táctica: emplazamientos y
exigencias al gobierno para llevarlo, con la ilusión de una posible
negociación, tomar medidas o tolerarlas, que permitieran a las clases
patronales fortalecerse y desarticular a los trabajadores.
Combinaron
una estrategia golpista con una táctica de emplazamientos y chantajes.
Atrincherados en la institucionalidad burguesa, desde sus posiciones en la
justicia y en la Contraloría, desde el Parlamento amenazan con acusar
constitucionalmente al gobierno y así sembrar la anarquía en la Fuerzas
Armadas, si el gobierno no se somete a sus exigencias, empujan a la alta
oficialidad reaccionaria a realizar emplazamientos al gobierno. Frei, el que
ayer no más, pontificaba acerca del carácter profesional y apolítico que debían
mantener las Fuerzas Armadas, personalmente pasó la semana pasada incitando a
la deliberación, a emplazar al gobierno y al golpismo a altos oficiales
reaccionarios.
Frei
aspira a recuperar concretamente el control del gobierno, para ello necesita
previamente desarticular y dividir toda posible resistencia a sus chantajes o a
sus golpismos. Intenta, con sus chantajes, obligar a que este gobierno se haga
parte del trabajo sucio de reprimir a sectores del pueblo.
Trabajan
sobre los sectores vacilantes de la izquierda, sembrando en ellos ilusiones en
acuerdos posibles. Quieren tentar a éstos a seguir su juego, a llegar a
entendimientos que paralicen y desarticulen la lucha del pueblo y de la
izquierda, para después de ello dejarle caer la mano de hierro del golpismo
reaccionario.
Que
entienda el señor Frei y todos los reaccionarios, que podrán engañar a los
vacilantes y a los reformistas más recalcitrantes. Pero la clase obrera, que
los conoció en El Salvador y Pampa Irigoyen: el pueblo, que los vio dar luz
verde al asesinato del General Schneider y a los tanques del viernes 29; el
pueblo y los revolucionarios, Frei y sus secuaces, no los lograrán engañar
jamás.
Hacen
todo esto levantando la defensa de la democracia y la legalidad, la misma que
bombardearon los tanques del Partido Nacional.
Defienden
no la libertad de los trabajadores, sino la democracia y el orden burgués.
Defienden esa democracia en cuyo nombre se ha masacrado asesinado y, torturado
a trabajadores.
Defienden
esa democracia que mata por hambre y miseria a millones en el mundo entero.
Defienden esa democracia que no es democracia, sino dictadura burguesa y
patronal.
Esa
no es la democracia de los trabajadores. La democracia proletaria, la
democracia directa, que no necesita Parlamento, Justicia o Contraloría como las
actuales, quienes se arrogan la representación del pueblo.
Los
trabajadores están construyendo en las comunas sus propias instituciones de
clase; los Comandos Comunales, órganos del Poder Popular que se fortalece día a
día, y lo seguirán haciendo lo acepten o no lo acepten los vacilantes y
reclamen lo que reclamen los reaccionarios.
Las
clases patronales y sus sirvientes políticos exigen la represión a los
trabajadores y a los revolucionarios por medio de la Ley de Control de Grupos
Armados. Esta ley fue propuesta y aprobada por la mayoría reaccionaria del
Congreso. Entonces, nosotros la calificamos de la nueva ley maldita, y la
combatimos públicamente, El gobierno pudo haberla vetado pero no lo hizo; suya
es la responsabilidad por la negligencia y las consecuencias de esta ley
represiva.
Fueron
grupos armados del Partido Nacional con la venia del freísmo, los que no hace
quince días bombardeaban La Moneda, asesinaron a Moisés Huentelaf en Cautín, al
obrero Ahumada en Santiago desde el local del Partido Democratacristiano, son
los que han puesto centenares de bombas en los últimos dos años, los que
asesinaron a un general en 1970, los que ametrallaron a nuestro compañero
Nilton Da Silva en Santiago.
Qué
hipocresía y qué cinismo la de estos politicastros que denuncian y exigen la
represión al pueblo para ocultar sus propios crímenes.
Qué
inconcebible lo que ocurre en este país y en esta democracia. Mientras el
propio Pablo Rodríguez, el cobarde, reconoce públicamente que otras unidades
militares estaban comprometidas en el intento golpista, y el mismo Ejército
afirma hoy día, que la derecha se robó seis ametralladoras pesadas con seis mil
tiros del Regimiento Maturana, hay sinvergüenzas que exigen que las Fuerzas
Armadas repriman a supuestos grupos amados entre los trabajadores y la
izquierda.
Antes
de exigir nada, el señor Frei debe explicar al país qué sabía del intento
golpista del viernes 29. Antes de chantajear a nadie, el señor Frei debe
informar a todo el país a qué ha incitado a algunos altos oficiales con los que
han contactado en los últimos días.
Los
reaccionarios exigen la promulgación de la Reforma Constitucional Hamilton
Fuentealba, es decir la devolución de empresas. La clase obrera y el pueblo han
promulgado en los hechos ya su propia ley. Los trabajadores ya decidieron de
quién son las atribuciones, que son suyas, para incorporar empresas al área Social.
La
clase obrera y el pueblo ya decidieron cuáles son las empresas que quedarán en
el área Social y cuáles quedarán sujetas al control obrero.
La
clase obrera en su lucha ocupó las fábricas y no serán politicastros golpistas
forrados en las banderas de la democracia y en dólares extranjeros, los que
vengan a imponer sus condiciones a los trabajadores.
Dirán
los reaccionarios que esto es transgredir las leyes, la Constitución y el
Derecho. Sí que lo es. Las constituciones expresan intereses de clase y
correlaciones de fuerza. Aquí en Chile, la clase obrera está levantando en la
práctica sus propias leyes y la constitución tendrá que cambiar en favor del
pueblo.
Los
pueblos tienen el derecho a hacer sus propias leyes. La clase obrera y el
pueblo en Chile están construyendo aceleradamente sus propias leyes y echando
las bases de una nueva Constitución, de una nueva legalidad, de una legalidad
revolucionaria, de esa legalidad que se construye en el combate y en la lucha.
Los
reaccionarios exigen la devolución de las fábricas ocupadas. Con eso quieren
desarticular a la clase obrera, dividir al pueblo. La clase obrera en las
fábricas, en los Comandos y Cordones, exige y se hará respetar el paso de todas
las grandes empresas al área Social, el Control Obrero en la pequeña y mediana
y la Dirección Obrera en las empresas del área Social.
La
clase obrera ha notificado a la Democracia Cristiana y al Partido Nacional, a
los Jarpa y a los Bulnes, a los Frei y a los Aylwin, que no acepta la
promulgación de la Reforma Hamilton Fuentealba; que es ella, la clase obrera,
la que decidirá qué empresa pasa al área Social y qué empresa no pasa.
Algunos
vacilan frente al emplazamiento reaccionario, sostienen que es necesario llegar
a acuerdos con sectores del campo contrario y ganar tiempo, y que de otra
manera el enfrentamiento estallará de inmediato. Esto que no era cierto hace
unas semanas tampoco lo es hoy día.
La
correlación de fuerzas para un levantamiento golpista no favorece a la clase
patronal. Parte importante de los mandos son antigolpistas, y la oficialidad
antigolpista y la suboficialidad ya se han demostrado capaces de sofocar
intentos sediciosos.
La
clase obrera y el pueblo están hoy, como nunca antes habían estado de fuertes,
en organización y disposición de combate tras la defensa de sus intereses y sus
conquistas. Las otras capas del pueblo día a día se incorporan con más fuerza y
decisión, imponiéndole a la izquierda en su conjunto la reagrupación y la
acción común en la base.
Ahora,
si la ofensiva de masas en curso lograra también imponerle una acción al
gobierno, esta fuerza puede multiplicarse, y ganarse el tiempo que se busca de
la única forma posible: arrinconando al enemigo, paralizándolo.
Quienes
frente al emplazamiento reaccionario busquen dar una salida intermedia de
conciliación o consenso, fracasarán en su objetivo y desarticularán y dividirán
a los trabajadores y a la izquierda.
Por
eso, es inútil el diálogo con el Partido Democratacristiano, Este es un partido
burgués en el que predomina la táctica reaccionaria del freísmo. Si en él hay
corrientes antigolpistas no serán ganadas por los trabajadores por medio de
concesiones, estas concesiones terminarán fortaleciendo al freísmo.
Los
revolucionarios deben tratar de ganarse a los trabajadores democratacristianos,
pero a través de la denuncia del carácter reaccionario de su partido,
impulsando el programa revolucionario del pueblo y a través de la acción de
masas.
No
es posible dialogar con quien chantajea y amenaza con reprimir a los
trabajadores. La tarea no es ganar tiempo a costa de concesiones que nos
debiliten. La tarea es llamar a la clase obrera a estrechar sus propias filas,
desde allí resistir los emplazamientos, conquistar nuevas posiciones y los
trabajadores, así, luego podrán emplazar a los patrones.
Por
eso, la clase obrera no quiere un gobierno ni un Gabinete de diálogo, sino que
exige que el Gabinete y el gobierno sean instrumentos de lucha y combate.
No
es éste el momento de cuestionar las tomas o de limitar el desarrollo del poder
popular. Este es un momento histórico fundamental en el que las grandes tareas
son atajar al golpismo, enfrentar el emplazamiento, neutralizar a los
vacilantes, empujar y profundizar una vigorosa y resuelta contraofensiva
revolucionaria y popular.
No
hay otra alternativa para los revolucionarios. Puede haberla para los
reformistas más recalcitrantes, pero a éstos la historia sabrá marcarlos de acuerdo
a su conducta.
La
situación sólo ofrece dos caminos: la capitulación reformista o la
contraofensiva revolucionaria y, si esta última desencadenara un intento
golpista habrá fuerzas de sobra para aplastarlo.
Toda
forma de capitulación, en fin de cuentas, conducirá, más temprano que tarde, al
aplastamiento de los trabajadores, a través de una dictadura reaccionaria y
represiva.
Dos
tácticas se ofrecen a la clase obrera y al pueblo.
Una,
que establece que no es posible profundizar la ofensiva popular, pues
encendería de inmediato el enfrentamiento, que es necesario ganar tiempo; se
mantiene al interior de la institucionalidad burguesa, a la que no deja de
criticar, pero al no dar una salida alternativa a ésta, se abren al diálogo con
sectores del campo contrario, el que sólo pueden construir devolviendo empresas
y haciendo concesiones.
Esta
táctica está irremediablemente condenada al fracaso, pues buscando aliados en
el campo contrario los pierde en el propio.
La
otra táctica es la táctica revolucionaria.
Es
la táctica que ha puesto en práctica la clase obrera y el pueblo en las semanas
recientes.
