“Poder para el pueblo
¿Por qué la victoria palestina en Jerusalén
representa un momento fundamental?”
Ni Fatah ni Hamas
han tenido mucho peso en las protestas masivas llevadas a cabo alrededor del
recinto de la Mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. Ni la presión de EEUU, ni la
desganada “preocupación europea por la situación”, ni las declaraciones
estereotipadas de los gobiernos árabes tuvieron tampoco trascendencia alguna.
Los funcionarios de las Naciones Unidas advirtieron de los sombríos escenarios de escalada, pero sus declaraciones no fueron
más que meras palabras.
El
espontáneo movimiento de masas en Jerusalén, que finalmente derrotó los planes
israelíes para cambiar el estatuto de Al-Aqsa, fue únicamente un movimiento
popular. A pesar del alto precio pagado con varios muertos y cientos de heridos, representó un
desafío no sólo para el gobierno israelí, también para el colaboracionista
liderazgo palestino.
Israel
cerró el recinto de Al-Aqsa el 14 de julio, tras un tiroteo entre tres palestinos armados y un grupo de oficiales de la ocupación
israelí. El recinto volvió a abrirse pocos días después, pero los creyentes
palestinos se negaron a entrar cuando se instalaron puertas, cámaras y
detectores de metales.
La
gente de Jerusalén comprendió de inmediato las implicaciones de la acción
israelí. En nombre de unas nuevas medidas de seguridad, el gobierno israelí
estaba explotando la situación para cambiar el estatuto de Al-Aqsa como parte
de sus esfuerzos para aislar más aún a los palestinos y judaizar la ciudad ilegalmente ocupada.
El
ejército israelí ocupó el Jerusalén Este palestino en 1967, anexionándoselo en
1981, en un claro desafío al derecho internacional y a pesar de la firme
oposición de la ONU.
A
lo largo de 50 años, Jerusalén ha soportado batallas a diario. Los israelíes
luchaban por ampliar su influencia en la ciudad, aumentar el número de colonos
ilegales judíos y separar la ciudad del resto de los Territorios Palestinos;
mientras, palestinos, musulmanes y cristianos por igual, resistían.
El
recinto de Al-Aqsa –también conocido como Haram Al-Sharif o el Santuario Noble-
es el elemento más simbólico de la lucha. Es un microcosmos del destino de la
ocupada ciudad, de hecho, del destino de toda la tierra palestina.
El
recinto está administrado por el Waqf [Patrimonio] Islámico, a través de un acuerdo jordano-palestino. Muchos
políticos israelíes del Partido del Likud y la coalición del gobierno de
derechas que dirige Netanyahu han tratado de cambiar esta situación.
Los
palestinos saben que el destino de su mezquita y el futuro de su ciudad están
estrechamente vinculados. Para ellos, si se pierde Al-Aqsa es como si Jerusalén
hubiera sido realmente conquistada.
Esta
lucha entre los fieles palestinos y el ejército israelí tiene lugar cada día,
intensificándose habitualmente los viernes. Es en este día sagrado para los
musulmanes cuando decenas de miles de creyentes acuden a rezar a Al-Aqsa, para
encontrarse a menudo con que hay nuevos puestos militares instalados y nuevas
normativas del ejército. A los jóvenes palestinos en particular se les ha
impedido llegar a Al-Aqsa, también en nombre de la seguridad.
Pero
la lucha por Jerusalén no puede expresarse en cifras, en número de víctimas y
en reportajes televisados. Es la lucha constante de los palestinos por el
espacio, por la identidad y por preservar la santidad de su sagrada tierra.
En
los últimos dos años, la lucha se ha intensificado porque Israel empezó a ampliar sus ilegales asentamientos en el Este de Jerusalén y los partidos de
derecha aprobaron una serie de leyes contra los palestinos que allí viven. Una
de esas leyes es la que se refiere a la llamada a la oración, que intenta
impedir que las mezquitas hagan ese llamamiento a orar a los fieles al
amanecer, como se ha venido practicando desde hace un milenio.
Los
jóvenes palestinos, muchos de ellos nacidos tras los fracasados Acuerdos de
Oslo, están hartos de que el ejército israelí controle cada aspecto de sus
vidas y de que sus corruptos líderes sean cada vez más irrelevantes y egoístas.
Esta
frustración se ha manifestado de varias formas: en resistencias no violentas,
en nuevas ideas políticas, a través del arte, de la música, en las redes
sociales, pero también mediante actos de resistencia violenta.
Desde
que la última Intifada de Al-Quds –levantamiento en Jerusalén- empezó en
octubre de 2015, “han muerto alrededor de 285 palestinos en supuestos ataques,
protestas e incursiones del ejército israelí”, informaron Farah Najjar y Zena Tahhan. Alrededor de 47 israelíes murieron en ese mismo
período.
