En
Argentina, el pasado 9 de agosto, se llevó a cabo el proceso de elecciones
primarias (PASO) con vistas a las presidenciales (y parlamentarias) del 25 de octubre
de éste año. Competían 15 candidatos de 7 coaliciones políticas, resultando electos
6. El siguiente es un análisis del panorama tras esas primarias
Por Carlos
Abel Suárez*, en Sin Permiso
Agosto 16, 2015
Las inundaciones que castigan buena parte del conurbano de Buenos Aires,
dejaron en un segundo plano el análisis de las elecciones primarias realizadas
el pasado domingo 9 de agosto. Los rostros agobiados, angustiados y embroncados
de los habitantes de las zonas abatidas por las aguas, dicen mucho más de la
realidad argentina que centenares de horas de discursos y spots televisivos, de
quienes buscaban un lugar en las nóminas de las elecciones generales del 25 de
octubre.
El resultado de las PASO
(Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias) no despejó ninguna de las
incógnitas sobre lo que pasará una vez que el kirchnerismo deje el gobierno en
diciembre próximo. Un previsible primer lugar para el candidato del
oficialismo, Daniel Scioli, con un 38,41 por ciento, seguido por Mauricio
Macri, con el 30,07 por ciento y de Sergio Massa con el 20,63 por ciento,
muestra la foto de un país políticamente viejo. Lo números confirman, en
general, las encuestas de opinión. Sobre quién será el ganador en octubre
y cuáles sus puntos programáticos o su plataforma de acción, en caso de
que la voluntad popular los empodere, nada está claro todavía. ¿Giro a la
derecha? Para quienes han soñado que alguna vez hemos estado en la izquierda.
Ciertamente, los tres principales aspirantes buscan ser del centro, hablan del
rol del Estado, de los derechos humanos y de la justicia social. Aunque para
ser claro: los tres nacieron a la política con el menemismo, son hijos de
Menem.
Las PASO, de todas maneras,
anunciaron algunos reacomodamientos, que si bien no son determinantes para los
comicios generales, podrían cambiar alguna correlación de fuerza nacional o
local. El Frente de Izquierda, que integran el partido Obrero (PO), el
partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) y otras agrupaciones trotskistas
menores, sumó el 3,31 por ciento, 726.054 votos, un aumento significativo con
relación a las primarias de 2011, consolidándose como una fuerza política con
presencia nacional. Al mismo tiempo sorprendió el triunfo de la fórmula del
PTS, encabezada por Nicolás del Caño, derrotando al veterano dirigente del PO,
Jorge Altamira. El FIT se propone repetir o aumentar los votos de 2013, con un
crecimiento electoral en las provincias de Salta, Mendoza, Córdoba y Buenos
Aires. Otros grupos de izquierda, como la UP, del líder sindical Víctor De
Gennaro, el MAS, el MST y los seguidores de Luis Zamora, no superaron el piso
establecido en las PASO, de modo que no estarán en las elecciones nacionales.
Queda pendiente el recurrente debate sobre la incapacidad de alcanzar un
verdadero frente único de la izquierda.
Por otro lado fue catastrófico el
resultado del centro izquierda, representado por Margarita Stolbizer, que
alcanzó el 3,51 por ciento de los votos. La debacle, que comenzó con la
alquimia de Pino Solanas acercándose a Lilita Carrió -que duró una lluvia de
verano- terminó dinamitando este espacio y dejando a Hermes Binner como la
mortadela del sándwich, atrapado entre su trayectoria y sus socios
provinciales, lo que le llevó a que quedar en cuarto lugar como aspirante a
senador por Santa Fe.
El conurbano
bonaerense: la madre de todas las batallas
El poderoso aparato electoral y
territorial de los llamados barones del conurbano, que controlan los 28
municipios que rodean a la ciudad de Buenos Aires (el 24 por ciento del padrón
electoral de todo el país) –la mayoría permanece en el poder desde el retorno
de la democracia en 1983-, registró algunas alteraciones. Sólo tres fueron
defenestrados, pero por dirigentes del mismo palo, o sea que está garantizada
la continuidad del aparato electoral. En 20 distritos no se registrarán
cambios, siguen los mismos, mientras fueron cinco los que recibirán la herencia
por el dedo de los barones salientes.
