“Sobre marxismo y anarquismo”
Conferencia pronunciada el 24 de mayo del año 2000 en el Ateneo de
Barcelona
Por Francisco Fernández Buey
En El Viejo Topo –public. 25/8/16
Se nos pregunta si es posible renovar hoy en día lo que fue el diálogo
entre Marx y Bakunin. Voy a contestar brevemente a esta pregunta para luego
argumentar mi punto de vista. La respuesta es: sí; no sólo es posible
sino que además es necesario. Y sería bueno, y razonable, que este diálogo
enlazara con el momento en que Marx y Bakunin aún colaboraban, es decir, con
aquel momento anterior a la creación de la Primera Internacional en que Marx
defendía el socialismo como “conquista de la democracia” y Bakunin traducía al
ruso el Manifiesto comunista.
Dicho eso querría
añadir enseguida que los motivos del desacuerdo que estuvieron en el origen del
enfrentamiento histórico entre marxismo y anarquismo durante la Primera
Internacional han caducado; que los motivos de fondo por los que chocaron Marx
y Bakunin en la década de los setenta del siglo pasado hace mucho tiempo que
quedaron superados; y también los motivos de fondo que enfrentaron a marxistas
y anarquistas durante la guerra civil española. Quedarse en ellos, quedarse en
aquellos motivos, no tiene sentido. O para decirlo con más precisión: poner esos
motivos en primer plano sólo tiene sentido desde el punto de vista
historiográfico.
Concretaré un poco
más esta convicción mía. Tanto si pensamos en el debate histórico sobre la
mejor forma de organización de los de abajo para su liberación (o sea, sobre si
ésta ha de ser predominantemente política o predominantemente socio-sindical)
como si pensamos en la controversia sobre centralismo democrático o
confederación, o en el debate entre espontaneidad voluntarista y dirección
consciente (que llega desde fuera de las clases trabajadoras), o el debate
acerca de la extinción o abolición del Estado, o en la controversia entre Marx
y Bakunin sobre la forma de entender la historia y la naturaleza humana (que es
lo que está por debajo de la controversia sobre acracia o dominación de clase),
en todos los casos la conclusión a la que me parece que hay que llegar es la
misma: hace mucho tiempo que las posiciones sobre estos temas se han hecho transversales
y no corresponden ya propiamente a posiciones exclusivas de organizaciones
marxistas y de organizaciones anarquistas.
Allí donde estos
debates siguen estando en primer plano no hay apenas realidad social con la que
enlazar. Y allí donde hay realidad social con una intención transformadora (en
algunos de los movimientos sociales críticos y alternativos del mundo actual)
lo que fue el ideario marxista y lo que fue el ideario anarquista (o
libertario) se han ido fundiendo o casi.
Por eso, en líneas
generales, hace ya varias décadas que ni los medios de comunicación ni lo que
se suele llamar “opinión pública” distinguen con claridad entre ideas y
actuaciones anarquistas e ideas y actuaciones marxistas. Más bien las
confunden, confunden constantemente marxismo y anarquismo. Esto que digo era ya
muy patente en los años setenta, durante el ciclo en que concluyen las
movilizaciones de 1968. Un ejemplo: la tendencia generalizada de la prensa
alemana a considerar “anarquistas” a los principales componentes de la Fracción
del Ejército Rojo, el grupo Baader-Meinhof, cuando, obviamente, la formación de
los mismos era más bien de orientación marxista en casi todo lo esencial. Otro
ejemplo: la tendencia, existente también por entonces, y no sólo en la prensa
desinformada y manipuladora, a considerar “anarquista” el bordiguismo, que toma
su nombre de Amadeo Bordiga, uno de los fundadores históricos del Partido
Comunista de Italia, enfrentado luego con Lenin, crítico de la URSS e
inspirador en las décadas siguientes de varios grupos comunistas minoritarios,
sobre todo en Italia y en Francia.