La
táctica revolucionaria consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en
las fábricas, fundos y distribuidoras.
No
devolver las grandes empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo
Dirección Obrera, imponiendo en la pequeña y mediana industria el Control
Obrero.
Desarrollando
la fuerza de los trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo
el Poder Popular en los Comandos Comunales, los Comités de Defensa,
multiplicando y extendiendo la ofensiva popular, incorporando a ella a los
pobladores, campesinos y estudiantes, extendiendo la movilización a todo el
país.
Desarrollando
la alianza de los trabajadores con los soldados, suboficiales y oficiales
honestos.
Rescatando
la base obrera y popular de la Democracia Cristiana. Fortaleciendo la alianza
revolucionaria de la clase obrera y el pueblo. Impulsando la reagrupación de
los revolucionarios y la acción común de la izquierda por la base.
La
tarea inmediata de esta táctica revolucionaria es profundizar y ampliar la
contraofensiva popular y revolucionaria en curso y, para ello, proponemos la
realización de un paro nacional por 24 horas.
Proponemos
la realización de este paro a todas las organizaciones populares de este país:
a la CUT a los Comandos Comunales, a los Consejos Campesinos, a las
Federaciones Campesinas y Estudiantiles y a todos los trabajadores.
Proponemos
que este paro notifique a los golpistas que la clase obrera y el pueblo
aplastarán todo intento golpista.
Proponernos
este paro para notificar a los reaccionarios que la clase obrera y el pueblo
resistirán y enfrentarán toda forma de emplazamiento y chantaje. Un paro que
notifique a los politicastros y reaccionarios que la clase obrera no acepta la
promulgación de la Reforma Constitucional de Hamilton y Fuentealba, pues la
clase obrera ya promulgó su ley y está decidida a no devolver ninguna gran
empresa.
Un
paro nacional que rechace las triquiñuelas legalistas de los Frei, Pareto,
Aylwin, Jarpa y Bulnes, que pretenden colocar al pueblo y al gobierno en la
ilegalidad.
Un
paro nacional de carácter distinto, un paro que organice, fortalezca y
multiplique los Comandos Comunales en todo el país, incorporando a todas las
capas del pueblo.
Un
paro nacional que exija medidas inmediatas contra todos los oficiales golpistas
y la remoción de los mandos comprobadamente comprometidos en la sedición y, el
chantaje.
Un
paro nacional que levante como derecho legítimo de la clase obrera y el pueblo
la organización de sus propios órganos de vigilancia, de protección, de defensa
y de lucha.
Un
paro nacional que exija la solución de los problemas de ingreso de los trabajadores
y de las Fuerzas Armadas, a costa de la ganancia capitalista.
El
MIR no pretende atribuirse la paternidad de esta proposición, no hemos hecho
otra cosa que recoger la proposición que hicieron los Comandos Comunales,
sectores de vanguardia de la clase obrera y el pueblo. Llamamos al resto de la
izquierda y al conjunto de las organizaciones populares a impulsar un paro
nacional, como la mejor forma táctica de profundizar la contraofensiva en
curso.
Fortalecer
y desarrollar el Poder Popular y luchar por la democratización de las FFAA. La
clase obrera y el pueblo deben luchar por resolver los problemas de ingreso y
abastecimiento de los miembros de las FFAA por terminar las restricciones a
éstos en sus derechos ciudadanos y porque tengan la posibilidad de incorporarse
a las organizaciones populares.
Los
trabajadores hoy enfrentan un programa reaccionario, el programa de la
explotación y la miseria. Un programa general de hace dos años no es
suficiente. El único programa que se ha demostrado eficaz es el que hoy
levantan extensos sectores de los trabajadores, es el Programa Revolucionario
del Pueblo: programa que multiplica la fuerza y el poder de los trabajadores.
No
será sólo con un Programa económico de emergencia o con la batalla de la
producción con lo que se resolverá la actual crisis. El país vive una crisis
política y sin resolver ésta no será posible resolver los problemas económicos.
Sólo enfrentando las posiciones de poder político que hoy controlan las clases
patronales desde el Parlamento, la Contraloría y la Justicia.
Por
eso, hoy es más necesario que nunca impulsar la lucha contra el orden burgués y
luchar por generar los Tribunales del Pueblo, la Asamblea del Pueblo y el Poder
Popular.
Los
reaccionarios y en especial el freísmo, están exigiendo desde hace algunos días
la represión de nuestra organización: el MIR. No nos atemoriza ni nos
sorprende. No es la primera vez que el freísmo se juega por la represión, la
tortura y la cárcel en contra nuestra. Les advertimos que no nos encontrarán como
a sus ahijados políticos de Patria y Libertad pidiendo asilo en las embajadas y
que hoy, reprimir al MIR es reprimir a un contingente importante de la clase
obrera y el pueblo. Que entonces, nos asistirá el derecho a levantar las formas
de lucha que se correspondan a la nueva situación.
Si
la contrarevolución tomara la forma de un golpismo desatado, del emplazamiento
militar violento, los revolucionarios y los trabajadores deben de inmediato
extender las tomas de fábricas y fundos, multiplicar las tareas de defensa e
impulsar el Poder Popular como Gobierno Local autónomo de los poderes del
Estado.
Los
suboficiales, soldados y carabineros deben desobedecer las órdenes de los
oficiales golpistas y, en ese caso, todas las formas de lucha se harán
legítimas.
Entonces,
sí que será cierto que los trabajadores con los soldados, marineros, aviadores
y carabineros, los suboficiales y oficiales antigolpistas, tendrán el legítimo
derecho a construir su propio ejército, el Ejército del Pueblo.
Compañeros
trabajadores: vivimos momentos definitorios, las conquistas y el futuro de los
trabajadores están amenazados.
La
lucha de clases es siempre una guerra, encubierta. La contrarrevolución
burguesa se propone, hoy en Chile, hacerla estallar.
El
pueblo no se dejará amarrar las manos. La clase obrera y el pueblo están en
disposición de combate, están decididos a defender sus conquistas y están más
decididos hoy que nunca a conquistar su futuro.
Por
eso, los trabajadores han puesto en marcha una gran contraofensiva
revolucionaria y popular: por eso, la clase obrera y el pueblo han organizado
la defensa de sus conquistas y se preparan a conquistar nuevas posiciones.
El
pueblo emplaza su fuerza, desarrolla el poder popular, multiplica los Comandos
Comunales, y levanta la organización de su defensa.
Compañeros:
el
pueblo debe prepararse para resistir,
debe
prepararse para luchar,
debe
prepararse para vencer.
Trabajadores
de Chile:
¡ADELANTE
CON TODA LA FUERZA!
¡ADELANTE
CON TODAS LAS FUERZAS DE LA HISTORIA!
(+) Publicado
en El Rebelde N° 91, de Julio de 1973.
_________________________
FRENTE A
LA ORDEN DE DETENCION
Miguel Enríquez E.,
29 de agosto de 1973 (§)
A LA CLASE OBRERA Y
AL PUEBLO:
Por
la prensa reaccionaria me he impuesto que estoy acusado de intento de
subversión en la Armada, que el Fiscal Naval, Víctor Villegas habría emitido
orden de detención en contra del Secretario General del MIR y petición de
desafuero contra los Secretarios Generales del PS y del MAPU. Además, que el
Secretario General y otros dirigentes del MIR estaríamos "huyendo al
extranjero". Frente a todo esto estimo necesario puntualizar lo siguiente:
1.-
La única subversión que se ha intentado desarrollar en la Armada es la de
oficiales navales reaccionarios que desde mayo de este año han venido
preparando un golpe de Estado gorila, a través de medidas como la acumulación
de tres veces la cantidad normal de alimentos y combustibles en la Escuadra, la
búsqueda de conexiones con oficiales de otras ramas de las FF.AA. y las arengas
a los suboficiales y marineros de la Escuadra en las que se les exigía su apoyo
para derrocar al Gobierno y reprimir a los trabajadores. Al revés de lo que
afirman los delincuentes de la prensa, Silva Espejo y Fontaine, esta subversión
reaccionaria fue la única que se dio en la Armada, y si no prosperó fue
precisamente gracias a la decidida resistencia antigolpista que emprendió un
extenso sector de la marinería, que hoy paga con prisión y torturas el haberse
negado a disparar contra los trabajadores.
2.-
Si esa orden de detención hubiera sido efectivamente emitida por la Fiscalía
Naval tendríamos entonces el privilegio de sumarnos a los centenares de
marineros, obreros, campesinos y pobladores hoy perseguidos y reprimidos por la
justicia patronal, civil o uniformada.
Si
esta caricatura de justicia tuviera al menos una mascarada de imparcialidad,
antes de proponerse reprimir revolucionarios debería primero encarcelar y
procesar a los politicastros Jarpa, Frei y otros senadores del PN y PDC, que
cobardes e incapaces por sí mismo de llevar a cabo sus criminales propósitos,
vienen desde hace meses conspirando e instigando las filas de la oficialidad
reaccionaria de las FF.AA. para impulsarlas a que desaten un golpe de estado
gorila "por... (tres líneas ilegibles en el original)… los marineros hoy
encarcelados al Fiscal Naval. Debiera encarcelar y reprocesar a los oficiales
navales que torturaron salvajemente a los marineros antigolpistas, lo que éstos
también han denunciado al Fiscal Naval, quien además los ha visto con los
brazos enyesados y con heridas en la cara y manos. Debiera decretar la libertad
inmediata de estos marineros, pero como Fiscal es parte de la farsa no hará
nada de esto.
3.-
En cuanto a que algún dirigente del MIR estuviera "huyendo del país",
para desilusión de "El Mercurio" y de los politicastros
reaccionarios, los militantes y dirigentes del MIR no somos como sus
"héroes democráticos" de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez o
Benjamín Matte, que al primer contratiempo cobardemente buscaron asilo en
embajadas y huyeron del país.
Para
mayor desilusión y preocupación de los reaccionarios, los militantes y
dirigentes del MIR no somos como otros cobardes que, después de estridentes
bravuconadas, terminan como Roberto Thieme y diez de sus secuaces dejándose
detener pasivamente por cuatro personas. El MIR, sus militantes y dirigentes,
sin estridencias verbales, han demostrado no actuar así, y saben y están listos
a luchar en todos los terrenos cuando las circunstancias lo hacen necesario.
