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domingo, 30 de agosto de 2015

50 AÑOS FUNDACION DEL MIR: CONTRAOFENSIVA BURGUESA, GOLPE MILITAR Y PRIMERA RESISTENCIA


Desde fines de 1972, pleno Gobierno popular, los sectores reaccionarios liderados por las derechas económica y política levantan su contraofensiva contra el despliegue del movimiento popular y revolucionario. Incidieron, junto con el imperialismo, en las FF.AA. para que estas asestaran el Golpe de Estado, el 11/09/73. El MIR, desde un principio, estuvo a la vanguardia de la Resistencia Popular Antidictatorial
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Miguel Enríquez Espinosa, Mayo 1973*

Ningún sector de la izquierda o de la clase obrera y el pueblo, la desean o la propician. Más bien ésta surge como la nueva táctica de sectores patronales, ante el fracaso de los intentos de conciliación de clase, y su reemplazo objetivo por la agudización y polaridad de la lucha de clases.

Quienes se proponen desatarla son algunos sectores de la clase dominante, que responden a la política "jarpista", a través del desatamiento de un paro patronal inmediato, la acusación de "ilegitimidad" al gobierno y desde allí el quiebre de las FF.AA.

Alertar al pueblo sólo frente a esta táctica patronal puede desarmarlo, pues existe otro sector reaccionario, al que llamamos "freísta", que estando de acuerdo en desalojar a la UP del gobierno, se propone una táctica, que por sofisticada no es menos reaccionaria, que le permita evitar la guerra civil como tal y desplomar al gobierno a través de paros, ojalá de origen "laboral", que dividan a la clase obrera, "escalonados", que impidan la toma de conciencia del pueblo de la agresión patronal; la creación de conflictos institucionales entre el Parlamento y el Ejecutivo, que origine una dualidad institucional y desde allí emplazar y después desalojar al Gobierno; así intentan evitarse el quiebre de las FF.AA., ganándose a la oficialidad constitucionalista.

Por eso la política que sectores reformistas desarrollan, de sólo denunciar la posibilidad de la guerra civil, tampoco arma cabalmente al pueblo. Sostenemos que la tarea fundamental es acumular la fuerza de masas necesaria, sea para impedir la guerra civil, o para ganarla si ella se desata por decisión reaccionaria.

Esa acumulación de fuerzas sólo puede asegurarse en el levantamiento de un Programa Revolucionario del Pueblo, que surja de la discusión misma de la clase obrera y el pueblo, para la industria, el agro, la vivienda, la educación, el Código del Trabajo, etc.; que reanime, arme y una al pueblo; y en el desarrollo y fortalecimiento de organismos de masas que, incorporando a todos los sectores del pueblo, permitan orgánicamente a la clase obrera ejercer su papel de vanguardia sobre el resto de las capas del pueblo, en la perspectiva del desarrollo de un poder popular alternativo al orden burgués e independiente del Gobierno: los Comandos Comunales de Trabajadores.

*Cuestionario respondido y publicado en la revista CHILE HOY, Nro. 50. Santiago, Mayo de 1973. Página 6.
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LAS TAREAS DEL PUEBLO CONTRA LA OFENSIVA GOLPISTA
Declaración Pública, 29 de junio 1973**

En el día de hoy un sector reaccionario de las Fuerzas Armadas, encabezado por el Comandante del Regimiento Blindados 2, Roberto Souper, intentó un golpe de Estado ocupando desde tempranas horas las calles cercanas a La Moneda.

LA INTENTONA GOLPISTA FRACASÓ

La ultraderecha chilena, el Partido Nacional y sectores ultrarreaccionarios de la Democracia Cristiana apoyaron este intento golpista llamando a los gorilas criollos a llevar a cabo la acción golpista contra el pueblo y que costó la vida a numerosos trabajadores inocentes.

Sin embargo, el pueblo contestó con la movilización inmediata, ocupando las fábricas, los fundos y lugares de trabajo e impulsando decididamente el Poder Popular a través de la creación de los Comandos Comunales de Trabajadores. Al mismo tiempo, las Fuerzas Armadas y Carabineros leales al gobierno, se movilizaron decididamente y aplastaron el intento de ocupación del Palacio de la Moneda, controlando la situación.

Pero el intento golpista tiene raíces y ramificaciones más amplias. En esta acción sediciosa y golpista están comprometido políticos y parlamentarios de derecha y militares ultrarreaccionarios. Están comprometidos el PN, la ultrarreacción democratacristiana, la SOFOFA, la CUPROCH, la SNA y el imperialismo.

OFENSIVA A FONDO CONTRA LOS REACCIONARIOS

La clase obrera y el pueblo deben desencadenar ahora una ofensiva a fondo contra la reacción y la ultrarreacción chilena. El pueblo tiene fuerza más que suficiente para resolver la crisis planteada en su favor. Solo la movilización y organización independiente de los trabajadores y el combate decidido e inmediato contra la reacción patronal e imperialista pueden derrotar definitivamente esta intentona golpista y cualquiera intentona posterior.

La clase obrera y el pueblo tienen claro que la crisis actual, no la pueden resolver otras fuerzas que no sean las fuerzas de la clase obrera y los trabajadores. Es la clase obrera y los trabajadores organizados en los Comando Comunales, los Comités de Autodefensa de los Comandos Comunales los que deben tomar el control de las comunas, barrios, ciudades y campos del país.

ALERTA Y PODER POPULAR

Por eso convocamos a la clase obrera, a los trabajadores y al pueblo a mantenerse en estado de alerta y movilización. A mantener la ocupación de las fábricas y fundos y lugares de trabajo, reforzando los Comités de Autodefensa y desarrollando en formas masivas la organización de Brigadas de Vigilancia. No devolver ninguna de las grandes empresas tomadas por los trabajadores y a imponer el Control Obrero en el resto. Por eso el MIR llama a fortalecer los Comandos Comunales allí donde existen y a crearlos de inmediato donde todavía no se han constituidos, integrando a todas las organizaciones de masas existentes en la comuna: Sindicatos, Centros de Madres, JAP, Junta de Vecinos, Centro de Estudiantes, etc.

IMPULSAR LOS COMITES DE VIGILANCIA Y AUTODEFENSA

El Comando Comunal debe asumir de inmediato el control y vigilancia de la comuna. Llamamos a que los Comités Directivos de los Comandos Comunales se declaren en sesión permanente. A crear y hacer funcionar de inmediato un Comité de Defensa del Comando Comunal, para que tome a su cargo el control del orden y la vigilancia en la comuna, organizando el plan de defensa y creando brigadas de masas organizadas para la vigilancia y la defensa. A organizar el Comité de Salud, el Comité de Abastecimiento, el Comité de Agitación y Propaganda y todos los comités que sean necesarios para el funcionamiento efectivo del Comando Comunal.

CARCEL PARA LOS OFICIALES REACCIONARIOS Y GOLPISTAS

Llamamos a la clase obrera y al pueblo a vigilar y encarcelar de inmediato a los oficiales reaccionarios y golpistas y a luchar por la democratización de las Fuerzas Armadas y Carabineros. El MIR llama a fortalecer la unidad de la clase obrera y el pueblo uniformado, con los oficiales honestos, los suboficiales, soldados y carabineros.

A QUEBRAR EL PODER DE LOS PATRONES

El MIR llama a pasar de inmediato todas las fábricas de más de 14 millones de escudos de capital a poder de los trabajadores, a pasar a manos de los trabajadores los fundos de más de 40 HRB[1] y a exigir su intervención. A expropiar CENADI y CONCI y todas las grandes distribuidoras y almacenes y que el pueblo tome de inmediato en sus manos la distribución y el abastecimiento de la población. A expropiar todos los bienes del imperialismo y a suspender el pago de la deuda externa. A cerrar, expropiar y pasar a manos y al control del pueblo todas las radios, diarios y canales de televisión que hoy están al servicio del golpismo. A expropiar de inmediato la cadena El Mercurio, Tribuna, Radio Agricultura y el Canal 13.

UNIDAD DE TODA LA IZQUIERDA Y LOS REVOLUCIONARIOS

El MIR llama a toda la izquierda, a unir fuerzas para combatir frontalmente a la burguesía, a la reacción y a la ultrarreacción nacional y extranjera para detener los planes y proyectos golpistas y sediciosos, derrotándolos definitivamente mediante un combate en que la clase obrera y el pueblo les arrebate sus fábricas y fundos y los desaloje de sus trincheras de poder político: El Parlamento, la Contraloría y la Corte Suprema.

El MIR llama a la clase obrera y al pueblo a no dejarse engañar por los Jarpas y los Frei, por los parlamentarios reaccionarios, por el PN y el PDC, por la prensa reaccionaria, quienes intentarán esconder su responsabilidad en este frustrado intento golpista, que costó la vida a decenas de trabajadores inocentes.

Entre los responsables hay instigadores, promotores, cómplices, organizadores y ejecutores directos. Los trabajadores y el pueblo deben vigilar para exigir que los responsables, cualquiera sea su grado de participación no queden impunes y paguen sus crímenes. El pueblo exige cárcel y un castigo duro y ejemplar para los que han atentado contra sus intereses.

El MIR saluda a la clase obrera, a los trabajadores y al pueblo, a los oficiales honestos, soldados y carabineros, al conjunto de la izquierda y a nuestros militantes que supieron enfrentar a los golpistas, en los cuarteles, en la calle, en las fábricas, en las poblaciones, en las ciudades y campos de Chile. Al mismo tiempo, los llamamos a permanecer alertas y a seguir combatiendo a la reacción y al golpismo, en la lucha diaria que libran los trabajadores y el pueblo contra sus enemigos, a través de las tareas aquí planteadas.

A DESENCADENAR UNA GRAN CONTRAOFENSIVA REVOLUCIONARIA Y POPULAR

El MIR llama a desencadenar una vasta ofensiva revolucionaria y popular contra los enemigos del pueblo, contra la reacción patronal y el golpismo.

El MIR llama a luchar por el Programa Revolucionario del Pueblo, por la plataforma inmediata destinada a resolver los problemas más urgentes de las masas.

A crear y fortalecer el Poder Popular, creando los Comandos Comunales de Trabajadores en todas las comunas del país, asumiendo el control y la vigilancia de la comuna y la dirección de las luchas de la clase obrera y el pueblo. A luchar por la democratización de las Fuerzas Armadas y Carabineros y por la vigilancia y encarcelamiento de la oficialidad reaccionaria y golpista. A impulsar con más fuerza que nunca la lucha por sustituir el Parlamento burgués por la Asamblea del Pueblo y por imponer el establecimiento de un verdadero Gobierno de los Trabajadores.

SECRETARIADO NACIONAL
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA

Santiago, 29 de junio de 1973.

**Documentos Internos Movimiento de Izquierda Revolucionaria MIR, pp. 70-72
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DISCURSO POR CADENA DE RADIOEMISORAS Julio 1973
Miguel Enríquez Espinosa. 6 de julio de 1973, Fragmentos~

..."El abortado intento golpista del viernes 29 de junio se originó en la desesperación en que cayeron las clases patronales ante la fortaleza de la clase obrera y el pueblo, expresada en las jornadas del viernes 15 de junio y el paro nacional recién pasado, que selló el fracaso de la táctica freísta de dividir a los trabajadores y desde allí apoyarse en un movimiento con rasgos populares, para arrinconar y luego derrocar al Gobierno"...

..."La clase obrera y el pueblo comprendieron que sus intereses estaban amenazados y como nunca en Chile empujaron y desarrollaron las tareas de vigilancia y autodefensa y prepararon la resistencia y contraofensiva popular frente al golpismo".

..."El otro proceso que se desarrolló en éstos días fue silenciado por todos los sectores, no obstante que mantuvo alertado y en tensión al país durante toda la semana. Nosotros alertamos de la deliberación abierta por oficiales reaccionarios en las Fuerzas Armadas en contra del pueblo, en algunos casos llegando incluso a la incitación abierta al golpismo".

"Pero para sorpresa de ellos, y esto debe saberlo el pueblo y debe saber cómo ha crecido su fuerza, estas incitaciones fueron de inmediato neutralizadas y enfrentadas, fundamentalmente por la suboficialidad y los soldados y también por oficiales honestos y altos oficiales antigolpistas".

"Superada esta etapa pasaron a otra: la del emplazamiento y chantaje político. Algunos altos oficiales pretendiendo expresar posiciones de la oficialidad reaccionaria han comenzado a desarrollar la táctica de un progresivo emplazamiento al Gobierno, al que de una u otra forma se le hacen exigencias políticas contra los intereses de los trabajadores. Al mismo tiempo los partidos políticos de las clases patronales y sus gremios empujan en el mismo sentido, disparando desde las trincheras del poder político y económico del que aún conservan, intentan precipitar el conflicto institucional, declarando inconstitucional al Gobierno...".

..."Las clases dominantes se atrincheraron en las posiciones del poder político e institucional que aún conservan; la clase obrera toma posiciones ocupando fábricas, fundos, y desarrollando poder popular..."

..."Los niveles de actividad, organización, conciencia y disposición de lucha que la clase obrera ha alcanzado, son inmensos: la clase obrera es hoy día un ejército constituido, decidido a luchar por sus intereses y a resistir la embestida reaccionaria. La clase obrera y el pueblo desde las fábricas y fundos, desde los comandos comunales y desde los consejos campesinos, ya han notificado a sus direcciones políticas que la lucha salió de los pasillos y del Parlamento y que no permitirán retrocesos ni concesiones. Es aquí y ahora cuando las vanguardias, los líderes y los partidos serán sometidos a la prueba de fuego”.

