Octubre 16, 2015
Mediante el
asesinato masivo de pobladores palestinos, la expulsión y el sometimiento de
millares de ellos y la confiscación de sus tierras y de sus bienes ancestrales,
el Estado sionista de Israel ha implementado una limpieza étnica que, pese a la
condena que ha merecido a través del tiempo de parte de organizaciones,
gobiernos y pueblos de todo el mundo, mantiene inalterable, buscando así
desterrar por completo cualquier vestigio que recuerde la presencia del pueblo
palestino. Es, prácticamente, un genocidio a cielo abierto, presenciado desde
todas las latitudes, sin que haya existido un mecanismo efectivo para
contenerlo y erradicarlo, dándosele la oportunidad de vivir como pueblo libre a
Palestina.
De
este modo, el bloqueo ilegal e inhumano que el régimen israelita le impone a la
población gazatí ha impedido la reconstrucción de sus viviendas, bombardeadas
con frecuencia por sus fuerzas de defensa, sin considerar la muerte ocasionada
a cientos de familias enteras. Lo mismo se observa con las restricciones
respecto a la adquisición de materiales e instrumentos de primera necesidad, en
lo que recuerda al viejo ghetto y el apartheid implantados, respectivamente, en
la Alemania nazi y Sudáfrica. Todo ello, en conjunto, representa sin duda una
gama innumerable de crímenes de lesa humanidad, violatorios del derecho
internacional y de todas las normativas sancionadas y establecidas por la ONU;
cuestión que no podría ignorarse, evitando el riesgo nada descartable de ser
estigmatizado de antisemitismo.
No
obstante, gracias a la ayuda política, financiera y militar de la Unión Europea
y de Estados Unidos, Israel ha podido establecer sin marcha atrás un proceso de
colonización y de despojo arbitrario en contra del pueblo palestino, incluyendo
la aplicación de leyes discriminatorias y violatorias de los derechos humanos
más elementales, a tal punto que se reprime, maltrata, asesina y encarcela a un
gran número de niños y adolescentes, sin que la Unicef u otro organismo
internacional pare tales atropellos.
Algo
semejante ocurre con el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ),
cuyas conclusiones en 2004 sobre la construcción del muro de la vergüenza,
determinaron entre otras cosas que el Estado sionista de Israel tendría la
obligación de detener inmediatamente la construcción de este muro, destruir los
tramos existentes, eliminar el sistema de asentamientos ilegales adyacente,
además de reparar los daños causados a las familias palestinas afectadas.
Igualmente, la CIJ señaló que "cualquier Estado" que sea Alta Parte
Contratante de los Convenios de Ginebra "tiene la obligación de asegurar
que se cumplan las exigencias de los instrumentos en cuestión" y que
"la ONU, y especialmente la Asamblea General y el Consejo de Seguridad,
deben estudiar qué otras medidas son necesarias para poner fin a la situación
ilegal que se produce como consecuencia de la construcción del muro". Sin
embargo, todo esto ha quedado en letra muerta. Entre tanto, la población
palestina sigue siendo víctima de la represión y el odio de los israelitas, a
tal punto que se les impide visitar sus lugares santos, como la mezquita de Al
Aqsa.
Esta
política -desde todo punto de vista racista y genocida- busca desconocer
absolutamente la resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas del
29 de noviembre de 1947, la cual decidió la culminación del mandato ejercido
por Gran Bretaña sobre el territorio de Palestina y la partición del mismo en
dos Estados: uno judío, con 14.500 km2 y otro árabe, con una superficie de
11.000; mientras que la ciudad histórica de Jerusalén quedaría como una entidad
separada bajo la administración de la ONU. De esta forma, Israel -desplazando a
sangre y fuego a los palestinos- tendría justificada su aspiración de poblar un
territorio sin habitantes y re-crear lo que sus dirigentes sionistas han
llamado el Gran Israel (Eretz Israel), dominando toda la extensión comprendida
entre el río Nilo y el río Éufrates, incluyendo a Siria, Líbano, la parte
noriental de Irak, la parte norte de Arabia Saudita, la franja costera del Mar
Rojo y la península del Sinaí de Egipto; lo que explicaría también su respaldo
a los terroristas del autodenominado Estado Islámico junto con Estados Unidos.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Octubre 18 de 2015
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