4.-
Hoy cuando la amenaza gorila se cierne sobre la clase obrera y el pueblo,
cuando otros vacilan y retroceden desarmando y confundiendo a los trabajadores
y cuando comienza a imponerse, por presión reaccionaria y debilidad reformista,
una escalada represiva sobre los trabajadores y los revolucionarios, los
dirigentes y militantes del MIR estamos en nuestros puestos de lucha en todo el
país, e impulsando con más fuerza que antes nuestro trabajo revolucionario
entre los obreros, campesinos y pobladores, apoyando decididamente y en las
formas que sean necesarias la lucha antigolpista de los marineros, carabineros,
soldados, clases, suboficiales y oficiales antigolpistas de las FF.AA. y
levantando el derecho legítimo a organizar la lucha antigolpista de todos los
sectores del pueblo.
MIGUEL
ENRIQUEZ, Secretario General.
MOVIMIENTO
DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA MIR.
Santiago,
29 de agosto de 1973.
(§) Publicado
en el periódico "ULTIMA HORA", del 31 de agosto de 1973.
__________________________
EL MIR Y
EL FIN DE LA UNIDAD POPULAR
Parte IV y V de “Apuntes
Para la Historia del MIR de Chile”. 5 fragmentos publicados por Punto Final,
agosto-noviembre 2000
PARTE IV
EL FIN DE
LA UNIDAD POPULAR
Haremos
un alto en el recuento de la agitada lucha de clases de fines de 1972, para
tocar aunque sea superficialmente algunos aspectos de la concepción y práctica
organizativa del MIR durante el período de la Unidad Popular.
Experiencias
históricas nos indicaban que habitualmente los períodos prerrevolucionarios son
cortos. Tienden a desembocar rápidamente en una situación revolucionaria con el
triunfo del poder popular, o la apertura de un período contrarrevolucionario al
imponerse la reacción burguesa. El caso chileno era atípico: el período
prerrevolucionario se prolongaba por cerca de dos años sin resolverse. Como
analizaba Miguel Enríquez después de la coyuntura de Octubre, para ser
"vanguardia revolucionaria" no basta proponérselo. También es
necesario haber logrado una fuerte vinculación orgánica con las masas
populares, en especial con la clase obrera. El MIR había logrado crecer entre
los pobres del campo y la ciudad, capas del pueblo donde la influencia de la
Izquierda tradicional no era tan fuerte. Pero en la clase obrera, recién
estábamos logrando extender nuestra organización. Justamente era este sector
donde la Izquierda tradicional tenía su anclaje más hondo y una legitimidad
mayor. De allí que el papel de la Izquierda del PS en la acumulación de fuerza
revolucionaria dentro de la clase obrera era clave. Pero lamentablemente sus
dirigentes nunca asumieron con consecuencia las tareas de construcción del
poder popular. Jamás terminaron de decidirse a romper sus ataduras con el
reformismo (y sus propios intereses institucionales) para unirse con el MIR y
demás sectores radicalizados en la construcción de una fuerte vanguardia
revolucionaria.
Nuestra
inadecuación organizativa tendió a sortearse mediante el desarrollo de lo que
llamábamos "frentes intermedios” de masas: FTR (trabajadores urbanos), MCR
(campesinos), MPR (pobladores), FER (estudiantes), etc. Se produjo así una
dualidad en la organización. Por una parte estaba el MIR, que concebíamos como
un partido centralizado, de estructura político-militar piramidal, semi-
compartimentado, formado por militantes de dedicación profesional o casi
profesional, muy selectivo y exigente en el reclutamiento que se relacionaba
con el movimiento de masas a través de los frentes intermedios. Por otra, estos
frentes muy enraizados en los sectores de masas donde se construían, abiertos y
sin compartimentación, muy flexibles en sus modalidades orgánicas y exigencias
de reclutamiento, cuyos miembros se identificaban como miristas. En la práctica
ambos operaban como una sola organización política tensionada por la dinámica
de conducción vertical, uniformadora, que venía desde el "partido", y
la dinámica más democrática, expresión de la diversidad de los sectores
sociales donde se anclaban los "frentes intermedios”. Al iniciarse el
período prerrevolucionario el MIR no debe haber superado los tres mil miembros.
En 1973 el "partido" se acercaba a los diez mil miembros, y la suma
de los "frentes intermedios" superaba los treinta mil. En conjunto el
mirismo organizado agrupó entre 40 y 45 mil personas, logrando una influencia
de masas aún mucho más amplia.
A
partir de 1972 comenzó a discutirse en el MIR la necesidad de adecuar nuestra
organización al período. No había problema de liderazgo porque la legitimidad
de Miguel fue acompañada por un proceso de ampliación de los órganos de
dirección colectiva y la cooptación de dirigentes que tenían fuerte respaldo de
base. Fluía un permanente intercambio interno de información y se alentó la
discusión en todos los niveles. Pero esta tendencia a la disminución del
centralismo y aumento de la democracia interna, no fue suficiente.
NUEVA OFENSIVA
GOLPISTA
Ni
el gobierno ni la oposición obtuvieron el resultado deseado en las elecciones
parlamentarias de marzo de 1973. La UP logró una importante votación (44%),
pero no el control del Parlamento. Los sectores hegemónicos en la UP siguieron
apostando a una alianza con la DC que permitiera conformar un gobierno de
centro que resolviera institucionalmente la crisis política, combatiendo y
aislando tanto a los sectores extremistas de derecha como de izquierda.
Renán
Fuentealba fue reemplazado en la conducción de la DC por Patricio Aylwin que
representaba la línea dura, es decir, la estrategia de detener el "avance
del marxismo" utilizando todos los mecanismos, incluidas la subversión
civil y la intervención militar. Así, la reacción en su conjunto, convergió en
la opción golpista. Desde abril, con la huelga de los mineros de El Teniente y
su marcha a la capital, la reacción volvió a desatar una nueva ofensiva
intensificando la sedición abierta y los llamados a la insubordinación militar.
Por
nuestra parte convocamos a la Izquierda y al movimiento de masas a enfrentar la
ofensiva desplegando una contraofensiva revolucionaria que se apoyara en la
movilización directa de masas para debilitar las bases del poder burgués,
organizar y defender el poder popular y ganar a los sectores democráticos de
las FF.AA. En esos meses se intensificaron las alianzas y el trabajo conjunto
con los sectores de Izquierda de la UP en los frentes y regiones.
Como
encargado del MIR para el trabajo democrático hacia las FF.AA., me correspondió
organizar en una vieja quinta cercana a Puente Alto una reunión de Miguel,
Carlos Altamirano (secretario general del PS) y Oscar Guillermo Garretón
(secretario general del MAPU) con una delegación de suboficiales y marineros
democráticos. Ellos se habían organizado en oposición a los oficiales golpistas
de la Armada. Confirmaron lo que ya sabíamos: la activación sediciosa de la
oficialidad golpista era creciente en todas las instituciones armadas, pero
también había oficiales y, sobre todo, suboficiales, clases y soldados que se
oponían al golpismo y simpatizaban con el gobierno popular. Esto lo conocíamos
pues desde el año 69 veníamos vinculándonos con uniformados progresistas.
Muchos se incorporaron como militantes al MIR y lucharon contra la dictadura,
algunos entregando generosamente sus vidas como el teniente Mario Melo
Pradenas, del ejército, Carlos Díaz Cáceres, suboficial de la Marina, Enrique
Reyes Manríquez, un joven y alegre cabo 1° de la FACH, y como hicieron también
otros miembros democráticos de las FF.AA. La mayoría de los uniformados
antigolpistas con que estábamos vinculados no eran miristas. Recuerdo con
aprecio y respeto al coronel Ominami de la FACH, a cargo del arsenal en la Base
Aérea de El Bosque. El solicitó a mi madre, la diputada Laura Allende, un
encuentro para contarle cómo estaban operando altos oficiales golpistas en su
arma, reemplazando a los oficiales democráticos del mando de unidades claves,
extendiendo la sedición, mientras los oficiales que se oponían al golpe no
recibían apoyo del gobierno. En esa conversación a la cual mi madre me pidió
que asistiera, el coronel Ominami le pidió que informara al presidente de esta
situación, y le dijera que otros oficiales que como él estaban dispuestos a
defender al gobierno, le solicitaban una entrevista. Allende nunca concedió esa
entrevista, ni otras que me consta le fueron solicitadas por otros oficiales y
suboficiales. Su política siempre fue no pasar por sobre los altos mandos y no
intervenir dentro de las instituciones armadas.
Relato
esto porque difiero del pesimismo histórico que sostiene que no había otra
posibilidad que esa prescindencia ya que los únicos que podían detener el
golpismo eran los mandos constitucionalistas de las FF.AA. Esto no significa
desconocer la consecuencia democrática y la lealtad con el presidente
constitucional que demostraron el general Carlos Prats y ese puñado de
oficiales superiores que le secundó. Además de apoyarse en esos altos mandos,
el gobierno de la Unidad Popular pudo haber organizado y respaldado un número
importante de oficiales medios y bajos, además de la gran masa de tropa que
tenía simpatía por el gobierno. Prats y los mandos constitucionalistas hubieran
contado así con un firme respaldo de sectores corporativos.
Tuve
el privilegio de conversar en aquella época con ese gran socialista que fue el
general Alberto Bachelet, y reunirme con otros coroneles, mayores y capitanes
que simpatizaban con Allende y su partido. Ellos reclamaban una política del
gobierno más ofensiva contra la oficialidad sediciosa y coordinar a los
uniformados democráticos con las organizaciones populares para que ante un
peligro de golpe, ellos pudieran dotarlas de armas de las propias FF.AA. Del
Ministerio del Interior dependía Carabineros y la policía civil, donde el
gobierno tenía más apoyo. Pudo haber fortalecido esos cuerpos con personal de
confianza, creando algún contrapeso a las instituciones de la Defensa. Existía
la Ley de Defensa Civil de 1945 que orientaba la organización de cuerpos
civiles y su coordinación con las instituciones policiales y militares para
situaciones de desastre o conmoción, que el gobierno pudo haber aprovechado
para desarrollar formas de autodefensa de los simpatizantes del gobierno. Tanto
en el campo como en la ciudad había miles de trabajadores dispuestos a empuñar
las armas en defensa del gobierno popular. En varias ocasiones solicitamos al
comandante Fidel Castro que nos apoyara con armamento para el desarrollo de
milicias populares. El nos respondió invariablemente que lo haría siempre que
el presidente Allende lo autorizara. Y el presidente jamás lo aceptó. Salvo
algún armamento menor e instrucción para la seguridad personal y resguardo de
algunos locales, el gobierno nunca aceptó formar mandos militares propios ni
traer medios para el armamento del pueblo. La articulación de estos factores
hubiera permitido construir una capacidad propia de defensa del gobierno
popular apoyándose en palancas institucionales, pero sobre todo en la
disposición de lucha del pueblo organizado. Se argumentará que ello hubiera
precipitado un quiebre de las FF.AA. y una guerra civil. Pero la historia ha
demostrado que la renuencia del reformismo a desarrollar una capacidad propia
de defensa del gobierno popular, la incorporación de los militares al gobierno,
y concesiones a la reacción como la devolución de empresas, la Ley de Control
de Armas, etc., no impidieron el derrocamiento del gobierno y que la
oficialidad golpista, apoyada por el conjunto de la reacción, desatara una
sangrienta guerra contra el movimiento popular desarmado. Nos correspondió a
Miguel, a Arturo Villabela y a mí, elaborar el plan estratégico de lucha
políticamilitar contra el golpismo que fue aprobado por el comité central del
MIR en febrero de 1972. Releyéndolo con la perspectiva del tiempo y el
conocimiento del desenlace histórico, se puede constatar que padecía de la
incertidumbre fundamental que tuvo el desempeño estratégico del MIR en el
período prerrevolucionario.