”La suboficialidad, los soldados y los carabineros, la oficialidad antigolpista han evidenciado por su parte su disponibilidad a frustrar y aplastar cualquier intento golpista, como también a no prestarse a emplazamientos al Gobierno que atenten contra los intereses del pueblo”.

"Esta fortaleza del pueblo, esta debilidad de los golpistas es lo que lleva a la desesperación a las clases patronales, que modifican su golpismo inmediatista por una técnica que emplazando y arrinconando progresivamente al Gobierno lleve a este a desconcertar al pueblo, a hacerlo retroceder, a corroer su organización y unidad, para luego caerle encima con toda la fuerza reaccionaria".

"Por eso, los mismos que ayer escondidos aplaudían el asesinato de civiles ametrallados por los tanques, hoy vociferan y gritan acusando a los miles de obreros que ocupan centenares de fábricas de construir grupos armados, exigiendo su represión... Por eso chillan contra el poder popular, al que aterrados ven fortalecerse. ¿Qué quieren? ¿Que la clase obrera y el pueblo permanezcan de espectadores frente al desarrollo golpista?...".

..."La clase obrera y el pueblo no son tan ingenuos como para caer en sus montajes publicitarios y en las timideces vacilantes..., saben que son fuertes y están decididos a continuar sus contraofensivas. Los trabajadores no retrocederán, no se desorganizarán, no abandonarán las posiciones que han tomado y no caerán en los llamados sibilinos que hace la hipocresía freísta, de retroceder para liberar la lucha en el campo contrario, para jugar el destino del pueblo con las cartas marcadas de la institucionalidad y el orden burgués...".

"No es necesario dar un paso atrás para dar pasos adelantes. La clase obrera y el pueblo no necesitan hoy una tregua o un respiro. Las clases patronales sí que necesitan de la tregua para el desarrollo de su táctica del emplazamiento. Nada sería hoy más peligroso y más suicida que abandonar las posiciones tomadas y abrir la tregua. Eso significaría, se quiera o no se quiera, se diga o no se diga, desmoralizar, desorganizar y dividir a la clase obrera y al pueblo, hacerla retroceder y desde allí implacablemente las clases patronales le caerían con toda su fuerza sanguinaria...".

..."Por todo ello la tarea de los revolucionarios y de los trabajadores es desarrollar y extender la contraofensiva popular y revolucionaria en desarrollo..., en una forma que le permita a la clase obrera y al pueblo expresar su fuerza y fundamentalmente multiplicarla.

"Recojamos el llamado de los Comandos Comunales de Santiago e impulsemos un paro nacional que permita dar un vuelco definitivo a la situación política... que notifique a los golpistas de la disposición de lucha de los trabajadores..., a los chantajistas que la clase obrera y el pueblo no capitularán... que no aceptan la promulgación de la reforma Hamilton- Fuentealba... que no devolverán las empresas tomadas y que seguirán tomando posiciones en fábricas y fundos. Impulsemos un paro nacional durante el cual fortalezcamos y multipliquemos los comandos comunales..., que exija se tomen medidas inmediatas contra los oficiales golpistas.

”Impulsemos un paro nacional que exige del Gobierno llevar a cabo a través de la lucha directa de masas la tarea de terminar con la propiedad privada de todas las fábricas de más de 14 millones de escudos, de todos los fundos entre 40 y 80 hectáreas, que expropie CENADI y CONCI y establezca de una vez por todas una distribución igualitaria y equitativa, que resuelva los problemas de los ingresos de los trabajadores y de las Fuerzas Armadas a costa de la ganancia capitalista, reconociendo el pago de horas extraordinarias y la posibilidad para sus miembros de incorporarse a las organizaciones populares...”.

...”Los días que se avecinan serán decisivos. La clase obrera y el pueblo deben mantener las posiciones conquistadas y alcanzar otras. Los trabajadores deben exigir una conducción revolucionaria y decidida. Deben rechazar los retrocesos a los vacilantes”.

~Publicado en "Chile Hoy". Nro. 57, Santiago, julio de 1973, pág. 5.
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Discurso pronunciado por Miguel Enríquez, Secretario General del MIR, el día 17 de Julio de 1973, posterior a la intentona golpista del 29 de Junio de 1973 (+)

Compañeros trabajadores,
Compañeros dirigentes de las organizaciones de masas,
Compañeros dirigentes de otras organizaciones políticas,
Compañeros del Movimiento de Izquierda Revolucionaria,
Trabajadores de todo Chile:

En las últimas semanas el país ha sido sacudido por graves y agudos conflictos. La lucha de clases se ha agudizado mostrando al desnudo las contradicciones de la sociedad. En una rápida sucesión de hechos y choques, los trabajadores han ocupado finalmente el lugar protagónico en el escenario de la lucha política. La clase obrera y el pueblo atrincherados en los fundos y fábricas, enfrentan a sus enemigos de clase que les acechan y amenazan.

Nos reunimos nuevamente en este Caupolicán para recoger la experiencia de estos días, analizar los acontecimientos y fijar los próximos objetivos.

Pero éste no es sólo un acto de análisis éste es un acto de preparación para los próximos enfrentamientos, éste es un acto de combate, éste es un llamado a la clase obrera y al pueblo a reafirmar su posición combativa y a reemprender con más fuerza que nunca la lucha sin cuartel contra las clases patronales, contra Frei, contra Jarpa, contra los enemigos de nuestro pueblo.

Aquí señalaremos nuestra política y nuestra táctica para esta coyuntura y los próximos combates. Las clases patronales pondrán el grito en el cielo: que chillen, hay intereses de clase, poder y riqueza que ellos quieren conservar y que nosotros empujamos a los trabajadores a arrebatárselos.

Pero hay también otros, en la izquierda, que han pretendido cuestionar el derecho del MIR a proponer una táctica a las masas.

Lo que señalaremos es la táctica que el MIR propone a la clase obrera y al pueblo, y al conjunto de la izquierda. Esta es la táctica que un extenso sector de los trabajadores ha venido impulsando y es la que el MIR impulsará, les guste o no les guste a las clases patronales y a los vacilantes.

Del fracaso del Freísmo surgió el golpismo de hace días, casi una decena de tanques, con algunos oficiales reaccionarios a la cabeza, detrás de las banderas del Partido Nacional y de la ultrarreaccion democratacristiana, asesinaron cobardemente a civiles el viernes 29. Por eso, basta ya de hablar del Comandante Souper, de tribunales de honor, cuando de lo que se trata es de criminales y delincuentes que en vez de cortaplumas contaron con tanques.

De lo que se trata es del grupo armado del Partido Nacional que asaltó La Moneda utilizando tanques que fueron comprados con el trabajo de obreros y campesinos. Lo que aquí fue mancillado no fue la Institucionalidad ni el honor de algunos oficiales, sino el honor del pueblo y la vida de más de dos decenas de soldados y trabajadores. Todo el que dispara contra el pueblo será marcado históricamente como asesino del pueblo, tenga o no tenga uniforme.

Aplastado el intento golpista por las Fuerzas Armadas, algunos oficiales honestos, suboficiales y carabineros, y por el inmediato cerco que los trabajadores tendieron alrededor de Santiago. La clase obrera, consciente que el problema no estaba resuelto, continuó y profundizó su contraofensiva. Se ocuparon centenares de fábricas y fundos, se controlaron las poblaciones, se incorporaron los estudiantes y se multiplicaron y fortalecieron los Comandos Comunales, tomó impulso la organización de defensa de los trabajadores y se desarrolló y fortaleció el Poder Popular. La clase obrera y el pueblo comprendieron que este era un momento de aumentar rápidamente su fuerza, tomar más posiciones, de estructurar su fuerza en el poder popular, única institución capaz de multiplicar sus energías y de fortalecer la alianza revolucionaria de clases.

Por eso, por encima de la presión reaccionaria, no es éste el momento de cuestionar o limitar el desarrollo del Poder Popular, como hacen algunos vacilantes de la izquierda. Dejemos que griten los politicastros reaccionarios, aterrados con el desarrollo del poder popular.

Pese a todo, a lo largo y ancho del país se oye un solo grito que resuena en las fábricas, fundos, poblaciones y liceos, en los cuarteles del pueblo: el llamado a crear, fortalecer y multiplicar el Poder Popular; el poder de los comandos comunales, el poder de los obreros y los campesinos, el poder de la revolución.

Las clases patronales, los Frei, los Aylwin, después de abortado el intento golpista salieron de sus escondrijos, rompieron su silencio cómplice sólo para combatir las organizaciones de fuerza, de poder y combate de los trabajadores, que habían sido las que habían organizado la lucha contra el golpismo y la defensa de sus libertades.

El cinismo y el descaro reaccionario no tienen límites. Después que un grupo armado del Partido Nacional desde los tanques bombardeó La Moneda y asesinó a trabajadores, la Democracia Cristiana y el Partido Nacional se permiten acusar a los trabajadores de organizar grupos armados y exigen su disolución, represión y aplastamiento, amenazando con declarar inconstitucional al gobierno y derrocarlo si éste no cumple con la "honrosa" tarea de reprimir las organizaciones populares.

Que no se equivoquen los reaccionarios: la clase obrera y el pueblo no aceptarán estos chantajes, no darán un paso atrás y seguirán multiplicando y fortaleciendo sus organizaciones de poder, sus órganos de combate, grite lo que grite, reclame lo que reclame Frei y sus secuaces.

Así llegamos a la situación actual.

Vivimos un momento en que el enfrentamiento social y político se ha agudizado en grado extremo. Dos enormes bloques sociales se han constituido.

Por un lado, la clase obrera y el pueblo extensamente activados y movilizados, que dió un salto enorme en organización y conciencia, que desarrolló importantemente su capacidad de defensa, que tomó la iniciativa y tomó nuevas posiciones en fábricas y fundos, levantando un poderoso dique al golpismo y al chantaje, junto a los suboficiales, soldados y carabineros y junto a los oficiales antigolpistas.

Por otro lado, las clases patronales al quedar al descubierto, sin banderas, desarmadas políticamente, sin base popular, se atrincheraron en la institucionalidad y desde allí comenzaron a presionar y a mover sus influencias en la alta oficialidad reaccionaria para que las Fuerzas Armadas actuaran abiertamente a la defensa de sus intereses.

Los reaccionarios abrieron un proceso de deliberación en los cuarteles, incitando al golpismo, cuyas manifestaciones más inmediatistas fueron abortadas por la suboficialidad y por la oficialidad antigolpista.

Era el momento de dar un salto adelante en la contraofensiva, de extender la toma de posiciones y de golpear a las clases dominantes. La clase obrera y el pueblo así lo entendieron y lo pusieron en práctica. Vacilaciones en el gobierno no acompañaron esta disposición ofensiva de los trabajadores en lo inmediato. Ello permitió a las clases patronales readecuar su táctica: emplazamientos y exigencias al gobierno para llevarlo, con la ilusión de una posible negociación, tomar medidas o tolerarlas, que permitieran a las clases patronales fortalecerse y desarticular a los trabajadores.

Combinaron una estrategia golpista con una táctica de emplazamientos y chantajes. Atrincherados en la institucionalidad burguesa, desde sus posiciones en la justicia y en la Contraloría, desde el Parlamento amenazan con acusar constitucionalmente al gobierno y así sembrar la anarquía en la Fuerzas Armadas, si el gobierno no se somete a sus exigencias, empujan a la alta oficialidad reaccionaria a realizar emplazamientos al gobierno. Frei, el que ayer no más, pontificaba acerca del carácter profesional y apolítico que debían mantener las Fuerzas Armadas, personalmente pasó la semana pasada incitando a la deliberación, a emplazar al gobierno y al golpismo a altos oficiales reaccionarios.

Frei aspira a recuperar concretamente el control del gobierno, para ello necesita previamente desarticular y dividir toda posible resistencia a sus chantajes o a sus golpismos. Intenta, con sus chantajes, obligar a que este gobierno se haga parte del trabajo sucio de reprimir a sectores del pueblo.

Trabajan sobre los sectores vacilantes de la izquierda, sembrando en ellos ilusiones en acuerdos posibles. Quieren tentar a éstos a seguir su juego, a llegar a entendimientos que paralicen y desarticulen la lucha del pueblo y de la izquierda, para después de ello dejarle caer la mano de hierro del golpismo reaccionario.

Que entienda el señor Frei y todos los reaccionarios, que podrán engañar a los vacilantes y a los reformistas más recalcitrantes. Pero la clase obrera, que los conoció en El Salvador y Pampa Irigoyen: el pueblo, que los vio dar luz verde al asesinato del General Schneider y a los tanques del viernes 29; el pueblo y los revolucionarios, Frei y sus secuaces, no los lograrán engañar jamás.

Hacen todo esto levantando la defensa de la democracia y la legalidad, la misma que bombardearon los tanques del Partido Nacional.

Defienden no la libertad de los trabajadores, sino la democracia y el orden burgués. Defienden esa democracia en cuyo nombre se ha masacrado asesinado y, torturado a trabajadores.

Defienden esa democracia que mata por hambre y miseria a millones en el mundo entero. Defienden esa democracia que no es democracia, sino dictadura burguesa y patronal.

