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miércoles, 10 de agosto de 2016

51 AÑOS DE LA FUNDACION DEL MIR: EL CONTEXTO HISTORICO EN QUE SURGE


EL CONTEXTO EN QUE SURGE EL MIR (*)
Igor Goicovic (**)

La reconstrucción histórica de nuestra identidad

Partiré con una impresión personal, que tiene que ver un poco con lo que estoy señalando.

El 5 de octubre de 1974 yo tenía trece años. En esa oportunidad, mi padre se encontraba preso en la cárcel pública de Valparaíso. Era militante del PS en esa época, y mi familia por razones de subsistencia y de seguridad había dispersado a todos los hijos en diferentes lugares. A mí me tocó estar durante dos años en un convento de religiosas.

Me recuerdo perfectamente del sábado 5 de octubre. Fue un día muy especial, porque ya uno en sus conversaciones familiares tenía imágenes o reminiscencias que te vinculaban con el MIR o Miguel Enríquez en particular. Además, la caída de Miguel ese día fue muy difundida a través de la prensa y los medios de comunicación y mostrada como un éxito de la política represiva en ese minuto. Y el hecho, nos causó a quienes nos formábamos incipientemente en lo que era la cultura política en pleno contexto de derrota por una parte y de resistencia por la otra, sentimientos encontrados. Pena evidente e intensa por la muerte de quien en ese momento quizás se estaba constituyendo en el jefe de la revolución en Chile; pero, por otro, sentimos alegría al observar que existían combatientes que resistían con las armas en la mano quizás en el periodo más negro de la historia de nuestro país. Con desconcierto porque de una u otra manera observábamos que la derrota se hacía -con la muerte de Miguel-, mucho más profunda. Más, con esperanza también, mirado desde la perspectiva de que la resistencia mostraba que estaba viva.

Esa situación y muchas más del mismo tipo acuñan componentes simbólicos que por sobre las opciones políticas tienden a arraigar aspectos de lo que son la identidad popular y la identidad de la izquierda en particular.

La reconstrucción histórica de nuestra identidad, que es lo que en el fondo nos hace concurrir a este tipo de espacios, normalmente nosotros la acuñamos a través de la trasmisión oral, más que a través de los documentos políticos que suelen ser bastante efímeros y que de otra manera no necesariamente arraigan definitivamente y afortunadamente en las conciencias de las personas. Pero las acciones simbólicas o con cargas simbólicas evidentemente si arraigan y quedan permanentemente establecidas en la identidad de los sectores populares. Porque se asientan en una cuestión fundamental, en la cultura de la izquierda y que es la dimensión ética del proyecto revolucionario.

El proyecto revolucionario es ante nada una cuestión de carácter valórico y probablemente la muerte en combate de Miguel Enríquez y de muchos otros combatientes populares, ha sido probablemente la proyección más significativa que esta situación ha tenido. Los héroes populares en Chile y América Latina como el Che, Allende, Víctor Jara o Miguel han pasado a convertirse en definitiva en epígonos para generaciones completas de luchadores populares. Ellos son el reflejo de aquella conducta ética y valórica que uno siempre aspira imitar y de ahí su proyección. Insisto, por sobre los contenidos que articulan el programa político que ellos en algún minuto representan. Sino como explicarse por ejemplo, la subsistencia entre el mundo juvenil actual, con una clara y evidente desorientación política, de estos símbolos que se acuñan permanentemente.

La generación de los 80 es tributaria del ejemplo de Allende y de Miguel, y quiero aquí en este minuto destacar a toda una pléyade de combatientes populares de la Quinta Región que de una u otra manera se formaron en ese contexto, en el contexto de la resistencia popular y en el contexto del ejemplo que en un minuto determinado estos héroes populares proyectaron a esa generación que se formó políticamente y valóricamente en un escenario por lo demás bastante difícil: Nelson Garrido, Gonzalo Muñoz, Mauricio Arenas, Carmen Gloria Larenas, Alicia Ríos, los hermanos Marcelo y David Miño Logan, Nibaldo Alfaro, son jóvenes combatientes de la región que en un momento concreto asumieron y recogieron las banderas de lucha y los fusiles caídos de quiénes en un minuto habían ofrendado sus vidas por la causa de la revolución y fueron capaces de proyectar desde su propia experiencia un contenido también valórico que en un momento determinado puso en jaque a la dictadura.