"Seríamos
capaces de ganar la carrera contra el tiempo en la acumulación de fuerza
revolucionaria (social, política, militar e ideológica) como para sobrepasar la
conducción reformista y tomar la iniciativa en el enfrentamiento directo al
golpismo, logrando el triunfo, o al menos una continuidad de la lucha
revolucionaria en condiciones de mayor equilibrio de fuerzas
políticomilitares" Intentamos encarar esta disyuntiva diseñando un plan
que contemplaba la constitución de fuerzas que pudieran operar en los espacios
territoriales y en condiciones alternativas. Pero el problema era que para
tomar la iniciativa de golpear ofensivamente a los golpistas y derrotarlos,
teníamos que hacerlo en los espacios urbanos, constituyendo amplias unidades
milicianas regulares, articuladas con las tropas militares que pudiéramos
desgajar de las instituciones armadas, todo ello acompañado de la organización
del poder popular de masas.
Si
apostábamos a que no habría tiempo para acumular la fuerza para derrotar de
inmediato al golpismo, nuestra estrategia debía ser defensiva, centrando
esfuerzos en preparar condiciones para el repliegue a territorios rurales de
topografía más favorable para la resistencia mediante unidades guerrilleras
irregulares, y grupos clandestinos que operaran en los espacios urbanos y
suburbanos. También había que prepararse para una resistencia política e
ideológica en condiciones represivas muy duras, lo cual no es fácil cuando el
movimiento de masas está todavía desplegando una amplia lucha social y política
abierta. Al no decidirnos por una opción e intentar prepararnos para las dos,
cometimos un grave error estratégico. Carecíamos de tiempo para la construcción
de fuerza suficiente para ocupar todos esos espacios y constituir los distintos
tipos de fuerza a la vez.
Dispersamos
nuestra limitada capacidad, nos organizamos de una forma híbrida que, como
veremos más adelante, neutralizó la eficiencia táctica ante una u otra
posibilidad. Lamentablemente, hay situaciones de la lucha de clases que no se
compadecen con las opciones intermedias.
A
fines de 1972 se constituyó un grupo conspirativo de quince generales, cinco
por cada rama. En mayo de 1973 habían decidido dar el golpe en el mes de junio,
para lo cual contaban con la I, II y IV Divisiones del ejército y sectores de
la Marina, Aviación y Carabineros. En la III División correspondiente a la
capital, todavía los oficiales constitucionalistas eran fuertes. El complot fue
detectado por el SIM, que alertó al comandante en jefe del ejército,
procediendo éste a ordenar la detención de varios oficiales el 25 y 26 de
junio. Ello produjo el repliegue de los conspiradores, pero el 29 de junio el
comandante Souper sublevó al Regimiento Blindado N° 2, dirigiéndose hacia el
centro de la ciudad con una columna de tanques y carros blindados. Con el apoyo
de civiles armados de Patria y Libertad, procedieron a atacar el palacio de La
Moneda y el Ministerio de Defensa, donde liberaron a los oficiales detenidos.
Mientras de La Moneda respondían el fuego, el general Prats movilizó las unidades
leales y cercó a los sublevados, tras lo cual procedió a caminar, acompañado
sólo de dos oficiales, hacia los blindados a los que conminó a rendirse. Todos
se rindieron, salvo un tanque que huyó. La sublevación del Regimiento Blindado
produjo un estado de gran deliberación de los oficiales golpistas, que en
algunas unidades intentaron apoyar a los sublevados. Esto se frustró por la
negativa de los uniformados antigolpistas, en especial de los suboficiales y
tropa. Pero la situación seguía siendo de gran tensión pues todavía no se sabía
cómo reaccionarían las unidades en otras Divisiones, y si podían sumarse
sectores de otras ramas de las FF.AA. Alrededor de las 11:30 de la mañana Prats
y el general Sepúlveda se reunieron con el presidente que había llegado a La
Moneda, para informarle de la situación.
Los
miembros de la comisión política nos concentramos en una casa prevista para tal
efecto, al igual que el resto de las direcciones intermedias y unidades del MIR
lo hicieron en sus respectivos lugares de acuartelamiento. Miguel se comunicó
con el general Carlos Prats, manifestándole que si lo requería podía contar con
nosotros en la lucha contra los golpistas y le comentó que había visto un
tanque alejarse del centro de la ciudad. Prats, que estaba enojado porque ese
blindado se había escapado le dijo Miguel que si lo ubicaba lo detuviera.
Miguel orientó a una unidad de la fuerza central del MIR salir a enfrentar el
tanque lo cual no se logró por lo lento que era poner en pie de combate a
unidades compartimentadas con deficientes medios de comunicación, cuyos
miembros vivían y trabajaban en distintos lugares, y cuyas armas debía
recibirlas de una unidad de logística que estaba a cargo de un depósito
secreto. Igualmente lento fue poner en funcionamiento la red clandestina que
coordinaba a los miembros de las FF.AA., los cuales habían sido acuartelados en
sus respectivas unidades militares, lo que dificultaba el contacto. Se
evidenciaron así las limitaciones tácticas que tenía nuestra estrategia híbrida
de construcción de fuerza.
La
respuesta popular al llamado del presidente Allende a movilizarse contra el
intento golpista de junio, ocupando los centros de trabajo y advirtiendo que si
era necesario armaría al pueblo, fue extraordinaria. Cientos de fábricas, escuelas,
campos, oficinas públicas, otras entidades fueron ocupadas a través del país,
manifestándose un resuelto ánimo combativo. Interminables columnas de
trabajadores, pobladores, estudiantes, confluyeron frente al palacio de La
Moneda, donde la multitud pedía castigo a los golpistas. Los compañeros de las
FF.AA. nos informaban que los oficiales golpistas estaban en repliegue, que el
ánimo de los uniformados antigolpistas era combativo y reclamaban pasar a la
ofensiva para golpear a los sediciosos. Esa tarde con Miguel y otros miembros
de la dirección analizamos si no era el momento de tomar por nuestra cuenta la
iniciativa, con la participación de grupos de uniformados organizados, entregar
armas a las organizaciones milicianas, ocupar las unidades militares que fuera
posible, y proceder a detener a los oficiales golpistas. Para que resultara
había que actuar de inmediato, esa misma noche, aprovechando el desconcierto
golpista. La preocupación de Miguel era que, si dábamos ese paso, había un
grave riesgo de que el gobierno y el alto mando nos reprimiera, la Izquierda de
la UP no nos apoyara, y quedáramos políticamente aislados. No teníamos tiempo
para consultar a los sectores más afines de la Izquierda. Nunca el movimiento
de masas había alcanzado tan alto nivel de combatividad, estábamos seguros que
la respuesta de los sectores populares más radicalizados sería entusiasta. Pero
tampoco podíamos cerrar los ojos al hecho de que Allende y los sectores
reformistas mantenían un fuerte liderazgo sobre el movimiento de masas y podían
neutralizar, o incluso poner en contra nuestra, a los sectores menos
radicalizados. Si teníamos éxito, lograríamos un atajo que aceleraría la
acumulación de fuerza y generaría una situación revolucionaria, pero si nos
equivocábamos el retroceso sería enorme. En la duda, preferimos esperar. A
veces pienso que hicimos bien, otras me parece que por esa decisión perdimos la
iniciativa estratégica revolucionaria.
OFENSIVA FINAL
Superado
el "tanquetazo", el gobierno volvió a la misma política: insistió en
la búsqueda de acuerdos con la DC. Para favorecer ese acercamiento hizo
concesiones, como alentar la desmovilización de masas, llamar a devolver las
empresas ocupadas, y combatir la constitución de órganos de poder popular
locales, aceptar que las FF.AA. amparadas en la Ley de Control de Armas
comenzaran a allanar las industrias y campos ocupados, desalojando
violentamente a los trabajadores, así como a rastrillar las poblaciones en la
supuesta búsqueda de armas con el propósito de aterrorizar al movimiento de
masas. Como respuesta al llamado del cardenal Raúl Silva Henríquez a un diálogo
de concordia nacional, se reunieron a fines de julio, Allende y Aylwin. Pero la
DC no satisfecha con las concesiones, exigió el nombramiento de un Gabinete con
representación mayoritaria de las FF.AA. y que éstas pudieran actuar con
autonomía para restablecer el orden institucional. Ello significaba pedir al
presidente su capitulación, una suerte de golpe legal.
Mientras
tanto, la reacción en su conjunto se había lanzado en una nueva ofensiva
sediciosa. Se multiplicaron los atentados y sabotajes que los grupos
terroristas realizaban con impunidad y bajo la mirada complaciente de las
FF.AA. El 26 de julio fue asesinado el comandante Arturo Araya, edecán naval y
amigo del presidente. Los transportistas se lanzaron a otro paro indefinido, al
cual se sumaron comerciantes y profesionales, intensificándose el boicot
empresarial, acompañado de un intenso hostigamiento parlamentario y una
subversiva campaña de prensa. Desde Estados Unidos llegaba generoso apoyo
financiero y asesoramiento para los golpistas. El gobierno no sólo perdió todo
el control de la economía, que se debatía entre la hiperinflación y el
desabastecimiento, sino que tampoco pudo hacer nada efectivo contra la
subversión reaccionaria.
El
17 de julio el MIR realizó un combativo acto de masas en el Teatro Caupolicán.
Además de Miguel Enríquez habló Carlos Altamirano. Las agudas contradicciones
entre el sector reformista agrupado alrededor de Allende y la Izquierda de la
UP llevaron a un virtual colapso de la conducción colectiva de este frente. El
PS y el MAPU radicalizaron verbalmente sus políticas, rechazando todo intento
de alianza con la DC. Propiciaron abiertamente el poder popular alternativo, la
disolución del Congreso y el armamento del pueblo. La reagrupación
revolucionaria al margen de la UP parecía una posibilidad inminente y la
influencia política del MIR creció. Pero al mismo tiempo las claudicantes
políticas gubernamentales produjeron desconcierto, confusión y luego una
creciente desilusión popular. El ascenso de la movilización de masas que había
alcanzado su cumbre más alta como respuesta al "tanquetazo", inició a
partir de julio una rápida declinación. Al punto que se podría situar en ese
momento el inicio de un período contrarrevolucionario.
