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domingo, 9 de agosto de 2015

LA LOGICA DEL CAMPO DE CONCENTRACION Y COMBATIENDO A LOS QUE NOS DOMINAN


Ofrecemos dos análisis, interrelacionados, sobre las formas de la opresión actual impuesta por los sectores dominantes y de su combate por parte de los dominados. En el primero, un catalán, Fontana, asemeja las formas actuales de dominación a las ejercidas en un campo de concentración. En el segundo, un mexicano, Zibechi, junto con ampliar el contexto de lo anterior, arriesga algunas propuestas de lucha y organización


LA LÓGICA DEL CAMPO DE CONCENTRACIÓN

Por Josep Fontana, en La Lamentable
Traducción Xavier Caño (Attacmadrid.org), 14/07/2015

He leído últimamente una serie de nuevas investigaciones sobre el holocausto y los campos de concentración, entre las que destaca el gran libro de Nikolaus Wachsmann KL, y me he percatado de que, como la mayoría de la gente, era víctima del error de creer que esos campos eran un lugar de exterminio. No lo eran, sino organizaciones industriales gestionadas con criterios económicos peculiares, pero muy racionales para obtener los máximos beneficios.

En realidad, todo el sistema de dominación nazi estaba pensado según esos principios. La ocupación de territorios del Este, en Polonia y Rusia, se organizó para lograr la máxima producción de alimentos que proveerían a los ejércitos alemanes. Del mismo modo, los más de siete millones de prisioneros y trabajadores forzados extranjeros que había en el Reich estaban dedicados a producir. Cuando los polacos que trabajaban en los campos alemanes regresaron a su país, al fin de la guerra, no quedaba nadie para cultivar la tierra, de modo que los aliados se vieron forzados también a hacer trabajar a los prisioneros de guerra para paliar el hambre.

Todo, hasta la propia aniquilación de los judíos, se pensó con criterios de rentabilidad. El protocolo de la conferencia de Wannsee de 20 de enero de 1942, que planeaba la eliminación final de los judíos de Europa, preveía que once millones de judíos fueran evacuados hacia un destino indefinido, en Rusia o más allá. Conducidos en grandes columnas, separados por sexos, se les haría construir carreteras. “No hay duda -añadía el protocolo- que se perderá una gran proporción de ellos a consecuencia de la selección natural. Los que queden necesitarán un tratamiento adecuado, porque sin duda representan la parte más resistente y se podrían transformar en el germen de una resurrección judía (pruebas de ello hay en la historia)”.

Pero la mejor muestra de racionalidad económica la tenemos en los grandes campos de concentración, donde, según cálculos de Wachsmann, murieron 1.700.000 personas (menos de la tercera parte de los seis millones de víctimas del holocausto). 


El secreto de su rentabilidad era utilizar hasta el agotamiento unos trabajadores que costaban muy poco de mantener y que eran exterminados cuando dejaban de ser útiles, como lo eran también la mayor parte de los hijos de las trabajadoras en las guarderías de las fábricas. Eliminar los costes improductivos garantizaba una alta competitividad.

Auschwitz-Birkenau fue el ejemplo más representativo del holocausto industrial. Constaba de tres unidades: Auschwitz I era un centro de producción industrial con talleres de las SS e industrias de armamento. Pero también era un centro de experimentos médicos, donde profesores universitarios practicaban la vivisección. Auschwitz II Birkenau era el gran campo de exterminio y Auschwitz III Monowitz, proporcionaba trabajo a la gran fábrica de caucho sintético de las IG Farben. Había además un sistema de una cincuentena de campos auxiliares extendidos por Silesia, con granjas, minas de carbón, canteras, piscifactorías… La vida activa de los trabajadores-esclavos de este sistema industrial era corta, pues acababa cuando ya no rendían adecuadamente y eran enviados a Birkenau para ser liquidados. De los 1.700.000 muertos del conjunto del sistema de campos de concentración, Auschwitz en aportó 1.100.000.

Quizás alguien extrañe que haga estas consideraciones en un espacio destinado a reflexionar sobre cuestiones del mundo en que vivimos. Pero estas lecturas me han hecho pensar en las semejanzas que hay entre la lógica de los campos de concentración y las políticas de austeridad que se nos imponen. Los fundamentos son los mismos: minimizar los costes del trabajo y eliminar el derroche de recursos que significa mantener a quienes no están en condiciones de producir. La reducción de costes salariales se ha conseguido con una medida genial, la “flexibilización del empleo”, que al dejar los trabajadores indefensos ante el paro, ahorra a los empresarios las molestias que antes causaban las disputas por el salario justo (¿qué sentido tiene hablar de “salario mínimo” cuando hay contratos de 0 horas?).