Muchos amigos y compañeros que ya no están se formaron y crecieron como revolucionarios en el ejemplo de estos luchadores populares que les precedieron.

Por eso, quiero antes de pasar a las situaciones de contexto que me pedía Víctor destacar que el principal mérito que a mi juicio tiene el libro de Pedro, y probablemente él va a comentar a continuación se encuentra precisamente en el rescate de los testimonios de quienes lucharon y vivieron junto a Miguel. Ya se han hecho anteriormente recopilaciones de carácter documental que son muy meritorias y que también están destacadas en este texto.

Pero a mi juicio, las intervenciones en el libro de Víctor Toro, Diego Ramírez, Luis Vitale, Jaime, Tomás y de todos los que brindan su testimonio a la recopilación que hace Pedro, tienden a develarnos aspectos poco conocidos del líder revolucionario que sin deconstruir su imagen, es decir sin introducir elementos que nos permitan bajarlo del pedestal que en un momento lo hemos colocado, lo sitúan en la esfera de lo alcanzable, es decir no lo divinizan, no lo ponen en una escala que para todos nosotros comunes y corrientes luchadores populares nos sea difícil de acceder. Es un ejemplo que de una u otra manera se encuentra disponible para ser asumido y continuado.

Los héroes populares son en definitiva hombres de carne y hueso que en un momento histórico definido hicieron una opción, una opción de consecuencia que hoy día parece ser por lo demás una conducta estúpida en el contexto del exitismo económico y de la individualización de los sujetos, pero que aporta y reporta para quienes seguimos embarcados en estos proyectos una carga valórica que es imperecedera y que además es alcanzable.

Contribuir por tanto a la reconstrucción de la historia del MIR, que es la tarea que se ha propuesto el CEME y en que ha perseverado denodadamente Pedro, como me consta; pasa a mi juicio por privilegiar entonces a los sujetos, a las personas, por sobre los proyectos, por sobre los contenidos programáticos, en el contexto evidentemente de reconocerlos en los procesos que ellos mismos protagonizaron.

La coyuntura histórica en que surge el MIR

Plantearse analizar la incidencia histórica del MIR obliga a seguir su transcurso en todo su desarrollo y participación ante la coyuntura histórica. Tiene que ver también con el objeto de estudio, es decir con los orígenes históricos del MIR, sus fundamentos teórico-políticos y su intervención concreta en la lucha de clases. Eso evidentemente, es un ejercicio que no podemos realizar en este contexto y ni siquiera se puede realizar en un proceso de investigación de largo plazo por cuanto tenemos que considerar además que el propio colectivo mirista, la amplia cultura mirista ha reconocido en múltiples oportunidades haber sido incapaz de elaborar colectivamente una síntesis político-militar que dé cuenta del transitar histórico del MIR en la escena político social de nuestro país. Ese es un ejercicio pendiente que tanto los militantes como los intelectuales orgánicos tienen la responsabilidad de asumir.

Pero si, es importante referirse a algunas cuestiones del contexto internacional y nacional en el cual surge el MIR, se elabora su programa político y se forman sus combatientes y militantes.

Vamos a dividir entonces la exposición en esos dos planos.

¿Cuáles son los elementos a mi juicio de carácter internacional que en cierta forma van a permitir establecer un diseño sobre el cual se asienta el desarrollo del MIR durante la década de 1960?

Un elemento de gran importancia tiene que ver con todo lo que fue el proceso posterior a la Segunda guerra mundial y en el marco de lo que es el contexto de la guerra fría. La acentuación de los conflictos sociales tras la segunda guerra mundial a nivel internacional detonó una serie de situaciones y hechos.