Salvo
la aplicación a los sublevados de penas absurdas por lo leves, el gobierno no
tomó medida alguna con los sectores uniformados comprometidos con el
"tanquetazo". Ello alentó a los golpistas a retomar la iniciativa. La
incorporación en agosto, después del fracaso del diálogo UPDC, de tres
generales (entre ellos Prats) al Gabinete, intensificó la agitación sediciosa
hacia las FF.AA. A principios de agosto, junto con ordenar el acuartelamiento
de su personal, los altos mandos de la Marina desencadenaron una fuerte
represión interna deteniendo a más de trescientos suboficiales y marineros
antigolpistas, salvajemente torturados. En otras ramas de las FF.AA. se
procedió a relevar, licenciar, y sancionar a los uniformados democráticos.
La
desmoralización cundió entre los oficiales, suboficiales y tropa antigolpista,
que veía que su gobierno los dejaba en la indefensión y no hacía nada ante el
avance de la sedición. A mediados de agosto los altos mandos golpistas de la
Marina y de la Aviación eran mayoría aunque en el ejército todavía eran
minoritarios. La mayoría de los generales del ejército se inclinaba todavía por
obligar a Allende a ceder el poder a las FF.AA., mediante un Gabinete sólo
militar, o su dimisión. Esta forma de "golpe blando” la DC lo alentaba en
la expectativa de que Eduardo Frei, como presidente del Senado, recibiría el
poder. Los partidarios de un "golpe duro" eran todavía minoría. Pero
ambos bandos se unieron para desbancar a los generales constitucionalistas liderados
por Prats que exigían respeto a la institucionalidad y el acatamiento de la
autoridad presidencial. El instrumento fue una provocación de esposas de
oficiales que fueron a la casa del comandante en jefe a exigir su renuncia. Cuando
Prats pidió al cuerpo de generales que firmara un documento de desagravio, más
de la mitad se negó. Esto lo llevó a presentar su renuncia indeclinable para
mantener la unidad corporativa, siendo reemplazado por Augusto Pinochet. Ese
mismo día 22 de agosto la DC y la derecha aprueban una resolución de la Cámara
de Diputados declarando "ilegal" al gobierno. La suerte del gobierno
estaba echada.
A
partir de julio, en una nueva carrera contra el tiempo, procuramos intensificar
la preparación de condiciones para un repliegue de las direcciones del MIR y de
nuestra limitada fuerza militar hacia zonas rurales. Nos dimos cuenta que ya no
habían condiciones para una contraofensiva revolucionaria, aunque sin abandonar
la idea de acompañar a los sectores de masas más radicalizados en una
resistencia urbana inicial para luego replegarnos con mayor fuerza y
legitimidad. El problema fue que en agosto nos dimos cuenta que la
desmoralización y persecusión de los oficiales y suboficiales antigolpistas al
interior de las FF.AA. era tanta, que no podríamos contar con ellos para
obtener armas.
Nosotros
no alcanzábamos a reunir más de doscientas armas de guerra, por lo que
dependíamos de lo que pudiéramos obtener de las FF.AA. y los grupos de
seguridad del gobierno.
Junto
con la represión a la marinería, el fiscal naval pidió a fines de agosto el
desafuero de Altamirano y Garretón, y dio orden de captura de Miguel y otros
compañeros vinculados al trabajo democrático hacia las FF.AA., de modo que nos
vimos obligados a pasar a la clandestinidad, lo que entrabó nuestros
movimientos. Para entonces el gobierno designó su undécimo gabinete
incorporando a cuatro altos mandos de las FF.AA. poco relevantes. Sabíamos que
el presidente Allende, en una acción desesperada, se proponía convocar en los
próximos días a un plebiscito que, probablemente perdería. Esto hacía pensar
que se impondría la opción del "golpe blando" que, manteniendo una
fachada institucional, profundizaría la represión contra los sectores
revolucionarios y el movimiento de masas. Pero los militares partidarios del
"golpe duro" lograron imponerse y se adelantaron a desencadenar su
sangriento golpe el 11 de septiembre. Al día siguiente el presidente Allende se
proponía anunciar el plebiscito en un acto que se realizaría en la Universidad
Técnica del Estado.
EL GOLPE MILITAR
Como
Miguel y otros compañeros de la dirección del MIR teníamos orden de detención
de la fiscalía naval, nos reuníamos en distintos lugares y de noche dormíamos
en casas seguras. Esa noche lo hice en un departamento que consiguió James
(Patricio Munita Castillo), y que nadie más conocía. Mientras me duchaba
temprano, James me avisó que en la radio estaban informando de movimientos de
tropa. Salimos a la carrera dirigiéndonos a un local de la fuerza central de
MIR, desde donde contacté a los compañeros que trabajaban en nuestra red en las
FF.AA. Me informaron que la noche anterior habían comenzado a recibir avisos de
Valparaíso de movimiento de los marinos, del desplazamiento de tropas desde Los
Andes, que parecía que esta vez la sublevación era en serio. Nuestros
compañeros uniformados estaban movilizados y no lograban contactarlos. Yo tenía
orientación de Miguel de que ante una situación de este tipo me dirigiera de
inmediato a la embajada cubana, lo que hice acompañado de Arturo Villabela y
otro compañero de las tareas militares. Estaba allí un grupo derechista armado
y carabineros que comenzaron a montar una barricada con maderos y tanques de
gasolina vacíos para impedir la entrada o salida de gente. Ante el peligro de
quedar encerrados decidimos salir de inmediato. Yo manejaba una camioneta, y
atrás estaban Arturo y otro compañero. Nos detuvimos frente a la barricada
pidiendo que nos abrieran paso, pero uno de los civiles armados se acercó a la
ventanilla, me reconoció y apuntando hacia el vehículo, gritó: "¡Es Pascal
Allende, son del MIR!” Mis acompañantes, reaccionaron rápido, abriendo fuego
contra los carabineros y civiles armados, mientras yo embestía con la camioneta
y escapábamos aceleradamente por Pedro de Valdivia en dirección al sur. El
vehículo quedó lleno de impactos, pero ninguno de nosotros resultó herido.
Nos
dirigimos a una casa de San Miguel donde estaba acuartelada la comisión
política. En la calle había un intenso movimiento de autos y compañeros. Junto
con nosotros llegó otra camioneta con armamento que compañeros socialistas
habían retirado de la casa presidencial de Tomás Moro. Encontré a Miguel
dándole instrucciones a distintos compañeros, comunicándose por teléfono,
desesperado por las dificultades para contactar a otros. La información
evidenciaba que los golpistas empezaban a controlar las principales arterias de
la ciudad, colocaban retenes, impidiendo el traslado de armamento casero y de
las pocas armas que disponíamos, dificultando y retrasando la constitución de
las unidades operativas, que había industrias ocupadas por trabajadores con
ánimo de resistencia y a la espera de armas que nunca recibieron, pero que el
grueso del movimiento de masas estaba desconfiado, desconcertado y atemorizado.
La radio del MIR había sido copada a las 7 de la mañana. Tampoco Miguel lograba
establecer comunicaciones con provincias. Me contó que había logrado
contactarse con La Moneda y hablar con Beatriz Allende, ofreciéndole al
presidente apoyarlo con una columna de combatientes para que pudiera replegarse
hacia el barrio industrial donde había mejores posibilidades de resistencia.
Allende le mandó a decir con Tati que no se movería de La Moneda, aunque
muriera allí, y que ahora le tocaba a Miguel seguir adelante... Le expliqué que
todas las unidades de las FF.AA. estaban movilizadas y que nuestros encargados
de la coordinación con los compañeros uniformados me habían dicho que los
intentos de contactarlos eran infructuosos, que no podíamos contar con su
apoyo.
Miguel
y Humberto Sotomayor estaban saliendo en ese momento hacia la industria
Indumet, que se encontraba relativamente cerca. Allí estaban acuartelados
Arnoldo Camú, Rolando Calderón y un contingente de compañeros socialistas
armados. Miguel, con la intención de coordinar la resistencia, se había
encontrado temprano con esos dirigentes del Partido Socialista y un dirigente
del Partido Comunista que manifestó que su partido estaba esperando ver si los
militares cerraban o no el Parlamento para decidir qué curso de acción seguir. Los
compañeros habían informado que Carlos Altamirano llegaría en un rato más, por
lo cual Miguel había decidido volver más tarde a encontrarse con él. Lo
acompañamos Arturo Villabela, Humberto Sotomayor y yo. Por el camino nos
encontramos con León, un compañero de logística, al cual Miguel le hizo señas
para que nos siguiera. En Indumet nos informaron que Altamirano no había
llegado. Minutos antes de que una unidad de carabineros se desplegara frente a
la entrada principal de la industria, llegó Rafael Ruiz Moscatelli con otros
compañeros que traían más armamento de Tomás Moro y que comenzaron a repartir
entre los socialistas que estaban acuartelados allí. En eso se inició un
intenso intercambio de fuego con los sitiadores. Como nosotros andábamos sólo
con armas cortas, nos entregaron unos fusiles AK. Miguel con otros compañeros
empujaron unos vehículos para bloquear la entrada y parapetarse.
Pronto
se evidenció que no sólo era imposible hacer retroceder a los golpistas, sino que
además corríamos el peligro de que éstos cercaran el recinto. Se decidió
entonces romper el cerco por la parte posterior. Se formó una pequeña columna
que encabezó Miguel, nosotros que no nos despegábamos de él para protegerlo y
nos seguía un buen número de compañeros socialistas. Al salir a la calle nos
encontramos a boca de jarro con otra columna de carabineros que intentaba
cerrar el cerco, produciéndose un enfrentamiento a corta distancia al
descubierto. Instintivamente abrimos fuego más rápido que el enemigo,
haciéndole varias bajas. El grueso de la columna que nos seguía retrocedió,
replegándose a una industria cuyo ingreso estaba al otro costado de la calle. Entre
ellos, nuestro compañero León, que posteriormente fue muerto en ese lugar.
Miguel, que a toda costa quería romper el cerco para volver a reunirse con el
resto de la dirección, nos ordenó seguir adelante para lo cual tuvimos que
cruzar la calle bajo fuego, donde había retrocedido y vuelto a parapetarse la
columna de carabineros, dirigiéndonos a la Población La Legua. Como ninguno de
nosotros conocía el barrio fuimos a parar frente a un cuartel de Carabineros.