Esa no es la democracia de los trabajadores. La democracia proletaria, la democracia directa, que no necesita Parlamento, Justicia o Contraloría como las actuales, quienes se arrogan la representación del pueblo.

Los trabajadores están construyendo en las comunas sus propias instituciones de clase; los Comandos Comunales, órganos del Poder Popular que se fortalece día a día, y lo seguirán haciendo lo acepten o no lo acepten los vacilantes y reclamen lo que reclamen los reaccionarios.

Las clases patronales y sus sirvientes políticos exigen la represión a los trabajadores y a los revolucionarios por medio de la Ley de Control de Grupos Armados. Esta ley fue propuesta y aprobada por la mayoría reaccionaria del Congreso. Entonces, nosotros la calificamos de la nueva ley maldita, y la combatimos públicamente, El gobierno pudo haberla vetado pero no lo hizo; suya es la responsabilidad por la negligencia y las consecuencias de esta ley represiva.

Fueron grupos armados del Partido Nacional con la venia del freísmo, los que no hace quince días bombardeaban La Moneda, asesinaron a Moisés Huentelaf en Cautín, al obrero Ahumada en Santiago desde el local del Partido Democratacristiano, son los que han puesto centenares de bombas en los últimos dos años, los que asesinaron a un general en 1970, los que ametrallaron a nuestro compañero Nilton Da Silva en Santiago.

Qué hipocresía y qué cinismo la de estos politicastros que denuncian y exigen la represión al pueblo para ocultar sus propios crímenes.

Qué inconcebible lo que ocurre en este país y en esta democracia. Mientras el propio Pablo Rodríguez, el cobarde, reconoce públicamente que otras unidades militares estaban comprometidas en el intento golpista, y el mismo Ejército afirma hoy día, que la derecha se robó seis ametralladoras pesadas con seis mil tiros del Regimiento Maturana, hay sinvergüenzas que exigen que las Fuerzas Armadas repriman a supuestos grupos amados entre los trabajadores y la izquierda.

Antes de exigir nada, el señor Frei debe explicar al país qué sabía del intento golpista del viernes 29. Antes de chantajear a nadie, el señor Frei debe informar a todo el país a qué ha incitado a algunos altos oficiales con los que han contactado en los últimos días.

Los reaccionarios exigen la promulgación de la Reforma Constitucional Hamilton Fuentealba, es decir la devolución de empresas. La clase obrera y el pueblo han promulgado en los hechos ya su propia ley. Los trabajadores ya decidieron de quién son las atribuciones, que son suyas, para incorporar empresas al área Social.

La clase obrera y el pueblo ya decidieron cuáles son las empresas que quedarán en el área Social y cuáles quedarán sujetas al control obrero.

La clase obrera en su lucha ocupó las fábricas y no serán politicastros golpistas forrados en las banderas de la democracia y en dólares extranjeros, los que vengan a imponer sus condiciones a los trabajadores.

Dirán los reaccionarios que esto es transgredir las leyes, la Constitución y el Derecho. Sí que lo es. Las constituciones expresan intereses de clase y correlaciones de fuerza. Aquí en Chile, la clase obrera está levantando en la práctica sus propias leyes y la constitución tendrá que cambiar en favor del pueblo.

Los pueblos tienen el derecho a hacer sus propias leyes. La clase obrera y el pueblo en Chile están construyendo aceleradamente sus propias leyes y echando las bases de una nueva Constitución, de una nueva legalidad, de una legalidad revolucionaria, de esa legalidad que se construye en el combate y en la lucha.

Los reaccionarios exigen la devolución de las fábricas ocupadas. Con eso quieren desarticular a la clase obrera, dividir al pueblo. La clase obrera en las fábricas, en los Comandos y Cordones, exige y se hará respetar el paso de todas las grandes empresas al área Social, el Control Obrero en la pequeña y mediana y la Dirección Obrera en las empresas del área Social.

La clase obrera ha notificado a la Democracia Cristiana y al Partido Nacional, a los Jarpa y a los Bulnes, a los Frei y a los Aylwin, que no acepta la promulgación de la Reforma Hamilton Fuentealba; que es ella, la clase obrera, la que decidirá qué empresa pasa al área Social y qué empresa no pasa.

Algunos vacilan frente al emplazamiento reaccionario, sostienen que es necesario llegar a acuerdos con sectores del campo contrario y ganar tiempo, y que de otra manera el enfrentamiento estallará de inmediato. Esto que no era cierto hace unas semanas tampoco lo es hoy día.

La correlación de fuerzas para un levantamiento golpista no favorece a la clase patronal. Parte importante de los mandos son antigolpistas, y la oficialidad antigolpista y la suboficialidad ya se han demostrado capaces de sofocar intentos sediciosos.

La clase obrera y el pueblo están hoy, como nunca antes habían estado de fuertes, en organización y disposición de combate tras la defensa de sus intereses y sus conquistas. Las otras capas del pueblo día a día se incorporan con más fuerza y decisión, imponiéndole a la izquierda en su conjunto la reagrupación y la acción común en la base.

Ahora, si la ofensiva de masas en curso lograra también imponerle una acción al gobierno, esta fuerza puede multiplicarse, y ganarse el tiempo que se busca de la única forma posible: arrinconando al enemigo, paralizándolo.

Quienes frente al emplazamiento reaccionario busquen dar una salida intermedia de conciliación o consenso, fracasarán en su objetivo y desarticularán y dividirán a los trabajadores y a la izquierda.

Por eso, es inútil el diálogo con el Partido Democratacristiano, Este es un partido burgués en el que predomina la táctica reaccionaria del freísmo. Si en él hay corrientes antigolpistas no serán ganadas por los trabajadores por medio de concesiones, estas concesiones terminarán fortaleciendo al freísmo.

Los revolucionarios deben tratar de ganarse a los trabajadores democratacristianos, pero a través de la denuncia del carácter reaccionario de su partido, impulsando el programa revolucionario del pueblo y a través de la acción de masas.

No es posible dialogar con quien chantajea y amenaza con reprimir a los trabajadores. La tarea no es ganar tiempo a costa de concesiones que nos debiliten. La tarea es llamar a la clase obrera a estrechar sus propias filas, desde allí resistir los emplazamientos, conquistar nuevas posiciones y los trabajadores, así, luego podrán emplazar a los patrones.

Por eso, la clase obrera no quiere un gobierno ni un Gabinete de diálogo, sino que exige que el Gabinete y el gobierno sean instrumentos de lucha y combate.

No es éste el momento de cuestionar las tomas o de limitar el desarrollo del poder popular. Este es un momento histórico fundamental en el que las grandes tareas son atajar al golpismo, enfrentar el emplazamiento, neutralizar a los vacilantes, empujar y profundizar una vigorosa y resuelta contraofensiva revolucionaria y popular.

No hay otra alternativa para los revolucionarios. Puede haberla para los reformistas más recalcitrantes, pero a éstos la historia sabrá marcarlos de acuerdo a su conducta.

La situación sólo ofrece dos caminos: la capitulación reformista o la contraofensiva revolucionaria y, si esta última desencadenara un intento golpista habrá fuerzas de sobra para aplastarlo.

Toda forma de capitulación, en fin de cuentas, conducirá, más temprano que tarde, al aplastamiento de los trabajadores, a través de una dictadura reaccionaria y represiva.

Dos tácticas se ofrecen a la clase obrera y al pueblo.

Una, que establece que no es posible profundizar la ofensiva popular, pues encendería de inmediato el enfrentamiento, que es necesario ganar tiempo; se mantiene al interior de la institucionalidad burguesa, a la que no deja de criticar, pero al no dar una salida alternativa a ésta, se abren al diálogo con sectores del campo contrario, el que sólo pueden construir devolviendo empresas y haciendo concesiones.

Esta táctica está irremediablemente condenada al fracaso, pues buscando aliados en el campo contrario los pierde en el propio.

La otra táctica es la táctica revolucionaria.

Es la táctica que ha puesto en práctica la clase obrera y el pueblo en las semanas recientes.

La táctica revolucionaria consiste en reforzar y ampliar la toma de posiciones en las fábricas, fundos y distribuidoras.

No devolver las grandes empresas tomadas, incorporarlas al área social bajo Dirección Obrera, imponiendo en la pequeña y mediana industria el Control Obrero.

Desarrollando la fuerza de los trabajadores fuera de la institucionalidad burguesa, estableciendo el Poder Popular en los Comandos Comunales, los Comités de Defensa, multiplicando y extendiendo la ofensiva popular, incorporando a ella a los pobladores, campesinos y estudiantes, extendiendo la movilización a todo el país.

Desarrollando la alianza de los trabajadores con los soldados, suboficiales y oficiales honestos.

Rescatando la base obrera y popular de la Democracia Cristiana. Fortaleciendo la alianza revolucionaria de la clase obrera y el pueblo. Impulsando la reagrupación de los revolucionarios y la acción común de la izquierda por la base.

La tarea inmediata de esta táctica revolucionaria es profundizar y ampliar la contraofensiva popular y revolucionaria en curso y, para ello, proponemos la realización de un paro nacional por 24 horas.

Proponemos la realización de este paro a todas las organizaciones populares de este país: a la CUT a los Comandos Comunales, a los Consejos Campesinos, a las Federaciones Campesinas y Estudiantiles y a todos los trabajadores.

Proponemos que este paro notifique a los golpistas que la clase obrera y el pueblo aplastarán todo intento golpista.

Proponernos este paro para notificar a los reaccionarios que la clase obrera y el pueblo resistirán y enfrentarán toda forma de emplazamiento y chantaje. Un paro que notifique a los politicastros y reaccionarios que la clase obrera no acepta la promulgación de la Reforma Constitucional de Hamilton y Fuentealba, pues la clase obrera ya promulgó su ley y está decidida a no devolver ninguna gran empresa.

Un paro nacional que rechace las triquiñuelas legalistas de los Frei, Pareto, Aylwin, Jarpa y Bulnes, que pretenden colocar al pueblo y al gobierno en la ilegalidad.

Un paro nacional de carácter distinto, un paro que organice, fortalezca y multiplique los Comandos Comunales en todo el país, incorporando a todas las capas del pueblo.

Un paro nacional que exija medidas inmediatas contra todos los oficiales golpistas y la remoción de los mandos comprobadamente comprometidos en la sedición y, el chantaje.

Un paro nacional que levante como derecho legítimo de la clase obrera y el pueblo la organización de sus propios órganos de vigilancia, de protección, de defensa y de lucha.

Un paro nacional que exija la solución de los problemas de ingreso de los trabajadores y de las Fuerzas Armadas, a costa de la ganancia capitalista.

El MIR no pretende atribuirse la paternidad de esta proposición, no hemos hecho otra cosa que recoger la proposición que hicieron los Comandos Comunales, sectores de vanguardia de la clase obrera y el pueblo. Llamamos al resto de la izquierda y al conjunto de las organizaciones populares a impulsar un paro nacional, como la mejor forma táctica de profundizar la contraofensiva en curso.

Fortalecer y desarrollar el Poder Popular y luchar por la democratización de las FFAA. La clase obrera y el pueblo deben luchar por resolver los problemas de ingreso y abastecimiento de los miembros de las FFAA por terminar las restricciones a éstos en sus derechos ciudadanos y porque tengan la posibilidad de incorporarse a las organizaciones populares.

Los trabajadores hoy enfrentan un programa reaccionario, el programa de la explotación y la miseria. Un programa general de hace dos años no es suficiente. El único programa que se ha demostrado eficaz es el que hoy levantan extensos sectores de los trabajadores, es el Programa Revolucionario del Pueblo: programa que multiplica la fuerza y el poder de los trabajadores.

No será sólo con un Programa económico de emergencia o con la batalla de la producción con lo que se resolverá la actual crisis. El país vive una crisis política y sin resolver ésta no será posible resolver los problemas económicos. Sólo enfrentando las posiciones de poder político que hoy controlan las clases patronales desde el Parlamento, la Contraloría y la Justicia.

Por eso, hoy es más necesario que nunca impulsar la lucha contra el orden burgués y luchar por generar los Tribunales del Pueblo, la Asamblea del Pueblo y el Poder Popular.

Los reaccionarios y en especial el freísmo, están exigiendo desde hace algunos días la represión de nuestra organización: el MIR. No nos atemoriza ni nos sorprende. No es la primera vez que el freísmo se juega por la represión, la tortura y la cárcel en contra nuestra. Les advertimos que no nos encontrarán como a sus ahijados políticos de Patria y Libertad pidiendo asilo en las embajadas y que hoy, reprimir al MIR es reprimir a un contingente importante de la clase obrera y el pueblo. Que entonces, nos asistirá el derecho a levantar las formas de lucha que se correspondan a la nueva situación.

Si la contrarevolución tomara la forma de un golpismo desatado, del emplazamiento militar violento, los revolucionarios y los trabajadores deben de inmediato extender las tomas de fábricas y fundos, multiplicar las tareas de defensa e impulsar el Poder Popular como Gobierno Local autónomo de los poderes del Estado.

Los suboficiales, soldados y carabineros deben desobedecer las órdenes de los oficiales golpistas y, en ese caso, todas las formas de lucha se harán legítimas.

Entonces, sí que será cierto que los trabajadores con los soldados, marineros, aviadores y carabineros, los suboficiales y oficiales antigolpistas, tendrán el legítimo derecho a construir su propio ejército, el Ejército del Pueblo.

