“ROBERTO BOLAÑO, EL VACÍO Y LA EXISTENCIA SALVAJE”
Por
Rodrigo Calvillo, en Revista
Personae –public. 15/7/17
Conocí la
obra de Roberto Bolaño por circunstancias que podría llamar ajenas a mi
intención de leerlo. Mis lecturas cuando tenía 19 años -un año después de la
publicación de su primer libro- estaban más inclinadas a la poesía de los
contemporáneos, los poetas malditos y
devoraba una y otra vez, en todas sus formas posibles, Rayuela de Cortázar. Sin
embargo, una pequeña reseña en The New
York Times sobre los Detectives Salvajes me animó a buscarlo y sumergirme
en la búsqueda incansable de Cesárea Tinajero.
Al terminarlo, con una gran satisfacción, no me quedó ninguna duda que
Roberto Bolaño era el gran narrador del tránsito entre los siglos XX y XXI.
Inevitablemente fui sacudido por su fenómeno literario; confirmé que el mito a
su alrededor era más bien un terremoto de calidad narrativa.
El discurso de Bolaño presenta una relación
entre el problema y el enigma, el descubrimiento y el enfrentamiento ante una
realidad destructora. La búsqueda de sentido se manifiesta en la exploración de
un ideal literario libre y personal al margen de las convenciones sociales.
Bolaño abandona la superficialidad para internarse en una transición: el cambio destructivo de una realidad trascendente al sin sentido de la existencia y experiencia de la nada.
Bolaño abandona la superficialidad para internarse en una transición: el cambio destructivo de una realidad trascendente al sin sentido de la existencia y experiencia de la nada.
Bolaño aportó la noción de futuro en la
literatura moderna, pero no en un sentido espacial, sino como una búsqueda del
tiempo perdido; una mezcla de destino con la extensión catastrófica de la
modernidad. Entender esta interrelación se centra en el criterio del tiempo y
la palabra; una especie de acertijo visual, lo que constituye un conjunto de
simbolismos emocionales donde se refleja el desequilibrio, la angustia
existencial, la caída y el fracaso.
La abstracción en la narrativa de Bolaño
caracteriza una modalidad de representación de la inquietud humana: el tiempo
se vuelve necesario e inmutable y es, justamente, a través de la palabra, que
toma forma lineal, absoluta y suprema. Este proceso paradójicamente visualiza
constantemente la transición del caos a la estabilidad y viceversa.
Continuamente se plasma el derrumbe y la transformación de la realidad material
a la abstracción de la ideas: la nada, el vacío, la muerte, el absoluto. Todo
ello forma parte del propósito simbólico en la obra de Bolaño: la función
poética.
En Los Detectives Salvajes el sentido
poético se visualiza en el recorrido existencialista de los tres principales
personajes: Juan García Madero, Arturo Belano (álter ego de Roberto Bolaño) y
Ulises Lima (Mario Santiago Papasquiaro). Los protagonistas se mueven por un
particular deslumbramiento de la poesía, la Ciudad de México, el sexo, el
alcohol, y la marihuana; pero es precisamente el tiempo, el caos y la
transformación, lo que descompone el orden de la realidad enmascarada. Todo se
convierte en una confusión y en un laberinto donde habita la desolación. Los
real visceralistas (Los Infrarrealistas) se desintegran lentamente hasta llegar
a la nada. Se produce un proceso de caída, una búsqueda del sentido de la vida.
La muerte aparece despiadada, todo se abisma ante la viva presencia del vacío.
Las ideas de conciencia que Bolaño plantea en Los Detectives Salvajes son una
posibilidad de apertura a la luz. Por ejemplo, en la tercera y última parte del
libro, se presenta el poema gráfico de Cesárea Tinajero “¿Qué hay detrás de la
ventana?” El poema se divide en tres diferentes ventanas: en la primera parece
mostrarnos una estrella apenas esbozada, en la segunda nos enseña una sábana;
un vacío blanco y, finalmente en la tercera, la venta está fragmentada en
líneas punteadas que, en cierto modo, dejan escapar ese vacío blanco
representado en la segunda ventana. La conciencia para Bolaño, entonces, se
personaliza en el dolor y en la ausencia, es decir, que ante la realidad
solamente aguarda la nada y la contemplación desconsolada de la existencia.
Esta representación de oquedad y silencio es la proyección del destino de los
personajes de la novela. Un destino dramático donde se derrumban las ilusiones
para perderse en la confusión.