Por un lado, se acentuaron los procesos de descolonización tanto en África como en Asia, situación que para la nueva izquierda o izquierda revolucionaria de la década de los 60 constituyó un elemento, un paradigma fundamental a la hora de definir el quehacer político. El surgimiento de los movimientos de liberación nacional en África y en Asia generó un nuevo escenario para el análisis político y ofreció nuevas alternativas para la construcción de un programa. Era un fenómeno nuevo, que se desarrollaba precisamente en los países en los cuales el capitalismo como sistema económico no había alcanzado su plenitud, lo cual cuestionaba por lo tanto en gran medida las teorías estructuralistas del marxismo que suponían que los procesos revolucionarios tenían que darse en primer lugar y en primera instancia en los países de capitalismo avanzado. Los movimientos de liberación nacional y los procesos de descolonización cuestionan esa situación y obligan al ejercicio intelectual a diseñar una nueva táctica y una nueva estrategia para enfrentar ese tipo de situaciones.

Uno de los aspectos que precisamente viene a acentuar esta crítica que surge desde los movimientos de liberación nacional hacia las formas tradicionales de construir la teoría marxista lo va a dar precisamente la revolución cubana. La revolución cubana a partir de 1959 y a comienzos de la década de los 60 va a plantear un desafío a la izquierda popular a nivel mundial, que en este caso particular la nueva izquierda va a asumir como construcción teórica. Todo lo que va a ser el proceso de expansión o difusión de los contenidos y la praxis de la revolución cubana durante la década de los 60 va ser probablemente uno de los componentes esenciales sobre los cuales se va a construir el andamiaje teórico y político del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El ejemplo de la revolución cubana no solo tiene que ver con el desarrollo de la lucha armada como estrategia para la toma del poder sino que tiene que ver fundamentalmente con una inflexión que se realiza en la teoría a objeto de definir un programa político distinto que en este caso marcara la diferencia entre lo que había sido la construcción tradicional teórica de la izquierda en América Latina.

Por otro lado, la acentuación de los enfrentamientos sociales durante la década de los 60 permite configurar nuevos actores político sociales en el escenario latinoamericano, hay una revalorización de los movimientos campesino, de pobladores y del estudiantil que hasta ese momento habían sido o habían constituido categorías absolutamente secundarias desde el punto de vista del análisis de lo que eran o de lo que debían ser los componentes del proceso revolucionario. El marxismo había reivindicado históricamente al proletariado como clase revolucionaria en el contexto de la lucha por el poder. Pues bien, quienes protagonizan y desarrollan los procesos revolucionarios en el tercer mundo no es necesariamente el proletariado industrial, son otros actores sociales los que están irrumpiendo y esos elementos del análisis político son incorporados por esta nueva izquierda.

¿Qué es lo que ocurre en el contexto nacional en este mismo periodo?

Hay dos elementos que son básicos de considerar. Por una parte, estamos en presencia desde fines de la década de 1940 de un proceso que va a cambiar radicalmente las bases sobre las cuales se asienta la estructura nacional. El proceso de migración campo-ciudad permitió en definitiva desde los años 40 una alta concentración de sectores populares en lo que van a ser denominados posteriormente los cordones periféricos de las grandes ciudades, lo que en el lenguaje de la época se denominó las poblaciones callampas. Chile, hasta ese momento, había sido una sociedad eminentemente rural, pero desde la época del cuarenta en adelante comienza a transformarse rápidamente en una sociedad eminentemente urbana, en la cual los bolsones de pobreza que se comienzan a construir en los intersticios de las grandes ciudades, particularmente Valparaíso-Viña del Mar, Concepción-Talcahuano y todo lo que es la zona sur de Santiago, va a hacer irrumpir en el escenario urbano un nuevo componente social un nuevo actor social, los pobladores.

Por otro lado, vamos a estar en presencia durante este mismo período de un amplio y sostenido desarrollo del proceso de industrialización que permite que se comience a articular en torno a los centros económicos de estas grandes ciudades un más numeroso y cada vez más politizado movimiento obrero. El proceso migratorio va a producir la ampliación en ese sentido del proletariado como sector social protagónico al interior de los procesos sociales en Chile.