Eliminar a los que ya no son productivos se realiza discretamente con la rebaja de las pensiones. Es un procedimiento más lento, que seguramente será más eficaz en el futuro (con el copago de los medicamentos, por ejemplo), pero mucho más limpio que quemar en un horno. Para acabar de parecerse al modelo original, comprobamos que a los acreedores alemanes actuales no carecen, respecto a los europeos del sur, de la misma convicción de superioridad racial que hacía decir a Goebbels que los polacos “son más bien animales que humanos”.

Me preocupa lo que pasa en el campo de concentración en que se ha convertido Grecia, porque teniendo en cuenta la situación de nuestro país, donde el volumen de deuda pública está en torno al 99% del PIB (300.000 millones más de deuda que cuando Rajoy llegó al poder), lo que puede suceder si suben los bajos tipos de interés actuales, que permiten atenderlos sin demasiados problemas, sería sencillamente un desastre.

Quizás es por eso que, en la misma semana, el FMI y el señor Luis de Linde, gobernador del Banco de España, nos han dado la misma clase de consejos. Donde el FMI pedía reducir salarios (con despido más barato aún) y limitar nuestros costes de mantenimiento (subiendo el IVA y reduciendo la aportación del estado en educación y sanidad), el señor Luis de Linde, lleno de entusiasmo, ha ido aún más allá, pide una nueva reforma laboral (¿qué más derechos pueden quitar aún a los trabajadores?) y avisa de que no nos hagamos ilusiones de mantenernos con las pensiones cuando seamos viejos.

No es todavía exactamente cómo el campo de concentración, pero a medida que aprenden se perece cada vez más.


DOMINACION DE TIEMPO COMPLETO

Por Raúl Zibechi, en La Jornada, México
07/08/2015

En todo tiempo ha sido importante conocer los modos en que dominan las clases dominantes. Buena parte del pensamiento anti-sistémico, en sus más diversas vertientes, ha estado dedicado a la comprensión de esos modos, en particular en los periodos de cambio y viraje, cuando los de arriba crean nuevas formas de opresión, en ocasiones brutales, las más de las veces sutiles e invisibles.

El historiador catalán Josep Fontana publicó semanas atrás un removedor artículo titulado "La lógica del campo de concentración" (artículo anterior -nota del CAD), en el que afirma que Grecia se ha convertido en un campo de concentración donde los trabajadores no tienen derechos y además tendrán pensiones miserables, que es el modo de "eliminar a los que ya no son productivos".

Fontana es uno de los más respetados historiadores vivos, de vasta producción y sólida formación marxista. No es una persona que acostumbre agitar sin fundamento. En su breve artículo (que merece la mayor difusión) y con base en los más recientes trabajos sobre los campos, sostiene que no eran –solamente– lugares de exterminio, sino "organizaciones industriales gestionadas con criterios económicos peculiares, pero muy racionales, para obtener los máximos beneficios".

Dice que hasta la propia aniquilación de los judíos fue pensada con criterios de rentabilidad, forzados los prisioneros a trabajar hasta el agotamiento y la muerte en la construcción de carreteras, minas de carbón, granjas y hasta en la fábrica de caucho sintético de IG Farben.

Para Fontana, es importante "pensar en las semejanzas que hay entre la lógica de los campos de concentración y las políticas de austeridad que nos imponen", ya que los fundamentos son los mismos: reducir al mínimo los costes del trabajo y eliminar a quienes no producen. Suena muy fuerte, pero es una invitación a reflexionar sobre el mundo en que vivimos, algo que nos resulta urgente en América Latina.

Giorgio Agamben, en Homo sacer (Pre-Textos, 1998), advierte: "El campo de concentración y no la ciudad es hoy el paradigma político de Occidente" (p. 230). Dice más: "Desde los campos de concentración no hay retorno posible a la política clásica" (p. 238). Llega a esa conclusión a través del concepto de "nuda vida", vida desnuda, desprovista de derechos reales, carne sin más, "indistinción entre derecho y hecho, norma y vida biológica".