El PRO, el partido de Macri,
instaló con éxito la candidatura de María Eugenia Vidal, que tras una gran
campaña publicitaria cosechó, no sin resistencia, los votos de una parte del
radicalismo. Fue la candidata individualmente más votada con el 29,43 %, más de
2,2 millones de votos), pero muy atrás si sumamos los votos de los candidatos
del peronismo (40,34%). En la interna del kirchnerismo de la provincia de
Buenos Aires, luego de una campaña no exenta de violencia verbal y duras
acusaciones entre los candidatos (un producto no deseado del tropezón de CFK
por no haber podido hacer aceptar la candidatura a gobernador a su
ministro Florencio Randazzo) triunfó el Jefe de Gabinete, Aníbal
Fernández, sobre el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez. Las
denuncias sobre los vínculos de Fernández con el narcotráfico, fueron agitadas
durante la campaña, una escalada que llegó al punto de que el jefe de
Gabinete acusara a su adversario como parte de una operación urdida en su
contra. No obstante, la acusación no derrumbó a Aníbal Fernández, que contó con
el apoyo de Cristina, mientras que a Domínguez la versión ampliamente difundida
de que era el candidato de Papa Francisco, no alcanzó para evitarle la derrota.
Todo pasa: en 2013 los candidatos se mataban por una foto con el flamante Papa
argentino, hoy la amistad de Francisco no puede investir ni un
diputado provincial.
En este cuadro, la campaña para
las elecciones reales seguramente seguirá como hasta ahora, montañas de dinero
en publicidad como si vendieran un producto de limpieza o de perfumería, sin
ideas, sin definir un rumbo, sin decir cómo se
sale de la pobreza, de la indigencia, de la inflación, de la corrupción, de la
mentira de las estadísticas, de la degradación en cuestiones como la salud y la
educación. Y cómo hacerlo cuando la economía hace tres años que está
estancada y con alta inflación, al término de los años exuberantes de la
soja y del extractivismo minero.
Vecinos en apuros
La incompetencia para advertir el
grado de dependencia de la economía argentina del mercado mundial no es un
fenómeno nuevo. En los años 1928-1929, la clase dominante argentina, que no era
tonta, tardó en comprenderlo. El fenómeno se siguió repitiendo. Ahora hay
quienes de repente se han sorprendido por la crisis bursátil china, la
apreciación del dólar, la devaluación del yuan y del real. Una desaceleración
de las economías emergentes y, particularmente, la acentuación del
estancamiento o de un retorno a la recesión en Brasil, tendrán efectos
negativos sobre la economía argentina. Una cuestión que no es central hoy
en el debate político, porque los principales candidatos, guiados por sus
asesores de imagen, tienen que tirar buenas ondas. Desde el retorno de la
democracia, Néstor Kirchner fue el primer presidente que tuvo la suerte de
asumir al gobierno con una economía en expansión y un formidable viento de
cola, que duró hasta 2008. No tendrá esa suerte el próximo presidente, que
llegue al gobierno en diciembre. Cuando son consultados los consejeros económicos,
tanto de Macri como de Scioli, rehúyen en dar precisiones, sobre todo
jamás pronunciar ajuste. De todos modos algo hay que decir. Mario Blejer, ex
funcionario del FMI y consejero del Banco de Inglaterra, ahora principal asesor
económico de Scioli, a la pregunta de si era partidario de un shock o del
gradualismo para corregir los desequilibrios de la economía argentina,
respondió con una interesante analogía. “Cuando me preguntaban lo mismo en el
momento de la transición de los países comunistas a la economía de mercado, yo
les decía: ni shock ni gradualistas, sino oportunistas” (sic).