Simultáneamente y ya mirado desde la perspectiva política desde fines de la década de los 40 y especialmente desde comienzos de la década de los 50, vamos a comenzar a observar al interior de la izquierda tradicional, particularmente el Partido Comunista y el Partido Socialista una reformulación de lo que va ser la perspectiva histórica de configurar o definir las alternativas de poder. Las estrategias frente populistas que fueron las que atravesaron el discurso de la izquierda durante las décadas de 1930 y 1940 fueron definitivamente derrotadas cuando Gabriel González Videla accede al poder en 1946 con el apoyo del Partido Comunista y posteriormente se desembaraza y desata contra él una violenta política represiva. La experiencia histórica de esa derrota significó una reformulación desde el interior de la izquierda en cuanto al diseño y la estrategia de poder. Ese rediseño va a ser el que en definitiva va a permitir en 1953 la constitución de la Central Única de Trabajadores, la CUT fundada en esa oportunidad por Clotario Blest y posteriormente la constitución del Frente Unitario de Acción Popular, el FRAP en 1956, que se va a plantear desde una perspectiva clasista independiente la conquista del poder por parte de las clases populares.

Pero, esa inflexión no significa necesariamente una readecuación de los lineamientos tácticos al interior de la izquierda, el escenario político electoral sigue siendo el escenario priorizado de la izquierda chilena en ese minuto. Sin embargo, ya estas discusiones que se han comenzado a provocar al interior de las filas de la izquierda están generando y provocando la escisión de aquellos sectores política e intelectualmente más avanzados dentro del PS y dentro del PC.

En 1962, precisamente comienzan ya a insinuarse lo que van a ser en este caso los gérmenes de la futura vanguardia popular revolucionaria, se constituye la Vanguardia Revolucionaria Marxista, se constituye el Partido Socialista Popular, concurren a diferentes procesos unitarios diferentes escisiones o fracciones de los partidos políticos de la izquierda tradicional, el allendismo comienza a manifestarse en función de una alternativa orgánica de carácter más político, el trotskismo comienza a aglutinarse en torno a esta nueva alternativa política, comenzando a configurarse o potenciarse un núcleo revolucionario que comienza a asentar los criterios políticos y teóricos para la construcción de la futura vanguardia revolucionaria.

En 1964, una coyuntura política de gran relevancia, que es la derrota electoral de la izquierda a manos de Eduardo Frei Montalva, va a generar o detonar en definitiva la agudización del proceso de concentración del polo revolucionario. Las aguas en definitiva entre el reformismo político de izquierda y las alternativas revolucionarias se decantan definitivamente. La brecha que se abre en ese sentido desde el punto de vista del análisis va a permitir en ese minuto que esos sectores que se han aglutinado en torno a este polo revolucionario den el paso sustantivo que era necesario o imprescindible a objeto de establecer una nueva conducción respecto del movimiento popular. Eso cristaliza en agosto de 1965 con la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.

Finalmente. Si quisiéramos hacer una breve síntesis de los elementos que concurren a la cristalización de esta experiencia o de esta vanguardia política, cuya historia está por hacer, como insinúa Pedro en parte de su texto, tendríamos que señalar básicamente cuatro aspectos. Dos de orden internacional, que son fundamentales: el surgimiento de los movimientos de liberación nacional a nivel tercermundista como un nuevo desafío a las elaboraciones políticas por parte de la izquierda y la experiencia de la revolución cubana, que se proyecta con fuerza hacia el escenario latinoamericano. Y otros dos, a nivel nacional: los procesos de migración campo ciudad, que permiten la emergencia de nuevos contingentes sociales o de nuevos actores sociales relevantes para el proceso revolucionario. Y, en cuarto lugar este proceso de aglutinamiento de fuerzas políticas revolucionarias provenientes desde diversas experiencias orgánicas y teóricas van a cristalizar en el polo revolucionario, el que va a ser en definitiva quien dará origen al MIR.

Gracias.
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(*) Trabajo publicado originalmente en la revista CEME 6 del 2000.
(**) Igor Goicovic, historiador y profesor universitario. Ex mirista de la V región.
Parte de la transcripción de su intervención en la presentación del libro del CEME sobre Miguel Enríquez. Valparaíso 26 de octubre 1999.

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