El
próximo abril se cumplirán 88 años de la muerte de José Carlos Mariátegui
Lachira, sin duda uno de los pensadores más importantes dentro del pensamiento
social y político del siglo XX en América Latina, y que por desgracia, al
margen de ciertos círculos, sigue siendo un gran desconocido en Europa
“La fuerza de los revolucionarios no
está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza
religiosa, mística, espiritual.”
-José Carlos Mariátegui
Mariátegui fue un
intelectual autodidacta que se interesó y escribió sobre multitud de temáticas.
Entre sus escritos podemos encontrar, análisis sobre coyuntura política,
literatura, economía, cultura, teatro, etc. Mariátegui sería un marxista
pionero en Perú y representa la cumbre del pensamiento marxista
latinoamericano. Alejado de visiones economicistas y ortodoxas, fue un autor
singular que basó su pensamiento en la lectura y análisis del Perú y el
contexto andino. Sin embargo, la originalidad de su pensamiento desborda ese
marco, siendo un autor ampliamente valorado y analizado a lo largo de las
décadas en toda la región.
A
pesar de fallecer con tan sólo 35 años, dejó un largo legado de escritos y
ensayos. Desde niño arrastraba problemas de salud y los últimos años de su vida
se encontraba postrado en una silla de ruedas por la amputación de una pierna.
Sin embargo no le impidió viajar, trabajar arduamente o ser anfitrión de
tertulias casi a diario en su domicilio de Lima en Washington izquierda. De
procedencia humilde y con una formación autodidacta comenzó a trabajar muy
joven como periodista desde donde apoyará las demandas de obreros y estudiantes
al calor de la Reforma Universitaria. Junto a César Falcón funda el periódico
La Razón, pero este será clausurado y Mariátegui marchará a Europa donde
entrará en contacto con pensadores e ideas marxistas, pero también con los
movimientos de vanguardia europeos. Cuando entra en contacto de forma directa
con las ideas marxistas ya posee una amplia formación intelectual. Conoció
entre otros a Croce, a Gobetti, a Gramsci, o a Gorki. De hecho, en su instancia
en Italia tuvo la suerte de asistir al Congreso fundacional del famoso Partido
Comunista Italiano.
No
regresaría a Perú hasta 1923, con la vocación de la peruanización del marxismo,
o dicho de otro modo, con la pretensión de adaptar los postulados marxistas a
la realidad andina. Esto hace que además de un intelectual Mariátegui sería un
hombre de acción. En 1927 fue encarcelado junto a un grupo de comunistas
acusados de “conspirar” contra el gobierno de Leguía. Como señala Alberto
Flores Galindo, a partir de 1927 la biografía de Mariátegui y la historia de la
naciente clase obrera peruana parecen confundirse. Fundaría en 1928 el Partido
Socialista Peruano (PSP) que se adscribirá a la III Internacional, sorteando
por lo menos una de las 21 duras condiciones que se imponían. En la I
Conferencia Comunista Latinoamericana celebrada en Buenos Aires en el mismo
1928, se pusieron de relieve las diferencias entre el marxismo ortodoxo
dominante y el camino propio que pretendían recorrer los marxistas peruanos. En
1929 participó en la creación de la Confederación General de Trabajadores del
Perú (CGTP) elaborando los documentos del que hoy es el mayor sindicato del
país. En estos últimos años de su vida escribe su gran obra Siete ensayos de
interpretación de la realidad peruana (1928) e Ideología y política, que fue
publicada póstumamente por sus hijos.
La
pretensión era que el PSP no se circunscribiera a un partido de cuadros,
Mariátegui apostaba por ir a las masas y era consciente que el naciente
comunismo peruano aún no podía aspirar a ser un partido de masas por lo tanto
tenía que aglutinar a más sectores. La configuración mariateguiana del partido
se deriva precisamente de posicionamientos políticos concretos, como la
incorporación del indigenismo, el marxismo como “religión de nuestro tiempo”,
una visión a largo plazo o una estrategia sindical que acompañe al partido.
Estos posicionamientos condicionaban a Mariátegui para querer configurar un
tipo de partido y no a la inversa.
Otro
de los aportes más interesantes en su obra es la articulación de dos
tradiciones de pensamiento bien distintas –e incluso en muchas ocasiones
enfrentadas—como son la tradición marxista y la nacionalista. De hecho, llegó a
militar en el APRA uno de los grandes partidos populistas de la región. El
maestro –o “Amauta” en quechua—compartía con el nacional-populismo muchos
elementos de análisis, principalmente el antiimperialismo y la dimensión
nacionalista, pero desde luego no la alianza con la burguesía peruana. La
ortodoxia marxista no “perdonaría” el pasado acercamiento de Mariátegui a
postulados populistas. En este sentido la crítica más conocida fue la realizada
por Miroshevski, que asimilaba el pensamiento del peruano con los populistas
rusos.
Ahondando
en esta idea, cabe destacar la introducción del indígena que realiza en este
esquema. Para Mariátegui en Perú no pueden disociarse el socialismo de la
reivindicación indígena, el cual a su vez tiene una vinculación directa a la
tierra. Según su perspectiva, en América Latina los partidos revolucionarios no
pueden prescindir del campesinado y, dentro de éste en zonas como Perú,
particularmente de los trabajadores indígenas que componen la mayoría de los trabajadores.
