“Chile, 50 años de extrema desigualdad:
investigación basada en datos históricos del SII”
Tras revisar datos tributarios históricos un grupo de académicos
sugiere que entre 1962-2014 Chile ha sido el país más desigual de la OCDE y de
los estados latinoamericanos en los que hay datos comparables. La investigación
sostiene que nuestra desigualdad actual es superior a la que teníamos en los
años 60 y 70, pese a que desde el regreso a la democracia la tajada que se
llevan los más ricos ha bajado. Sus datos muestran, además, que entre 2010 y
2014 la desigualdad se ha incrementado, lo que contradice los datos de la Casen
2015. De hecho la Casen sale mal parada de esta medición, pues el estudio dice
que, al compararla con los datos tributarios, hay evidencia de que “ha
subestimado los ingresos más altos”
Chile no solo
ostenta el récord de ser actualmente el país más desigual de la OCDE; su
desigualdad ha sido candidata a medalla de oro desde mucho antes de ingresar a
ese club internacional: por lo menos desde 1964. Es decir, la falta de equidad
ha campeado en nuestro país con independencia de si gobernaba un DC, como
Eduardo Frei Montalva; un socialista, como Salvador Allende; un dictador pro
gran capital, como Augusto Pinochet, o cualquiera de los cinco presidentes
desde el retorno a la democracia hasta hoy. Solo en la última década un país de
la OCDE nos ha disputado el primer lugar: Estados Unidos, una nación que, como
dijo a CIPER el cientista político Jeffrey Winters, tiene una concentración de la riqueza
superior a la que tenía el imperio romano. Entre los países latinoamericanos
que tienen datos comparables, solo Colombia se nos acerca. Argentina y Uruguay
son mucho más equitativos.
Por
supuesto, ha habido variaciones en los niveles de desigualdad chilenos en el
último medio siglo. El periodo de mayor equidad lo alcanzamos en la década
1964-1974, con los años 62, 68 y 74, como hitos; el periodo de más
desigualdad se produjo a partir de los 80.
Luego, se redujo paulatinamente desde el retorno a la democracia (1989) hasta 2010, aunque sin llegar a los niveles de las décadas de los 60 y 70.
Luego, se redujo paulatinamente desde el retorno a la democracia (1989) hasta 2010, aunque sin llegar a los niveles de las décadas de los 60 y 70.
Estos
datos provienen de la investigación “Ingresos altos en Chile: una
perspectiva histórica de la desigualdad en los ingresos personales (1962-
2014)” (“Top incomes in Chile: a historic
perspective of personal‐income inequalities”), llevada
adelante por un grupo de académicos que adelantaron algunos de sus resultados
este jueves en la conferencia sobre la desigualdad, organizada por el Centro de
Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).
El
eje de este trabajo es el gráfico que aparece aquí abajo (figura 1) y que
muchos investigadores del tema desigualdad y también del área tributaria
esperaban ver hace tiempo: la secuencia más larga que se ha logrado generar
sobre cómo el 1% más rico se apropia de un alto porcentaje de los ingresos
(nunca menos del 20% en los últimos 25 años, cuando se ajusta el nivel de
evasión como muestra la figura 2 que aparece más adelante).
Figura
1
- Participación en el ingreso en Chile del 1%, el 0,1% y el 0,01% (sin
ajuste por evasión)
Los
autores de este estudio son Facundo Alvaredo, Jorge Atria, Ignacio
Flores, Ricardo Mayer y Claudia Sanhueza, todos economistas,
salvo Atria, que es sociólogo.
En
el grupo destaca Claudia Sanhueza y Facundo Alvaredo. La primera es directora
del Magister de Políticas públicas de la U. Diego Portales, miembro de la
llamada “Comisión Bravo” que analizó el sistema de AFP, experta en pobreza y
que junto a Ricardo Mayer hizo en 2011 una de las primeras estimaciones sobre
la concentración de la riqueza y la desigualdad usando datos de la encuesta de
empleo de la U. de Chile; y Alvaredo ha publicado junto a Thomas Piketty, Emmanuel
Sáez y Anthony Atkinson, autores claves en las investigaciones modernas
sobre concentración y desigualdad. Estos últimos desarrollaron una metodología
basada en datos tributarios que fue aplicada en la presente investigación, lo
que permite que los resultados obtenidos para Chile puedan integrarse a la World Wealth Income Database,
un proyecto mundial en el que desde hace 15 años unos 90 investigadores
reconstruyen cómo ha evolucionado la desigualdad en el mundo en el largo plazo.
