Derribando los
Mitos de la ‘Nueva Mayoría’ - I
EL MITO
ORIGINAL: LA NUEVA MAYORÍA, ¿ES NUEVA Y ES MAYORÍA?
Fue el
12 de agosto de 2013 que los
ciudadanos de Chile supieron que la Concertación de Partidos por la
Democracia había llegado a su fin. No se trató, sin embargo, de un anuncio
oficial o una declaración pública, sino que nos enteramos casi de rebote. Ese
día, un dirigente del ‘Partido que fuera Socialista’, Osvaldo Andrade, fue
consultado por los periodistas sobre los
pésimos resultados de la Concertación en la última encuesta Adimark (desaprobación
de un 64% y aprobación de sólo un 22%, mismas cifras que la derechista Alianza)
y su respuesta fue clara: la Concertación no podía tener ni aprobación ni
rechazo pues ya no existía, agregando luego que lo que sí existía era una Nueva
Mayoría. De este modo, indirecto, los chilenos supieron que la coalición
política más exitosa en términos electorales y de crecimiento económico (aunque
no de distribución de la riqueza) de la historia reciente de Chile, había sido
sepultada sin aviso a sus amigos y compañeros.
Pero,
hasta ese día de agosto, hubo un período de coexistencia entre Concertación y
Nueva Mayoría (NM). Ello, pues
había sido en abril de 2013 y de cara a las elecciones presidenciales,
parlamentarias y cores de fines de ese año que los representantes de ésta
última coalición la inscribieron en el Servel. Es decir, hubo un poco de temor entre
los formadores de la NM en despojarse de sus antiguos ropajes; era como si
tanteasen los efectos de un nuevo look, que al final resultó ser una tenida
comprada en la ropa europea.
El
pacto político que fue la Concertación nunca se planteó liderar
transformaciones estructurales, ni podría, comprometida como estaba con el
pacto FFAA-Derecha-Iglesia-EE.UU.-Empresarios. Ni siquiera se esforzó por instalar
matices relevantes al modelo de sociedad y de dominación heredados de la
dictadura cívico-militar. Claro, ella era el colchón político-ideológico que
debía asegurar y facilitar el paso del capitalismo refundado a los nuevos
tiempos. No obstante su rol claramente mantenedor del orden vigente (“justicia
en la medida de lo posible”, por ejemplo), un análisis mínimo permite reconocer
que dicho pacto (la Concertación) era mucho más sólido políticamente que el
pacto actual de la NM (que es solo un acuerdo programático). De hecho, en los 18
meses de gobierno de Bachelet y comparsa, sus integrantes aún no logran agarrar
el paso de los ritmos de moda.
Las
caras que asoman a la NM pueden ser nuevas o viejas, pero sus partidos
integrantes, así como sus proyectos, surgen todos de la antigua matriz
concertacionista. No hubo una efectiva renovación del programa mantenedor ni del
relato político oficial, sino que sólo una audaz y eficaz propaganda y venta de
la imagen de la ‘mamá’ Michelle. Es el mismo cuento de 20 años adornado con
reformitas que todos sabían que sus propulsores no serían capaces de llevar a
término. Ni siquiera lo creían los mismos comunistas, los flamantes arrimados
al bloque político de Estado, para los cuales lo importante no era esa monserga
comunicacional, sino que por fin estar coaligados con esos míticos sectores de
la “burguesía progresista” con la cual aspiran a avanzar en una serie de etapas
que, en unos cuantos siglos más, permitirán al pueblo arribar al socialismo. En
suma, la Nueva Mayoría no tiene nada de ‘Nueva’.