Compañeros trabajadores: vivimos momentos definitorios, las conquistas y el futuro de los trabajadores están amenazados.

La lucha de clases es siempre una guerra, encubierta. La contrarrevolución burguesa se propone, hoy en Chile, hacerla estallar.

El pueblo no se dejará amarrar las manos. La clase obrera y el pueblo están en disposición de combate, están decididos a defender sus conquistas y están más decididos hoy que nunca a conquistar su futuro.

Por eso, los trabajadores han puesto en marcha una gran contraofensiva revolucionaria y popular: por eso, la clase obrera y el pueblo han organizado la defensa de sus conquistas y se preparan a conquistar nuevas posiciones.

El pueblo emplaza su fuerza, desarrolla el poder popular, multiplica los Comandos Comunales, y levanta la organización de su defensa.

Compañeros:
el pueblo debe prepararse para resistir,
debe prepararse para luchar,
debe prepararse para vencer.

Trabajadores de Chile:

¡ADELANTE CON TODA LA FUERZA!
¡ADELANTE CON TODAS LAS FUERZAS DE LA HISTORIA!

(+) Publicado en El Rebelde N° 91, de Julio de 1973.
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FRENTE A LA ORDEN DE DETENCION
Miguel Enríquez E., 29 de agosto de 1973 (§)

A LA CLASE OBRERA Y AL PUEBLO:

Por la prensa reaccionaria me he impuesto que estoy acusado de intento de subversión en la Armada, que el Fiscal Naval, Víctor Villegas habría emitido orden de detención en contra del Secretario General del MIR y petición de desafuero contra los Secretarios Generales del PS y del MAPU. Además, que el Secretario General y otros dirigentes del MIR estaríamos "huyendo al extranjero". Frente a todo esto estimo necesario puntualizar lo siguiente:

1.- La única subversión que se ha intentado desarrollar en la Armada es la de oficiales navales reaccionarios que desde mayo de este año han venido preparando un golpe de Estado gorila, a través de medidas como la acumulación de tres veces la cantidad normal de alimentos y combustibles en la Escuadra, la búsqueda de conexiones con oficiales de otras ramas de las FF.AA. y las arengas a los suboficiales y marineros de la Escuadra en las que se les exigía su apoyo para derrocar al Gobierno y reprimir a los trabajadores. Al revés de lo que afirman los delincuentes de la prensa, Silva Espejo y Fontaine, esta subversión reaccionaria fue la única que se dio en la Armada, y si no prosperó fue precisamente gracias a la decidida resistencia antigolpista que emprendió un extenso sector de la marinería, que hoy paga con prisión y torturas el haberse negado a disparar contra los trabajadores.

2.- Si esa orden de detención hubiera sido efectivamente emitida por la Fiscalía Naval tendríamos entonces el privilegio de sumarnos a los centenares de marineros, obreros, campesinos y pobladores hoy perseguidos y reprimidos por la justicia patronal, civil o uniformada.

Si esta caricatura de justicia tuviera al menos una mascarada de imparcialidad, antes de proponerse reprimir revolucionarios debería primero encarcelar y procesar a los politicastros Jarpa, Frei y otros senadores del PN y PDC, que cobardes e incapaces por sí mismo de llevar a cabo sus criminales propósitos, vienen desde hace meses conspirando e instigando las filas de la oficialidad reaccionaria de las FF.AA. para impulsarlas a que desaten un golpe de estado gorila "por... (tres líneas ilegibles en el original)… los marineros hoy encarcelados al Fiscal Naval. Debiera encarcelar y reprocesar a los oficiales navales que torturaron salvajemente a los marineros antigolpistas, lo que éstos también han denunciado al Fiscal Naval, quien además los ha visto con los brazos enyesados y con heridas en la cara y manos. Debiera decretar la libertad inmediata de estos marineros, pero como Fiscal es parte de la farsa no hará nada de esto.

3.- En cuanto a que algún dirigente del MIR estuviera "huyendo del país", para desilusión de "El Mercurio" y de los politicastros reaccionarios, los militantes y dirigentes del MIR no somos como sus "héroes democráticos" de Patria y Libertad, Pablo Rodríguez o Benjamín Matte, que al primer contratiempo cobardemente buscaron asilo en embajadas y huyeron del país.

Para mayor desilusión y preocupación de los reaccionarios, los militantes y dirigentes del MIR no somos como otros cobardes que, después de estridentes bravuconadas, terminan como Roberto Thieme y diez de sus secuaces dejándose detener pasivamente por cuatro personas. El MIR, sus militantes y dirigentes, sin estridencias verbales, han demostrado no actuar así, y saben y están listos a luchar en todos los terrenos cuando las circunstancias lo hacen necesario.

4.- Hoy cuando la amenaza gorila se cierne sobre la clase obrera y el pueblo, cuando otros vacilan y retroceden desarmando y confundiendo a los trabajadores y cuando comienza a imponerse, por presión reaccionaria y debilidad reformista, una escalada represiva sobre los trabajadores y los revolucionarios, los dirigentes y militantes del MIR estamos en nuestros puestos de lucha en todo el país, e impulsando con más fuerza que antes nuestro trabajo revolucionario entre los obreros, campesinos y pobladores, apoyando decididamente y en las formas que sean necesarias la lucha antigolpista de los marineros, carabineros, soldados, clases, suboficiales y oficiales antigolpistas de las FF.AA. y levantando el derecho legítimo a organizar la lucha antigolpista de todos los sectores del pueblo.

MIGUEL ENRIQUEZ, Secretario General.
MOVIMIENTO DE IZQUIERDA REVOLUCIONARIA MIR.

Santiago, 29 de agosto de 1973.

(§) Publicado en el periódico "ULTIMA HORA", del 31 de agosto de 1973.
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EL MIR Y EL FIN DE LA UNIDAD POPULAR
Parte IV y V de “Apuntes Para la Historia del MIR de Chile”. 5 fragmentos publicados por Punto Final, agosto-noviembre 2000

PARTE IV
EL FIN DE LA UNIDAD POPULAR

Haremos un alto en el recuento de la agitada lucha de clases de fines de 1972, para tocar aunque sea superficialmente algunos aspectos de la concepción y práctica organizativa del MIR durante el período de la Unidad Popular.

Experiencias históricas nos indicaban que habitualmente los períodos prerrevolucionarios son cortos. Tienden a desembocar rápidamente en una situación revolucionaria con el triunfo del poder popular, o la apertura de un período contrarrevolucionario al imponerse la reacción burguesa. El caso chileno era atípico: el período prerrevolucionario se prolongaba por cerca de dos años sin resolverse. Como analizaba Miguel Enríquez después de la coyuntura de Octubre, para ser "vanguardia revolucionaria" no basta proponérselo. También es necesario haber logrado una fuerte vinculación orgánica con las masas populares, en especial con la clase obrera. El MIR había logrado crecer entre los pobres del campo y la ciudad, capas del pueblo donde la influencia de la Izquierda tradicional no era tan fuerte. Pero en la clase obrera, recién estábamos logrando extender nuestra organización. Justamente era este sector donde la Izquierda tradicional tenía su anclaje más hondo y una legitimidad mayor. De allí que el papel de la Izquierda del PS en la acumulación de fuerza revolucionaria dentro de la clase obrera era clave. Pero lamentablemente sus dirigentes nunca asumieron con consecuencia las tareas de construcción del poder popular. Jamás terminaron de decidirse a romper sus ataduras con el reformismo (y sus propios intereses institucionales) para unirse con el MIR y demás sectores radicalizados en la construcción de una fuerte vanguardia revolucionaria.

Nuestra inadecuación organizativa tendió a sortearse mediante el desarrollo de lo que llamábamos "frentes intermedios” de masas: FTR (trabajadores urbanos), MCR (campesinos), MPR (pobladores), FER (estudiantes), etc. Se produjo así una dualidad en la organización. Por una parte estaba el MIR, que concebíamos como un partido centralizado, de estructura político-militar piramidal, semi- compartimentado, formado por militantes de dedicación profesional o casi profesional, muy selectivo y exigente en el reclutamiento que se relacionaba con el movimiento de masas a través de los frentes intermedios. Por otra, estos frentes muy enraizados en los sectores de masas donde se construían, abiertos y sin compartimentación, muy flexibles en sus modalidades orgánicas y exigencias de reclutamiento, cuyos miembros se identificaban como miristas. En la práctica ambos operaban como una sola organización política tensionada por la dinámica de conducción vertical, uniformadora, que venía desde el "partido", y la dinámica más democrática, expresión de la diversidad de los sectores sociales donde se anclaban los "frentes intermedios”. Al iniciarse el período prerrevolucionario el MIR no debe haber superado los tres mil miembros. En 1973 el "partido" se acercaba a los diez mil miembros, y la suma de los "frentes intermedios" superaba los treinta mil. En conjunto el mirismo organizado agrupó entre 40 y 45 mil personas, logrando una influencia de masas aún mucho más amplia.

A partir de 1972 comenzó a discutirse en el MIR la necesidad de adecuar nuestra organización al período. No había problema de liderazgo porque la legitimidad de Miguel fue acompañada por un proceso de ampliación de los órganos de dirección colectiva y la cooptación de dirigentes que tenían fuerte respaldo de base. Fluía un permanente intercambio interno de información y se alentó la discusión en todos los niveles. Pero esta tendencia a la disminución del centralismo y aumento de la democracia interna, no fue suficiente.

NUEVA OFENSIVA GOLPISTA

Ni el gobierno ni la oposición obtuvieron el resultado deseado en las elecciones parlamentarias de marzo de 1973. La UP logró una importante votación (44%), pero no el control del Parlamento. Los sectores hegemónicos en la UP siguieron apostando a una alianza con la DC que permitiera conformar un gobierno de centro que resolviera institucionalmente la crisis política, combatiendo y aislando tanto a los sectores extremistas de derecha como de izquierda.

Renán Fuentealba fue reemplazado en la conducción de la DC por Patricio Aylwin que representaba la línea dura, es decir, la estrategia de detener el "avance del marxismo" utilizando todos los mecanismos, incluidas la subversión civil y la intervención militar. Así, la reacción en su conjunto, convergió en la opción golpista. Desde abril, con la huelga de los mineros de El Teniente y su marcha a la capital, la reacción volvió a desatar una nueva ofensiva intensificando la sedición abierta y los llamados a la insubordinación militar.

Por nuestra parte convocamos a la Izquierda y al movimiento de masas a enfrentar la ofensiva desplegando una contraofensiva revolucionaria que se apoyara en la movilización directa de masas para debilitar las bases del poder burgués, organizar y defender el poder popular y ganar a los sectores democráticos de las FF.AA. En esos meses se intensificaron las alianzas y el trabajo conjunto con los sectores de Izquierda de la UP en los frentes y regiones.

Como encargado del MIR para el trabajo democrático hacia las FF.AA., me correspondió organizar en una vieja quinta cercana a Puente Alto una reunión de Miguel, Carlos Altamirano (secretario general del PS) y Oscar Guillermo Garretón (secretario general del MAPU) con una delegación de suboficiales y marineros democráticos. Ellos se habían organizado en oposición a los oficiales golpistas de la Armada. Confirmaron lo que ya sabíamos: la activación sediciosa de la oficialidad golpista era creciente en todas las instituciones armadas, pero también había oficiales y, sobre todo, suboficiales, clases y soldados que se oponían al golpismo y simpatizaban con el gobierno popular. Esto lo conocíamos pues desde el año 69 veníamos vinculándonos con uniformados progresistas. Muchos se incorporaron como militantes al MIR y lucharon contra la dictadura, algunos entregando generosamente sus vidas como el teniente Mario Melo Pradenas, del ejército, Carlos Díaz Cáceres, suboficial de la Marina, Enrique Reyes Manríquez, un joven y alegre cabo 1° de la FACH, y como hicieron también otros miembros democráticos de las FF.AA. La mayoría de los uniformados antigolpistas con que estábamos vinculados no eran miristas. Recuerdo con aprecio y respeto al coronel Ominami de la FACH, a cargo del arsenal en la Base Aérea de El Bosque. El solicitó a mi madre, la diputada Laura Allende, un encuentro para contarle cómo estaban operando altos oficiales golpistas en su arma, reemplazando a los oficiales democráticos del mando de unidades claves, extendiendo la sedición, mientras los oficiales que se oponían al golpe no recibían apoyo del gobierno. En esa conversación a la cual mi madre me pidió que asistiera, el coronel Ominami le pidió que informara al presidente de esta situación, y le dijera que otros oficiales que como él estaban dispuestos a defender al gobierno, le solicitaban una entrevista. Allende nunca concedió esa entrevista, ni otras que me consta le fueron solicitadas por otros oficiales y suboficiales. Su política siempre fue no pasar por sobre los altos mandos y no intervenir dentro de las instituciones armadas.

Relato esto porque difiero del pesimismo histórico que sostiene que no había otra posibilidad que esa prescindencia ya que los únicos que podían detener el golpismo eran los mandos constitucionalistas de las FF.AA. Esto no significa desconocer la consecuencia democrática y la lealtad con el presidente constitucional que demostraron el general Carlos Prats y ese puñado de oficiales superiores que le secundó. Además de apoyarse en esos altos mandos, el gobierno de la Unidad Popular pudo haber organizado y respaldado un número importante de oficiales medios y bajos, además de la gran masa de tropa que tenía simpatía por el gobierno. Prats y los mandos constitucionalistas hubieran contado así con un firme respaldo de sectores corporativos.

