“Sobre el gobierno de Allende y el Poder
Popular: el libro de Franck Gaudichaud”
“Aspiramos a que el régimen de
la memoria no se viva como áspera condena”
Miguel Mazzeo
“Es raro leer un libro llevado
con tanta convicción en el esfuerzo de dar la palabra a las y los de abajo”
Michäel Löwy
Por Andrés
Figueroa Cornejo
Franck Gaudichaud es un francés con medio
corazón en Chile. De hecho, su compañera y su único hijo, Darío, nacieron en el
país del fin del mundo. Master en Historia, Doctor en Ciencias Políticas y
militante político y social, es autor de ‘Poder popular y Cordones
Industriales’ (Ed. LOM), ‘Operación Cóndor. Terrorismo de Estado en el Cono
Sur’, ‘Las fisuras del neoliberalismo chileno. Trabajo, crisis de la democracia
tutelada y conflicto de clases’ (Ed. Tiempo Robado y Ed. Quimantú), entre otras
publicaciones.
Su
tesis doctoral para las y los lectores de habla española de ‘Chile
1970-1973. Mil días que estremecieron al mundo. Poder popular, cordones
industriales y socialismo durante el gobierno de Salvador Allende’,
publicada en el país andino por Ediciones LOM, fue lanzada en la Sala Domeyko
de la Casa Central de la Universidad de Chile el pasado 2 de noviembre ‘a
tablero vuelto’.
La
creatividad popular
Franck
Gaudichaud indicó que “el punto de partida del libro fue volver a una historia
sobre la cual existe un océano biográfico, pero donde, paradójicamente, queda
mucho por investigar. Cuando comencé, lo que más me llamó la atención fue que
hay un actor central del proceso muy poco investigado: el movimiento obrero.
Hay mucho sobre los partidos políticos, sobre el gobierno, sobre la
intervención imperialista, etc. ¿Pero dónde estaban los que hicieron el
proceso, los trabajadores, los sindicatos, los territorios y poblaciones? ¿Qué
pasaba en las fábricas, en la base? Queda mucho por estudiar sobre lo que
ocurrió en las regiones. Yo creo que es uno de ‘los tesoros perdidos de la
Revolución Chilena’, estos es, hay que recuperar toda la riqueza de ese período
que fue fiesta y drama, pero también fue mucha creatividad popular.”
Durante
el lanzamiento, Gaudichaud proyectó explicativamente una serie de fotografías
que ilustran los mil días del gobierno de la Unidad Popular, en especial, desde
abajo, desde los trabajadores y el pueblo.
“Compañero”
En
la presentación, la traductora al español del texto originalmente en francés,
Claudia Marchant (co-editora de Tiempo Robado Editoras), señaló que “a través
de la traducción de la tesis doctoral de Franck tuve la oportunidad de conocer
y entender mejor un texto de mi padre, el filósofo chileno Patricio Marchant, y
la importancia y fuerza que le asignó a la palabra ‘compañero’. La fuerza de la
dignidad de un momento histórico en el país, vivido por personas comunes y
corrientes que no dudan en decir que los años de la Unidad Popular (1970-1973)
fueron los más felices, los más plenos, los más importantes. A pesar de las
dificultades, de las peleas, del trabajo duro y de la derrota posterior, de la
dictadura y de nuestra actual pos-dictadura.
Patricio
Marchant escribía en 1989, ‘el régimen de Salvador Allende pudo tener los
orígenes sociales, históricos, económicos que se quieran. Pudo tener, y los
tuvo, todos los errores que se quieran. Pero para quienes lo vivimos a través
de la música de la palabra ‘compañero’, constituyó la única experiencia
ético-política de nuestra vida. Esa es la absoluta superioridad moral, ese ser
distinto, de otra especie, sobre los que nada supieron de la palabra compañero.
Mérito evidentemente no de nosotros, no de nuestra individualidad o de nuestro
ser persona. Mérito de esa palabra, de esa música. Música-palabra que no fue
inventada por alguien. Música-palabra que dice cuáles eran las fuerzas de ese
proceso histórico y nos señalaba sólo eso: la posibilidad de un corresponder a
ese proceso. Compañero. Porque una cosa es Salvador Allende, otra esa música
‘Compañero Presidente’, ese fundamento de la grandeza de Salvador Allende.
Atenuándose, las desigualdades persistían entre nosotros. Iguales éramos, sin
embargo, al saludarnos como ‘compañero, compañeros’. Ese sueño, poco tiempo
realidad, convirtió a Chile en un país digno de respeto.’”
“Una
memoria para las luchas del presente”
Marchant
manifestó que “Es ese país digno de respeto el que Franck nos ofrece hoy. En su
trabajo vemos con hechos concretos cómo desde abajo se vivió ese proceso.
