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domingo, 23 de agosto de 2015

ARGENTINA: ELECCIONES CON EL AGUA AL CUELLO


En Argentina, el pasado 9 de agosto, se llevó a cabo el proceso de elecciones primarias (PASO) con vistas a las presidenciales (y parlamentarias) del 25 de octubre de éste año. Competían 15 candidatos de 7 coaliciones políticas, resultando electos 6. El siguiente es un análisis del panorama tras esas primarias   

Por Carlos Abel Suárez*, en Sin Permiso
Agosto 16, 2015

Las inundaciones que castigan buena parte del conurbano de Buenos Aires, dejaron en un segundo plano el análisis de las elecciones primarias realizadas el pasado domingo 9 de agosto. Los rostros agobiados, angustiados y embroncados de los habitantes de las zonas abatidas por las aguas, dicen mucho más de la realidad argentina que centenares de horas de discursos y spots televisivos, de quienes buscaban un lugar en las nóminas de las elecciones generales del 25 de octubre.

El resultado de las PASO (Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) no despejó ninguna de las incógnitas sobre lo que pasará una vez que el kirchnerismo deje el gobierno en diciembre próximo. Un previsible primer lugar para el candidato del oficialismo, Daniel Scioli, con un 38,41 por ciento, seguido por Mauricio Macri, con el 30,07 por ciento y de Sergio Massa con el 20,63 por ciento, muestra la foto de un país políticamente viejo. Lo números confirman, en general, las encuestas de opinión. Sobre quién será el ganador en octubre y  cuáles sus puntos programáticos o su plataforma de acción, en caso de que la voluntad popular los empodere, nada está claro todavía.  ¿Giro a la derecha? Para quienes han soñado que alguna vez hemos estado en la izquierda. Ciertamente, los tres principales aspirantes buscan ser del centro, hablan del rol del Estado, de los derechos humanos y de la justicia social. Aunque para ser claro: los tres nacieron a la política con el menemismo, son hijos de Menem. 

Las PASO, de todas maneras, anunciaron algunos reacomodamientos, que si bien no son determinantes para los comicios generales, podrían cambiar alguna correlación de fuerza nacional o local.  El Frente de Izquierda, que integran el partido Obrero (PO), el partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y otras agrupaciones trotskistas menores, sumó el 3,31 por ciento, 726.054 votos, un aumento significativo con relación a las primarias de 2011, consolidándose como una fuerza política con presencia nacional. Al mismo tiempo sorprendió el triunfo de la fórmula del PTS, encabezada por Nicolás del Caño, derrotando al veterano dirigente del PO, Jorge Altamira. El FIT se propone repetir o aumentar los votos de 2013, con un crecimiento electoral en las provincias de Salta, Mendoza, Córdoba y Buenos Aires. Otros grupos de izquierda, como la UP, del líder sindical Víctor De Gennaro, el MAS, el MST y los seguidores de Luis Zamora, no superaron el piso establecido en las PASO, de modo que no estarán en las elecciones nacionales. 


Queda pendiente el recurrente debate sobre la incapacidad de alcanzar un verdadero frente único de la izquierda.

Por otro lado fue catastrófico el resultado del centro izquierda, representado por Margarita Stolbizer, que alcanzó el 3,51 por ciento de los votos. La debacle, que comenzó con la alquimia de Pino Solanas acercándose a Lilita Carrió -que duró una lluvia de verano- terminó dinamitando este espacio y dejando a Hermes Binner como la mortadela del sándwich, atrapado entre su trayectoria y sus socios provinciales, lo que le llevó a que quedar en cuarto lugar como aspirante a senador por Santa Fe.

