“Yemen, la guerra silenciosa apoyada por EEUU”
Yemen,
el país más pobre del golfo Pérsico, parece tocado por una maldición divina
propia de la era bíblica. Tras sufrir durante casi tres años una guerra civil
que no cesa, ahora soporta una epidemia de cólera que en solo tres meses ha
acabado con la vida de casi 2.000 personas. Y lo peor es que su tragedia es
desconocida por el gran público
Los habitantes de
Saná ya están acostumbrados a los bombardeos. Les han destruido puentes,
hospitales y factorías. Muchos doctores y funcionarios llevan más de un año sin
recibir su sueldo. La malnutrición
y las infecciones
campean a sus anchas por estos parajes al sur de la próspera Arabia Saudí y por
esa razón prosperan enfermedades que muchos países han confinado a sus libros
de historia.
Yemen
es la gran olvidada; su horror apenas sale en los telediarios pese a que
algunas organizaciones no gubernamentales ya califican lo que ocurre dentro de
sus fronteras como la peor crisis humanitaria del mundo. La gente hace horas de
cola bajo el sol ardiente para llenar un bidón de agua potable para una familia
entera debido a la guerra. La pobreza es tan amplia que niños sin hogar se
protegen del clima con bolsas de basura.
Bouthania,
que tiene cuatro o cinco años, es el triste icono de este conflicto armado
silencioso, pero atroz. La niña perdió a toda su familia, sus padres y cinco
hermanos, por un "error técnico" de la aviación saudí. Un nuevo daño
colateral.
El
enfrentamiento comenzó en 2014, cuando los hutíes, un clan del norte del país
de confesión chií, se aliaron con partes descontentas del Ejército y en 2015
asaltaron la capital, forzando al exilio al presidente legítimo Abdo Rabu
Mansur Hadi, musulmán suní, al que acusaron de corrupción.
Los
hutíes luchaban inicialmente para mejorar las condiciones de vida de la minoría
zaydí, una rama del islam chií que sigue un tercio de los yemeníes. El grupo en
realidad se llama Ansar Alá (partidarios de Dios, en lengua árabe) y se inspira
en Hizbulá. Además de una facción armada, también tiene parte de movimiento
social y, como la organización libanesa, cuenta con ayuda de Irán.
En
marzo de 2015, Arabia Saudí y una coalición de Estados árabes lanzó una
ambiciosa campaña militar basada principalmente en bombardeos aéreos destinada
a expulsar a los hutíes del poder y restaurar el Gobierno de Hadi. Las bombas
no solo no han conseguido eso, sino que están ayudando a perpetrar un genocidio
en toda regla, con el visto bueno de Estados Unidos, socio estratégico de los
saudíes, a quienes suministra armas en cantidades ingentes.
En
la actualidad, el sur y el este del país están bajo el control del Gobierno,
apoyado por la coalición encabezada por Arabia Saudí, y el norte está controlado
por los rebeldes hutíes. Los analistas estiman que la milicia cuenta hoy con
unos 100.000 hombres armados.
Los
saudíes y sus amigos también mantuvieron más de un año cerrado al tráfico civil
el aeropuerto internacional de Saná, lo que implicó que los comerciantes no pudieron
llevar bienes de consumo por vía aérea y que los yemeníes no pudieron recibir
tratamiento médico en el exterior. Muchos de ellos perecieron de inanición.
Yemen se convirtió en una ratonera mortal. La FAO, la organización de Naciones
Unidas que se encarga de la alimentación, ya ha dicho que 14 millones de
yemeníes se encuentran en "grave situación de inseguridad
alimentaria".
Al
objetivo inicial de Ansar Alá de defender los derechos de la minoría zaydí y
contrarrestar la creciente influencia de los suníes en su región, se fueron
superponiendo venganzas tribales, intereses espurios por el control del
contrabando y el tráfico de personas, la presencia de Al Qaeda que
históricamente utiliza las zonas sin control como campos de entrenamiento y
adoctrinamiento de sus miembros, y el combate cada vez menos soterrado entre
Riad y Teherán por la supremacía regional.
La
politización del grupo se produjo a raíz de la invasión estadounidense de Irak
en 2003. Su fundador, Husein al Huthi, explotó el profundo sentimiento
antinorteamericano que desató esa intervención para lanzar una revuelta armada
contra el entonces presidente Ali Abdalá Saleh, quien apoyaba a Washington. El
levantamiento se convirtió en una guerra abierta y el Ejército mató a Huthi en
2004. Sus seguidores, sin embargo, continuaron la lucha, apoyados a partir de entonces
por clanes perjudicados por la campaña militar.
En
este contexto de hambre, cólera, caos y ruinas, las tropas de Estados Unidos
realizan con completa impunidad y secreto operaciones militares con el pretexto
de rastrear las guaridas de los terroristas.
El
especialista en Yemen de Chatham House, Peter Salisbury, cree que el desinterés
en Occidente es lógico: "Históricamente, Yemen siempre ha tenido el mismo
problema: un país complicado, lejos en el imaginario de la gente en Occidente y
con problemas complejos. Entre los grupos armados tampoco hay un héroe de la
historia". También incluye el elemento diferenciador con Siria: "El
problema de los refugiados es uno que afecta a nuestras vidas y que en Europa
podemos ver".
Esa es una visión
autocomplaciente, perfecta para calmar conciencias. Pero no todos opinan igual.
"Europa no puede permitirse ignorar a Yemen", considera Adam Baron,
cofundador del Centro para Estudios Estratégicos de Saná y experiodista en esa
ciudad, en un ensayo sobre el papel de Europa en el conflicto publicado por el
'think tank'. Y no lo dice tanto por una cuestión humanitaria, sino que esgrime
argumentos prácticos que en su opinión deberían hacer reaccionar a los
mandatarios europeos. "Si no actúan, Yemen podría convertirse en un nuevo
centro para grupos terroristas con orientación mundial. Se está convirtiendo
rápidamente en una tierra fértil para grupos extremistas".
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Agosto 31 de 2017
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