Repasa los momentos más importantes de la movilización popular, sin por ello
dejar de ver sus errores, titubeos y sus dificultades. Sin dejar de lado
tampoco, la interacción con la revolución desde arriba, impulsada por las
medidas de Salvador Allende y los partidos políticos de la Unidad Popular. Nos
relata con bastante detalle, especialmente los cordones industriales de
Cerrillos-Maipú, de Vicuña Mackenna, sin dejar de mencionar a las demás
coordinaciones en provincia, en Arica, Valparaíso, Concepción, Osorno, Punta
Arenas, entre otras. La lucha de los pobladores y del campamento Nueva La
Habana, la Asamblea de Concepción en julio de 1972, la Toma de Constitución en
febrero de 1973. Las posiciones de los diferentes actores políticos y sociales;
los mecanismos de participación desde arriba y desde abajo; los periódicos que
salieron a la luz en esos días; la expresión de la lucha cultural e ideológica
en curso. Levanta cuadros y lista territorios y su expresión de poder popular;
identifica fábricas y dirigentes involucrados, dejando la cancha abierta para
todos aquellos que quieran seguir investigando este período. Pero no se trata
de episodios aislados, algunos de los cuales han sido tratados con profundidad
en otros textos y quedan debidamente referenciados aquí. Sino que el panorama,
el paisaje que se dibuja, nos permite tener una visión de conjunto de lo que
estaba pasando en los diferentes frentes y lugares. Aunque, sin dudas, como el
mismo autor lo ha reconocido, hay territorios menos indagados, entre los que
podemos mencionar el campo chileno, las comunidades mapuche y no mapuche
asentadas en la pre-cordillera y cordillera, que también tuvieron momentos
excepcionales de desarrollo de poder popular, como lo fue el complejo maderero
y forestal Panguipulli. Tampoco deja de lado a la oposición y su organización,
sus dirigentes y articulaciones. El paro de octubre de 1972 es un momento
álgido del texto, así como la forma en que el gobierno y el pueblo movilizado
van procesando la embestida patronal. Tampoco se trata de levantar un cuadro
heroico de un proceso excepcional. La idea no es construir una memoria y una
historia petrificada y despolitizada. Se trata de una memoria para las luchas del
presente. No como legado para las nuevas generaciones o no solamente para ello,
sino que para hoy, para las y los movilizados de nuestro presente.”
La
traductora del texto agregó que “Me imagino que Franck comparte las expresiones
de Miguel Mazzeo (historiador, académico y militante político-social argentino)
que trabaja el tema del poder popular hoy. Mazzeo escribe que ‘no se trata de
que nuestro abordaje esté condicionada por las políticas de la memoria y no por
las necesidades inherentes al proyecto emancipador en Nuestra América.
Aspiramos a que el régimen de la memoria no se viva como áspera condena. Cuando
el pasado es el único lugar del encuentro, o el lugar privilegiado para la
realización de nuestros sueños, el presente puede ser el lugar de la pasividad,
el fatalismo, la ambigüedad, las querellas superficiales y la mera retórica.
Las políticas de la memoria, cuando no promueven síntesis políticas y balances
prácticos, cuando opacan el presente y el futuro, pueden terminar como un
recurso de las clases dominantes, como un procedimiento destinado a conjurar la
praxis emancipadora actual, porque de esta manera instalan en la sociedad la
idea de que ese pasado nunca será futuro’.”
Los
intersticios de la academia, ventanas abiertas al fragor de las calles
Claudia
Marchant comentó que “También podemos destacar las palabras Michäel Löwy en el
prólogo del texto de Franck en su edición francesa: ‘es raro leer un libro
llevado con tanta convicción en el esfuerzo de dar la palabra a las y los de
abajo, en ruptura con las lecturas tradicionales, esencialmente
institucionalistas, de la trágica, pero apasionante experiencia chilena. Un
trabajo que no esconde su enfoque, su método: analizar los hechos desde el
punto de vista de la lucha de clases. Tampoco esconde su empatía crítica con la
causa de los vencidos del golpe de Estado militar. Lo trabajadores, los
oprimidos y los explotados. Y en particular en este libro, del poderoso
movimiento obrero chileno’.
Franck
retoma el desafío que tan claramente Luis Martín Cabrera expresa en un texto
que Proyección Editores lanzó hace pocos días y que ha copado nuestras últimas
conversaciones: ‘Insurgencias invisibles’. Dice Luis Martín que ‘los profesores
deberíamos salir de nuestras guaridas académicas, al menos de vez en cuando, a
trabajar en las comunidades. No para dictar conferencias o para apropiarnos de
sus conocimientos y encerrarlos en nuestros papeles. Si no que para
intercambiar conocimientos, para socializar nuestros privilegios e insertarlos
en una lógica de tiempo y espacios robados. Pensar en los intersticios de la
academia, ventanas abiertas al fragor de las calles’.”
Mito,
realidad y los trabajadores organizados por abajo
Mario
Olivares (dirigente sindical, ex militante de los cordones industriales) dijo
en la presentación de la obra que “soy un hombre viejo, soy un sobreviviente de
esa experiencia. En esa época trabajé en una de esas industrias más o menos
emblemáticas de lo que fue el cordón Vicuña Mackenna de Santiago. Entonces yo
era dirigente sindical y militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria
(MIR). A mis 66 años, sigo siendo un dirigente sindical activo de los
trabajadores de la Viña San Pedro, la segunda vitivinícola de exportación del
país que hace parte de la CCU, cuyo propietario es el grupo económico Luksic.