El conurbano bonaerense: la madre de todas las batallas

El poderoso aparato electoral y territorial de los llamados barones del conurbano, que controlan los 28 municipios que rodean a la ciudad de Buenos Aires (el 24 por ciento del padrón electoral de todo el país) –la mayoría permanece en el poder desde el retorno de la democracia en 1983-, registró algunas alteraciones. Sólo tres fueron defenestrados, pero por dirigentes del mismo palo, o sea que está garantizada la continuidad del aparato electoral. En 20 distritos no se registrarán cambios, siguen los mismos, mientras fueron cinco los que recibirán la herencia por el dedo de los barones salientes.

El PRO, el partido de Macri, instaló con éxito la candidatura de María Eugenia Vidal, que tras una gran campaña publicitaria cosechó, no sin resistencia, los votos de una parte del radicalismo. Fue la candidata individualmente más votada con el 29,43 %, más de 2,2 millones de votos), pero muy atrás si sumamos los votos de los candidatos del peronismo (40,34%).  En la interna del kirchnerismo de la provincia de Buenos Aires, luego de una campaña no exenta de violencia verbal y duras acusaciones entre los candidatos (un producto no deseado del tropezón de CFK por no haber podido hacer aceptar la candidatura a gobernador a su  ministro Florencio Randazzo) triunfó el Jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, sobre el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Las denuncias sobre los vínculos de Fernández con el narcotráfico, fueron agitadas durante la campaña, una escalada que llegó al punto  de que el jefe de Gabinete acusara a su adversario como parte de una operación urdida en su contra. No obstante, la acusación no derrumbó a Aníbal Fernández, que contó con el apoyo de Cristina, mientras que a Domínguez la versión ampliamente difundida de que era el candidato de Papa Francisco, no alcanzó para evitarle la derrota. Todo pasa: en 2013 los candidatos se mataban por una foto con el flamante Papa argentino, hoy  la amistad de  Francisco no puede investir ni un diputado provincial.

En este cuadro, la campaña para las elecciones reales seguramente seguirá como hasta ahora, montañas de dinero en publicidad como si vendieran un producto de limpieza o de perfumería, sin ideas, sin definir un rumbo, sin decir cómo se sale de la pobreza, de la indigencia, de la inflación, de la corrupción, de la mentira de las estadísticas, de la degradación en cuestiones como la salud y la educación. Y cómo hacerlo cuando la economía hace tres años que está estancada y con alta inflación, al  término de los años exuberantes de la soja y del extractivismo minero.

Vecinos en apuros

La incompetencia para advertir el grado de dependencia de la economía argentina del mercado mundial no es un fenómeno nuevo. En los años 1928-1929, la clase dominante argentina, que no era tonta, tardó en comprenderlo.  El fenómeno se siguió repitiendo. Ahora hay quienes de repente se han sorprendido por la crisis bursátil china, la apreciación del dólar, la devaluación del yuan y del real. Una desaceleración de las economías emergentes y, particularmente, la acentuación del estancamiento o de un retorno a la recesión en Brasil, tendrán efectos negativos sobre la economía argentina.  Una cuestión que no es central hoy en el debate político, porque los principales candidatos, guiados por sus asesores de imagen,  tienen que tirar buenas ondas. Desde el retorno de la democracia, Néstor Kirchner fue el primer presidente que tuvo la suerte de asumir al gobierno con una economía en expansión y un formidable viento de cola, que duró hasta 2008. No tendrá esa suerte el próximo presidente, que llegue al gobierno en diciembre.  Cuando son consultados los consejeros económicos,  tanto de Macri como de Scioli, rehúyen en dar precisiones, sobre todo jamás pronunciar ajuste. De todos modos algo hay que decir. Mario Blejer, ex funcionario del FMI y consejero del Banco de Inglaterra, ahora principal asesor económico de Scioli,  a la pregunta de si era partidario de un shock o del gradualismo para corregir los desequilibrios de la economía argentina, respondió con una interesante analogía. “Cuando me preguntaban lo mismo en el momento de la transición de los países comunistas a la economía de mercado, yo les decía: ni shock ni gradualistas, sino oportunistas” (sic).