Tuve el privilegio de conversar en aquella época con ese gran socialista que fue el general Alberto Bachelet, y reunirme con otros coroneles, mayores y capitanes que simpatizaban con Allende y su partido. Ellos reclamaban una política del gobierno más ofensiva contra la oficialidad sediciosa y coordinar a los uniformados democráticos con las organizaciones populares para que ante un peligro de golpe, ellos pudieran dotarlas de armas de las propias FF.AA. Del Ministerio del Interior dependía Carabineros y la policía civil, donde el gobierno tenía más apoyo. Pudo haber fortalecido esos cuerpos con personal de confianza, creando algún contrapeso a las instituciones de la Defensa. Existía la Ley de Defensa Civil de 1945 que orientaba la organización de cuerpos civiles y su coordinación con las instituciones policiales y militares para situaciones de desastre o conmoción, que el gobierno pudo haber aprovechado para desarrollar formas de autodefensa de los simpatizantes del gobierno. Tanto en el campo como en la ciudad había miles de trabajadores dispuestos a empuñar las armas en defensa del gobierno popular. En varias ocasiones solicitamos al comandante Fidel Castro que nos apoyara con armamento para el desarrollo de milicias populares. El nos respondió invariablemente que lo haría siempre que el presidente Allende lo autorizara. Y el presidente jamás lo aceptó. Salvo algún armamento menor e instrucción para la seguridad personal y resguardo de algunos locales, el gobierno nunca aceptó formar mandos militares propios ni traer medios para el armamento del pueblo. La articulación de estos factores hubiera permitido construir una capacidad propia de defensa del gobierno popular apoyándose en palancas institucionales, pero sobre todo en la disposición de lucha del pueblo organizado. Se argumentará que ello hubiera precipitado un quiebre de las FF.AA. y una guerra civil. Pero la historia ha demostrado que la renuencia del reformismo a desarrollar una capacidad propia de defensa del gobierno popular, la incorporación de los militares al gobierno, y concesiones a la reacción como la devolución de empresas, la Ley de Control de Armas, etc., no impidieron el derrocamiento del gobierno y que la oficialidad golpista, apoyada por el conjunto de la reacción, desatara una sangrienta guerra contra el movimiento popular desarmado. Nos correspondió a Miguel, a Arturo Villabela y a mí, elaborar el plan estratégico de lucha políticamilitar contra el golpismo que fue aprobado por el comité central del MIR en febrero de 1972. Releyéndolo con la perspectiva del tiempo y el conocimiento del desenlace histórico, se puede constatar que padecía de la incertidumbre fundamental que tuvo el desempeño estratégico del MIR en el período prerrevolucionario.

"Seríamos capaces de ganar la carrera contra el tiempo en la acumulación de fuerza revolucionaria (social, política, militar e ideológica) como para sobrepasar la conducción reformista y tomar la iniciativa en el enfrentamiento directo al golpismo, logrando el triunfo, o al menos una continuidad de la lucha revolucionaria en condiciones de mayor equilibrio de fuerzas políticomilitares" Intentamos encarar esta disyuntiva diseñando un plan que contemplaba la constitución de fuerzas que pudieran operar en los espacios territoriales y en condiciones alternativas. Pero el problema era que para tomar la iniciativa de golpear ofensivamente a los golpistas y derrotarlos, teníamos que hacerlo en los espacios urbanos, constituyendo amplias unidades milicianas regulares, articuladas con las tropas militares que pudiéramos desgajar de las instituciones armadas, todo ello acompañado de la organización del poder popular de masas.

Si apostábamos a que no habría tiempo para acumular la fuerza para derrotar de inmediato al golpismo, nuestra estrategia debía ser defensiva, centrando esfuerzos en preparar condiciones para el repliegue a territorios rurales de topografía más favorable para la resistencia mediante unidades guerrilleras irregulares, y grupos clandestinos que operaran en los espacios urbanos y suburbanos. También había que prepararse para una resistencia política e ideológica en condiciones represivas muy duras, lo cual no es fácil cuando el movimiento de masas está todavía desplegando una amplia lucha social y política abierta. Al no decidirnos por una opción e intentar prepararnos para las dos, cometimos un grave error estratégico. Carecíamos de tiempo para la construcción de fuerza suficiente para ocupar todos esos espacios y constituir los distintos tipos de fuerza a la vez.

Dispersamos nuestra limitada capacidad, nos organizamos de una forma híbrida que, como veremos más adelante, neutralizó la eficiencia táctica ante una u otra posibilidad. Lamentablemente, hay situaciones de la lucha de clases que no se compadecen con las opciones intermedias.

A fines de 1972 se constituyó un grupo conspirativo de quince generales, cinco por cada rama. En mayo de 1973 habían decidido dar el golpe en el mes de junio, para lo cual contaban con la I, II y IV Divisiones del ejército y sectores de la Marina, Aviación y Carabineros. En la III División correspondiente a la capital, todavía los oficiales constitucionalistas eran fuertes. El complot fue detectado por el SIM, que alertó al comandante en jefe del ejército, procediendo éste a ordenar la detención de varios oficiales el 25 y 26 de junio. Ello produjo el repliegue de los conspiradores, pero el 29 de junio el comandante Souper sublevó al Regimiento Blindado N° 2, dirigiéndose hacia el centro de la ciudad con una columna de tanques y carros blindados. Con el apoyo de civiles armados de Patria y Libertad, procedieron a atacar el palacio de La Moneda y el Ministerio de Defensa, donde liberaron a los oficiales detenidos. Mientras de La Moneda respondían el fuego, el general Prats movilizó las unidades leales y cercó a los sublevados, tras lo cual procedió a caminar, acompañado sólo de dos oficiales, hacia los blindados a los que conminó a rendirse. Todos se rindieron, salvo un tanque que huyó. La sublevación del Regimiento Blindado produjo un estado de gran deliberación de los oficiales golpistas, que en algunas unidades intentaron apoyar a los sublevados. Esto se frustró por la negativa de los uniformados antigolpistas, en especial de los suboficiales y tropa. Pero la situación seguía siendo de gran tensión pues todavía no se sabía cómo reaccionarían las unidades en otras Divisiones, y si podían sumarse sectores de otras ramas de las FF.AA. Alrededor de las 11:30 de la mañana Prats y el general Sepúlveda se reunieron con el presidente que había llegado a La Moneda, para informarle de la situación.

Los miembros de la comisión política nos concentramos en una casa prevista para tal efecto, al igual que el resto de las direcciones intermedias y unidades del MIR lo hicieron en sus respectivos lugares de acuartelamiento. Miguel se comunicó con el general Carlos Prats, manifestándole que si lo requería podía contar con nosotros en la lucha contra los golpistas y le comentó que había visto un tanque alejarse del centro de la ciudad. Prats, que estaba enojado porque ese blindado se había escapado le dijo Miguel que si lo ubicaba lo detuviera. Miguel orientó a una unidad de la fuerza central del MIR salir a enfrentar el tanque lo cual no se logró por lo lento que era poner en pie de combate a unidades compartimentadas con deficientes medios de comunicación, cuyos miembros vivían y trabajaban en distintos lugares, y cuyas armas debía recibirlas de una unidad de logística que estaba a cargo de un depósito secreto. Igualmente lento fue poner en funcionamiento la red clandestina que coordinaba a los miembros de las FF.AA., los cuales habían sido acuartelados en sus respectivas unidades militares, lo que dificultaba el contacto. Se evidenciaron así las limitaciones tácticas que tenía nuestra estrategia híbrida de construcción de fuerza.

La respuesta popular al llamado del presidente Allende a movilizarse contra el intento golpista de junio, ocupando los centros de trabajo y advirtiendo que si era necesario armaría al pueblo, fue extraordinaria. Cientos de fábricas, escuelas, campos, oficinas públicas, otras entidades fueron ocupadas a través del país, manifestándose un resuelto ánimo combativo. Interminables columnas de trabajadores, pobladores, estudiantes, confluyeron frente al palacio de La Moneda, donde la multitud pedía castigo a los golpistas. Los compañeros de las FF.AA. nos informaban que los oficiales golpistas estaban en repliegue, que el ánimo de los uniformados antigolpistas era combativo y reclamaban pasar a la ofensiva para golpear a los sediciosos. Esa tarde con Miguel y otros miembros de la dirección analizamos si no era el momento de tomar por nuestra cuenta la iniciativa, con la participación de grupos de uniformados organizados, entregar armas a las organizaciones milicianas, ocupar las unidades militares que fuera posible, y proceder a detener a los oficiales golpistas. Para que resultara había que actuar de inmediato, esa misma noche, aprovechando el desconcierto golpista. La preocupación de Miguel era que, si dábamos ese paso, había un grave riesgo de que el gobierno y el alto mando nos reprimiera, la Izquierda de la UP no nos apoyara, y quedáramos políticamente aislados. No teníamos tiempo para consultar a los sectores más afines de la Izquierda. Nunca el movimiento de masas había alcanzado tan alto nivel de combatividad, estábamos seguros que la respuesta de los sectores populares más radicalizados sería entusiasta. Pero tampoco podíamos cerrar los ojos al hecho de que Allende y los sectores reformistas mantenían un fuerte liderazgo sobre el movimiento de masas y podían neutralizar, o incluso poner en contra nuestra, a los sectores menos radicalizados. Si teníamos éxito, lograríamos un atajo que aceleraría la acumulación de fuerza y generaría una situación revolucionaria, pero si nos equivocábamos el retroceso sería enorme. En la duda, preferimos esperar. A veces pienso que hicimos bien, otras me parece que por esa decisión perdimos la iniciativa estratégica revolucionaria.

OFENSIVA FINAL

Superado el "tanquetazo", el gobierno volvió a la misma política: insistió en la búsqueda de acuerdos con la DC. Para favorecer ese acercamiento hizo concesiones, como alentar la desmovilización de masas, llamar a devolver las empresas ocupadas, y combatir la constitución de órganos de poder popular locales, aceptar que las FF.AA. amparadas en la Ley de Control de Armas comenzaran a allanar las industrias y campos ocupados, desalojando violentamente a los trabajadores, así como a rastrillar las poblaciones en la supuesta búsqueda de armas con el propósito de aterrorizar al movimiento de masas. Como respuesta al llamado del cardenal Raúl Silva Henríquez a un diálogo de concordia nacional, se reunieron a fines de julio, Allende y Aylwin. Pero la DC no satisfecha con las concesiones, exigió el nombramiento de un Gabinete con representación mayoritaria de las FF.AA. y que éstas pudieran actuar con autonomía para restablecer el orden institucional. Ello significaba pedir al presidente su capitulación, una suerte de golpe legal.

Mientras tanto, la reacción en su conjunto se había lanzado en una nueva ofensiva sediciosa. Se multiplicaron los atentados y sabotajes que los grupos terroristas realizaban con impunidad y bajo la mirada complaciente de las FF.AA. El 26 de julio fue asesinado el comandante Arturo Araya, edecán naval y amigo del presidente. Los transportistas se lanzaron a otro paro indefinido, al cual se sumaron comerciantes y profesionales, intensificándose el boicot empresarial, acompañado de un intenso hostigamiento parlamentario y una subversiva campaña de prensa. Desde Estados Unidos llegaba generoso apoyo financiero y asesoramiento para los golpistas. El gobierno no sólo perdió todo el control de la economía, que se debatía entre la hiperinflación y el desabastecimiento, sino que tampoco pudo hacer nada efectivo contra la subversión reaccionaria.

El 17 de julio el MIR realizó un combativo acto de masas en el Teatro Caupolicán. Además de Miguel Enríquez habló Carlos Altamirano. Las agudas contradicciones entre el sector reformista agrupado alrededor de Allende y la Izquierda de la UP llevaron a un virtual colapso de la conducción colectiva de este frente. El PS y el MAPU radicalizaron verbalmente sus políticas, rechazando todo intento de alianza con la DC. Propiciaron abiertamente el poder popular alternativo, la disolución del Congreso y el armamento del pueblo. La reagrupación revolucionaria al margen de la UP parecía una posibilidad inminente y la influencia política del MIR creció. Pero al mismo tiempo las claudicantes políticas gubernamentales produjeron desconcierto, confusión y luego una creciente desilusión popular. El ascenso de la movilización de masas que había alcanzado su cumbre más alta como respuesta al "tanquetazo", inició a partir de julio una rápida declinación. Al punto que se podría situar en ese momento el inicio de un período contrarrevolucionario.

Salvo la aplicación a los sublevados de penas absurdas por lo leves, el gobierno no tomó medida alguna con los sectores uniformados comprometidos con el "tanquetazo". Ello alentó a los golpistas a retomar la iniciativa. La incorporación en agosto, después del fracaso del diálogo UPDC, de tres generales (entre ellos Prats) al Gabinete, intensificó la agitación sediciosa hacia las FF.AA. A principios de agosto, junto con ordenar el acuartelamiento de su personal, los altos mandos de la Marina desencadenaron una fuerte represión interna deteniendo a más de trescientos suboficiales y marineros antigolpistas, salvajemente torturados. En otras ramas de las FF.AA. se procedió a relevar, licenciar, y sancionar a los uniformados democráticos.

