“Estancamiento
secular: el paradigma perdido”
En la cosmogonía de los economistas no
hay nada más aterrador que la perspectiva de la crisis y el estancamiento
secular. Ambos se acompañan de la pérdida del paradigma sobre estabilización y
crecimiento que desde hace décadas orientó el trabajo de los economistas
Por Alejandro Nadal
En SinPermiso
-public. 2/11/16
En la cosmogonía de
los economistas no hay nada más aterrador que la perspectiva de la crisis y el
estancamiento secular. Ambos se acompañan de la pérdida del paradigma sobre
estabilización y crecimiento que desde hace décadas orientó el trabajo de los
economistas.
En
la actualidad, como huérfanos desorientados, los economistas cercanos a la
corriente dominante en teoría macroeconómica siguen buscando señales de que su
paradigma no ha muerto. Recuerdan los pasajes del Paraíso perdido de John
Milton en los que un Adán desamparado implora perdón pero su expulsión del
paraíso es decretada. Así los economistas convencionales vagan sin rumbo,
tratando de rescatar el paradigma perdido.
En
el poema de Milton, el arcángel Miguel lleva a Adán a una colina desde donde
contempla el porvenir que aguarda a la humanidad. Hoy desde una colina similar,
los economistas observan consternados el desolador panorama del estancamiento
secular. Ante su vista se suceden desempleo, pobreza, desigualdad, finanzas
públicas desequilibradas y una política monetaria sumida en el desconcierto.
El
viejo paradigma de estos economistas de la corriente neoclásica está basado en
la creencia de que la política macroeconómica puede controlar los vaivenes de
los ciclos económicos y la volatilidad de los mercados financieros. Sin duda la
crisis de 2008 hizo añicos ese sueño y la fantasía de la estabilidad
macroeconómica. Pero muy pocos economistas fueron capaces de leer las señales
anteriores a la crisis sobre el gran diluvio del estancamiento secular.
Y
sin embargo, esas señales eran bastante claras. En los últimos 30 años la tasa
de crecimiento de la economía mundial disminuyó de manera constante. Entre 1973
y 2015 la tasa de crecimiento del PIB mundial pasó de 6.4 a 2.4 por ciento. Es
decir, antes del frenazo que sufre la tasa de crecimiento del PIB mundial por
la crisis de 2008 ya se observaba una tendencia decreciente durante más de tres
décadas.
Otro
indicador es el comportamiento de la tasa de interés real. Durante el periodo
1975-2015 la tasa de interés real para activos libres de riesgo fue
disminuyendo brutalmente y pasó de un nivel cercano a 4 por ciento a niveles
negativos cercanos a –1.2 por ciento. Los cálculos pueden variar ligeramente,
pero cuando se observa una tendencia de esta magnitud a lo largo de un periodo
de 30 o 40 años no se puede evitar pensar que aquí están en juego algunas
fuerzas económicas seculares muy poderosas.
El
problema es que frente a estas fuerzas del tiempo largo los economistas
convencionales no pueden ofrecer un remedio en materia de política macroeconómica.
Por ejemplo, los modelos macroeconómicos que utilizan los bancos centrales en
la mayoría de los países son incapaces de sugerir medidas para afrontar un
problema secular como el del estancamiento de largo aliento. Esos modelos
dinámicos estocásticos de equilibro general (DSGE por sus siglas en inglés)
sólo permiten en el mejor de los casos pensar en problemas acotados en el
tiempo corto, como en algún episodio cíclico o un incidente de volatilidad en
los mercados. Pero el marco analítico de esos modelos y sus metas sobre
inflación no hace posible el concebir problemas como un desplome constante de
la oferta o una deficiencia crónica de la demanda agregada. Es decir, además de
tener todas las deficiencias para el tratamiento de problemas de corto plazo
(agentes representativos y condiciones artificiales de estabilidad) los modelos
DSGE son incapaces de dar cabida al tratamiento de problemas estructurales de
largo plazo.
Frente
a un escenario de estancamiento de largo plazo la política macroeconómica convencional
permanece muda. Es que desde hace décadas su objeto no ha sido el control del
nivel general del producto agregado. Y además, hoy los economistas
convencionales no saben cómo articular una política fiscal expansiva con una
política monetaria no convencional de tasas de interés muy bajas o incluso en
terreno negativo. Tampoco tienen algo que ofrecer frente al problema de la
desigualdad en la distribución del ingreso que tantos problemas macroeconómicos
conlleva.
La
teoría y política macroeconómica convencional tienen graves deficiencias,
incluyendo sus anacrónicas hipótesis sobre el papel del sector bancario (como
simple intermediario) y la presencia de agentes representativos (desacreditados
teóricamente desde 1974). Así que ¿cómo pedirles que den el salto conceptual
que les permita incorporar cosas como la evolución de la tasa de ganancia, el
nivel general de salarios y la evolución del endeudamiento? Éstas son las
preguntas centrales en una discusión sobre las tendencias futuras del
capitalismo, pero tienen que ver con el espinoso tema de la distribución del
ingreso y eso es algo que la teoría convencional prefiere ignorar.
La
hipótesis del estancamiento secular invita a pensar en formas novedosas de
política macroeconómica. También impone la necesidad de reflexionar sobre la
necesidad de transformaciones económicas radicales porque el paradigma perdido
de los neoclásicos jamás será recuperado.
Alejandro Nadal,
economista. Es miembro del Consejo Editorial de SP
Colectivo Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Noviembre 13 de 2016
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