Pero
la Intifada fue de algún modo contenida y manejada. Desde luego, los grupos por
los derechos humanos protestaron por muchos de los asesinatos de palestinos
perpetrados por el ejército al ser innecesarios y no mediar provocación alguna,
pero pocas cosas han cambiado sobre el terreno. La Autoridad Palestina ha
continuado actuando de forma casi completamente desgajada de la violenta
realidad a que se enfrenta su pueblo a diario.
El
tiroteo del 14 de julio podría haber quedado registrado como otro episodio
violento de los muchos de los que se ha informado en Jerusalén en los últimos
meses. Tras esos sucesos, el discurso oficial israelí ignora totalmente el
hecho de la ocupación militar y se centra en cambio en el problema de seguridad
de Israel causado por el “terrorismo palestino”. Los políticos se precipitan
entonces a aprobar nuevas leyes, propuestas e ideas radicales a fin de explotar una situación trágica y remodelar el statu quo.
Teniendo
en cuenta las numerosas situaciones problemáticas a que se enfrentan los
palestinos, cualquier análisis político racional habría concluido acertadamente
que los palestinos estaban perdiendo también esta batalla. Con EEUU apoyando
sin fisuras las medidas israelíes y con la comunidad internacional cada vez más
distante y desinteresada, los palestinos de Jerusalén no tenían ni la más
remota posibilidad.
Pero
esa forma de entender el conflicto, aunque lógica, resulta a menudo
terriblemente equivocada, al subestimar despreocupadamente a un pueblo.
Los
palestinos de Jerusalén ganaron en esta última confrontación, ofreciendo un
modelo impresionante de movilización y solidaridad popular con todos los
palestinos. El ejército israelí eliminó las barricadas y los detectores de metales, poniendo a Israel al borde de
una crisis política que involucró a enojados políticos, al ejército y a la
inteligencia interior, el Shin Bet.
La
victoria del pueblo supuso una gran vergüenza para Mahmud Abbas, el presidente
de la Autoridad Palestina en Ramala. Intentó beneficiarse de las protestas pero
fracasó, según informó The Atlantic.
Otras
facciones se movieron también rápidamente para movilizarse ante la victoria del
pueblo, pero sus esfuerzos parecían escenificados y poco sinceros.
“Hoy
es un día feliz, pleno de celebración y pesar al mismo tiempo, pesar por las
personas que perdieron su vida y por las que resultaron heridas”, dijo un manifestante a los periodistas, mientras miles de palestinos
asaltaban las puertas de Jerusalén armados con sus alfombrillas de oración,
banderas y voces roncas de haber estado gritando durante casi dos semanas.
“Este
es ante todo un movimiento de las bases, no está dirigido ni por Hamas ni por
Fatah, los dirigentes políticos tradicionales de los palestinos”, informaba el
periodistas Imran Khan desde el exterior del recinto.
Este
movimiento de base estaba integrado por miles de mujeres, hombres y niños. Entre
ellos estaba Zeina Amor, que cocinó cada día para quienes se mantenían firmes
fuera del recinto, recibiendo el impacto de una bala de goma en la cabeza y
regresando al día siguiente para instar a los hombres a que se mantuvieran
firmes en su lucha.
También
se incluye entre ellos el niño Yusef Sakafi, entre cuyas tareas estaba la de
salpicar agua sobre la gente cuando permanecían sentados durante interminables
horas bajo un sol implacable, negándose a marcharse. También estaban allí
muchos palestinos cristianos que llegaron para rezar con sus hermanos
musulmanes.
Trasmitiendo
la escena desde Jerusalén, las noticias de televisión y las fotos de los
periódicos mostraban grandes muchedumbres de personas que estaban de pie,
sentados, orando o corriendo de forma desordenada entre balas, bombas de sonido
y botes de humo.
Pero
las muchedumbres se componen de personas, como Zeina, Yusef y muchos más, todos
motivados por su insistencia en enfrentarse a la injusticia a pecho descubierto
en una demostración inspiradora de tenacidad humana.
Por
supuesto que habrá más violencia porque la ocupación israelí se fortalece de
forma implacable, pero los palestinos de a pie no abandonarán la lucha. Se han
mantenido resueltos durante casi 70 años.
Es
muy posible que a través de un análisis político racional no pueda explicarse
cómo una nación que ha sufrido tanto puede seguir movilizándose contra un
ejército y ganar.
*El Dr. Ramzy Baroud lleva más de
veinte años escribiendo sobre Oriente Medio. Es un columnista internacional,
consultor de medios, autor de varios libros y fundador de PalestineChronicle.com. Su último libro es “My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold
Story” (Pluto Press, Londres). Su
página web es: www.ramzybaroud.net
Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Agosto 10 de 2017
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