Si a las dificultades de la economía brasileña, le sumamos la previsible caída de la demanda china y la baja de los precios de las materias primas, hay que pensar en problemas que están ausentes en el debate  político y la agenda de la clase dominante argentina.  Diez días atrás una huelga general convocada por PIT-CNT paralizó Uruguay como hace 30 años no se veía.  Ciertamente, una respuesta al cierre de fábricas y a la pérdida de puestos de trabajos, declinación de la actividad económica por agotamiento del ciclo motorizado por la demanda brasileña y mundial, más la virtual parálisis del Mercosur.  Un proyecto para transformar el Mercosur en un Tratado de Libre Comercio, eliminando el arancel externo común, ya tiene estado parlamentario en Brasilia. Frente a la actual debilidad del gobierno de Dilma no sería extraño que prosperara esa vieja idea de los grandes grupos económicos paulistas a los que molesta el acuerdo económico regional.

A veces la mentira hace aguas

Las inundaciones en su provincia le jugaron mal al gobernador y primer candidato presidencial Daniel Scioli. Al día siguiente de las PASO viajó con su mujer y unos amigos a Roma, con el objetivo de tomar unos días de descanso en Calabria, para reponerse del estrés de la campaña. En realidad no había dicho eso, pero tuvo que confesarlo a su regreso súbito.  Los miles de evacuados y la parálisis oficial lo obligaron.

Algo similar pasó hace dos años,  con el intendente de La Plata, que estaba vacacionando, cuando una inundación arrasó con la ciudad al costo de un centenar de vidas. En aquella oportunidad el intendente Bruera trucó una foto para tratar de demostrar que ayudaba a sus vecinos en peligro, más tarde la mentira se desplomó. Pero Bruera y Scioli se pusieron de acuerdo para ocultar a los muertos, hasta que la justicia los puso al descubierto.

Esta vez de nuevo los candidatos aparecen chapoteando en el agua, trucando fotos y bajando la vista cuando los sufrientes les gritan: “no queremos colchones, queremos que no roben más”.

El grito de angustia no los conmueve demasiado.  Las actuales inundaciones, que golpean implacablemente a los más pobres de la sociedad, no son tragedias de la naturaleza, como no lo fue en La Plata, ni en los estragos ferroviarios. Hay culpables con nombre y apellido.

Desde el Siglo XIX existen estudios consistentes sobre las inundaciones en la provincia de Buenos Aires y desde aquella época se conocen propuestas científicas para dar una solución. Sin embargo, entre los gobernantes de turno y los propietarios de la tierra siempre las soluciones se patearon hacia adelante o, lo que es peor, hicieron lo contrario al buen criterio.  Al igual que lo que pasó en La Plata, en las zonas ahora inundadas se tendrían que haber realizados obras, que no sólo estaban proyectadas sino que figuran en el presupuesto de gastos de las administración de los últimos años y no han sido ejecutadas. El dinero se derivó a otros objetivos, electoralmente más redituables, pensando que lo malo no les va a pasar a ellos y que si ocurre después que se haga cargo el gobierno próximo. Todas las obras previstas para las cuencas de los ríos Salado, Luján y Areco, no fueron realizadas. A esta malversación se suma la ignominia de autorizar la construcción de centenares de barrios cerrados sin respetar los estudios de impacto ambiental ni la opinión de los expertos en asuntos hídricos. Igual responsabilidad les cabe a los que autorizaron negocios inmobiliarios deleznables, como la construcción de viviendas populares en los cauces naturales, al borde de los ríos, como se observa en Luján, entre otros muchos ejemplos. Cuando llueve y bajan las crecientes las aguas buscan los viejos cauces, es de una sabiduría antigua. La clave está en que tienen que dejar de mercantilizar la naturaleza.

*Carlos Abel Suárez es miembro del comité de redacción de Sinpermiso

Equipo Internacional –CAD CHILE

Agosto 23 de 2015

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