Otro
plano en que no se avizora una renovación real con la NM es en el de la
probidad e integridad. Así como en tiempos de la Concertación algunos de sus
personeros estiraban las manos y se cometían ilícitos varios: Inverlink, Mopgate,
plantas de revisión técnica, empleos brujos, etc., así como la cómplice aceptación
de las leyes de amarre dictatoriales, los ‘Pinocheques’, el tráfico de armas a
Croacia, el caso Riggs, etc., ha sido en estos dos últimos años de reinado de la
NM, o en épocas inmediatamente anteriores, que se supo que la cosa se había
vuelto fea. Es que a la conocida, aunque no reconocida, relación
derecha-empresarios se vinieron a agregar ahora (a vender más bien) integrantes
y líderes del conglomerado oficialista: Fulvio
Rossi, Marcelo Rozas, Roberto León, Raúl Castro, Hernán Rivera Letelier, tres
hijos de Jorge Pizarro, una empresa de la familia Frei, y MEO
a SQM (o sea, a Julio Ponce Lerou); Andrés
Velasco y el aún ministro Alberto Undurraga a Penta (de los ‘Carlos’). Qué
decir del caso Caval, el que alcanza a la familia real. En este sentido, de manera
bizarra, la NM no es ‘Nueva’ en relación a su antecesora, pero se fue al
porcino en su falta de decoro e inclinación a la prostitución.
Hablemos
ahora de la supuesta encarnación mayoritaria de la NM. En términos de cantidad
de partidos, la Concertación, constituida oficialmente el 02/01/88, estaba
conformada por 16 partidos y agrupaciones políticas. En su caso, la NM sólo está
integrada por 7 fuerzas (6, porque la IC fue subsumida por el PC); por ende, a
pesar que algunos de sus conspicuos
ideólogos rasgan vestiduras acerca de la supuesta representatividad del
conglomerado, la verdad es que la NM no cuenta ni con la mitad del número
de organizaciones partidarias que su antecesora y exhibe una evidente merma de
su representatividad política.
Ahora
bien, en términos de votación y sin ser grandes matemáticos, cualquiera puede
darse cuenta que la NM no es tal. Y lo afirmamos, pues Bachelet
resultó electa sólo con un 25% del electorado, en unas elecciones en que la
abstención alcanzó nada menos que un 59%, evidenciando esta última situación que
la democracia gorila calienta cada vez menos a los ciudadanos. En síntesis, la
NM no es mayoritaria en el plano electoral, para los fines de definir alguna
tendencia política efectiva de los/as chilenos/as, con todo lo sesgada que nos pueda
resultar la práctica electorera.
Que la NM no
logra dar pie con bola en su torpe administración y mantención del sistema heredado
de la dictadura cívico-militar, sin ninguna aspiración real de cambio en bien
de las mayorías y dejándose amoldar por las derechas política y económica, lo
podemos apreciar en el desastroso nivel de simpatía que le presta la población.
En su peor momento, el
gobierno del empresario-presidente Piñera tuvo una desaprobación de un 70%,
mientras que su aprobación alcanzaba por la misma fecha (agosto de 2011) a sólo
un 25%; era la época de la irrupción del movimiento estudiantil. Sin embargo, la
administración Bachelet lo superó: en
septiembre pasado, según el CEP, si bien la desaprobación a su gestión alcanzó
un 61%, el porcentaje de aprobación a Bachelet anotó un nivel más bajo que el peor
de Piraña, con un miserable 22%. Inclusive, en
junio pasado, otra medición eleva la reprobación al gobierno de la NM a un 73%.
Quizás
sea por todo lo anterior que lo del ‘Caupolicanazo’,
un ‘evento mediático’ realizado en Santiago el pasado domingo 4, pero en el que
se pretendía evocar el triunfo del No en el plebiscito del 5 de octubre de
1988, no resultó un masivo acto como era la aspiración de la NM. Y eso que se hizo
un gran acarreo, se esperaban buenas nuevas y se contrató a los Inti ‘Illimoney’
y a los Viking 5. Pretendió la NM reivindicar un hito que, pensaba, daba
crédito a la Concertación e intento hacerlo suyo. Pero, sus cabezas pensantes soslayaron
dos hechos: no captaron que ese triunfo nunca perteneció a la Concertación,
quien se lo apropió con el mito de que la victoria del No se debía a una simple
raya en una papeleta, intentando ocultar que esa salida (no revolucionaria, la
verdad sea dicha) se vio facilitada por años de heroica lucha y resistencia
popular; y que, en todo caso, ese pasado ya no le pertenece más a la actual coalición
gobernante, la que ha perdido enormes cuotas de credibilidad, simpatía y apoyo.
En
pocas palabras, la Nueva Mayoría no es ni Nueva ni Mayoría, sino todo lo
contrario.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!
Colectivo Acción Directa – CHILE
Octubre 12 de 2015
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