La desmoralización cundió entre los oficiales, suboficiales y tropa antigolpista, que veía que su gobierno los dejaba en la indefensión y no hacía nada ante el avance de la sedición. A mediados de agosto los altos mandos golpistas de la Marina y de la Aviación eran mayoría aunque en el ejército todavía eran minoritarios. La mayoría de los generales del ejército se inclinaba todavía por obligar a Allende a ceder el poder a las FF.AA., mediante un Gabinete sólo militar, o su dimisión. Esta forma de "golpe blando” la DC lo alentaba en la expectativa de que Eduardo Frei, como presidente del Senado, recibiría el poder. Los partidarios de un "golpe duro" eran todavía minoría. Pero ambos bandos se unieron para desbancar a los generales constitucionalistas liderados por Prats que exigían respeto a la institucionalidad y el acatamiento de la autoridad presidencial. El instrumento fue una provocación de esposas de oficiales que fueron a la casa del comandante en jefe a exigir su renuncia. Cuando Prats pidió al cuerpo de generales que firmara un documento de desagravio, más de la mitad se negó. Esto lo llevó a presentar su renuncia indeclinable para mantener la unidad corporativa, siendo reemplazado por Augusto Pinochet. Ese mismo día 22 de agosto la DC y la derecha aprueban una resolución de la Cámara de Diputados declarando "ilegal" al gobierno. La suerte del gobierno estaba echada.

A partir de julio, en una nueva carrera contra el tiempo, procuramos intensificar la preparación de condiciones para un repliegue de las direcciones del MIR y de nuestra limitada fuerza militar hacia zonas rurales. Nos dimos cuenta que ya no habían condiciones para una contraofensiva revolucionaria, aunque sin abandonar la idea de acompañar a los sectores de masas más radicalizados en una resistencia urbana inicial para luego replegarnos con mayor fuerza y legitimidad. El problema fue que en agosto nos dimos cuenta que la desmoralización y persecusión de los oficiales y suboficiales antigolpistas al interior de las FF.AA. era tanta, que no podríamos contar con ellos para obtener armas.

Nosotros no alcanzábamos a reunir más de doscientas armas de guerra, por lo que dependíamos de lo que pudiéramos obtener de las FF.AA. y los grupos de seguridad del gobierno.

Junto con la represión a la marinería, el fiscal naval pidió a fines de agosto el desafuero de Altamirano y Garretón, y dio orden de captura de Miguel y otros compañeros vinculados al trabajo democrático hacia las FF.AA., de modo que nos vimos obligados a pasar a la clandestinidad, lo que entrabó nuestros movimientos. Para entonces el gobierno designó su undécimo gabinete incorporando a cuatro altos mandos de las FF.AA. poco relevantes. Sabíamos que el presidente Allende, en una acción desesperada, se proponía convocar en los próximos días a un plebiscito que, probablemente perdería. Esto hacía pensar que se impondría la opción del "golpe blando" que, manteniendo una fachada institucional, profundizaría la represión contra los sectores revolucionarios y el movimiento de masas. Pero los militares partidarios del "golpe duro" lograron imponerse y se adelantaron a desencadenar su sangriento golpe el 11 de septiembre. Al día siguiente el presidente Allende se proponía anunciar el plebiscito en un acto que se realizaría en la Universidad Técnica del Estado.

EL GOLPE MILITAR

Como Miguel y otros compañeros de la dirección del MIR teníamos orden de detención de la fiscalía naval, nos reuníamos en distintos lugares y de noche dormíamos en casas seguras. Esa noche lo hice en un departamento que consiguió James (Patricio Munita Castillo), y que nadie más conocía. Mientras me duchaba temprano, James me avisó que en la radio estaban informando de movimientos de tropa. Salimos a la carrera dirigiéndonos a un local de la fuerza central de MIR, desde donde contacté a los compañeros que trabajaban en nuestra red en las FF.AA. Me informaron que la noche anterior habían comenzado a recibir avisos de Valparaíso de movimiento de los marinos, del desplazamiento de tropas desde Los Andes, que parecía que esta vez la sublevación era en serio. Nuestros compañeros uniformados estaban movilizados y no lograban contactarlos. Yo tenía orientación de Miguel de que ante una situación de este tipo me dirigiera de inmediato a la embajada cubana, lo que hice acompañado de Arturo Villabela y otro compañero de las tareas militares. Estaba allí un grupo derechista armado y carabineros que comenzaron a montar una barricada con maderos y tanques de gasolina vacíos para impedir la entrada o salida de gente. Ante el peligro de quedar encerrados decidimos salir de inmediato. Yo manejaba una camioneta, y atrás estaban Arturo y otro compañero. Nos detuvimos frente a la barricada pidiendo que nos abrieran paso, pero uno de los civiles armados se acercó a la ventanilla, me reconoció y apuntando hacia el vehículo, gritó: "¡Es Pascal Allende, son del MIR!” Mis acompañantes, reaccionaron rápido, abriendo fuego contra los carabineros y civiles armados, mientras yo embestía con la camioneta y escapábamos aceleradamente por Pedro de Valdivia en dirección al sur. El vehículo quedó lleno de impactos, pero ninguno de nosotros resultó herido.

Nos dirigimos a una casa de San Miguel donde estaba acuartelada la comisión política. En la calle había un intenso movimiento de autos y compañeros. Junto con nosotros llegó otra camioneta con armamento que compañeros socialistas habían retirado de la casa presidencial de Tomás Moro. Encontré a Miguel dándole instrucciones a distintos compañeros, comunicándose por teléfono, desesperado por las dificultades para contactar a otros. La información evidenciaba que los golpistas empezaban a controlar las principales arterias de la ciudad, colocaban retenes, impidiendo el traslado de armamento casero y de las pocas armas que disponíamos, dificultando y retrasando la constitución de las unidades operativas, que había industrias ocupadas por trabajadores con ánimo de resistencia y a la espera de armas que nunca recibieron, pero que el grueso del movimiento de masas estaba desconfiado, desconcertado y atemorizado. La radio del MIR había sido copada a las 7 de la mañana. Tampoco Miguel lograba establecer comunicaciones con provincias. Me contó que había logrado contactarse con La Moneda y hablar con Beatriz Allende, ofreciéndole al presidente apoyarlo con una columna de combatientes para que pudiera replegarse hacia el barrio industrial donde había mejores posibilidades de resistencia. Allende le mandó a decir con Tati que no se movería de La Moneda, aunque muriera allí, y que ahora le tocaba a Miguel seguir adelante... Le expliqué que todas las unidades de las FF.AA. estaban movilizadas y que nuestros encargados de la coordinación con los compañeros uniformados me habían dicho que los intentos de contactarlos eran infructuosos, que no podíamos contar con su apoyo.

Miguel y Humberto Sotomayor estaban saliendo en ese momento hacia la industria Indumet, que se encontraba relativamente cerca. Allí estaban acuartelados Arnoldo Camú, Rolando Calderón y un contingente de compañeros socialistas armados. Miguel, con la intención de coordinar la resistencia, se había encontrado temprano con esos dirigentes del Partido Socialista y un dirigente del Partido Comunista que manifestó que su partido estaba esperando ver si los militares cerraban o no el Parlamento para decidir qué curso de acción seguir. Los compañeros habían informado que Carlos Altamirano llegaría en un rato más, por lo cual Miguel había decidido volver más tarde a encontrarse con él. Lo acompañamos Arturo Villabela, Humberto Sotomayor y yo. Por el camino nos encontramos con León, un compañero de logística, al cual Miguel le hizo señas para que nos siguiera. En Indumet nos informaron que Altamirano no había llegado. Minutos antes de que una unidad de carabineros se desplegara frente a la entrada principal de la industria, llegó Rafael Ruiz Moscatelli con otros compañeros que traían más armamento de Tomás Moro y que comenzaron a repartir entre los socialistas que estaban acuartelados allí. En eso se inició un intenso intercambio de fuego con los sitiadores. Como nosotros andábamos sólo con armas cortas, nos entregaron unos fusiles AK. Miguel con otros compañeros empujaron unos vehículos para bloquear la entrada y parapetarse.

Pronto se evidenció que no sólo era imposible hacer retroceder a los golpistas, sino que además corríamos el peligro de que éstos cercaran el recinto. Se decidió entonces romper el cerco por la parte posterior. Se formó una pequeña columna que encabezó Miguel, nosotros que no nos despegábamos de él para protegerlo y nos seguía un buen número de compañeros socialistas. Al salir a la calle nos encontramos a boca de jarro con otra columna de carabineros que intentaba cerrar el cerco, produciéndose un enfrentamiento a corta distancia al descubierto. Instintivamente abrimos fuego más rápido que el enemigo, haciéndole varias bajas. El grueso de la columna que nos seguía retrocedió, replegándose a una industria cuyo ingreso estaba al otro costado de la calle. Entre ellos, nuestro compañero León, que posteriormente fue muerto en ese lugar. Miguel, que a toda costa quería romper el cerco para volver a reunirse con el resto de la dirección, nos ordenó seguir adelante para lo cual tuvimos que cruzar la calle bajo fuego, donde había retrocedido y vuelto a parapetarse la columna de carabineros, dirigiéndonos a la Población La Legua. Como ninguno de nosotros conocía el barrio fuimos a parar frente a un cuartel de Carabineros. Estos estaban atrincherados con ametralladoras punto 30, con las que abrieron fuego. Afortunadamente no tenían buena puntería y logramos salir ilesos de este segundo enfrentamiento, sortear esa posición y perdernos en la población.

Después de requisar un auto que encontramos en el camino y de encontrarnos por tercera vez con el enemigo (esta vez un retén callejero de soldados de la FACH que no nos dispararon), logramos llegar por calles interiores hasta la casa donde estaban acuartelados Bautista von Schouwen, Edgardo Enríquez y otros compañeros de la dirección. Era ya pasado las cuatro de la tarde. Los compañeros nos informaron que La Moneda había sido bombardeada y que se decía que el presidente Allende había muerto cumpliendo su palabra de que no se rendiría ante los golpistas. Miguel se sentó y estaba pálido, conmovido, la mirada fija en el fusil que mantenía sobre las piernas. Guardó un prolongado silencio que compartimos con él.

Las noticias que recibimos durante la tarde evidenciaban que la resistencia era muy dispersa y fragmentaria, focos de resistencia aislados en algunas industrias, francotiradores en el centro, en algunas universidades, incapaces de detener el golpe sangriento y la represión masiva que se desató sobre el movimiento popular. No quedaba otra opción que replegarse lo más ordenadamente posible a la clandestinidad y desde allí reorganizarse para iniciar la resistencia a la dictadura militar. Miguel recordaría después: "…si bien todos fuimos invadidos por la sensación de cólera e impotencia, las condiciones objetivas imponían el repliegue..."

Parte V
SE DESATA LA GUERRA CONTRA EL PUEBLO

Los golpistas implantaron el toque de queda. Al caer la noche del 11 de septiembre sobre Santiago, las calles de San Miguel estaban desiertas. Sólo escuchábamos el murmullo sordo de los transportes militares que trasladaban tropas y prisioneros por la cercana Gran Avenida. Aprovechando las sombras protectoras los miembros de la comisión política del MIR fuimos dispersándonos discretamente del lugar donde estábamos acuartelados hacia diversas casas cercanas donde nos dieron refugio. Con Bautista van Schouwen, Edgardo Enríquez, y otros compañeros, pasamos esa primera noche en vela, atentos al ruido de los vehículos militares que pasaban patrullando, conversando en voz baja para no despertar a los dueños de casa que seguramente estaban tan desvelados y alertas como nosotros. A la mañana siguiente me trasladé a casa de Mario, un empleado público allendista. El y su familia me acogieron con mucho cariño y siguieron apoyándome por mucho tiempo para que pudiera sobrevivir en la clandestinidad. Años después fueron detenidos, torturados y expulsados del país. Como ellos, muchas familias y personas con gran riesgo, generosidad y valentía ayudaron a los perseguidos por la dictadura. Estos "ayudistas", como los llamábamos, son los héroes anónimos pocas veces recordados que pusieron la primera piedra de la larga lucha antidictatorial.

Luego de eliminar los focos de resistencia inicial a su acción golpista del 11 de septiembre, los militares desplegaron durante las semanas siguientes un gigantesco operativo de búsqueda de dirigentes y militantes de los partidos de Izquierda, y de represión masiva. Miles de hogares fueron allanados, rastrillaron industrias, campus universitarios, oficinas públicas, barrios populares. Por la televisión y prensa se difundían fotos y listas de perseguidos, alentando a la población al soplonaje. Más de cien mil chilenos (y también centenares de extranjeros) sindicados de izquierdistas, o simplemente sospechosos, fueron detenidos en las primeras semanas, siendo llevados a unidades militares o concentrados en los estadios, donde fueron interrogados, un gran número torturados y muchos fusilados.

También la resistencia al golpe en el campo fue débil. Pero hubo grupos de militantes de Izquierda que se replegaron hacia zonas montañosas (Río Negro en la cordillera de la costa de Osorno, Nahuelbuta, Rahue Alto, Panguipulli donde un grupo de miristas encabezados por Gregorio Liendo se enfrentaron a los carabineros, etc.) y otros que cruzaron los pasos cordilleranos hacia Argentina. El terror se extendió en las áreas rurales donde participaron en la represión, además de los uniformados, muchos grupos patronales.