Estos estaban atrincherados con ametralladoras punto 30, con las que abrieron
fuego. Afortunadamente no tenían buena puntería y logramos salir ilesos de este
segundo enfrentamiento, sortear esa posición y perdernos en la población.
Después
de requisar un auto que encontramos en el camino y de encontrarnos por tercera
vez con el enemigo (esta vez un retén callejero de soldados de la FACH que no
nos dispararon), logramos llegar por calles interiores hasta la casa donde
estaban acuartelados Bautista von Schouwen, Edgardo Enríquez y otros compañeros
de la dirección. Era ya pasado las cuatro de la tarde. Los compañeros nos
informaron que La Moneda había sido bombardeada y que se decía que el
presidente Allende había muerto cumpliendo su palabra de que no se rendiría
ante los golpistas. Miguel se sentó y estaba pálido, conmovido, la mirada fija
en el fusil que mantenía sobre las piernas. Guardó un prolongado silencio que
compartimos con él.
Las
noticias que recibimos durante la tarde evidenciaban que la resistencia era muy
dispersa y fragmentaria, focos de resistencia aislados en algunas industrias,
francotiradores en el centro, en algunas universidades, incapaces de detener el
golpe sangriento y la represión masiva que se desató sobre el movimiento
popular. No quedaba otra opción que replegarse lo más ordenadamente posible a
la clandestinidad y desde allí reorganizarse para iniciar la resistencia a la
dictadura militar. Miguel recordaría después: "…si bien todos fuimos
invadidos por la sensación de cólera e impotencia, las condiciones objetivas
imponían el repliegue..."
Parte V
SE DESATA
LA GUERRA CONTRA EL PUEBLO
Los
golpistas implantaron el toque de queda. Al caer la noche del 11 de septiembre
sobre Santiago, las calles de San Miguel estaban desiertas. Sólo escuchábamos
el murmullo sordo de los transportes militares que trasladaban tropas y
prisioneros por la cercana Gran Avenida. Aprovechando las sombras protectoras
los miembros de la comisión política del MIR fuimos dispersándonos
discretamente del lugar donde estábamos acuartelados hacia diversas casas
cercanas donde nos dieron refugio. Con Bautista van Schouwen, Edgardo Enríquez,
y otros compañeros, pasamos esa primera noche en vela, atentos al ruido de los
vehículos militares que pasaban patrullando, conversando en voz baja para no
despertar a los dueños de casa que seguramente estaban tan desvelados y alertas
como nosotros. A la mañana siguiente me trasladé a casa de Mario, un empleado
público allendista. El y su familia me acogieron con mucho cariño y siguieron
apoyándome por mucho tiempo para que pudiera sobrevivir en la clandestinidad.
Años después fueron detenidos, torturados y expulsados del país. Como ellos,
muchas familias y personas con gran riesgo, generosidad y valentía ayudaron a
los perseguidos por la dictadura. Estos "ayudistas", como los
llamábamos, son los héroes anónimos pocas veces recordados que pusieron la primera
piedra de la larga lucha antidictatorial.
Luego
de eliminar los focos de resistencia inicial a su acción golpista del 11 de
septiembre, los militares desplegaron durante las semanas siguientes un
gigantesco operativo de búsqueda de dirigentes y militantes de los partidos de
Izquierda, y de represión masiva. Miles de hogares fueron allanados,
rastrillaron industrias, campus universitarios, oficinas públicas, barrios
populares. Por la televisión y prensa se difundían fotos y listas de
perseguidos, alentando a la población al soplonaje. Más de cien mil chilenos (y
también centenares de extranjeros) sindicados de izquierdistas, o simplemente
sospechosos, fueron detenidos en las primeras semanas, siendo llevados a
unidades militares o concentrados en los estadios, donde fueron interrogados,
un gran número torturados y muchos fusilados.
También
la resistencia al golpe en el campo fue débil. Pero hubo grupos de militantes
de Izquierda que se replegaron hacia zonas montañosas (Río Negro en la
cordillera de la costa de Osorno, Nahuelbuta, Rahue Alto, Panguipulli donde un
grupo de miristas encabezados por Gregorio Liendo se enfrentaron a los
carabineros, etc.) y otros que cruzaron los pasos cordilleranos hacia
Argentina. El terror se extendió en las áreas rurales donde participaron en la
represión, además de los uniformados, muchos grupos patronales.
Nunca
se conocerán cifras exactas de chilenos que fueron asesinados el día del golpe
y en los meses siguientes. Pero organismos internacionales consideran que se
acercan a los quince mil. Los detenidos se estima que superaron los 150 mil, ya
que sólo por los campos de concentración pasaron más de 45 mil prisioneros.
Decenas de miles fueron expulsados del país o salieron asilándose en embajadas
(sólo durante el primer mes de dictadura, los gobiernos extranjeros, pidieron
más de diez mil salvoconductos), además de los cientos que huyeron a través de
pasos fronterizos.
A
la represión física, se agregó la represión institucional. Desde el primer
momento la Corte Suprema apoyó el golpe y legitimó la Junta Militar de Gobierno,
subordinando el sistema de justicia civil a la arbitraria "justicia
militar" y negándose a respetar el derecho de habeas corpus. El 12 de
septiembre la Junta Militar declaró interinos a todos los empleados públicos;
el 17 ilegalizó la CUT; el 24 disolvió el Congreso; el 1° de octubre intervino
con rectores militares todas las universidades; el 8 ilegalizó todos los
partidos de Izquierda. Sólo en el sector público fueron exonerados 50 mil
empleados; cerca de cinco mil funcionarios y académicos, y más de veinte mil
estudiantes fueron expulsados de las universidades. Nadie sabe a cuántos miles
de obreros industriales y trabajadores agrícolas los echaron. Ni tampoco se ha
hecho una cuenta cierta de cuántas casas y vehículos fueron arrebatados,
cuántos hogares fueron saqueados, cuántos negocios, campos, y otros bienes
fueron robados por los militares y la derecha golpista. Tampoco se ha destapado
jamás la nauseabunda olla del saqueo de los bienes estatales que bajo la figura
de las "privatizaciones" enriquecieron a altos oficiales y a sus
aliados empresarios.
En
toda la historia republicana, ni bajo la colonia española, hubo en nuestra
patria un genocidio tan masivo, ni se emplearon métodos represivos tan
brutales, ni se desató una persecución institucional tan extendida, ni se
realizó un robo tan grande de bienes sociales, como los llevados a cabo por la
dictadura militar. Esta guerra al pueblo fue alentada, avalada y apoyada, no
sólo por la derecha política y económica, sino también por dirigentes
democratacristianos como el ex presidente Patricio Aylwin que justificó el
golpe militar comparando a Allende con Hitler, o el ex presidente Frei Montalva
que agradeció públicamente a los militares golpistas que "salvaron a la
patria". Incluso hubo sectores de la jerarquía eclesiástica que ensuciaron
la palabra de Dios para legitimar abiertamente tan terrible violación de los
derechos humanos de su pueblo. No es de extrañar, que todos traten de silenciar
y hacer olvidar esa terrible realidad, reclamando el perdón de los crímenes y
la reconciliación con los criminales. Lo increíble es que en ese propósito
cuenten hoy con la ayuda de autoridades gubernamentales y dirigentes políticos
concertacionistas que participaron en la UP y fueron compañeros de las víctimas
de esa verdadera guerra al pueblo.
INICIO DE LA RESISTENCIA
POPULAR
Después
del golpe nuestros esfuerzos se centraron en la reorganización clandestina del
MIR. No era tarea fácil sumergir un movimiento que se había desarrollado bajo
condiciones de amplias libertades democráticas y de lucha política y social
abierta. Nos ayudó la experiencia clandestina de los años 69-70, que en el
período de la UP mantuvimos ciertas normas de seguridad, y que previo al golpe
la dirección preparó algunas casas de seguridad, depósitos clandestinos de
armas, habilitación de documentación falsa, y otros medios de clandestinidad.
Pero no era suficiente para asegurar el resguardo de los dirigentes nacionales
y regionales, y de varios cientos de cuadros y militantes perseguidos por la
dictadura.
Miguel
nos dio el ejemplo: premunido de la documentación que respaldaba su nueva
identidad como un profesional acomodado y militante del derechista Partido
Nacional, sin bigotes y con el pelo rizado, vestido elegantemente, se
movilizaba en auto acompañado de Carmen Castillo reconectando compañeros,
consiguiéndoles casas de seguridad y trasladándolos; organizando puntos de
contacto, sistemas de enlaces y traslado de mensajes que aseguraran la
comunicación secreta entre los cuadros de dirección; orientando a éstos en las
tareas de reorganización clandestina, normas de compartimentación a aplicar en
las estructuras partidarias, y formas de revincularse con los frentes sociales;
impulsando la retoma de contacto con las provincias; planificando la
recuperación de algunos armamentos y la reestructuración de las tareas de
resistencia; el establecimiento de contacto con los demás partidos de Izquierda
y sectores antigolpistas de la DC, para alentar la unidad antidictatorial; el
desarrollo de las comunicaciones con el exterior que permitieran canalizar el
apoyo internacional y en especial el proceso de constitución de la Junta de
Coordinación Revolucionaria del Cono Sur, con el PRT-ERP en Argentina, los
Tupamaros en Uruguay y el ELN en Bolivia.
Hacia
fines de 1973, la comisión política y el grueso de los dirigentes nacionales,
así como varios centenares de cuadros medios y militantes habíamos logrado
resguardarnos en la clandestinidad y avanzábamos en la restructuración del MIR.
Incluso uno de los principales problemas, la reorganización de muchos dirigentes
y cuadros de provincias que se habían replegado a Santiago, agrupándose en lo
que llamamos las "colonias", empezaba a solucionarse con su
distribución hacia otras regiones del país donde no eran conocidos.
Con
el tiempo ha sido posible formarse una idea más completa de lo brutal y masiva
que fue la represión, pero en las primeras semanas era difícil medir cuánto
había afectado al movimiento de masas, a los demás partidos de la Izquierda e
incluso a nuestra propia organización.
En
esas primeras semanas había un sentimiento de incredulidad. Corrían rumores de
que el general Carlos Prats estaba rearticulando a los sectores democráticos de
las FF.AA. Se comentaba que Carlos Altamirano (secretario general del Partido
Socialista) permanecía en la clandestinidad. Aunque Corvalán había sido
detenido a fines de septiembre, se decía que el Partido Comunista se
reorganizaba bajo la conducción del subsecretario, Víctor Díaz. Recibíamos
informaciones de que en sectores de base de la Izquierda persistía un ánimo de lucha,
de que había grupos obreros que realizaban formas de sabotaje en sus
industrias, que en las poblaciones se conformaban redes de apoyo, en los campos
de concentración los compañeros se organizaban unitariamente y mantenían su
espíritu en alto.
