Al hablar en la plenaria del Club de Discusión Internacional de Valdai, realizada el 26/10/14 en Sochi (Rusia), el líder ruso dio a entender que ya no ve a EEUU como a un ‘socio’, como se estilaba llamarlo luego de la caída del socialismo históricamente construido en la ex URSS.
EEUU, el “Gran Hermano”, está en guerra con el mundo, aseguró Putin
En Sochi, durante este mes de octubre de
2014, Vladimir Putin retomó desde cero las relaciones entre Rusia y Washington.
Su discurso estuvo tan bien pensado[1]
que subestimar su importancia sería un grave error. Fue mucho más fuerte y, en
ciertos momentos, dramáticamente claro en relación con el discurso que ya había
pronunciado en Munich en 2007.[2]
Durante sus 14 años en el poder, el presidente ruso nunca había ido tan lejos.
Esto puede entenderse mejor si seguimos su razonamiento.
Veamos
de qué tipo de «Reset» estamos hablando. Putin se había mantenido hasta ahora
«dentro» del esquema de la postguerra fría. Y se había mantenido en ese esquema
a la vez porque verdaderamente no tenía otra opción y también porque, según
todo parece indicar, realmente creía en ese esquema, que él veía como útil y
realista. Pero la idea de ir más allá a más o menos largo plazo construyendo
con Estados Unidos un nuevo sistema de seguridad internacional estaba muy
presente en su mente.
Sería
un edulcorado eufemismo hablar de «tragos amargos» al referirse a todo lo que
Rusia ha tenido que aceptar sin chistar durante los últimos años, desde la
caída del muro de Berlín. Sería mucho más justo hablar de bofetadas recibidas.
Rusia fue marginada en la toma de las decisiones importantes a nivel
internacional o, en el mejor de los casos, se vio relegada sin miramientos a un
segundo plano. Esa era, además, una manera de hacerle entender que no se le
tenía en cuenta y que nadie tenía intenciones de modificar esa situación.
Rusia
se vio durante todo este tiempo excluida de la gestión de los conflictos en
África, ignorada en los debates sobre los problemas financieros, relegada a la
lista de espera del Nuevo Orden Mundial. Y también fue cruelmente ultrajada
durante la guerra en la ex Yugoslavia, hasta el bombardeo contra Belgrado y la
independencia de Kosovo. Se le admitió en la mesa de negociaciones únicamente
cuando su presencia era indispensable, como en las conversaciones con Irán y
durante la crisis siria.
Peor
aún, con los últimos presidentes estadounidenses, desde Bill Clinton hasta
Barack Obama y pasando por George W. Bush, Estados Unidos maniobró a escala
mundial evitando cuidadosamente toda forma de reconocimiento de la zona de
influencia de Rusia y paseándose por ese espacio sin ningún miramiento
diplomático. Incluso se instaló en toda el Asia central ex soviética, desde
Azerbaiyán hasta Kirguizia. Por supuesto, no siempre lo hizo con éxito. Pero lo
importante era enviar el mensaje: Washington estaba haciéndole entender a Moscú
que no reconocía el peso de Rusia en esa región del mundo.
Y
ni hablar de la actitud de la OTAN que, después del fin del Pacto de Varsovia,
ha seguido expandiéndose más y más hacia el este, o de la actitud de la Unión
Europea, que también ha ido extendiéndose a todo el este de Europa hasta
absorber territorios que fueron parte de la Unión Soviética, como las tres
repúblicas bálticas. Todo ello se ha hecho en violación de los acuerdos, tanto
verbales como escritos, que prohibían a la OTAN instalar bases o desplegar
armamento en las nuevas repúblicas que fueron incorporándose una por una a la
Unión Europea. Esa expansión ha ido acompañada de declaraciones cada vez más
alejadas de la realidad de los hechos y según las cuales la expansión de la
OTAN no trata de ir cercando poco a poco a Rusia.
Finalmente,
están también las operaciones de los últimos años, con la inclusión de la
Georgia de Mijaíl Saakachvili en las estructuras de la OTAN, la promesa de una
futura incorporación a la OTAN, con viento en popa y toda vela, de una cuarta
república ex soviética y las presiones y promesas similares que se han hecho a
Moldavia. Hay que recordar igualmente la «guerra de Georgia», que terminó con
la aplastante derrota infligida al gobierno de esa república ex soviética
después de la masacre de Tzkinvali y la intervención de las fuerzas armadas
rusas para expulsar las fuerzas de Georgia del territorio de Osetia del Sur. El
reconocimiento de las repúblicas de Abjasia y Osetia del Sur por parte de Rusia
(reconocimiento que Putin no oficializó hasta agosto de 2008) fue el primer
indicio de que el Kremlin había decidido decir a Washington “¡Basta!”, aunque
si en definitiva lo hizo no fue por propia iniciativa sino obligado por las
maniobras adversas.
Todo
esto pasó de golpe a un segundo plano con la peligrosa aventura del golpe de
Estado de Kiev, donde el presidente Viktor Yanukovich fue derrocado de forma
violenta dando paso al surgimiento de una nueva Ucrania ostensiblemente
belicosa y hostil a Moscú. Y todo se hizo no sólo con el consentimiento sino
también con el financiamiento, la supervisión y control estadounidenses de las
operaciones en territorio ucraniano, primeramente en el plano político y
después en el plano militar.