Nunca se conocerán cifras exactas de chilenos que fueron asesinados el día del golpe y en los meses siguientes. Pero organismos internacionales consideran que se acercan a los quince mil. Los detenidos se estima que superaron los 150 mil, ya que sólo por los campos de concentración pasaron más de 45 mil prisioneros. Decenas de miles fueron expulsados del país o salieron asilándose en embajadas (sólo durante el primer mes de dictadura, los gobiernos extranjeros, pidieron más de diez mil salvoconductos), además de los cientos que huyeron a través de pasos fronterizos.

A la represión física, se agregó la represión institucional. Desde el primer momento la Corte Suprema apoyó el golpe y legitimó la Junta Militar de Gobierno, subordinando el sistema de justicia civil a la arbitraria "justicia militar" y negándose a respetar el derecho de habeas corpus. El 12 de septiembre la Junta Militar declaró interinos a todos los empleados públicos; el 17 ilegalizó la CUT; el 24 disolvió el Congreso; el 1° de octubre intervino con rectores militares todas las universidades; el 8 ilegalizó todos los partidos de Izquierda. Sólo en el sector público fueron exonerados 50 mil empleados; cerca de cinco mil funcionarios y académicos, y más de veinte mil estudiantes fueron expulsados de las universidades. Nadie sabe a cuántos miles de obreros industriales y trabajadores agrícolas los echaron. Ni tampoco se ha hecho una cuenta cierta de cuántas casas y vehículos fueron arrebatados, cuántos hogares fueron saqueados, cuántos negocios, campos, y otros bienes fueron robados por los militares y la derecha golpista. Tampoco se ha destapado jamás la nauseabunda olla del saqueo de los bienes estatales que bajo la figura de las "privatizaciones" enriquecieron a altos oficiales y a sus aliados empresarios.

En toda la historia republicana, ni bajo la colonia española, hubo en nuestra patria un genocidio tan masivo, ni se emplearon métodos represivos tan brutales, ni se desató una persecución institucional tan extendida, ni se realizó un robo tan grande de bienes sociales, como los llevados a cabo por la dictadura militar. Esta guerra al pueblo fue alentada, avalada y apoyada, no sólo por la derecha política y económica, sino también por dirigentes democratacristianos como el ex presidente Patricio Aylwin que justificó el golpe militar comparando a Allende con Hitler, o el ex presidente Frei Montalva que agradeció públicamente a los militares golpistas que "salvaron a la patria". Incluso hubo sectores de la jerarquía eclesiástica que ensuciaron la palabra de Dios para legitimar abiertamente tan terrible violación de los derechos humanos de su pueblo. No es de extrañar, que todos traten de silenciar y hacer olvidar esa terrible realidad, reclamando el perdón de los crímenes y la reconciliación con los criminales. Lo increíble es que en ese propósito cuenten hoy con la ayuda de autoridades gubernamentales y dirigentes políticos concertacionistas que participaron en la UP y fueron compañeros de las víctimas de esa verdadera guerra al pueblo.

INICIO DE LA RESISTENCIA POPULAR

Después del golpe nuestros esfuerzos se centraron en la reorganización clandestina del MIR. No era tarea fácil sumergir un movimiento que se había desarrollado bajo condiciones de amplias libertades democráticas y de lucha política y social abierta. Nos ayudó la experiencia clandestina de los años 69-70, que en el período de la UP mantuvimos ciertas normas de seguridad, y que previo al golpe la dirección preparó algunas casas de seguridad, depósitos clandestinos de armas, habilitación de documentación falsa, y otros medios de clandestinidad. Pero no era suficiente para asegurar el resguardo de los dirigentes nacionales y regionales, y de varios cientos de cuadros y militantes perseguidos por la dictadura.

Miguel nos dio el ejemplo: premunido de la documentación que respaldaba su nueva identidad como un profesional acomodado y militante del derechista Partido Nacional, sin bigotes y con el pelo rizado, vestido elegantemente, se movilizaba en auto acompañado de Carmen Castillo reconectando compañeros, consiguiéndoles casas de seguridad y trasladándolos; organizando puntos de contacto, sistemas de enlaces y traslado de mensajes que aseguraran la comunicación secreta entre los cuadros de dirección; orientando a éstos en las tareas de reorganización clandestina, normas de compartimentación a aplicar en las estructuras partidarias, y formas de revincularse con los frentes sociales; impulsando la retoma de contacto con las provincias; planificando la recuperación de algunos armamentos y la reestructuración de las tareas de resistencia; el establecimiento de contacto con los demás partidos de Izquierda y sectores antigolpistas de la DC, para alentar la unidad antidictatorial; el desarrollo de las comunicaciones con el exterior que permitieran canalizar el apoyo internacional y en especial el proceso de constitución de la Junta de Coordinación Revolucionaria del Cono Sur, con el PRT-ERP en Argentina, los Tupamaros en Uruguay y el ELN en Bolivia.

Hacia fines de 1973, la comisión política y el grueso de los dirigentes nacionales, así como varios centenares de cuadros medios y militantes habíamos logrado resguardarnos en la clandestinidad y avanzábamos en la restructuración del MIR. Incluso uno de los principales problemas, la reorganización de muchos dirigentes y cuadros de provincias que se habían replegado a Santiago, agrupándose en lo que llamamos las "colonias", empezaba a solucionarse con su distribución hacia otras regiones del país donde no eran conocidos.

Con el tiempo ha sido posible formarse una idea más completa de lo brutal y masiva que fue la represión, pero en las primeras semanas era difícil medir cuánto había afectado al movimiento de masas, a los demás partidos de la Izquierda e incluso a nuestra propia organización.

En esas primeras semanas había un sentimiento de incredulidad. Corrían rumores de que el general Carlos Prats estaba rearticulando a los sectores democráticos de las FF.AA. Se comentaba que Carlos Altamirano (secretario general del Partido Socialista) permanecía en la clandestinidad. Aunque Corvalán había sido detenido a fines de septiembre, se decía que el Partido Comunista se reorganizaba bajo la conducción del subsecretario, Víctor Díaz. Recibíamos informaciones de que en sectores de base de la Izquierda persistía un ánimo de lucha, de que había grupos obreros que realizaban formas de sabotaje en sus industrias, que en las poblaciones se conformaban redes de apoyo, en los campos de concentración los compañeros se organizaban unitariamente y mantenían su espíritu en alto.

Nuestro juicio era que la represión había forzado al movimiento de masas a un profundo repliegue, que sus organizaciones estaban fuertemente golpeadas, pero que no había sido aplastado. Percibíamos que en sectores medios que habían apoyado el golpe, el entusiasmo inicial daba paso a un cierto desencanto con el gobierno militar. Ello abría la expectativa de contradicciones en la base social golpista, que en un futuro cercano sería posible atraer a la pequeña burguesía al campo democrático y quebrar el bloque dictatorial. La declaración de condena al golpe militar que dieron a conocer Tomic, Leighton y Fuentealba, fue un signo alentador. Confiábamos en que la larga tradición democrática de los sectores medios, así como las tradiciones sindicales, la gran politización del campo popular, y el peso de los partidos políticos, serían factores que favorecerían la conformación de un amplio bloque contra el gobierno autoritario. También nos entusiasmaba el repudio mundial contra el gobierno militar y el enorme movimiento exterior de solidaridad con la lucha antidictatorial.

Valorábamos de que a pesar de la represión, el MIR tenía condiciones favorables para imprimirle un carácter revolucionario al movimiento de resistencia. Considerábamos que la caída del gobierno de la UP era la derrota de los reformistas, pero no de los revolucionarios. Era efectivo que las políticas revolucionarias habían ganado una mayor legitimidad en el movimiento popular. Pero hoy creo que nos equivocamos al no apreciar que con la dictadura militar el movimiento popular en su conjunto, incluido los revolucionarios, habíamos sufrido una profunda derrota histórica.

Fue este conjunto de factores y apreciaciones los que llevaron a la dirección a levantar la consigna "el MIR no se asila” y a proponernos mantener a todos los dirigentes y los militantes en la clandestinidad. Muchas veces me han preguntado si acaso fue una locura, una política errada. Es evidente que esa política fue motivada en parte por una apreciación incorrecta sobre la profundidad de la derrota, así como una subvaloración de la fortaleza política del gobierno dictatorial y su capacidad represiva. También nos equivocamos al creer que podríamos construir en poco tiempo una clandestinidad capaz de proteger al conjunto de nuestro movimiento e impulsar con rapidez un vasto bloque antidictatorial. Pero al mismo tiempo, nuestra opción tuvo una dimensión ética y política correcta. En las semanas siguientes al golpe, la mayoría de los dirigentes de los partidos de la Izquierda tradicional se asilaron por iniciativa propia u orientación de sus partidos. Aunque fuera comprensible que lo hicieran porque no tenían otra forma de evitar la prisión, o incluso la muerte, esto provocó una imagen de desbande y desmoralización en las bases del movimiento popular que no tenía las mismas posibilidades de exiliarse y que se sintieron abandonadas. Ante esa situación pensamos que era fundamental rescatar el ejemplo moral del presidente Allende, que resistió a los golpistas con un arma en las manos, sin abandonar la responsabilidad que le había dado su pueblo. Como el propio Allende se lo había mandado a decir a Miguel, nos tocaba a nosotros continuar esa resistencia, impulsando junto al pueblo y al resto de la Izquierda, la construcción de un movimiento democrático revolucionario capaz de derrocar la dictadura y abrir nuevamente las grandes alamedas de la soberanía popular. Nuestro error fue aplicar la política de rechazo al asilo y de mantener a los dirigentes y militantes perseguidos en Chile como una cuestión de principio estratégico, inflexible, cuando en realidad la correlación de fuerza real y las condiciones represivas exigían manejarse con mayor cautela y flexibilidad táctica. Pero este error no invalida que la decisión del MIR, y también del PC y sectores del PS, de reorganizar desde la clandestinidad direcciones y estructuras partidarias que impulsaran la lucha de resistencia fuera una línea política y moralmente correcta. Hay sectores venidos de la Izquierda que, encantados por las regalías, las concepciones, y las prácticas esencialmente corruptas, oportunistas y manipuladoras que imperan en las alturas del actual sistema político institucional, pretenden justificar sus abandonos desvirtuando la resistencia popular como una visión estérilmente heroica de la política. Ellos no comprenden que no se trata de una concepción heroica, sino que la política revolucionaria además de buscar la racionalidad estratégica y la eficacia táctica, requiere también de un fuerte componente ético, de consecuencia personal y de lealtad.

TACTICA ANTIDICTATORIAL DEL MIR

Con la dictadura militar las clases dominantes abrieron un período contrarrevolucionario. Lograron derrotar (aunque no aniquilar) el movimiento popular y revolucionario en ascenso, desarticular represivamente a las organizaciones de masas y forzar a éstas a un profundo reflujo. Establecieron así las condiciones para iniciar un proceso de reestructuración y consolidación de la dominación oligárquica, y para intentar superar la crisis del modelo capitalista de acumulación capitalista que se arrastraba desde hacía dos décadas. Las condiciones de la lucha habían cambiado totalmente. En diciembre de 1973, a través de un documento escrito por Miguel, la comisión política propuso la nueva táctica del MIR para el período dictatorial.

A esa altura era evidente que el grueso del bloque dictatorial no tenía intenciones de restaurar el viejo Estado democrático burgués que había sido la forma "normal" de representar y consensuar los intereses de las diversas fracciones burguesas y ofrecer un cierto espacio de participación subordinada a los sectores medios y populares. Por el contrario, todo apuntaba a la prolongación del Estado de "excepción", que concentraba en el gobierno castrense la suma de poderes ejecutivo, judicial y legislativo, eliminando toda forma de representación electoral y disolviendo y/o recesando los partidos políticos y las organizaciones sociales, permitiendo así que el proceso contrarrevolucionario fuera encarado con autonomía y de forma expedita, apoyado en la fuerza armada. Esto era necesario no sólo para restablecer una política de superexplotación de los trabajadores e impedir la reemergencia del movimiento popular y revolucionario mediante la continuación del estado de guerra interno, sino también para resolver las contradicciones que comenzaban a aparecer en el propio bloque social dictatorial.

Desde un primer momento todos los partidos de Izquierda coincidimos en que era necesario alentar una amplia política de alianza antidictatorial que atrajera a los sectores sociales y políticos que comenzaban a entrar en contradicción con el gobierno militar, pero concebimos ejes estratégicos distintos para el desarrollo de esta política. El Partido Comunista, sectores del Socialista, del Radical y del MAPU, entendían que el eje de la estrategia antidictatorial de la Izquierda pasaba por rescatar a la burguesía democrática (como caracterizaban ellos al conjunto del PDC y la derecha "liberal"). Para esto debía evitarse las formas de lucha violenta que alejaran a estos sectores.