Lenin también entendió la importancia del campesinado, de hecho su concepción
de hegemonía era la pura alianza de clases donde destacaba la alianza entre el
proletariado y el campesinado, por supuesto con un papel subalterno de los
segundos. Antonio Gramsci dio una vuelta de tuerca al concepto de hegemonía, ya
no sólo como estricta alianza de clases, no mera yuxtaposición, sino que
pretendía un nuevo sujeto a través de una nueva articulación. De esta forma
Gramsci además fue consciente de la importancia del campesinado del sur
italiano. Sin embargo ninguno de ellos otorga a esta clase social la dimensión
que le concede el peruano y sobre todo, y es el hecho más singular, posicionar
al indígena como motor de cambio, como sujeto revolucionario.
Para
el pensador peruano, el encaje y la solución pasa por la renovación nacional
peruana que conllevará la redención del indio, o dicho de otro modo, hay que
crear una nueva sociedad peruana donde el indio se sitúe en el centro del
proceso, idea que tendrá en los Andes plena actualidad. Por tanto, para
Mariátegui, una construcción nacional, una nueva articulación de la identidad
nacional en torno al indio es fundamental. Esta articulación de las identidades
es superadora y va incluso más allá que las diferentes teorías multiculturales
y se pueden extraer lecturas para otros contextos lo que debe generar interés
para acercarnos a la obra de Mariátegui.
Es
común el ataque a las corrientes indigenistas y también a la obra de
Mariátegui, como teorías “reaccionarias” que pretenden una vuelta al pasado,
planteamientos en definitiva contra la modernidad. Es conocida aquella frase
aparecida en el artículo “El hombre y el mito” donde señalaba que “sin un mito
la existencia del hombre no tiene ningún sentido histórico.” Es igualmente
conocida de este artículo la expresión “la fuerza de los revolucionarios no
está en su ciencia; está en su fe, en su pasión, en su voluntad. Es una fuerza
religiosa, mística, espiritual.” Influido por el pensamiento de George Sorel y
realizando un análisis que podíamos denominar gramsciano, se evidencia la
importancia que Mariátegui otorga a los elementos simbólicos y voluntaristas, alejado
del carácter más cientificista del marxismo clásico. Mariátegui como su
coetáneo italiano, piensa que también que hay margen para actuar sobre la
superestructura, para ello son imprescindibles, elementos simbólicos,
“mitológicos”, agregadores. A estos elementos simbólicos podríamos denominarlo
como él mismo lo hacía, como la “fuerza del mito”. Precisamente para
Mariátegui, un elemento que pone de relieve la decadencia de la burguesía es su
ausencia de mitos, por tanto la clase obrera con voluntad, con fe y con la
“fuerza del mito”, será capaz de llevar a cabo la revolución. Entendemos así
que para Mariátegui el marxismo es una vocación, una actitud, mucho más que
conceptos científicos.
A
su muerte los comunistas peruanos se movieron hacia las posiciones más
oficialistas por lo tanto la obra de Mariátegui pasó a ser denominada como
“pequeñoburguesa”. Como señala Fernanda Beigel en los años 50 se producen dos
acontecimientos que hacen cambiar esta concepción; por un lado, la publicación
de sus obras completas y por otro lado, la revolución cubana que conllevó una
importante reconversión de la temática marxista y de su praxis en América
Latina. Hoy la obra de Mariátegui está plenamente extendida y es conocida en
América Latina, así como ha sido situada en el lugar que le corresponde. Sin
embargo en Europa y España el peruano, alejado de círculos concretos, es un
autor aún poco conocido.
José
Carlos Mariátegui sería uno de los próceres para la formación de un marxismo
latinoamericano, y sin duda pionero en toda una tradición que fusionaría
indigenismo y la tradición de izquierda, con una larga lista de pensadores que
se prolongan a lo largo de las décadas, como Fausto Reinaga, René Zavaleta
Mercado o actualmente Álvaro García Linera. Se pueden extraer de la obra del
“Amauta” elementos singulares y en algunos casos de actualidad. El maestro no
rehusó el debate, y a pesar de su compromiso militante con las filas
comunistas, tuvo el ingenio y la capacidad de acercarse y entender otras
posturas, con una composición propia de una gran calidad y originalidad, que
hace de su obra lectura indispensable para el campo de las Ciencias Sociales.
Es
imposible condensar una obra tan original y compleja en estas líneas con
multitud de matices y por qué no decirlo de contradicciones. A pesar de ello es
importante recuperar algunos elementos de este “maestro” desconocido para
muchos, como su convicción en la voluntad, en la fuerza de los que nunca fueron
nada, en la ilusión. Los postulados de la izquierda si no están acompañados de
emociones y si no penetran en la gente que realmente decimos representar sirven
para poco. Ello no conlleva que se deba rebajar el discurso, todo lo contrario,
Mariátegui siempre fue un rupturista y un revolucionario, pero es fundamental
conquistar al pueblo antes que los aparatos instituciones.
Ese
concepto fetiche para la izquierda actual como es hegemonía, fue comprendido en
su perfección por parte de José Carlos Mariategui. No hay cambio posible sin
una revolución en todos los ámbitos, en la cultura, en la literatura, de hecho
Mariategui fundará diferentes periódicos y editoriales para dar voz a este
movimiento, incluso en el teatro, teniendo en cuenta que todo ello debe
cristalizar en un cambio en la economía y en los resortes de poder. A largo plazo,
pero con paso firme, hay que caminar hacia un cambio revolucionario en todos
los sentidos con el optimismo de que los que nunca fueron nada pueden lograrlo.
*Tony Álvarez, politólogo, Máster en Estudios Latinoamericanos,
Doctorando en Ciencias Sociales, consultor político de gobiernos municipales,
coordinador de IU en Láchar (Granada) y miembro de la dirección provincial de
IU Granada
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Agosto 19 de 2017
Agosto 19 de 2017
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