Sobre
el libro de Franck, me parece interesante cómo recoge la información. Toma
referencias de otros autores que han escrito sobre el proceso de la Unidad
Popular y de los cordones industriales. Pero lo que me parece más interesante
aún, es que Franck conversa con muchos compañeros como yo, que fueron obreros
al interior de las fábricas. Entonces, al leer el libro, uno se da cuenta que
el análisis que tenía la conducción de los partidos de izquierda de la época
respecto de lo que nosotros estábamos sintiendo abajo, no encaja bien. Allí uno
se percata de que existían muchas situaciones que tenían más que ver con mitos
que con la realidad. No hay ninguna duda de que el ascenso del gobierno de Allende
en Chile provenía del aumento de las luchas populares que venían de muchos años
atrás. Pero lo más importante es que cuando adviene la Unidad Popular, más allá
de su programa político, creó la expectativa en la clase trabajadora organizada
de que era posible iniciar un proceso de transformaciones radicales, de
justicia y de igualdad, que apuntaba a la construcción del socialismo. Los
dirigentes sindicales por primera vez, comenzaron a tomar confianza en ellos
mismos y se empoderaron de su capacidad como trabajadores. Entonces había
sectores que criticaban de ‘ultraizquierdistas’ a muchos trabajadores que con
su conducta estarían prácticamente ‘poniendo en peligro’ el programa de
Allende, en el marco de cómo se avanzaba. En este sentido, mientras se fue
agudizando la lucha de clases en la sociedad chilena, naturalmente hubo
sectores de la izquierda que radicalizamos nuestras posiciones, incluso más
allá de las propias direcciones de esos partidos. Como teníamos a las fuerzas
de la reacción, de la burguesía en contra de todo el proceso, nosotros, los
trabajadores organizados por abajo, nos impusimos la tarea de crear nuestras
propias formas para defendernos de esos embates. Eran formas alternativas
bastante básicas. Como era muy fuerte el mercado negro, frente a Cristalerías
Chile empezamos a realizar una distribución directa de los productos de las
tantas fábricas e industrias de la zona. De las que habían sido estatizadas,
como de las que fueron tomadas por los trabajadores. Los trabajadores le
habíamos exigido al gobierno de Allende que esas empresas fueran intervenidas y
pasaran al control obrero, donde nosotros empezamos a administrar la empresa,
por supuesto con un interventor nominado por el gobierno.
Cuando
se vino el paro de los camioneros que intentó paralizar completamente al país,
nosotros, para evitar que ellos lograran su objetivo, requisamos microbuses en
la calle con el fin de llevar y traer a los trabajadores para que las fábricas
no dejaran de producir. Claro que estas iniciativas no fueron absolutamente
espontáneas. Había direcciones y expresiones de distintos sectores, del Partido
Socialista, del MIR, que daban orientaciones de cómo la clase trabajadora debía
pasar a la ofensiva.
Cuando
yo llegué a la fábrica de muebles a trabajar, además de la explotación brutal,
de los bajos salarios, de las ‘ventas negras’ para evitar impuestos, la
producción de muebles estaba destinada a los sectores más pudientes y no a los
trabajadores. Muchos de mis compañeros vivían en campamentos, en zonas
marginales. Entonces cuando nos tomamos la empresa decidimos producir una línea
de muebles económicos, dignos, decentes, para los propios trabajadores de la
fábrica. También hicimos alrededor de 10 mil linchacos (barra doble de madera)
para que se defendieran los compañeros de las fábricas intervenidas y tomadas.
Entre
la guerra por la producción y la toma del poder
Mario
Olivares, con honesta memoria, informó que “En medio de todo se encontraba la
agudización de la lucha de clases y la opinión de sectores de izquierda que
querían detener la irrupción de los trabajadores más radicalizados. Nos decían
que ‘no querían una guerra civil’, que la única guerra era ‘por la producción’.
Nosotros pensábamos en la toma del poder. De esa manera, se formó una dirección
político-sindical en el cordón Vicuña Mackenna con las empresas más
emblemáticas, salvo las textiles que estaban controladas principalmente por los
compañeros del Partido Comunista (PCCh). Y en esa dirección político-sindical
nos rotábamos. ¿Qué quiero decir? Que no existía una democracia plena, no era
que los trabajadores de base a los que uno representaba elegían a la dirección
directamente. Era más bien un acuerdo entre los partidos políticos que teníamos
cierta hegemonía en la dirección. Sin embargo, a través de esta instancia, se
hablaba de hacer un poder paralelo al poder burgués para intentar dar un salto
adelante. Ahora bien, según mi experiencia, yo creo que confundíamos los sueños
políticos con la realidad. Se hicieron algunas experiencias que tímidamente
tuvieron esa expresión. Por eso el libro de Franck manifiesta lo que yo viví y
logra matizar distintas miradas de lo que fue el proceso de una manera
coherente e inteligente y sin descalificaciones. Al fin, yo pienso que los
sueños no han muerto y sigo peleando.”
No hay comentarios :
Publicar un comentario