Creo que se puede
decir que casi todas las cosas interesantes para un punto de vista
revolucionario que tomaron cuerpo en torno a 1968, tanto en Europa como en los
EE.UU. de Norteamérica, son el resultado de la integración de ideas marxistas y
anarquistas; esta integración o complementación se produjo a partir de la
reconsideración crítica entonces en curso de las ortodoxias tradicionales
correspondientes. Esta reconsideración crítica afectó no sólo a la versión
estalinista y post-estalinista del comunismo marxista, sino también a algunas
de la ideas-fuerza del propio Marx (por ejemplo, la noción de “fuerzas
productivas”) y de Bakunin (por ejemplo, la idea de “acción directa” [de tipo individual, digámoslo
–nota del CAD]).
Dos síntomas de lo
que estaba cambiando por entonces tanto en el universo marxista como en el
universo anarquista son los siguientes: 1º el choque entre Federica Montseny y
Cohn-Bendit, en uno de los congresos anarquistas más sonados de la época, justo
después de los principales acontecimientos de mayo del 68 en Francia; y 2º el
choque de los principales representantes del movimiento estudiantil italiano
(que se consideraban marxistas en su mayoría) con el PCUS y con el PCI.
Pondré ahora
algunos ejemplos de la fusión, integración o complementación de ideas marxistas
y anarquistas:
1º La obra y la
actividad de Guy Debord (el autor de La sociedad del espectáculo
y de las Consideraciones sobre la sociedad del espectáculo) en los
márgenes, por así decirlo, de la Internacional Situacionista; una obra de la
que algunos pensamos que tuvo un carácter premonitorio de lo que iba a pasar en
el capitalismo tardío o globalizado;
2º La influencia de
la obra de Karl Korsch en toda una serie de grupos y organizaciones
antiautoritarias de finales de los años sesenta y comienzos de la década de los
setenta, lo cual es relevante para la idea que quiero defender si se tiene en
cuenta que Karl Korsch había sido un marxista histórico que en algunos aspectos
derivó hacia el anarquismo ya durante los años de la guerra civil española;
3º La orientación de
la obra de Murray Bookchin, tal vez el anarquista más influyente en el
movimiento ecologista social, sobre todo a partir de los ensayos recogidos con
el título de Por una sociedad ecológica, donde, después de criticar
duramente la idea y la práctica del socialismo, caracteriza precisamente la
sociedad ecológica alternativa como “anarco-comunista”, desarrollando la idea
común (formulada por Marx y compartida por Bakunin) de una sociedad en la que
regiría el principio: “de cada uno según sus posibilidades; a cada uno según
sus necesidades”.
4º La evolución del
movimiento de los autónomos en Italia (y luego en otros países europeos), en el
que se integran muy pronto elementos de la tradición marxista y de la tradición
anarquista;
5º Lo que ocurrió
aquí mismo, entre nosotros, con el efímero Movimiento Ibérico de Liberación
(MIL), en el que se funden, también muy pronto, guevarismo marxista y
libertarismo.
Este constante
intercambio de ideas marxistas y anarquistas, e incluso la fusión o
integración, más menos conscientemente buscada entre ambas, se puede rastrear
igualmente en algunas de las revistas alternativas que se publicaron en España
entre 1976 y 1981, por ejemplo, en Negaciones (donde el punto de vista
“consejista” hace de puente entre las dos tradiciones), o en El viejo topo (en
cuya primera etapa se especuló varias veces sobre la actualización dialogada de
marxismo y anarquismo), o, con otros matices, en Teoría y práctica y en
la revista vasca Askatasuna (donde la influencia de las ideas de
Debord, de un lado, y de Toni Negri, de otro, es muy patente, al menos en mi
recuerdo).
Este proceso
interactivo y transversal ha sido, desde luego, por lo que hace a Cataluña y a
España, no sólo minoritario sino, como era de esperar, excéntrico
respecto de los dos polos tradicionales del marxismo y del anarquismo: el PCE y
la CNT. Por lo que yo sé, en esos ámbitos todos los intentos de suscitar una
reflexión y un diálogo de estas características sobre anarquismo y marxismo han
fracasado hasta ahora.