Bolaño mantiene en sus obras una riqueza,
una profundidad y una profusión del lenguaje. Tiene una enorme capacidad
comunicativa que, en algunos casos, es tan rica y extensa que juega con ella.
En las últimas páginas de Los Detectives Salvajes contrasta esa profusión con
laconismo. García Madero comienza a escribir frases muy cortas y simples: “La
comida es barata. Aquí no hay trabajo”, “Belano ha comprado un cuchillo”, o
únicamente nombra sustantivos alejándose del verbo: “Cucurpe, Taupe,
Meresichic, Opodepe”, “Carbó, El Oasis, Félix Gómez,…” Este juego lingüístico
es claro en su significado. He mencionado constantemente la transición del todo
a la nada. García Madero representa el movimiento de la palabra al silencio, se
pierde toda capacidad comunicativa, se aísla, anula cada una de las letras
hasta renunciar completamente a ellas. Todo comienza a desvanecerse. El
derrumbe de la voz es una alegoría de la desilusión: la muerte de Cesárea es la
muerte del ideal. El desierto es el espejismo de la realidad; es la desolación.
Al final la trama concluye sin palabras, termina con una serie de imágenes
entendidas como el sin sentido de la existencia que se convierte en la
desaparición que habita en el vacío de nosotros mismos.
Roberto Bolaño se interesó en combinar lo
real con la ficción, con todo aquello que es intangible y se encuentra fuera de
este mundo. Su construcción literaria abarca la vida y la muerte al mismo
tiempo, nunca subraya lo cotidiano. Bolaño crea un razonamiento representativo:
la vida es siempre un tragaluz: el espacio de lo singular se esconde en lo
adverso, aquello que sobrevive en los seres humanos esta fuera de su alcance;
es decir, que no tienen control sobre las cosas que habitan en el hueco de su
interior. La agudeza en la mezcla de las descripciones externas y el
entendimiento lógico permanece siempre fiel a la línea del tiempo que establece
un hilo entre la realidad y la imaginación. Este puente no se construye sobre sí
mismo, se crea en el encarcelamiento de espejismos y realismos mágicos.
La obra de Bolaño ofrece, con fuerza
arrolladora, una ruptura con las tendencias literarias conocidas. La constante
búsqueda de la realidad se funde en presente y pasado, en el vértigo y la
paradoja, en la desesperación y la esperanza.
La aproximación entre la imaginación y lo verdadero es tanta que llegan
a confundirse.
Bolaño nos regala la magnitud de la
oscuridad. Nunca podemos ver exactamente qué es lo que esconde en la trama de
sus obras. Abre la puerta a preguntas que la historia misma desvela. Abre la
puerta a la pureza de la Literatura.
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“Bolaño: lo extraordinario en
lenguaje corriente”
Reeditado por Alfaguara
para su imprescindible Biblioteca Roberto Bolaño, "El gaucho
insufrible" es el último libro que el autor chileno dejó preparado antes
de su muerte
En MDZ
–public. 13/7/17
El gaucho insufrible fue el canto
del cisne de un escritor que pese a su pronta muerte (tenía 50 años), dejó una
obra que aún hoy, con la edición de algunos inéditos, sigue revelando tesoros
ocultos.
Cinco cuentos y dos conferencias integran el último libro
que Roberto Bolaño (Chile 1953-España 2003) dejó listo para ser publicado. En
él reaparecen obsesiones, temas y rasgos de estilo que atravesaron toda la
producción del autor de 2666.
Tramas policiales, la enfermedad y la salud en permanente
puja, la literatura como medio ambiente, la desmitificación de ciertas verdades
establecidas, la mirada irónica a colegas "intocables", son parte de
un todo que podría resumirse en unas líneas de su cuento Jim, con el que
abre este libro: "Busco lo extraordinario para decirlo con palabras
comunes y corrientes". Una definición que le calza perfecta a su obra
entera.
Un interesante "bonus track" de las reediciones
que viene concretando Alfaguara con la imprescindible Biblioteca Roberto Bolaño
es la incorporación de facsímiles de hojas sueltas y libretas donde el chileno
apuntaba ideas, correcciones, párrafos enteros, tachaduras y nuevos giros para
sus cuentos y novelas.
Para quien todavía no incursionó en el "mundo
Bolaño", El gaucho insufrible no es ni su punto más alto ni quizás
la mejor puerta de acceso, no obstante haber sido reconocida al año siguiente 2003
con el Premio Altazor de narrativa.
Los detectives salvajes, Estrella distante o Amuleto pueden ser otras vías para acceder a "uno de los
autores más respetados e influyentes de su generación", como lo
calificó el gran John Banville.
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