Nuestro
juicio era que la represión había forzado al movimiento de masas a un profundo
repliegue, que sus organizaciones estaban fuertemente golpeadas, pero que no
había sido aplastado. Percibíamos que en sectores medios que habían apoyado el
golpe, el entusiasmo inicial daba paso a un cierto desencanto con el gobierno
militar. Ello abría la expectativa de contradicciones en la base social
golpista, que en un futuro cercano sería posible atraer a la pequeña burguesía
al campo democrático y quebrar el bloque dictatorial. La declaración de condena
al golpe militar que dieron a conocer Tomic, Leighton y Fuentealba, fue un
signo alentador. Confiábamos en que la larga tradición democrática de los
sectores medios, así como las tradiciones sindicales, la gran politización del
campo popular, y el peso de los partidos políticos, serían factores que
favorecerían la conformación de un amplio bloque contra el gobierno
autoritario. También nos entusiasmaba el repudio mundial contra el gobierno
militar y el enorme movimiento exterior de solidaridad con la lucha
antidictatorial.
Valorábamos
de que a pesar de la represión, el MIR tenía condiciones favorables para
imprimirle un carácter revolucionario al movimiento de resistencia.
Considerábamos que la caída del gobierno de la UP era la derrota de los
reformistas, pero no de los revolucionarios. Era efectivo que las políticas
revolucionarias habían ganado una mayor legitimidad en el movimiento popular.
Pero hoy creo que nos equivocamos al no apreciar que con la dictadura militar
el movimiento popular en su conjunto, incluido los revolucionarios, habíamos
sufrido una profunda derrota histórica.
Fue
este conjunto de factores y apreciaciones los que llevaron a la dirección a
levantar la consigna "el MIR no se asila” y a proponernos mantener a todos
los dirigentes y los militantes en la clandestinidad. Muchas veces me han
preguntado si acaso fue una locura, una política errada. Es evidente que esa
política fue motivada en parte por una apreciación incorrecta sobre la
profundidad de la derrota, así como una subvaloración de la fortaleza política
del gobierno dictatorial y su capacidad represiva. También nos equivocamos al
creer que podríamos construir en poco tiempo una clandestinidad capaz de
proteger al conjunto de nuestro movimiento e impulsar con rapidez un vasto
bloque antidictatorial. Pero al mismo tiempo, nuestra opción tuvo una dimensión
ética y política correcta. En las semanas siguientes al golpe, la mayoría de
los dirigentes de los partidos de la Izquierda tradicional se asilaron por
iniciativa propia u orientación de sus partidos. Aunque fuera comprensible que
lo hicieran porque no tenían otra forma de evitar la prisión, o incluso la
muerte, esto provocó una imagen de desbande y desmoralización en las bases del
movimiento popular que no tenía las mismas posibilidades de exiliarse y que se
sintieron abandonadas. Ante esa situación pensamos que era fundamental rescatar
el ejemplo moral del presidente Allende, que resistió a los golpistas con un
arma en las manos, sin abandonar la responsabilidad que le había dado su
pueblo. Como el propio Allende se lo había mandado a decir a Miguel, nos tocaba
a nosotros continuar esa resistencia, impulsando junto al pueblo y al resto de
la Izquierda, la construcción de un movimiento democrático revolucionario capaz
de derrocar la dictadura y abrir nuevamente las grandes alamedas de la
soberanía popular. Nuestro error fue aplicar la política de rechazo al asilo y
de mantener a los dirigentes y militantes perseguidos en Chile como una
cuestión de principio estratégico, inflexible, cuando en realidad la
correlación de fuerza real y las condiciones represivas exigían manejarse con
mayor cautela y flexibilidad táctica. Pero este error no invalida que la
decisión del MIR, y también del PC y sectores del PS, de reorganizar desde la
clandestinidad direcciones y estructuras partidarias que impulsaran la lucha de
resistencia fuera una línea política y moralmente correcta. Hay sectores
venidos de la Izquierda que, encantados por las regalías, las concepciones, y las
prácticas esencialmente corruptas, oportunistas y manipuladoras que imperan en
las alturas del actual sistema político institucional, pretenden justificar sus
abandonos desvirtuando la resistencia popular como una visión estérilmente
heroica de la política. Ellos no comprenden que no se trata de una concepción
heroica, sino que la política revolucionaria además de buscar la racionalidad
estratégica y la eficacia táctica, requiere también de un fuerte componente
ético, de consecuencia personal y de lealtad.
TACTICA
ANTIDICTATORIAL DEL MIR
Con
la dictadura militar las clases dominantes abrieron un período
contrarrevolucionario. Lograron derrotar (aunque no aniquilar) el movimiento
popular y revolucionario en ascenso, desarticular represivamente a las organizaciones
de masas y forzar a éstas a un profundo reflujo. Establecieron así las
condiciones para iniciar un proceso de reestructuración y consolidación de la
dominación oligárquica, y para intentar superar la crisis del modelo
capitalista de acumulación capitalista que se arrastraba desde hacía dos
décadas. Las condiciones de la lucha habían cambiado totalmente. En diciembre
de 1973, a través de un documento escrito por Miguel, la comisión política
propuso la nueva táctica del MIR para el período dictatorial.
A
esa altura era evidente que el grueso del bloque dictatorial no tenía
intenciones de restaurar el viejo Estado democrático burgués que había sido la
forma "normal" de representar y consensuar los intereses de las
diversas fracciones burguesas y ofrecer un cierto espacio de participación
subordinada a los sectores medios y populares. Por el contrario, todo apuntaba
a la prolongación del Estado de "excepción", que concentraba en el
gobierno castrense la suma de poderes ejecutivo, judicial y legislativo, eliminando
toda forma de representación electoral y disolviendo y/o recesando los partidos
políticos y las organizaciones sociales, permitiendo así que el proceso
contrarrevolucionario fuera encarado con autonomía y de forma expedita, apoyado
en la fuerza armada. Esto era necesario no sólo para restablecer una política
de superexplotación de los trabajadores e impedir la reemergencia del
movimiento popular y revolucionario mediante la continuación del estado de
guerra interno, sino también para resolver las contradicciones que comenzaban a
aparecer en el propio bloque social dictatorial.
Desde
un primer momento todos los partidos de Izquierda coincidimos en que era
necesario alentar una amplia política de alianza antidictatorial que atrajera a
los sectores sociales y políticos que comenzaban a entrar en contradicción con
el gobierno militar, pero concebimos ejes estratégicos distintos para el
desarrollo de esta política. El Partido Comunista, sectores del Socialista, del
Radical y del MAPU, entendían que el eje de la estrategia antidictatorial de la
Izquierda pasaba por rescatar a la burguesía democrática (como caracterizaban
ellos al conjunto del PDC y la derecha "liberal"). Para esto debía
evitarse las formas de lucha violenta que alejaran a estos sectores.
Justificaban
esta política con la caracterización del gobierno militar como una
"dictadura fascista". Nosotros diferimos porque, si bien los métodos
represivos de la Junta eran tan brutales como los de los gobiernos fascistas
europeos, ella carecía de la amplia base de apoyo social obrera, campesina y
pequeña burguesa que llevó al fascismo histórico al poder. En el caso chileno
las amplias masas populares podían estar golpeadas, desorganizadas, en profundo
repliegue, pero se oponían a la dictadura. Incluso crecientes sectores de la
pequeña burguesía asalariada y propietaria que apoyaron el golpe, descontentos
por las alzas, la desocupación, la falta de libertades comenzaban a
distanciarse del régimen. La dictadura se asemejaba más a las "dictaduras
gorilas" de otros países latinoamericanos, es decir, gobiernos
autoritarios contrainsurgentes que se apoyaban en las instituciones militares
como cuerpo, pero carecían de gran apoyo social. Tras esta discusión
aparentemente académica, se escondía una diferencia estratégica importante con
el PC. Para el MIR el eje de la estrategia antidictatorial pasaba por el
desarrollo de un amplio movimiento de resistencia popular que uniera a los
sectores populares y atrajera a la pequeña burguesía democrática. No nos
oponíamos a la acción táctica conjunta con los sectores de la burguesía que
entraran en contradicción con la Junta Militar, pero dudábamos de que
estuvieran dispuestos a desarrollar una activa lucha democrática y menos aún
unirse en un mismo bloque con la Izquierda. Sólo el avance de la lucha social,
política y violenta de las masas contra el gobierno militar lograría arrastrar
a la oposición burguesa a una activa lucha democrática. En conclusión, el MIR
postulaba que la lucha contra la tiranía militar debía descansar en la fuerza
propia del pueblo organizado, el cual no debía sacrificar su independencia, ni
dejar de desarrollar todas las formas de lucha, entre ellas la resistencia
armada que jugaría un papel principal en el derrocamiento de la dictadura.
Con
la implantación del nuevo período contrarrevolucionario la conquista del poder
había dejado de estar a la orden del día. Los objetivos programáticos pasaban a
ser la lucha contra la represión, por el término del estado de guerra y el
restablecimiento de la justicia, por mejores condiciones de vida del pueblo,
por los derechos y libertades democráticas, por el derrocamiento de la
dictadura y por la convocatoria de una Asamblea Constituyente que garantizan
"el derecho de las mayorías a decidir su propio destino". Ello no
significaba abandonar nuestros objetivos revolucionarios, pero sí comprender
que sólo a través de la lucha democrática podríamos acumular una fuerza
estratégica revolucionaria. Dependería de la fuerza popular acumulada que la
lucha antidictatorial desembocara en la sola recuperación de una democracia
formal, o en la conquista de una democracia revolucionaria sustentada en la
construcción del poder popular.
Se
alentó como tarea política central el impulso de la unidad de la Izquierda en
el desarrollo de la resistencia popular. Se trataba de construir alianzas desde
la base, en el marco de la lucha antidictatorial conjunta, y no limitarse a la
búsqueda de entendimientos por arriba.
En
lo que respecta a las formas de lucha se orientó el empleo flexible de todas.
Aunque la represión dictatorial obligaba a darle un peso mucho mayor a las
formas ilegales de lucha, no había que despreciar los limitados espacios de
actividad institucional y legal que pudieran persistir. Se impulsó la formación
de comites clandestinos de resistencia popular, revalorando los espacios
territoriales hasta llegar a desarrollar cordones de resistencia por comunas
que coordinaran en el futuro las luchas antidictatoriales. En cuanto la
resistencia armada, se insistió en el desarrollo de una lucha militar vinculada
a las masas, ligada a sus intereses y condiciones concretas, evitando acciones
vanguardistas que alejaran a las masas de la resistencia popular.
