El corrupto empresario Marcelo Odebrecht |
“Brasil, rumbo al
fin del mundo”
El
grupo que controla la mayor constructora de América latina involucró en la
corrupción a al menos 130 diputados, senadores, ministros y alrededor de 20
gobernadores. Las denuncias abarcan los mandatos de Cardoso, Da Silva y
Rousseff
En Sur y Sur –public. 24/11/16
En la tarde del
miércoles [23] se anunció formalmente que Marcelo Odebrecht, heredero y presidente
del gigante de la construcción, firmó su “acuerdo de delación premiada”. Además
de él, quien se encuentra detenido desde junio del año pasado, otros 77 altos
ejecutivos del grupo, que controla la que es la mayor constructora de América
latina, también empezaron a firmar acuerdos semejantes. A cambio de contar todo
lo que saben del esquema de corrupción existente no sólo en la estatal de
petróleo Petrobras, sino también en otras obras públicas que consumieron miles
de millones de dólares, podrán tener sus condenas reducidas.
Las
negociaciones entre detenidos, fiscales federales y Policía Federal suelen ser
largas, tensas e intrincadas, antes de que se llegue a la firma con el
Ministerio Público. En ese trámite, ya se sabe que tanto Marcelo Odebrecht como
sus antiguos directores mencionaron los nombres de por lo menos 130 diputados,
senadores, ministros, además de otros veinte gobernadores o ex gobernadores.
Corren
rumores, en Brasilia, de que el número total podrá acercarse y hasta superar la
marca de los 200. Además, ya se sabe que las denuncias no se refieren solamente
a los gobiernos del PT, con Lula da Silva (2003-2010) y Dilma Rousseff
(2011-2016), sino que retroceden al año 2000, cuando la presidencia era ocupada
por Fernando Henrique Cardoso, uno de los mentores e impulsores del golpe
institucional que destituyó a la mandataria electa por 54 millones de votos.
Entre
los nombres mencionados están los del actual presidente de la República, Michel
Temer, de al menos tres de sus principales ministros (Eliseu Padilha, de la
Jefatura de Gabinete; José Serra, de Relaciones Exteriores, y Geddel Vieira
Lima, secretario de Gobierno) y de otros políticos de importancia clave para el
actual gobierno. De hecho, las delaciones alcanzan, con el poder destructivo de
una bomba, el corazón del actual sistema político brasileño.
El
paso siguiente será la homologación, por el Supremo Tribunal Federal, de los
acuerdos. Para llegar a esto, se examinarán todos los términos de los acuerdos
alcanzados, se verificará su veracidad y serán pedidas pruebas de lo que consta
en las declaraciones.
Lo
que se sabe hasta ahora ha sido filtrado a los medios de comunicación, una
práctica ilegal pero de largo uso cuando los mencionados eran nombres de peso
del PT y sus antiguos aliados. Ahora les toca a los del gobierno nacido a raíz
del golpe institucional probar del mismo veneno antes destinado exclusivamente
al PT de Lula da Silva, lo que provoca sacudones de pánico en Michel Temer, sus
acólitos y sus paniaguados.
Tan
pronto se supo de la noticia empezaron a circular, en Brasilia, rumores con
buena base de credibilidad, indicando que parte de lo negociado podrá implicar
penas más suaves para algunos figurazos del actual gobierno. El daño moral y
sus consecuencias, sin embargo, serán inevitables.
Acosado
por pésimas noticias del área económica –en 2016 todos los indicadores fueron
revisados para peor, e igualmente retrocedieron las proyecciones para 2017–,
enfrentando fuerte resistencia en determinados nichos de la opinión pública
(hay más de mil secundarias públicas y un nutrido número de universidades
nacionales ocupadas por estudiantes), sin haber alcanzado siquiera vestigios de
la tan ansiada legitimidad, Michel Temer se ve cada vez más acorralado.
Sigue
discurseando por doquier, como si fuese otra la realidad vivida por el país y
por su gobierno. Pero es nítido su creciente aislamiento y la evidente falta de
estatura para conducir Brasil en un momento especialmente tenso y nebuloso.
La
más reciente muestra de que Temer carece de condiciones para diluir el cerco
que se aprieta cada vez más surgió, el pasado viernes 18, dentro de su propio
gobierno. En aquella ocasión Marcelo Calero, un diplomático joven y poco
expresivo, abandonó intempestivamente el Ministerio de Cultura. Para justificar
su abrupta renuncia, centró sus cañones contra Geddel Vieira Lima, que desde
hace un cuarto de siglo es íntimo amigo de Temer y uno de sus tres brazos
derechos (los otros dos son Eliseu Padilha, el jefe de Gabinete, y Moreira
Franco, encargado del multimillonario programa de privatizaciones).
De
forma convincente, gracias principalmente a los métodos de Geddel Vieira,
Calero lo acusó de haber intentado intervenir en una decisión del Instituto de
Patrimonio Histórico, órgano del Ministerio de Cultura, que impedía la
construcción de una torre de 30 pisos en un área de protección patrimonial en
Salvador, Bahía. Argumentando haber comprado un piso en el edificio cuya
construcción fue embargada, Geddel Vieira amenazó con recurrir directamente a
Temer, en caso de que el entonces ministro de Cultura no admitiera revertir la
decisión. Frente al escándalo desatado, Temer hizo exactamente lo que se podría
esperar de él: saltó en defensa de su viejo compinche.
Pasados
tres días ya se sabe que Geddel Vieira compró no uno, sino tres departamentos
en el edificio cuya construcción fue embargada. Como una especie de isla
cercada por escándalos y denuncias por todos los lados, Temer sigue
discurseando como si nada.
Mientras,
el país sigue a paso firme rumbo al fin del mundo. ¿Hasta cuándo?
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Noviembre 25 de 2016
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