En
un país acostumbrando a oír que es parte del club de los más desiguales del
mundo, la mirada histórica que aporta esta investigación nos enfrenta al hecho
de que la desigualdad extrema ha sido parte de la cultura chilena y está
internalizada en la forma de relacionarnos al menos durante los últimos 50
años. A la vez, esta mirada de largo plazo complejiza las posibles
explicaciones para este problema. Por ejemplo, usualmente se considera
apropiado subir los impuestos para enfrentar la concentración, sin embargo, las
variaciones que se registran en Chile no parecen obedecer a eso. Dice el
estudio: “La coexistencia de tasas de impuestos constantes en el periodo de
máxima variación de participación de los ingresos altos en la riqueza
(1962-1980) sugiere que las tasas de impuestos no son el principal determinante
de los niveles de ingreso que obtienen los más ricos.”
Pero,
entonces, ¿qué explica este persistente alto nivel de desigualdad por sobre el
resto de los países?
Claudia
Sanhueza explicó a CIPER: “En este estudio medimos la desigualdad observando
qué proporción del ingreso total se lleva el 1% más rico. La distancia que
tiene Chile respecto de otros países con datos comparables se relaciona
con que los ingresos altos provienen, fundamentalmente, de ingresos
empresariales y financieros, no de ingresos laborales. Esto muestra que los
beneficios de las actividades productivas han estado favoreciendo
principalmente a los propietarios de las empresas y no a los trabajadores. Esto,
en un contexto en que los trabajadores no negocian colectivamente, tienen bajas
tasas de sindicalización y con empresarios que no han desarrollado actividades
productivas. Además, hay un tema de influencia política. Cuando los ingresos
están concentrados como en Chile, es probable que a través del financiamiento a
la política los ingresos altos influyan para que se generen políticas que los
favorecen. Finalmente, también hay un tema en la concentración en varios
mercados y falta de competencia, lo que se traduce en altas rentas económicas
no debido a la generación de mayor valor agregado sino a rentas monopólicas”.
PROBLEMAS DE LA CASEN
La
investigación también muestra que desde 2010 hasta 2014 la desigualdad ha
vuelto a crecer en Chile, lo que contradice lo afirmado a partir de la encuesta
Casen 2015, donde los datos sugirieron que la desigualdad estaba bajando
levemente.
Esa
no es la única contradicción que detectan entre el cuadro que muestra la Casen
y los datos tributarios de Impuestos Internos. De hecho, al examinar en una
perspectiva histórica esta encuesta que vienen haciéndose desde 1987 los
autores detectaron que la Casen permanentemente “ha subestimado a niveles
irreales los ingresos más altos”, por lo que consideran que no es un buen
instrumento para analizar la desigualdad.
Como
ejemplo, el estudio resalta que en 2009, de acuerdo a las cifras tributarias,
las 77 personas más ricas declararon un ingreso mensual de $100 millones,
mientras que de acuerdo a la Casen de ese año los 77 más ricos registraron
ingresos sólo por $10 millones. En palabras de los autores, la Casen puede
decir con mucha precisión qué es lo que pasa en la mitad de la distribución de
ingresos, pero dice poco sobre lo que ocurre entre los más ricos.
Esta
debilidad de la Casen refuerza la opción tomada por el grupo de Alvaredo y
otros de usar datos tributarios históricos elaborados por el Servicio de
Impuestos Internos. En particular, consideran el Impuesto global complementario (que se aplica a las
personas naturales por el total de sus rentas, ya sea que provengan de Chile o
el extranjero).
Pero
esos datos no han sido fáciles de obtener. De los casi tres años que ha llevado
sacar adelante esta investigación, buena parte de ellos se fueron en reunir la
información, que no se encontraba en un solo lugar ni estaban organizados de la
misma manera (por ejemplo, el SII cambiaba cada cierto tiempo los tramos de
ingreso que informaba). Por ello, reunir 50 años de datos y hacer
estimaciones a partir de ellos es uno de los grandes aportes de esta
investigación.
