“Carmen Gloria Quintana: ¡Por qué no puedo perdonar!”
La víctima de uno de los casos más
recordados de la dictadura cívico-militar reflexiona sobre su vida, el perdón y
los beneficios carcelarios: "El perdón es un acto individual, de cada
persona que vivió el daño. A mí no me lo pidan, mientras no se cumplan
requisitos mínimos como sociedad. Y pueda descansar pensando que el Chile que
le entreguemos a las futuras generaciones ¡nunca más vivirá el horror de una
dictadura!"
En Diario y Radio U. de Chile –public. 5/1/17
Carmen Gloria Quintana enfrenta las maniobras de la
impunidad, así se puede constatar el testimonio publicado por revista Punto
Final, en el que narra las razones de su rabia, su dolor, contra quienes ayer
la quemaron por pensar diferente y contra quienes hoy siguen hiriéndola al no
hacer nada por la verdad y justicia en el país.
“Cada vez que me hablan de perdón, la rabia me
toma. Sí, la rabia, pues cómo me gustaría perdonar genuinamente a tantos que
nos causaron tanto daño. Pero no puedo, a pesar de que fui educada en la
doctrina de la Iglesia Católica y no soy mala persona, ni estoy llena de rencor
ni de anhelos de venganza, como algunos tratan de estigmatizar a los que fuimos
víctimas de la dictadura cívico-militar chilena”.
La sobreviviente del brutal ataque militar en el
que resultó muerto el joven fotógrafo Rodrigo Rojas de Negri hace un recorrido
por su memoria para explicar su proceso personal y social hacia la
reconciliación.
“A los cinco años de edad, sin darme cuenta, el
Estado ya no me cuidaba, pues se había instalado un dictador por la fuerza de
las fuerzas armadas derrocando al presidente constitucional Salvador Allende.
Aprendí que no debía hablar en el colegio, a no confiar, hay sapos en todas
partes, me decían mis padres. Ya el Estado no estaba para proteger, ni cuidar,
ni brindar justicia a sus ciudadanos. Había que callar, callar la impotencia de
crecer con censura, con asesinatos de opositores al gobierno, sufrir
allanamientos de en las poblaciones, como Nogales, donde yo vivía, callar
extraños enfrentamientos que encubrían masacres, presos políticos, torturados,
mucha gente saliendo al exilio. Todos opositores a Pinochet”.
En el relato, Carmen Gloria Quintana avanza en el
tiempo y se ubica en el trágico 2 de julio: “A los 18 años de edad, siendo
estudiante de la Usach, fui golpeada, rociada con bencina y quemada viva por
militares chilenos, a plena luz del día en una jornada de paro nacional. Mi
compañero en esos momentos, Rodrigo Rojas, no sobrevivió. Yo resulté con el 65
por ciento de mi cuerpo quemado y deformado de por vida”.
Así cuenta el duro trabajo que le llevó su
recuperación, las más de 40 operaciones a las que fue sometida, terapias de
rehabilitación física, psicoterapias para tratar de aceptar su nuevo cuerpo y
para perdonarse a sí misma por salir a protestar. “Tuve que iniciar un camino
de reconstrucción personal, donde lo más difícil fue tratar de entender cómo el
Estado a través de sus agentes fue capaz de quemar a dos personas vivas en
pleno siglo XX. Personalmente era incapaz de asimilarlo y esto se me hacía
explícito cada vez que un niño me preguntaba: ¿Qué le pasó señora? Y mi
respuesta era tan dolorosa para mí, como para el niño que la escuchaba (…) Me
costó entender en mi terapia que es el Estado el responsable de los crímenes de
derechos humanos, que nadie debe ser sometido a ningún trato inhumano por
oponerse o pensar distinto.”