Si a las
dificultades de la economía brasileña, le sumamos la previsible caída de la
demanda china y la baja de los precios de las materias primas, hay que pensar
en problemas que están ausentes en el debate político y la agenda de la
clase dominante argentina. Diez días atrás una huelga general convocada
por PIT-CNT paralizó Uruguay como hace 30 años no se veía. Ciertamente,
una respuesta al cierre de fábricas y a la pérdida de puestos de trabajos,
declinación de la actividad económica por agotamiento del ciclo motorizado por
la demanda brasileña y mundial, más la virtual parálisis del Mercosur. Un
proyecto para transformar el Mercosur en un Tratado de Libre Comercio,
eliminando el arancel externo común, ya tiene estado parlamentario en Brasilia.
Frente a la actual debilidad del gobierno de Dilma no sería extraño que
prosperara esa vieja idea de los grandes grupos económicos paulistas a los que
molesta el acuerdo económico regional.
A veces la mentira
hace aguas
Las inundaciones en su provincia
le jugaron mal al gobernador y primer candidato presidencial Daniel Scioli. Al
día siguiente de las PASO viajó con su mujer y unos amigos a Roma, con el
objetivo de tomar unos días de descanso en Calabria, para reponerse del estrés
de la campaña. En realidad no había dicho eso, pero tuvo que confesarlo a su
regreso súbito. Los miles de evacuados y la parálisis oficial lo
obligaron.
Algo similar pasó hace dos años, con el intendente de La Plata, que
estaba vacacionando, cuando una
inundación arrasó con la ciudad al costo de un centenar de vidas. En
aquella oportunidad el intendente Bruera trucó una foto para tratar de
demostrar que ayudaba a sus vecinos en peligro, más tarde la mentira se
desplomó. Pero Bruera y Scioli se pusieron de acuerdo para ocultar a los
muertos, hasta que la justicia los puso al descubierto.
Esta vez de nuevo los candidatos
aparecen chapoteando en el agua, trucando fotos y bajando la vista cuando los
sufrientes les gritan: “no queremos colchones, queremos que no roben más”.
El grito de angustia no los
conmueve demasiado. Las actuales inundaciones, que golpean
implacablemente a los más pobres de la sociedad, no son tragedias de la
naturaleza, como no lo fue en La Plata, ni en los estragos ferroviarios. Hay
culpables con nombre y apellido.
Desde el Siglo XIX existen
estudios consistentes sobre las inundaciones en la provincia de Buenos Aires y
desde aquella época se conocen propuestas científicas para dar una solución.
Sin embargo, entre los gobernantes de turno y los propietarios de la tierra
siempre las soluciones se patearon hacia adelante o, lo que es peor, hicieron
lo contrario al buen criterio. Al igual que lo que pasó en La Plata, en
las zonas ahora inundadas se tendrían que haber realizados obras, que no sólo
estaban proyectadas sino que figuran en el presupuesto de gastos de las
administración de los últimos años y no han sido ejecutadas. El dinero se
derivó a otros objetivos, electoralmente más redituables, pensando que lo malo
no les va a pasar a ellos y que si ocurre después que se haga cargo el gobierno
próximo. Todas las obras previstas para las cuencas de los ríos Salado, Luján y
Areco, no fueron realizadas. A esta malversación se suma la ignominia de
autorizar la construcción de centenares de barrios cerrados sin respetar los
estudios de impacto ambiental ni la opinión de los expertos en asuntos
hídricos. Igual responsabilidad les cabe a los que autorizaron negocios
inmobiliarios deleznables, como la construcción de viviendas populares en los
cauces naturales, al borde de los ríos, como se observa en Luján, entre otros
muchos ejemplos. Cuando llueve y bajan las crecientes las aguas buscan los
viejos cauces, es de una sabiduría antigua. La clave está en que tienen
que dejar de mercantilizar la naturaleza.
*Carlos Abel Suárez es miembro del
comité de redacción de Sinpermiso
Equipo Internacional –CAD CHILE
Agosto 23 de 2015
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