Justificaban esta política con la caracterización del gobierno militar como una "dictadura fascista". Nosotros diferimos porque, si bien los métodos represivos de la Junta eran tan brutales como los de los gobiernos fascistas europeos, ella carecía de la amplia base de apoyo social obrera, campesina y pequeña burguesa que llevó al fascismo histórico al poder. En el caso chileno las amplias masas populares podían estar golpeadas, desorganizadas, en profundo repliegue, pero se oponían a la dictadura. Incluso crecientes sectores de la pequeña burguesía asalariada y propietaria que apoyaron el golpe, descontentos por las alzas, la desocupación, la falta de libertades comenzaban a distanciarse del régimen. La dictadura se asemejaba más a las "dictaduras gorilas" de otros países latinoamericanos, es decir, gobiernos autoritarios contrainsurgentes que se apoyaban en las instituciones militares como cuerpo, pero carecían de gran apoyo social. Tras esta discusión aparentemente académica, se escondía una diferencia estratégica importante con el PC. Para el MIR el eje de la estrategia antidictatorial pasaba por el desarrollo de un amplio movimiento de resistencia popular que uniera a los sectores populares y atrajera a la pequeña burguesía democrática. No nos oponíamos a la acción táctica conjunta con los sectores de la burguesía que entraran en contradicción con la Junta Militar, pero dudábamos de que estuvieran dispuestos a desarrollar una activa lucha democrática y menos aún unirse en un mismo bloque con la Izquierda. Sólo el avance de la lucha social, política y violenta de las masas contra el gobierno militar lograría arrastrar a la oposición burguesa a una activa lucha democrática. En conclusión, el MIR postulaba que la lucha contra la tiranía militar debía descansar en la fuerza propia del pueblo organizado, el cual no debía sacrificar su independencia, ni dejar de desarrollar todas las formas de lucha, entre ellas la resistencia armada que jugaría un papel principal en el derrocamiento de la dictadura.

Con la implantación del nuevo período contrarrevolucionario la conquista del poder había dejado de estar a la orden del día. Los objetivos programáticos pasaban a ser la lucha contra la represión, por el término del estado de guerra y el restablecimiento de la justicia, por mejores condiciones de vida del pueblo, por los derechos y libertades democráticas, por el derrocamiento de la dictadura y por la convocatoria de una Asamblea Constituyente que garantizan "el derecho de las mayorías a decidir su propio destino". Ello no significaba abandonar nuestros objetivos revolucionarios, pero sí comprender que sólo a través de la lucha democrática podríamos acumular una fuerza estratégica revolucionaria. Dependería de la fuerza popular acumulada que la lucha antidictatorial desembocara en la sola recuperación de una democracia formal, o en la conquista de una democracia revolucionaria sustentada en la construcción del poder popular.

Se alentó como tarea política central el impulso de la unidad de la Izquierda en el desarrollo de la resistencia popular. Se trataba de construir alianzas desde la base, en el marco de la lucha antidictatorial conjunta, y no limitarse a la búsqueda de entendimientos por arriba.

En lo que respecta a las formas de lucha se orientó el empleo flexible de todas. Aunque la represión dictatorial obligaba a darle un peso mucho mayor a las formas ilegales de lucha, no había que despreciar los limitados espacios de actividad institucional y legal que pudieran persistir. Se impulsó la formación de comites clandestinos de resistencia popular, revalorando los espacios territoriales hasta llegar a desarrollar cordones de resistencia por comunas que coordinaran en el futuro las luchas antidictatoriales. En cuanto la resistencia armada, se insistió en el desarrollo de una lucha militar vinculada a las masas, ligada a sus intereses y condiciones concretas, evitando acciones vanguardistas que alejaran a las masas de la resistencia popular.

LA REPRESION SELECTIVA

Al cabo de pocas semanas el gobierno militar constató que con sus operaciones de represión masiva había logrado desarticular las organizaciones de masas y buena parte de los partidos de Izquierda, pero que no había conseguido aplastar al MIR ni al PC, que estaban reorganizándose desde la clandestinidad. Era necesario centralizar una capacidad de inteligencia y acción contrainsurgente que permitiera desarrollar una represión selectiva más eficaz. Pinochet formó la DINA en noviembre de 1973, designando al coronel Manuel Contreras, quien reclutó cientos de miembros de las distintas ramas de las FF.AA. y los concentró en Tejas Verdes para formarlos con la ayuda de oficiales norteamericanos, israelitas y brasileños, en las técnicas de vigilancia, chequeo, arresto, interrogatorio y tortura, infiltración, aniquilamiento y desaparición de personas, contrainteligencia, operaciones psicológicas, etc.

A fines de noviembre de 1973, mi compañera había arrendado con la ayuda de un familiar una casita en La Florida, donde nos fuimos a vivir con nuestra pequeña hija, Pepa, asumiendo personalidades falsas. El fiel y querido James (Patricio Munita), que me apoyaba en las tareas de seguridad, aparentaba ser un hermano de Mary Ann que visitaba la casa. Unas dos o tres semanas más tarde Miguel me pidió que alojara a Van Schouwen en nuestra vivienda porque había tenido que dejar su casa de seguridad. James lo recogió en un punto de contacto y lo trajo escondido en el auto a la casita de La Florida. A pesar de nuestro esfuerzo por convencerlo de que se podía quedar con nosotros todo el tiempo que fuera necesario, de que era un lugar seguro y que nadie se daría cuenta que estaba oculto en la casa, Bauchi insistía en trasladarse a otro lugar.

Consideraba que era muy arriesgado que dos miembros de la comisión política estuvieran en el mismo lugar. Tanto insistió que James le ofreció llevarlo a la parroquia de los Capuchinos, donde un cura estaba dispuesto a recibirlo. Pero ya con Bauchi en la parroquia ese cura, poseído por el pánico, fue a consultar a su amigo de más confianza, un reaccionario vinculado a los militares, qué podía hacer. Y éste no dudó en faltar a la confianza de su amigo cura para denunciar a los militares la presencia de los "terroristas". La noche del 13 de diciembre los militares irrumpieron en la parroquia deteniendo a Bauchi y a James. Nuestros compañeros fueron brutalmente torturados y asesinados. Ninguno entregó la casita de La Florida donde me ocultaba con mi familia. La caída de Bauchi y James fue un golpe muy duro para todos nosotros, sobre todo para Miguel pues Bauchi, además de haber sido su cuñado, fue su más íntimo amigo y compañero, un verdadero hermano que desde muchacho lo había acompañado en la vida y en la lucha.


La primera caída de un miembro de la comisión política constituyó un alerta, aunque lo valoramos como un golpe aislado, casi circunstancial. Pero a partir de marzo de 1974 recibimos una serie de golpes represivos: Arturo Villabela (se resistió y cayó herido), Roberto Moreno, Luis Retamal, Ricardo Ruz, Catalán, José, Vilo, Paine, y otros militantes fueron detenidos por el SIFA y llevados a la Academia de Guerra Aérea (AGA). Estos golpes no eran ya circunstanciales. Evidenciaban debilidades en nuestra seguridad, pero también la fragilidad de nuestra clandestinidad. En abril fue detenido Víctor Toro. En mayo cayó en Lautaro, junto a seis compañeros, Víctor Molfiqueo (el Manque), dirigente campesino; en Temuco, otro grupo más grande de compañeros fue detenido; y volvimos a sufrir golpes represivos en la capital. Habíamos perdido entre compañeros muertos y detenidos, más del 40% de la CP y del comité central.

En junio, después de una evaluación muy crítica de la situación de seguridad, la CP decidió introducir importantes rectificaciones en nuestra política de construcción clandestina. En primer lugar, concluimos que nos habíamos propuesto un nivel de tareas superiores a las condiciones de nuestra organización, proponiendo reducir el ritmo de actividades y aplicar medidas de seguridad, compartimentación, funcionamiento, comunicaciones, etc., mucho más rigurosas. De hecho, implicaba postergar la retoma de la iniciativa táctica que a través de acciones de propaganda armada preparábamos para el segundo semestre del 74 y realizar en cambio un repliegue interno para construir una clandestinidad más profunda. Acordamos flexibilizar nuestra decisión de mantener la dirección en Chile. Ya en abril habíamos aprobado la salida de Edgardo Enríquez, para hacerse cargo del trabajo exterior. En junio decidimos replegar un tercio de los miembros de la CP y el CC para resguardarlos de la represión, mantener otro tanto en Chile dedicados exclusivamente al fortalecimiento de su seguridad, y sólo un tercio asignarlo a "tareas de choque". Pero lo más importante es que, con la oposición de Miguel, el resto de la CP aprobó su repliegue secreto al exterior. Por decisión unánime, fui designado sustituto del secretario general y responsable de las tareas en el interior.

Se acordó completar las instancias de dirección mediante la cooptación de nuevos cuadros al CC y a la CP, designándose entre estos últimos a Dagoberto Pérez y Hernán Aguiló. También se promovieron al CC compañeros que se encontraban en los campos de concentración, orientando a los militantes presos a que, a través de sus familiares, impulsaran también la resistencia popular. Por primera vez se planteó desarrollar la lucha antidictatorial a partir de militantes que estaban expuestos a la represión.

Aunque Miguel aceptó formalmente su repliegue al exterior, fue demorando el traspaso de las tareas de dirección. En esos meses nos habíamos trasladado con mi familia a vivir en una parcela en La Pintana. Nuestra fachada era un criadero de gallinas. A Miguel le gustaba visitarnos con mi hija Camila y su hija Javiera, que jugaban con Pepita, mientras nosotros conversábamos sobre los asuntos del partido. Ya habíamos decidido enviar a las niñas al exterior, así que procurábamos gozar lo más posible de su estadía con nosotros. A Miguel le encantaban los huevos revueltos con ketchup. Le divertía ir con las niñas al gallinero a recoger huevos frescos que comería al desayuno. Fácilmente se podía comer siete o más huevos de una vez.

Las readecuaciones de nuestra clandestinidad no lograron resguardar nuestra organización. Durante junio y julio seguimos recibiendo golpes, pero ahora también los asestaba la DINA. El comandante Edgar Ceballos, con autorización de la FACH, intentó aprovechar nuestra difícil situación para negociar la rendición del MIR, ofreciendo la salida de nuestros dirigentes presos y clandestinos al exterior. A principios de agosto decidimos aparentar que aceptábamos abrir negociaciones, exigiendo que se reconociera la detención de nuestros compañeros y se autorizara que fueran visitados por mi madre, Laura Allende, y el obispo Camus, lo que se concretó el 30 de agosto. Logrado este objetivo que hacía más difícil que nuestros compañeros fueran asesinados, el MIR informó públicamente de los propósitos del SIFA, de la constatación con testigos de que nuestros compañeros estaban vivos, y del rechazo a toda negociación con la dictadura.

El 21 de septiembre la DINA logró detener a Lumi Videla. Al día siguiente cayó Sergio Pérez, su compañero. Al subsiguiente cayeron tres militantes del mismo equipo, que por estar encargados de las comunicaciones con los regionales estaban muy vinculados con Miguel. La represión estaba acercándose peligrosamente. Conocían los barrios por donde se movía y posiblemente vivía Miguel, conocían que su compañera, Carmen, estaba embarazada. El 4 de octubre, Miguel llegó temprano a nuestra parcela en La Pintana, para advertirnos que no fuéramos a un punto de contacto a través del cual yo debía asumir tareas de choque. En la tarde Miguel, acompañado de Humberto Sotomayor, asistió a un contacto cerca de la Piscina Mundt donde la DINA los estaba esperando: lograron salir de la trampa a balazos.

EL GOLPE MAS DEMOLEDOR

La DINA venía desde hace días recorriendo los barrios de la zona sur de Santiago donde calculaba que podría ocultarse Miguel. Con una foto de Carmen Castillo iban preguntando en los almacenes y entre vecinos de los barrios. El 5 de octubre, lograron ubicar la casa de Miguel y Carmen en calle Santa Fe. Además de Miguel, allí se encontraban Humberto Sotomayor y José Bordaz. Alrededor de las 13 horas Miguel vio a dos vehículos sospechosos pasar lentamente y alertó al resto de los compañeros para prepararse a abandonar la vivienda. En eso volvió Carmen que realizaba gestiones para conseguir otra casa. Presentían desde hacía días que la casa de Santa Fe ya no era segura. Cuando se dirigían al garage para marcharse, la DINA comenzó a atacar la casa. Cuenta Carmen que Miguel con su fusil AKA respondió abriendo fuego desde una ventana de la sala. Ella lo hizo con una metralleta Scorpio desde la ventana del dormitorio. Sotomayor y Bordaz dispararon desde otras posiciones para abrirse paso hacia la ruta de escape prevista por el patio posterior hacia casas vecinas. Después de unos minutos, el tiroteo cesó y Miguel le hizo señas desde la puerta para que escaparan por el patio. En ese momento una granada hizo explosión, hiriéndolos.

Ella recuerda que al tratar de incorporarse, sin lograrlo, vio a Miguel tirado en el suelo en el pasadizo que separaba la casa del garage, con la cara ensangrentada, con el fusil en la mano, mirándola con ojos vivos pero respirando con dificultad. Ella, que estaba mal herida, perdió el conocimiento y no supo qué sucedió con Sotomayor y Bordaz. Este último relató posteriormente que Sotomayor, que es médico, le informó que Miguel estaba muerto de un balazo en la cara, y lo instó a escapar por la ruta establecida, lo que ambos hicieron. Carmen recuerda que después recuperó momentáneamente el conocimiento y pudo ver a Miguel parapetado en un muro del garage, con el pómulo ensangrentado, disparando hacia la calle con mucha serenidad. Un gran número de efectivos de la DINA al mando del capitán Krasnoff Marchenko siguieron disparando. A las dos horas de iniciado el combate murió Miguel Enríquez, con diez heridas en el cuerpo, solo frente a sus enemigos, sin rendirse, consecuente con sus convicciones revolucionarias, leal a su pueblo, y mirando con la frente en alto a la historia.
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COMITÉ DE INICIATIVA 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MIR




[1] Hectáreas de Riego Básico –nota del COMITÉ DE INICIATIVA 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MIR

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