Es
imposible una total comprensión de la síntesis que hizo Putin en Sochi si no
tenemos en cuenta todo el conjunto de esos acontecimientos.
Y
la conclusión que se impone es la siguiente: el liderazgo estadounidense no
prevé ningún tipo de multipolaridad ni ningún respeto por las reglas que deben
existir entre socios de un mismo nivel. Ya no existen reglas comunes. Sólo
queda el caos, sin ninguna dirección général.
Putin
toma nota de ello –sin decirlo explícitamente pero mostrando que ha entendido
perfectamente que el verdadero blanco era él mismo, su propia persona. Que las
sanciones económicas no buscaban solamente castigar a Rusia sino penalizar a
las personas que componen su entorno [de Putin]. Que en los comportamientos y
declaraciones de los dirigentes occidentales se discernía claramente la idea de
que Putin no representaba a Rusia y que, una vez eliminado Putin, Rusia se
alinearía nuevamente.
En
otras palabras, Occidente no tiene intenciones de negociar con Rusia mientras
Putin esté al mando.
La
respuesta de Sochi es totalmente límpida y constituye un punto de no retorno.
Está basada en varios elementos fundamentales.
El
primero es la idea de que la unidad de Occidente es relativamente precaria.
Europa está lejos de formar un bloque compacto detrás de Estados Unidos y sigue
siendo un socio, aunque sea con ciertas limitaciones. Las cifras sobre los
intercambios económicos y comerciales hablan por sí mismas, al igual que la
historia de la postguerra.
Ese
es el primer pilar. Podría ser una apuesta que no habrá de renovarse pero es claramente
una forma de dejar la puerta abierta a 2 posibles escenarios. Putin muestra que
sabe perfectamente que la Rusia que tiene en sus manos está asociada de mil
maneras al sistema occidental. Incluso durante los 14 años de Putin en el
poder, y no sólo en tiempos de Yeltsin, Rusia se ató de pies y manos al destino
de Occidente. Es por lo tanto vulnerable y por ello tendrá que pagar el precio,
que será sin dudas muy elevado. Putin se encuentra así contra la pared y tendrá
que demostrar a sus conciudadanos que es capaz de salir bien parado.
El
problema podría resolverse con la crisis política que está atravesando esta
Europa. El desgaste de los partidos políticos, prácticamente en todas partes,
demuestra que es posible hallar otros interlocutores, fuera de los
«conservadores» tradicionales vinculados a los partidos socialdemócratas de
izquierda, que hoy son todos pro-atlánticos. La Europa popular está
desplazándose hacia la derecha, adoptando una tendencia anti-Unión Europea,
anti-estadounidense y antiglobalización y converge así hacia el otro pilar que
sirve de apoyo a Putin: el del patriotismo, el conservadurismo estatal, los
valores tradicionales de la familia, de la educación y el respeto por el
pasado. Eso podría traer importantes cambios en el seno de la «Familia europea»
durante los próximos años.
Hay
también un tercer pilar, que salta a la vista: el Oriente, China, Irán, el
resto del mundo. Es en esa dirección que ha de tornarse el águila bicéfala, si
las maniobras de Occidente toman un mal rumbo. Las sanciones –explica Putin– no
detendrán a esta Rusia que, como él la describe, se presenta como una entidad
que se ha despertado inesperadamente, solidaria y compacta como no lo había
estado desde hace varias décadas. Es una especie de preludio de lo que puede
ser un gobierno de salvación nacional, que podría contar con la participación
de los comunistas encabezados por Guennadi Ziuganov, de los liberales
demócratas de Vladimir Jirinovski y de los nacionalistas –tanto los de derecha
como los de izquierda– sin tener para nada en cuenta las diferencias y tendencias
[políticas] que pueden verse en Europa y –más generalmente– en Occidente, pero
que nunca han tenido verdadero peso en Rusia.
La
«América» de Obama, esa «América» que Moscú ve como presa de una crisis
irreversible (ya que, después de Obama, podría venir lo peor de lo peor, con
una Hillary Clinton que ganaría las elecciones sobre la base de un programa
republicano de los más descabellados que hayan podido verse), ha dejado de ser
un socio.
El
oso ruso –en esos términos se expresó Putin– no tiene intenciones de abandonar
su territorio. No abriga ambiciones expansionistas, pero no por ello está
dispuesto a dejarse desplazar.
A
esa conclusión ha llegado Putin y así planea organizar la resistencia. Ahora
queda por ver si realmente puede llevar a cabo su plan. Y la partida será
ciertamente difícil ante esta «América» empeñada en llevar adelante una
política de fuerza, sobre todo teniendo en cuenta que ambos protagonistas están
contra la pared.
Giulietto Chiesa
Periodista italiano, corresponsal de El Manifesto y Avvnimenti.
En 2004, fue electo
miembro del parlamento europeo (Alianza de Demócratas y Liberales)
De
la traducción de IlFattoQutidiano.fr, por:
EQUIPO INTERNACIONAL –CAD CHILE
Noviembre
15 de 2014
[1] «Discours de Vladimir Poutine au Club de Valdai», por Vladimir Putin, Traducción por sayed7asan, Réseau Voltaire, 24 de octubre de 2014.
[2] «La gouvernance unipolaire
est illégitime et immorale» (en español, “La gobernanza unipolar es
ilegítima e inmoral”), por Vladimir Putin, Réseau Voltaire, 11 de
febrero de 2007.
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