“La ofensiva por encontrar a los culpables del asesinato del Edecán de Salvador Allende”
El hijo del Edecán junto con el abogado Eduardo Contreras, lideran una iniciativa inédita: que la justicia chilena tipifique como un crimen de lesa humanidad un asesinato ocurrido antes del 11 de septiembre. De esa forma podrán levantar la prescripción y reabrir el caso para encontrar a los verdaderos responsables del asesinato del Edecán Naval Arturo Araya
En Radio-Diario U. de Chile –public. 22/8/17
Las murallas del
balcón de la calle Fidel Oteíza, de numeración 1953, recogieron cinco de los
seis tiros disparados aquella medianoche de fines de julio de 1973. El sexto
proyectil, uno calibre 22 Long Rifle, lo recibió el pecho del Edecán Naval de
Salvador Allende, Arturo Araya Peters, en lo que sería un punto más del tejido
que tendría como desenlace el Golpe de Estado del 11 de septiembre.
Las
balas provenían del fusil semiautomático de un francotirador cuya identidad aún
no se esclarece.
Cerca
de 20 miembros de Patria y Libertad fueron detenidos y procesados por la
Fiscalía Naval. Todos quedaron libres de condena, menos Guillermo Claverie Bartet,
quien luego de pasar algunos meses prófugo, fue condenado a 3 años y un día
para luego ser indultado “por servicios prestados a la patria” [indulto que
Augusto Pinochet le otorgó a él y a todo el grupo el 22 de julio de 1981 –nota del
CAD, en Los que dijeron no].
En
una entrevista al diario La Nación, Claverie juró su inocencia y aseguró que
fue obligado a confesar tras sufrir múltiples torturas efectuadas por oficiales
de la Marina y de la Fuerza Aérea. El involucrado admitió haber estado afuera
del balcón de Araya en Providencia esa noche, pero aseguró no haber apretado el
gatillo que lanzó la bala que habría dado con el marino.
Falsas
culpas
Fue
una entrevista que dio Jorge Ehlers en 2001, cuando aspiraba a presidir el
Comité Olímpico de Chile, la que reavivó las intenciones de la familia Araya de
darle un nuevo empujón a la búsqueda de la verdad en el caso. En ella Ehlers,
oficial de la Marina que habría sido el nexo entre la Armada y Patria y
Libertad, al ser consultado sobre sus vínculos con el caso del Edecán, señalaba que “mis cosas son personales, no
tienen que importarle a nadie. Esto me parece una porquería”. Tres años después
declaró en una entrevista que “estamos nuevamente volviendo al pasado y
rememorando un desgraciado caso que en su oportunidad fue debidamente
aclarado”.
Enrique
Araya, hijo del Edecán, no logró encontrarle la razón. Para él, el capítulo no
estaba cerrado. Mal que mal nadie había pagado con cárcel y las culpas no
estaban en absoluto esclarecidas. Ante la posibilidad de la reapertura del
caso, Ehlers migró a Alemania en 2003 acusando “motivos personales”, dejando su
cargo en la Federación Atlética, que debía asumir hasta 2005.
Claverie
figuraba como el único responsable y, a medida en que iba recabando más
información, Enrique Araya iba reafirmando su tesis de que Claverie había sido
utilizado. “Yo conversé muchas veces con él. De acuerdo a lo que me dijo tengo
claro de que él no tiene culpa. Él fue utilizado por Jorge Ehlers. Hay una cosa
del juicio de Claverie que es clave: todos los testigos de ese minuto
concuerdan con que Claverie disparó cuatro balas. Los peritajes de la época
encontraron los cuatro impactos de bala en la casa, las cuatro vainillas, pero
en la casa habían cinco disparos, más el que mató mi papá. Son seis disparos.
La autopsia dice que la bala vino desde arriba, y Claverie disparó desde 5
metros abajo. Todo eso me indica que el homicidio fue planificado y que su
objetivo era llevar al país al Golpe Militar”.
El
Edecán Araya esa noche respondió. Con una ametralladora alcanzó a disparar ocho
tiros, ninguno con dirección hacia abajo, todos hacia el frente.
Una
vez muerto Araya, el capitán de Carabineros Germán Esquivel, otro de los
supuestos involucrados, fue el primero en llegar a la casa de Providencia. Fue
a preguntar qué le había pasado y en qué condiciones se encontraba el Edecán.
Lo primero que hizo fue dar instrucciones de detener al que fuera ante el
deceso. Se presume que Esquivel estuvo directamente vinculado con el
encubrimiento y distracción en torno al caso. “Si analizas el expediente y ves
todo lo que hizo Esquivel te queda claro que lo pretendía era distraer a la
gente, que el público pensara que habían sido otras personas. Se le echó la
culpa hasta al gobierno, a Allende, cuando eso es mentira”, señala Enrique
Araya.
El Edecán
Constitucionalista
Enrique
Araya insiste en que el atentado contra su padre tuvo razones políticas que
pretendían seguir construyendo un clima de inestabilidad que le diera razones a
las Fuerzas Armadas para propiciar un Golpe.