Hubo, sin embargo,
a finales de la década de los setenta algo así como una iniciativa para
repensar en común la nueva situación, sin ocultar las diferencias existentes
entre las tradiciones; una iniciativa que se puede considerar todavía ahora
como un antecedente interesante de lo que estamos haciendo hoy aquí. Me refiero
al intercambio epistolar entre Joan Martínez Alier y Manuel Sacristán, hecho
público en las páginas del número 8 de la revista Materiales, y hace
poco mencionado en un libro sobre la tradición libertaria en Cataluña. Hay que
aclarar que Martínez Alier estaba entonces, entre 1977 y 1978, si la memoria no
me falla, peleándose con la CNT en una fase nueva de “Solidaridad obrera”; y
Manuel Sacristán, a su vez, estaba entonces peleándose con la dirección del
PSUC sobre el “eurocomunismo” precisamente desde la revista en la que se
produjo aquel diálogo y que fue el origen de la actual mientras tanto.
Aunque breve, aquel
fue un intento de hacer balance crítico de lo que habían sido marxismo y
anarquismo pensando hacia el futuro. Había, además, en el caso de este
intercambio (que sería algo más que epistolar, puesto que Martínez Alier pasó
en seguida a colaborar durante algún tiempo en la revista mientras tanto)
un vínculo teórico y práctico que permitía pensar en una aproximación: la
convicción de la importancia que tenía integrar la problemática ecológica en la
perspectiva tradicional (marxista y/o anarquista) de transformación social.
Pero justamente la
confrontación y el diálogo entre Martínez Alier y Sacristán, que sin duda
fueron productivos para la formación de otras personas más jóvenes (yo mismo
creo haber aprendido unas cuantas cosas de aquella experiencia) refuerza lo que
acabo de decir sobre el carácter excéntrico de este tipo de circulación
de ideas marxistas y anarquistas: los dos, Martínez Alier y Sacristán, quedaron
fuera de lo que era la línea principal de preocupaciones de las organizaciones
respectivas, la CNT y el PCE-PSUC. La ilusión “eurocomunista” que, como se
sabe, pronto acabaría en nada, minorizó a Sacristán; y Martínez Alier, en el
otro lado, se vio acusado de “marxista”. Esto, aunque no suele recordarse ya,
también es parte de nuestra particular “transición”. Y, sin embargo, sin esas
influencias entrecruzadas apenas podría explicarse el origen del movimiento
antinuclear en Cataluña, que ha sido una de las bases del posterior ecologismo
social. Y no sólo aquí.
Querría añadir, de
todas formas, que el fracaso de estos pocos intentos de reflexionar en común
sobre lo que estaba ocurriendo en el plano ideológico y en las prácticas
sociales desde 1968 no se debió sólo a la fijación de las direcciones de las
dos principales organizaciones marxistas y anarquistas, sino también a los
prejuicios arraigados en la mayoría de los intelectuales entonces comprometidos
con una y otra opción, es decir, a la tendencia (de la que también yo tengo que
autocriticarme) a mirar mucho más hacia atrás, hacia el pasado, hacia los
grandes debates de otros tiempos, que hacia adelante, hacia los problemas a los
que habría que hacer frente en el inmediato futuro.
Basta con repasar
los documentos de las Primeras Jornadas Libertarias celebradas en Barcelona
(parcialmente recogidos en Ajoblanco) y compararlos con lo que se estaba
escribiendo por entonces en algunas de las revistas teóricas marxistas no
particularmente vinculadas al PCE (como Zona abierta o El cárabo,
por ejemplo) para darse cuenta, de golpe, de hasta qué punto la fijación
respecto de los debates del pasado ha contado entre nosotros al hablar del
presente. Y basta con repasar lo que ha sido la evolución política de muchos de
los intelectuales que entonces llevaban la voz cantante en esto de la
confrontación entre anarquismo y marxismo (Semprún Maura, Racionero, José
Ribas, el Savater del “Panfleto contra el todo”, de un lado; Tamames, Solé
Tura, Claudín, Paramio o Escudero, de otro) para ilustrar a los más jóvenes
sobre la inanidad de aquella superposición de discursos.