Los
autores reconocen que la información tributaria también tiene limitaciones: al
tomar en cuenta lo que las personas declaran, es imposible limpiar
completamente la distorsión producida por la elusión y evasión tributaria,
fenómenos que llevan a subestimar los reales ingresos de los más ricos.
Para lidiar con este problema la investigación acudió al trabajo de Tasha Fairfield y Michel Jorrat (Top Income Shares, Business Profits, and Effective Tax Rates in Contemporary Chile), quienes accedieron a dos años de microdatos
tributarios y, combinándolos con información de ingresos corporativos, pudieron
hacer estimaciones bien fundadas sobre la evasión.
Fairfield
y Jorrat afirman en su estudio: “Los dueños encuentran formas legales e
ilegales de consumir las utilidades sin declarar dividendos y por lo tanto sin
pagar el correspondiente impuesto individual: por ejemplo, vehículos de lujo
para uso personal pueden ser registrados a nombre de la empresa (elusión) o la
distribución de utilidades puede ser simplemente omitida de las declaraciones
de impuestos (evasión). La evasión del impuesto a la renta se estima en 46%, y
esencialmente está asociada a la distribución de utilidades y dividendos”. Las
estimaciones de Fairfield y Jorrat sobre los niveles de evasión fueron usadas
en la presente investigación.
En
el caso chileno, las cifras tributarias presentaron otro problema: la
desaparición de todas las bases de datos entre 1982 y 1989, periodo que
coincide con el despegue económico de Chile. El estudio estima que en ese
periodo ocurre el peak de desigualdad en los últimos 50 años. Sobre la
desaparición de la información, el estudio afirma que “no es muy
sorprendente que ocurra en dictadura”.
Esa
limitación de datos impidió también realizar estimaciones sobre los ingresos
que posee el 0,1% de la población y el 0,01% y solo se pudo trabajar el 1% más
rico.
El
estudio determina que ese 1% obtuvo el 27% de los ingresos del país en 1990 y
capturó el 23% en 1994. Pese a la tendencia a la baja, esos porcentajes
ubican a la élite chilena como la que durante más tiempo y con más éxito ha
logrado apropiarse de la riqueza de su país, entre las élites de la OCDE y de
Latinoamérica.
COMPARACIONES INTERNACIONALES
Al
comparar a Chile con países latinoamericanos donde hay información disponible,
el único que se nos acerca es Colombia cuya élite alcanzó a la chilena en 2010,
apropiándose de cerca del 23% de los ingresos de su país. Con todo, los datos
muestran que estamos mucho más arriba que Argentina o Uruguay. Un cuadro más
completo se obtendrá cuando estén disponibles las cifras de países de alta
desigualdad, como México y Brasil.
Figura
2 – Comparación internacional del 1% más rico (con ajustes por evasión)
Latinoamérica 1990-2013
Figura
3 – Comparación internacional, top 1% de 19 miembros de la OCDE)
Chile
también destaca al considerar 19 países miembros de la OCDE que tienen datos comparables.
El 1% más rico de Chile aparece concentrando consistentemente al menos 10
puntos porcentuales más que el resto de las elites. “El único país que alcanza
un nivel similar es Estados Unidos y solo desde mediados del 2000”, afirma el
estudio.
El artículo se cierra analizando si se aplica a Chile la explicación que ha dado Thomas Picketti para el aumento exponencial de la concentración de la riqueza en los últimos 50 años en el mundo. Esto es, que las tasas de retorno del capital (que constituyen gran parte de los ingresos de la elite) son superiores a las tasas de retorno del trabajo (que constituyen gran parte de los ingresos del 99% de los ciudadanos del mundo). En Chile, sin embargo, faltan datos para corroborar si este fenómeno ocurre y explica la extrema desigualdad. De hecho, el estudio da cuenta de que los datos tributarios de las personas parecen no recoger a cabalidad los ingresos corporativos, por lo que a los autores les parece urgente comprender mejor, en el contexto chileno, cómo operan esos ingresos que se reportan como corporativos, pero que se usan con propósitos personales.
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