Por Federico Orchani
Octubre 26, 2015
Al cierre de esta
edición, todo indicaba que el 22 de noviembre habría balotaje entre el
candidato oficialista Daniel Scioli y Mauricio Macri del derechista frente
Cambiemos (así ocurrirá, en efecto –nota del CAD). El porcentaje entre uno y otro
es muy ajustado en favor del primero, un hecho sin dudas inesperado. En la
provincia de Buenos Aires la sorpresa fue la derrota de Aníbal Fernández, quien
perdió en siete de las ocho secciones, con un claro corte de boleta que
benefició a María Eugenia Vidal.
Habrá
que analizar detenidamente el porqué de la derrota peronista en un distrito en
donde el Partido Justicialista es amo y señor, lo que queda claro es que la
figura de Aníbal Fernández se transformó en una especie de ancla para el FPV (Frente
Para la Victoria, la coalición actual en el gobierno –nota del CAD) que no pudo
mejorar lo hecho en las PASO (elecciones primarias del 9/08/15 –nota del CAD).
Ni siquiera el apoyo del ex intendente de Morón (donde el FPV también perdió)
Martín Sabbatella, sirvió para oxigenar el perfil del controvertido actual jefe
de gabinete.
La
evidencia de un balotaje no hace más que reafirmar nuestra hipótesis: estamos
en presencia de un giro conservador de la política argentina. A excepción de la
política regional, hay que bucear con insistencia para encontrar diferencias
entre los orígenes y estilos de Scioli, Macri y Massa y las similitudes con la
agenda del establishment empresarial.
El
frente llamado Progresistas de Margarita Stolbizer tuvo un duro retroceso en
relación a las pasadas elecciones presidenciales y pareciera sufrir las
consecuencias de una política errática de alianzas corrida hacia el centro
derecha. Allí la alegría vino por la reelección de Victoria Donda, quien
retiene su banca en la CABA.
El
Frente de Izquierda y de los Trabajadores (FIT), que logró alcanzar nuevamente
casi el millón de votos. Es el único espacio político en esta elección que
levanta un programa opuesto a las exigencias del gran capital y llama a la
organización popular para defender los derechos laborales y sociales. Hasta el
cierre de esta edición, Néstor Pitrola ingresaba como diputado nacional por la
provincia de Buenos Aires.
Cambio
y continuidad
Una
de las principales virtudes de Daniel Scioli, podría no alcanzarle para ganar
la presidencia: haber conjugado en su persona dos variables claves durante la
campaña electoral. El pedido de “cambio” de un sector de la sociedad argentina
(que obviamente incluye a las clases dominantes) pero al mismo tiempo que el
significado del cambio no modifique de manera radical el rumbo iniciado en 2003
por el gobierno de Néstor y luego Cristina Kirchner.
Este mensaje caló también
en los candidatos opositores. Massa y su eslogan de “el cambio justo” y el
propio Macri asumiendo “lo que se hizo bien” pero señalando la necesidad de
“corregir lo que se hizo mal” parecen dar cuenta de lo que decimos.
Los
cambios parecen desprenderse más bien a un “estilo” de gobierno de Scioli o lo
hecho en la provincia más que a un programa concreto que se haya expresado en
la campaña. En relación a las continuidades es claro que se hace referencia a
la política social implementada por el gobierno que se va, pesa la valoración
de conquistas históricas como la Asignación Universal por Hijo, los convenios
colectivos de trabajo, entre otras.
La
década heredada
Son
varios los analistas que coinciden en lo siguiente. A diferencia de otras
transiciones gubernamentales, al menos desde la recuperación democrática, es la
primera vez que un gobierno podría asumir el nuevo mandato sin demasiados
frentes de tormenta por venir. Para el economista Alejandro Bercovich en un
artículo reciente para la edición de Octubre de la revista Crisis, “por primera
vez en la historia argentina, un gobierno democrático que pilotea un ciclo de
crecimiento económico exitoso con expansión sostenida del consumo masivo,
aumento del salario real y reducción del desempleo, no concluye abruptamente en
medio de una crisis paralizante”.
En
el mismo artículo se advierte sobre la falta de dólares con las que deberá
lidiar el próximo gobierno, los desafíos que plantea el agotamiento del ciclo
abierto por la exportación de commodities, en el contexto de una economía
“frenada” desde hace un par de años, amenazada por la inflación y solo
apuntalada por el “inflador estatal”, como Pro.Cre.Ar, Ahora 12, etc. La
pregunta que nos hacemos es si el hecho de no modificar la estructura
productiva, la matriz dependiente de una economía en exceso primarizada, que se
sostiene por el agronegocio y el extractivismo, no hace más que reforzar los
límites del modelo neodesarrollista, con consecuencias políticas obvias.
Nuestra hipótesis es que en los casos en donde se afectaron intereses del
capital concentrado, en Venezuela por ejemplo, con el acceso estatal a la renta
petrolera, existen mejores condiciones para afrontar las crisis propias del
capitalismo y apuntalar un proyecto político de cambio, con protagonismo
popular. Un estado popular, para ser tal, debe asumir otro tipo de herramientas
de crecimiento que eviten recetas como el endeudamiento y el ajuste.
Hacia
adelante
Aún
con contradicciones, los procesos de Venezuela o Bolivia donde hay un
enfrentamiento visible con las burguesías locales, la fuerza política en el
gobierno tiende a radicalizar su acción ante cada intentona de la derecha. Por
el contrario, con los llamados “gobiernos progresistas” surgidos luego de la
década neocapitalista, pero que no van a fondo con una serie de cambios
estructurales, terminan “pavimentando” el camino a la derecha. Le paso a
Bachelet con Piñera. En Brasil Dilma debió incorporar a representantes del
empresariado local en su gabinete (Economía y Agricultura) y podría pasarle al
kirchnerismo si finalmente Macri derrota a Scioli en balotaje.
Pero
la herencia de la década kirchnerista no sólo es destacable en materia social y
económica. La cuestión de la violencia institucional debería llamar la atención
del próximo gobierno. Según el periodista Martín Rodríguez “vivimos entre el
optimismo que vio sentarse en el banquillo a cientos de militares y varios
civiles, al escepticismo que sigue contabilizando víctimas crecientes de la violencia
institucional.” El artículo que puede leerse en la edición impresa más reciente
de Le Monde Diplomatique, hace mención a los asesinatos de Darío Santillán,
Maximiliano Kosteki y Mariano Ferreyra, sucedidos en protestas en los últimos
años, pero también por conflictos de tierras o gatillo fácil. En todos los
casos son responsables las fuerzas de seguridad que suman cada vez más
efectivos y hay impunidad del poder político.
Por
último, el nuevo gobierno deberá afrontar una agenda legislativa que tendrá
legislaturas más parejas y heterogéneas, esto hace pensar que iniciativas como
la Ley de Medios que generó un gran debate sobre la posibilidad de ir contra la
concentración de los grandes medios hegemónicos quede virtualmente congelada, o
la tan mentada reforma del poder judicial, uno de los poderes menos democrático
y conservador del sistema republicano.
Como
suele ocurrir en la política argentina, la calle y el territorio pueden ser un
lugar clave de la disputa. Las organizaciones populares y de izquierda tendrán
el desafío de construir una agenda de resistencia pero también proyecto
político propio, desafío aún más grande luego de una elección en donde la
mayoría de la población optó por opciones claramente conservadoras.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Octubre 27 de 2015
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