Ahora querría
precisar que cuando digo que los motivos de fondo del enfrentamiento histórico
entre marxismo y anarquismo han caducado no pretendo implicar en esta
afirmación que haya que olvidar o silenciar la historia de los conflictos,
controversias, desavenencias y enfrentamientos físicos. Creo que hay que volver
sobre esta historia porque es lo que ha dado cuerpo a tradiciones
diferenciadas, particularmente en el movimiento obrero. Pero también me parece
que es hora ya de reflexionar sobre esta historia en común, y tal vez
partiendo de aquellos casos más dolorosos que nos obligan, precisamente por
ello, a revisar tópicos y prejuicios. No para ocultar o justificar nada, sino
para explicar y superar situaciones.
Para no demorarme
en esto pondré otro ejemplo: Tierra y libertad, la excelente película de Loach,
habría ganado en intensidad dramática, y nos habría hecho pensar más a todos,
si en las secuencias dedicadas a la Barcelona de 1937 hubiera introducido una
reflexión sobre esta circunstancia: Camillo Berneri, anarquista italiano, que
acababa de criticar muy agudamente la táctica de Federica Montseny, lee en
Radio CNT-Barcelona el elogio fúnebre de Antonio Gramsci, comunista marxista,
también italiano, que murió víctima del fascismo mussoliniano, y él mismo muere
asesinado unas semanas después seguramente víctima de otros que luchaban contra
el fascismo, admiraban a Gramsci y criticaban a su vez el punto de vista
anarquista sobre guerra y revolución. Berneri y Gramsci estaban entonces, por
así decirlo, en los márgenes de las dos tradiciones. Pero hoy en día pensar en
sus destinos, comparar sus obras y ponerlos a dialogar idealmente nos sitúa en
el centro de la reflexión que hay que hacer.
Esa es una forma
posible de enlazar con el pasado. Pero si lo que se pretende es reanudar un
diálogo que, por lo demás, está en la calle, en algunos de los movimientos
sociales existentes, hay todavía otra forma, tal vez menos conflictiva, de
orientarse: pensar en una política cultural alternativa para el presente, que
es lo que algunos están haciendo ya al replantearse una cultura ateneísta a la
altura de los tiempos. Esta debería tener una agenda propia, autónoma, no
determinada por la imposición de las modas culturales ni por el politicismo
electoralista de los partidos políticos.
Importa poco el
que, al empezar, unos hablen de conquista de la hegemonía cultural y otros de
aspiración a la cultura libertaria omnicomprensiva. Lo que de verdad importa es
ponerse de acuerdo sobre qué puede ser ahora una cultura alternativa de los que
están socialmente en peor situación, una cultura autónoma que dé respuesta al
modelo llamado “neocapital” y a lo que se llama habitualmente “pensamiento
único”. Por desgracia, la tradición politicista de unos y la tradición
activista de otros no deja mucho tiempo todavía ni siquiera para pensar en lo
que debería ser la agenda de una cultura ateneísta alternativa. Se dedica mucho
más tiempo a la crítica, por lo demás fácil, del consumismo y de los programas
televisivos más vistos. Habría que preguntarse, en cambio, cómo se sale en
nuestras sociedades del “malestar cultural” y cómo se construye una nueva
cultura de la solidaridad internacionalista, qué redes de comunicación (más o
menos subterráneas o minoritarias) existen ya y qué redes habría que crear para
un uso alternativo de los medios de comunicación existentes.
Para eso
seguramente se necesitan “grupos de afinidad” distintos de los existentes.
Éstos, en la mayoría de los casos, han sido inducidos por la cultura dominante:
bien por razones técnicas (cuando la afinidad queda reducida al uso de tales o
cuales tecnologías de la información y de la comunicación en constante
expansión), bien por motivaciones estrechamente políticas (derivadas, además,
de la agenda electoral de los partidos políticos mayoritarios). Los “grupos de
afinidad” que más falta hacen ahora tendrían que arrancar justamente de la
experiencia libertaria, la cual pone el acento no en lo político, ni el uso de
tal o cual técnica, ni en la limitación de las actividades a un solo asunto,
sino en lo social y en lo cultural (en un sentido amplio); y que, de paso,
entiende el pluralismo como pluralidad de ideas, como método para facilitar la
inventiva y garantizar la descentralización desde abajo, no como permanente
cristalización de la superposición de corrientes.
Colectivo Acción Directa Chile
-Equipo Internacional
Agosto 30 de 2016
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