Y algunas
ideas sobre adonde apuntar para que el movimiento popular gane sus primeras
batallas
Para nadie es un misterio el mal manejo de la
actual crisis de gobernabilidad que enfrenta la Nueva Mayoría (NM), trance que se
remonta hasta casi el mismo momento de su instalación en el ejecutivo, en marzo
de 2014, y que en su mayor parte ha sido gatillado por la irresponsabilidad de sus
propias autoridades, representantes oficiales y oficiosos, todo lo cual ha
ocasionado un gran desconcierto y desorden entre funcionarios del rango medio
hacia abajo, algunos asesores, dirigentes-funcionarios de frentes y
organizaciones sociales y comunitarias.
Ahora
bien, si nos preguntamos quién manda ‘políticamente’ [1] en Chile, aún en medio
de ésta desacreditación casi total de la coalición gubernamental y del conjunto
del estrato político civil, debiéramos decir que: los representantes de la
médula histórica, enraizada en su origen burgués conservador, del Partido
Demócrata Cristiano (PDC), añadiéndosele un importante núcleo de ideólogos-asesores
de lo más renovado del pragmatismo socialdemócrata. Estos últimos, una oculta
cofradía de elementos identificados con la intelligentsia PS-PPD, encarna el
meollo del programa pretendidamente renovador del sistema de dominación imperante.
Dicho
binomio, entonces, coadyuva en los niveles técnico-económico, en la función
política relacionada con la coyuntura y en lo ideológico de la esfera de lo
político; ni más ni menos. En consideración de lo anterior, nos atrevemos a afirmar
que tal ateneo puede ser identificado como el cerebro elaborador de la
estrategia y la política del grupo mantenedor y reproductor del sistema de
dominación y explotación heredado de la dictadura cívico-militar, representado
ayer por la Concertación y hoy por la NM.
Tanto
el núcleo encubierto del PDC, así como el de los PS-PPD (los asignaremos a
estos partidos sólo para hacer más fácil el ejercicio, pero puede que a veces
sólo sean unos “cercanos a”), se dividen a su vez, funcionalmente, en dos segmentos
complementarios:
- Uno, el de aquellos
que con una adecuada formación político-ideológica y vasta experiencia
palaciega van modelando la pauta política gubernativa y su contenido,
gravitando sobre las figuras claves de la realpolitik; es decir, quienes, en
los marcos de esta democracia de pacotilla, sólo deben trabajar sobre objetivos
prácticos antes que ideales (ministros, subsecretarios, congresales, jefes de
servicio, gobiernos regionales) –“Asesores Políticos”, “Ideólogos” y, a veces, “Lobistas”
les dicen-: el finado Boeninger, el Gute Martínez, Carlos
Tudela, Genaro Arriagada, por el lado del PDC; mientras que Enrique Correa,
José J. Brunner, Ernesto Ottone, Alejandro
Bahamondes y Eugenio Tironi campean por el PS-PPD;
- El otro, el de aquellos
con una relativamente alta cualificación económica y administrativa y una gran
red de contactos socio-políticos, bondades las cuales colocan al servicio de
las metas políticas propuestas por los ‘ideólogos’ y cuyo apoyo (léase
financiamiento de campañas o apitutamiento) a aquellos que mejor encarnen el
ideal mantenedor del sistema los convierte en unos pequeños demiurgos –“operadores
políticos” les llaman (y no meros financistas, que
de esos hay un largo listado de oferentes):
Giorgio Martelli (el mismo careraja que pontificaba sobre “Financiamiento Electoral
Transparente”. Ver un análisis lúcido sobre su
rol), Harold
Correa, Jorge
Rosenblut, por la banda PS-PPD, mientras que por el PDC destaca la familia
del Río, Walter
Oliva, Diego
Méndez, Pedro
Yaconi, etc.
No
obstante, también debemos considerar la adaptable naturaleza humana. De ese
modo, nos podemos encontrar con algunos actores de la política con
características de ambos segmentos nombrados, destacando en esto los versátiles
Patricio
Polizzi y Jaime
Oliva.
Sin
duda que ese disimulado eje matricial PDC-PS-PPD concentra no sólo gran parte
de las decisiones políticas que van pauteando la agenda política dispuesta
desde el gobierno, sino también quienes son los elegidos para llevar adelante
las tareas que la cristalizarán.
Su
dinámica sería más o menos la siguiente: iniciativa o propuesta a partir de
alguno de los núcleos, PS-PPD o PDC, la que luego recibe los ajustes y/o limitaciones
del otro o bien la mera sanción, no estando ello libre de roces, aunque nunca a
un nivel que lleve a romper esta primera instancia de acuerdo.
Pero,
por favor, no olvidemos una de las prácticas más adoradas y reiterativa a lo
largo de estos 26 años de democracia de baja intensidad impulsada por aquel eje
matricial y por todos los gobiernos conocidos: “la democracia de los acuerdos” o el “consociacionalismo”, práctica de la cual nos había advertido un
preterido holandés-yanqui, Arend Lijphart [3], quien la definió como el
“proceso de acomodación de las élites gobernantes en una sociedad”; en suma, la
forma como en las formaciones divididas en clases y polarizadas in extremis,
como la nuestra, los representantes del bloque político de Estado logran
mantener la parodia de una ‘democracia’, compartiendo el poder político formal y
evitando que todo esto se descalabre.
Aquello,
llevado al terreno de la política, de la coyuntura, pero también con vistas a
mantener por mil años el actual sistema de dominación, se expresa en los
acuerdos con los representantes de las derechas económica, política y
mediática. Pero, producto de esa manida ‘democracia de los acuerdos’, aparece
un fenómeno cercano a la entropía, que se expresa en una cada vez mayor gravitación
sobre las decisiones políticas gubernamentales por parte de los sectores más
directamente ligados al bloque en el poder, a las clases dominantes. A este
último respecto, baste ver cómo, una tras otra, las limitadísimas reformas
sociales de la NM son debilitadas y reorientadas en su favor por parte de esas
derechas.
En
nuestra formación, si bien los niveles jurídico-político e ideológico están
determinados, en última instancia, por el modo de producción capitalista [3],
esos niveles han adquirido una alta significación como espacios de la lucha que
debemos dar l@s que aspiramos a transformar Chile, ya que es allí, dentro del
actual cuadro de la correlación de fuerzas sociales, donde debemos jugarnos a
fondo por conquistar las mentes y los corazones de los explotados y los
oprimidos.
¡Que la Historia Nos Aclare el Pensamiento!
¡Solo la Lucha y la Unidad Nos Harán Libres!
Colectivo
Acción Directa CAD –Chile
Agosto 5 de 2016
Notas:
[1] Existe una diferenciación muy interesante entre la
‘política’ y lo ´político´, que se la debemos a Nicos Poulantzas (ver “Poder Político y Clases Sociales en el
Estado Capitalista”), y que nos señala que la primera comprendería la esfera de
las prácticas políticas, del despliegue de las fuerzas políticas y de la
transformación de la unidad en la coyuntura; mientras que, lo segundo,
abordaría la esfera de la superestructura jurídico-política, es decir,
constituye el poder institucionalizado del Estado de clase.
[2] Lijphart,
Arend (1968). The Politics of Accommodation. Pluralism and Democracy in
the Netherlands (en inglés) (primera edición). Berkeley:
University of California Press.
[3] En etapa de transición a la segunda fase imperialista y con
hegemonía del capital monopólico-financiero, asociado dependientemente al
capital financiero transnacional.
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