Nos dice Agamben que hoy la dominación consiste en que nuestras vidas han sido despojadas de toda cualidad humana, como si los seres humanos hubiéramos sido reducidos a vegetales o carne animal.

No se trata de pensar el campo de concentración como espacio cercado de alambradas y torres de vigilancia, sino como mecanismo más sutil (a veces), que reduce nuestras vidas a un mero ir y venir desde el trabajo (casi esclavo) al consumo (ambos en espacios hipervigilados con cámaras). Vida biológica, donde a los sujetos les han quitado la menor posibilidad de regular sus tiempos de trabajo y de reproducción. Heteronomía en estado puro, como ya sucede en la maquila, pero en realidad en todos los espacios y tiempos de la vida cotidiana. Dominación de tiempo completo. Por eso Agamben señala que la vida desnuda, nacida en los grandes estados totalitarios del siglo XX, es hoy la vida "normal".

Llegados a este punto, debemos preguntarnos: ¿cómo se hace política en estas condiciones? ¿Cómo se trabaja para la emancipación? La respuesta más acertada es que no sabemos, que tenemos que aprender, reflexionar, probar. Desconfiar de quien tiene ya la respuesta preparada.

La pregunta decisiva: ¿qué izquierda, qué tipo de movimientos, para una realidad de dominación y control de este tipo?

La experiencia reciente de Grecia puede ser un buen comienzo. Decir que Tsipras es un "traidor" es el peor camino, porque sugiere que todo consiste en poner a otro en su lugar para resolver el dilema. Cuando el problema es, precisamente, que cualquiera que ocupe ese lugar no puede hacer otra cosa. En términos del campo, el que ocupa esos cargos no puede sino hacer el papel de guardián. O lo aniquilan.

A partir de estas consideraciones, para quienes seguimos empeñados en la resistencia y la emancipación parece necesario reflexionar en dos direcciones.

La primera es poder discernir sobre las distintas modalidades que va asumiendo el paradigma del campo de concentración en nuestras sociedades, cómo se manifiesta, cuáles son las alambradas inmateriales que nos cercan, quiénes son los guardianes, dónde están los barracones, y así hasta tener un panorama claro.

Es tarea central, que nos permitirá situarnos dónde estamos, observar qué características tiene la dominación, pero también cuáles son sus puntos débiles. En principio, y salvo demostración contraria, las instituciones estatales deben ser consideradas parte del "dispositivo campo".

La segunda es comenzar a construir un tipo de organización para operar dentro del campo, con la perspectiva de escapar y, en algún momento, destruirlo. Hasta ahora la mayor parte de las organizaciones, partidos de izquierda y movimientos populares han actuado más como guardianes que como organizadores de fugas, aun no siendo conscientes de ello.

Serán necesarias organizaciones capaces de construir espacios seguros "fuera del control de los poderosos" (James Scott), donde sea posible organizar fugas y otras acciones. Ya no estamos en la era fabril (disciplina en espacios cerrados), cuando la opresión se concentraba en el taller, donde burlaban el control de los capataces. Lo mismo vale para las mujeres, que siempre crearon espacios de libertad en la opresión. “La biopolítica –escribe Agamben– hace vano cualquier intento de fundar las libertades políticas en los derechos del ciudadano” (p. 231).

Para recorrer este camino no hay manuales. La experiencia histórica, la de los esclavos y los indios, puede servirnos de inspiración. La comunidad y el quilombo parecen referencias ineludibles. Lo demás deberá ser improvisado. Salvo la ética y el deseo de libertad.

Equipo Internacional –CAD CHILE

Agosto 9 de 2015

2 comentarios :

  1. Es interesante la referencia sobre los campos de concentracion. debo recoser que nunca en mis trabajos lo expuse de esa manera, por el simple hecho de no manejar esos argumentos. Conocerlo aunque sea parcialmente a significado una posivilidad mas para seguir profundizando los analisis del devenir del capital mundializado. Si alguien pudiera enviarme los textos completos, se los agradeseria.

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  2. Compañero:

    Un listado de sus obras la puedes encontrar acá: http://www.todostuslibros.com/autor/josep-fontana

    Y sobre uno muy interesante, presentado acá en Vlpo., le puedes echar una mirada aquí:
    http://www.uv.cl/pdn/?id=6740

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