O Vivir con Honor o Morir sin Gloria
Martes,
11 de agosto
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Un
asesino más ha muerto en Chile: Manuel Contreras. Ha fallecido en la cama de un
hospital rodeado de un equipo de médicos y enfermeras, quienes cumpliendo con
su ética profesional, intentaron hacerle menos doloroso el fin de sus días.
Todos
los reclamos e improperios escritos y de palabra que podamos lanzar en contra
de este siniestro personaje, no bastarán para provocar la catarsis que necesita
el pueblo chileno en contra del abuso, la explotación y la represión desmedida
que han ejercido históricamente las clases dominantes en mi país.
Y
es precisamente porque a esos sectores dominantes les hemos permitido ejercer
su prepotencia de clase, sin oposición, que se han convertido en un
"ente" invulnerable - en última instancia -, en el mito de la
"Patria", con derecho a ejercer la violencia: su catarsis.
Es
su Patria la que han venido "salvando" periódicamente los dueños del
Poder en Chile: "Dulce Patria/ recibe los votos/ con que Chile/ tus aras
juró..."
Es
triste decirlo, pero el pueblo de Chile -en su inconsciente- ha jurado y
continúa jurando en las aras del Poder, en el altar sagrado de quienes han
tenido siempre "la sartén por el mango".
Juramento
que hoy día, para extirparlo, es necesario justamente una catarsis, una
catarsis popular. Se trata de una catarsis IDEOLÓGICA, y de largo aliento, una
catarsis que debe ser alimentada por una voluntad política permanente, sin
tregua. En último término, una catarsis CULTURAL.
La
alternativa realmente liberadora es continuar insistiendo en crear instancias
de representación de las grandes mayorías en las cuales vayamos aprendiendo a
gobernarnos horizontalmente. Estableciendo jerarquías plebiscitadas.
El
arte, la educación, las ciencias deberían estimular el acercamiento a ese
momento sagrado en el que el pueblo chileno haga sus votos ante el altar de la
Patria rescatada para todos. Con la premisa mínima de "A cada uno según su
trabajo, de cada uno según su capacidad".
Comprendo
que muchos chilenos quisieran terminar con el abuso y la prepotencia
devolviendo ojo por ojo. Sin embargo, de acuerdo a los ejemplos de la historia
universal, es más fácil ir hacia una muerte heroica que hacia la construcción
de una vida digna y honorable. Y es esta última la que necesitamos en nuestro
país.
Quién
sabe sin embargo, tal vez en Chile deberíamos restituir la pena de muerte
"restringida a quienes cometan graves delitos en contra de los Derechos
Humanos".
Quizás
esa ley nos evitaría la indignación de ver cárceles de lujo y juicios
interminables para ladrones y genocidas.
Mientras
nuestra clase dominante mantenga el poder, no solamente armado sino ideológico
- legitimado ante el inconsciente colectivo - no dejaremos de ser un pueblo
humillado y sin honor.
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