LA REPRESION
SELECTIVA
Al
cabo de pocas semanas el gobierno militar constató que con sus operaciones de
represión masiva había logrado desarticular las organizaciones de masas y buena
parte de los partidos de Izquierda, pero que no había conseguido aplastar al
MIR ni al PC, que estaban reorganizándose desde la clandestinidad. Era necesario
centralizar una capacidad de inteligencia y acción contrainsurgente que
permitiera desarrollar una represión selectiva más eficaz. Pinochet formó la
DINA en noviembre de 1973, designando al coronel Manuel Contreras, quien
reclutó cientos de miembros de las distintas ramas de las FF.AA. y los
concentró en Tejas Verdes para formarlos con la ayuda de oficiales
norteamericanos, israelitas y brasileños, en las técnicas de vigilancia,
chequeo, arresto, interrogatorio y tortura, infiltración, aniquilamiento y desaparición
de personas, contrainteligencia, operaciones psicológicas, etc.
A
fines de noviembre de 1973, mi compañera había arrendado con la ayuda de un
familiar una casita en La Florida, donde nos fuimos a vivir con nuestra pequeña
hija, Pepa, asumiendo personalidades falsas. El fiel y querido James (Patricio
Munita), que me apoyaba en las tareas de seguridad, aparentaba ser un hermano
de Mary Ann que visitaba la casa. Unas dos o tres semanas más tarde Miguel me
pidió que alojara a Van Schouwen en nuestra vivienda porque había tenido que
dejar su casa de seguridad. James lo recogió en un punto de contacto y lo trajo
escondido en el auto a la casita de La Florida. A pesar de nuestro esfuerzo por
convencerlo de que se podía quedar con nosotros todo el tiempo que fuera
necesario, de que era un lugar seguro y que nadie se daría cuenta que estaba
oculto en la casa, Bauchi insistía en trasladarse a otro lugar.
Consideraba
que era muy arriesgado que dos miembros de la comisión política estuvieran en
el mismo lugar. Tanto insistió que James le ofreció llevarlo a la parroquia de
los Capuchinos, donde un cura estaba dispuesto a recibirlo. Pero ya con Bauchi
en la parroquia ese cura, poseído por el pánico, fue a consultar a su amigo de
más confianza, un reaccionario vinculado a los militares, qué podía hacer. Y
éste no dudó en faltar a la confianza de su amigo cura para denunciar a los
militares la presencia de los "terroristas". La noche del 13 de
diciembre los militares irrumpieron en la parroquia deteniendo a Bauchi y a
James. Nuestros compañeros fueron brutalmente torturados y asesinados. Ninguno
entregó la casita de La Florida donde me ocultaba con mi familia. La caída de
Bauchi y James fue un golpe muy duro para todos nosotros, sobre todo para
Miguel pues Bauchi, además de haber sido su cuñado, fue su más íntimo amigo y
compañero, un verdadero hermano que desde muchacho lo había acompañado en la
vida y en la lucha.
La
primera caída de un miembro de la comisión política constituyó un alerta,
aunque lo valoramos como un golpe aislado, casi circunstancial. Pero a partir
de marzo de 1974 recibimos una serie de golpes represivos: Arturo Villabela (se
resistió y cayó herido), Roberto Moreno, Luis Retamal, Ricardo Ruz, Catalán, José,
Vilo, Paine, y otros militantes fueron detenidos por el SIFA y llevados a la
Academia de Guerra Aérea (AGA). Estos golpes no eran ya circunstanciales.
Evidenciaban debilidades en nuestra seguridad, pero también la fragilidad de
nuestra clandestinidad. En abril fue detenido Víctor Toro. En mayo cayó en
Lautaro, junto a seis compañeros, Víctor Molfiqueo (el Manque), dirigente
campesino; en Temuco, otro grupo más grande de compañeros fue detenido; y
volvimos a sufrir golpes represivos en la capital. Habíamos perdido entre
compañeros muertos y detenidos, más del 40% de la CP y del comité central.
En
junio, después de una evaluación muy crítica de la situación de seguridad, la
CP decidió introducir importantes rectificaciones en nuestra política de
construcción clandestina. En primer lugar, concluimos que nos habíamos
propuesto un nivel de tareas superiores a las condiciones de nuestra
organización, proponiendo reducir el ritmo de actividades y aplicar medidas de
seguridad, compartimentación, funcionamiento, comunicaciones, etc., mucho más
rigurosas. De hecho, implicaba postergar la retoma de la iniciativa táctica que
a través de acciones de propaganda armada preparábamos para el segundo semestre
del 74 y realizar en cambio un repliegue interno para construir una
clandestinidad más profunda. Acordamos flexibilizar nuestra decisión de
mantener la dirección en Chile. Ya en abril habíamos aprobado la salida de
Edgardo Enríquez, para hacerse cargo del trabajo exterior. En junio decidimos
replegar un tercio de los miembros de la CP y el CC para resguardarlos de la
represión, mantener otro tanto en Chile dedicados exclusivamente al
fortalecimiento de su seguridad, y sólo un tercio asignarlo a "tareas de
choque". Pero lo más importante es que, con la oposición de Miguel, el
resto de la CP aprobó su repliegue secreto al exterior. Por decisión unánime,
fui designado sustituto del secretario general y responsable de las tareas en
el interior.
Se
acordó completar las instancias de dirección mediante la cooptación de nuevos
cuadros al CC y a la CP, designándose entre estos últimos a Dagoberto Pérez y
Hernán Aguiló. También se promovieron al CC compañeros que se encontraban en
los campos de concentración, orientando a los militantes presos a que, a través
de sus familiares, impulsaran también la resistencia popular. Por primera vez
se planteó desarrollar la lucha antidictatorial a partir de militantes que
estaban expuestos a la represión.
Aunque
Miguel aceptó formalmente su repliegue al exterior, fue demorando el traspaso
de las tareas de dirección. En esos meses nos habíamos trasladado con mi
familia a vivir en una parcela en La Pintana. Nuestra fachada era un criadero
de gallinas. A Miguel le gustaba visitarnos con mi hija Camila y su hija
Javiera, que jugaban con Pepita, mientras nosotros conversábamos sobre los
asuntos del partido. Ya habíamos decidido enviar a las niñas al exterior, así
que procurábamos gozar lo más posible de su estadía con nosotros. A Miguel le
encantaban los huevos revueltos con ketchup. Le divertía ir con las niñas al
gallinero a recoger huevos frescos que comería al desayuno. Fácilmente se podía
comer siete o más huevos de una vez.
Las
readecuaciones de nuestra clandestinidad no lograron resguardar nuestra
organización. Durante junio y julio seguimos recibiendo golpes, pero ahora
también los asestaba la DINA. El comandante Edgar Ceballos, con autorización de
la FACH, intentó aprovechar nuestra difícil situación para negociar la
rendición del MIR, ofreciendo la salida de nuestros dirigentes presos y
clandestinos al exterior. A principios de agosto decidimos aparentar que
aceptábamos abrir negociaciones, exigiendo que se reconociera la detención de
nuestros compañeros y se autorizara que fueran visitados por mi madre, Laura
Allende, y el obispo Camus, lo que se concretó el 30 de agosto. Logrado este
objetivo que hacía más difícil que nuestros compañeros fueran asesinados, el
MIR informó públicamente de los propósitos del SIFA, de la constatación con
testigos de que nuestros compañeros estaban vivos, y del rechazo a toda
negociación con la dictadura.
El
21 de septiembre la DINA logró detener a Lumi Videla. Al día siguiente cayó
Sergio Pérez, su compañero. Al subsiguiente cayeron tres militantes del mismo
equipo, que por estar encargados de las comunicaciones con los regionales
estaban muy vinculados con Miguel. La represión estaba acercándose
peligrosamente. Conocían los barrios por donde se movía y posiblemente vivía
Miguel, conocían que su compañera, Carmen, estaba embarazada. El 4 de octubre,
Miguel llegó temprano a nuestra parcela en La Pintana, para advertirnos que no
fuéramos a un punto de contacto a través del cual yo debía asumir tareas de
choque. En la tarde Miguel, acompañado de Humberto Sotomayor, asistió a un
contacto cerca de la Piscina Mundt donde la DINA los estaba esperando: lograron
salir de la trampa a balazos.
EL GOLPE MAS
DEMOLEDOR
La
DINA venía desde hace días recorriendo los barrios de la zona sur de Santiago
donde calculaba que podría ocultarse Miguel. Con una foto de Carmen Castillo
iban preguntando en los almacenes y entre vecinos de los barrios. El 5 de
octubre, lograron ubicar la casa de Miguel y Carmen en calle Santa Fe. Además
de Miguel, allí se encontraban Humberto Sotomayor y José Bordaz. Alrededor de
las 13 horas Miguel vio a dos vehículos sospechosos pasar lentamente y alertó
al resto de los compañeros para prepararse a abandonar la vivienda. En eso
volvió Carmen que realizaba gestiones para conseguir otra casa. Presentían
desde hacía días que la casa de Santa Fe ya no era segura. Cuando se dirigían
al garage para marcharse, la DINA comenzó a atacar la casa. Cuenta Carmen que
Miguel con su fusil AKA respondió abriendo fuego desde una ventana de la sala.
Ella lo hizo con una metralleta Scorpio desde la ventana del dormitorio.
Sotomayor y Bordaz dispararon desde otras posiciones para abrirse paso hacia la
ruta de escape prevista por el patio posterior hacia casas vecinas. Después de
unos minutos, el tiroteo cesó y Miguel le hizo señas desde la puerta para que
escaparan por el patio. En ese momento una granada hizo explosión, hiriéndolos.
Ella recuerda que al tratar de
incorporarse, sin lograrlo, vio a Miguel tirado en el suelo en el pasadizo que
separaba la casa del garage, con la cara ensangrentada, con el fusil en la
mano, mirándola con ojos vivos pero respirando con dificultad. Ella, que estaba
mal herida, perdió el conocimiento y no supo qué sucedió con Sotomayor y
Bordaz. Este último relató posteriormente que Sotomayor, que es médico, le
informó que Miguel estaba muerto de un balazo en la cara, y lo instó a escapar
por la ruta establecida, lo que ambos hicieron. Carmen recuerda que después
recuperó momentáneamente el conocimiento y pudo ver a Miguel parapetado en un
muro del garage, con el pómulo ensangrentado, disparando hacia la calle con
mucha serenidad. Un gran número de efectivos de la DINA al mando del capitán
Krasnoff Marchenko siguieron disparando. A las dos horas de iniciado el combate
murió Miguel Enríquez, con diez heridas en el cuerpo, solo frente a sus
enemigos, sin rendirse, consecuente con sus convicciones revolucionarias, leal
a su pueblo, y mirando con la frente en alto a la historia.
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COMITÉ
DE INICIATIVA 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MIR
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