“Tengo que perdonar a muchos que en la época decían
“en algo habrá andado”; Tengo que perdonar porque me vi obligada a salir del
país, a Canadá, para continuar con mi recuperación médica en un hospital que
ofrecía tratamiento para grandes quemados sin costo alguno. Y Canadá ofrecía
asilo a toda mi familia que éramos ocho. Salimos al exilio, enfrentados al
desarraigo, a otra cultura, a otra lengua y a otras costumbres. ¡UFF! No fue
fácil. Hoy estamos unos en Canadá, otros en Chile, nuestra familia nunca más
volvió a estar unida. Mis padres anhelan pasar una Navidad junto a sus 6 hijos
y sus 15 nietos antes de morir; Debo perdonar a los tribunales, pues debí
declarar en los tribunales militares infinitas veces, por largas horas. Esos mismos tribunales que
incomunicaron en prisión a los testigos clave, entre ellos mi hermana. Esos
tribunales cómplices de los asesinos que se hicieron parte de la versión de los
militares, donde me acusan a mí misma de haber causado el fuego que produjo la
muerte de Rodrigo y mis lesiones y que, por razones humanitarias, no se
querellaban en mi contra. Tribunales de justicia que en mi caso por 30 años han denegado la verdad y
justicia. Tribunales en que la impunidad era sinónimo de justicia. Y vuelta a
revivir todo nuevamente hace un año, cuando un militar que integraba la
patrulla que nos quemó no soportó más y develó la verdad, ratificando mis
dichos y además develó los pactos de silencio que existen hasta el día de hoy
en las FF.AA.
“Debo perdonar al Banco de Chile por despedir a mi
marido por casarse conmigo, en el año 1993; debo perdonar a Enrique Correa
cuando al inicio de la transición, me dice en mi cara que me olvide, que solo
habrá justicia en los casos “emblemáticos”. Perdonar cuando me entero que fui
engañada por la Comisión Valech, que nunca me informó que pesaría un secreto
sobre las declaraciones allí consignadas”.
Además de reflexionar sobre su historia, Carmen
Gloria Quintana abordó la situación de los beneficios carcelarios a los reos de
Punta Peuco, “delincuentes que para estar privados de libertad hubo que
hacerles una cárcel especial para que aceptaran ir presos. En circunstancias
que en Chile solo un porcentaje mínimo de victimarios cumple pena efectiva”.
“¿Cómo es posible que se piense en perdonar a
criminales contra la Humanidad que nunca se han arrepentido? Ni hablar de
colaboración activa con la entrega de información sobre los crímenes cometidos
por ellos. No resulta entendible cuando el ministro de Defensa les pido
información a través de su exjuez encargado de solicitarla y no hay
colaboración alguna, o la que envían es inconsistente, es más bien una burla
(…) Se ríen en nuestra cara”.
El llamado de la víctima de la dictadura es a tener
consideración con los familiares de los detenidos desaparecidos que son
revictimizados por la impunidad biológica: “Mueren sin saber la verdad del
destino de sus esposos, hijos o hermanos. En una larga agonía de lucha y
búsqueda de verdad. ¿Por qué los gobiernos no han exigido la entrega de toda la
información? No se entiende que las FFAA, que deberían estar subordinadas al
poder civil, en la práctica hacen lo que quieren. Incluso se malgastan la plata
de los chilenos”.
Así, reconoció que cada vez que hablan de perdón,
le gustaría perdonar genuinamente “a tantos que nos causaron tanto daño, pero
no puedo”.
En la búsqueda que algo como la dictadura nunca más
vuelva a suceder, Quintana se refiere a los valores intransables, por ello
“antes de perdonar, los victimarios deben hacerse responsables de sus actos, de
sus omisiones, arrepentirse genuinamente del daño causado. Entregar información
de manera activa para comenzar a reparar el daño”.
Mientras pide establecer la verdad completa, con
penas efectivas para los criminales, Carmen Gloria Quintana reflexiona sobre el
perdón: “Es un acto individual, de cada persona que vivió el daño. A mí no me
lo pidan, mientras no se cumplan requisitos mínimos como sociedad. Y pueda
descansar pensando que el Chile que le entreguemos a las futuras generaciones
¡nunca más vivirá el horror de una dictadura!
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