Uno de los marinos antigolpistas 8/73 |
El
Edecán Araya era un personaje carismático en la Armada. Era querido como pocos
y dueño de una figuración incluso mayor que la del Comandante en Jefe. Cada
tres semanas le tocaba estar de servicio y acompañar al Presidente Allende a
todas sus actividades. Esa noche de invierno en Providencia venía llegando de
una actividad en conmemoración del asalto al cuartel Moncada, en la embajada de
Cuba. Arturo Araya no manifestó nunca, ni siquiera en su intimidad, una
convicción política que lo ubicara cerca de la izquierda. Su discurso era,
antes que todo, de lealtad y subordinación. Allende era su jefe y, en ese
escenario, él obedecía con responsable rectitud.
“Mi
papá era constitucionalista. Él pensaba que lo que estaba pasando era un
problema político y que políticamente debía buscársele una solución. Mucha
gente en la Marina era igual. Él siempre pensó que era una tontera perder el
cariño que le tenía la gente a las FF.AA. Sabía que un Golpe iba a generar una
ruptura entre el pueblo y las FF.AA. y así fue. Él no lo habría apoyado, porque
tenía una amistad con el Presidente Allende”, dice su hijo. “Al morir él se provoca la reacción del alto
mando de la Armada. Hubo un grupito que sí sabía, que sí había planificado el
atentado del Comandante Araya, y después de la muerte de mi papá aprobaron el
alzamiento de la marina. La finalidad era que la Armada diera el paso”,
concluye.
Un crimen
de lesa humanidad
Según
el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional aprobado en 1998, se
entiende por crimen de lesa humanidad una serie de actos que se cometen “como
parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil y con
conocimiento de dicho ataque”. Dentro de estos se encuentran el asesinato, la
tortura, violación, desaparición, esclavitud, y más. Los crímenes de lesa
humanidad son imprescriptibles, lo que quiere decir que no se extingue la
persecución de los culpables en razón del transcurso del tiempo.
En
Chile los delitos ejecutados previos al 11 de septiembre de 1973 no entran
dentro de esta categoría, por lo que actualmente el Poder Judicial no tiene la
facultad de reabrir el caso. Esa es la lucha de Eduardo Contreras, el abogado
que lleva la causa de Araya. Para Contreras la Fiscalía Naval arregló el caso:
“Entonces fue un crimen totalmente impune. Esto genera un hecho jurídico muy
grave. Como no se da en el contexto de una represión masiva, por razones
políticas, religiosas o ideológicas, que es la característica de los delitos de
lesa humanidad, el delito de Araya no es considerado un delito de lesa
humanidad, porque ocurrió en un contexto democrático, donde no había represión.
Como no es delito de lesa humanidad, prescribió. Yo estoy discutiendo eso.
Estoy tratando de intentarlo con el Juez Carroza, tratando de encontrar una
conexión entre la sedición golpista y el Golpe, para decir que hay un hilo
conductor que hace que también se le aplique leyes de lesa humanidad”.
Mario
Carroza tiene la responsabilidad ahora. Araya hijo y Contreras presentaron una
querella para reabrir el caso sosteniendo que hay aspectos que no han sido
investigados. “Tal vez la intervención de la Marina, oficiales que en ese
minuto hubiesen estado involucrados en ese tema y que esto hubiese sido un
detonante para algo. Esas son las cosas que en un momento dado no se
investigaron, porque lo que se investigó es solamente el asesinato del Edecán
Araya, pero no que esto tuviera consecuencias políticas”, comenta Carroza.
El
magistrado es sincero: no sabe dónde lo llevará la investigación que está
realizando. Eduardo Contreras, por otro lado, está convencido de que tiene la
razón. Esto no significa que tenga la misma convicción de que los tribunales
chilenos reafirmarán su teoría: “Si yo te induzco a ti a cometer un homicidio,
y este se comete, yo debo ser condenado porque soy autor inductor. Los que
matan a Araya y Schneider lo están haciendo en la perspectiva de un Golpe de
Estado. Y si se le castiga como se ha castigado a los de Punta Peuco, también
deberían castigar a los que instigaron con sus actos, porque hay una línea de
unidad conductual técnico-jurídica entre los que inducen a hacer algo. Esto se
hizo para crear una situación de caos, para inducir al Golpe”.
Los
plazos de la investigación no están definidos y pueden pasar algunos años antes
de que se sepan noticias al respecto. La extensión en el tiempo parece no
desalentar a Enrique Araya. Lleva 16 años dándole vueltas al caso y está
convencido de querer dar con la verdad. Eduardo Contreras subraya continuamente
la importancia que tendría este caso como antecedente para casos futuros. Si un
crimen ejecutado antes del 11 de septiembre logra ser declarado como de lesa
humanidad se podría abrir una ventana de justicia para una serie de otros casos
ocurridos previos al atentado en La Moneda. Si la justicia chilena falla en su
contra, acudirá a la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Hoy la pelota
está en la cancha de Carroza.
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