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viernes, 5 de agosto de 2016

¿QUIEN MANDA POLITICAMENTE EN CHILE?


Y algunas ideas sobre adonde apuntar para que el movimiento popular gane sus primeras batallas

Para nadie es un misterio el mal manejo de la actual crisis de gobernabilidad que enfrenta la Nueva Mayoría (NM), trance que se remonta hasta casi el mismo momento de su instalación en el ejecutivo, en marzo de 2014, y que en su mayor parte ha sido gatillado por la irresponsabilidad de sus propias autoridades, representantes oficiales y oficiosos, todo lo cual ha ocasionado un gran desconcierto y desorden entre funcionarios del rango medio hacia abajo, algunos asesores, dirigentes-funcionarios de frentes y organizaciones sociales y comunitarias.

Ahora bien, si nos preguntamos quién manda ‘políticamente’ [1] en Chile, aún en medio de ésta desacreditación casi total de la coalición gubernamental y del conjunto del estrato político civil, debiéramos decir que: los representantes de la médula histórica, enraizada en su origen burgués conservador, del Partido Demócrata Cristiano (PDC), añadiéndosele un importante núcleo de ideólogos-asesores de lo más renovado del pragmatismo socialdemócrata. Estos últimos, una oculta cofradía de elementos identificados con la intelligentsia PS-PPD, encarna el meollo del programa pretendidamente renovador del sistema de dominación imperante.

Dicho binomio, entonces, coadyuva en los niveles técnico-económico, en la función política relacionada con la coyuntura y en lo ideológico de la esfera de lo político; ni más ni menos. En consideración de lo anterior, nos atrevemos a afirmar que tal ateneo puede ser identificado como el cerebro elaborador de la estrategia y la política del grupo mantenedor y reproductor del sistema de dominación y explotación heredado de la dictadura cívico-militar, representado ayer por la Concertación y hoy por la NM.  

Tanto el núcleo encubierto del PDC, así como el de los PS-PPD (los asignaremos a estos partidos sólo para hacer más fácil el ejercicio, pero puede que a veces sólo sean unos “cercanos a”), se dividen a su vez, funcionalmente, en dos segmentos complementarios:

- Uno, el de aquellos que con una adecuada formación político-ideológica y vasta experiencia palaciega van modelando la pauta política gubernativa y su contenido, gravitando sobre las figuras claves de la realpolitik; es decir, quienes, en los marcos de esta democracia de pacotilla, sólo deben trabajar sobre objetivos prácticos antes que ideales (ministros, subsecretarios, congresales, jefes de servicio, gobiernos regionales) –“Asesores Políticos”, “Ideólogos” y, a veces, “Lobistas” les dicen-: el finado Boeninger, el Gute Martínez, Carlos Tudela, Genaro Arriagada, por el lado del PDC; mientras que Enrique Correa, José J. Brunner, Ernesto Ottone, Alejandro Bahamondes y Eugenio Tironi campean por el PS-PPD;  

- El otro, el de aquellos con una relativamente alta cualificación económica y administrativa y una gran red de contactos socio-políticos, bondades las cuales colocan al servicio de las metas políticas propuestas por los ‘ideólogos’ y cuyo apoyo (léase financiamiento de campañas o apitutamiento) a aquellos que mejor encarnen el ideal mantenedor del sistema los convierte en unos pequeños demiurgos –“operadores políticos” les llaman (y no meros financistas, que de esos hay un largo listado de oferentes): Giorgio Martelli (el mismo careraja que pontificaba sobre “Financiamiento Electoral Transparente”. Ver un análisis lúcido sobre su rol), Harold Correa, Jorge Rosenblut, por la banda PS-PPD, mientras que por el PDC destaca la familia del Río, Walter Oliva, Diego Méndez, Pedro Yaconi, etc.      

No obstante, también debemos considerar la adaptable naturaleza humana. De ese modo, nos podemos encontrar con algunos actores de la política con características de ambos segmentos nombrados, destacando en esto los versátiles Patricio Polizzi y Jaime Oliva.

Sin duda que ese disimulado eje matricial PDC-PS-PPD concentra no sólo gran parte de las decisiones políticas que van pauteando la agenda política dispuesta desde el gobierno, sino también quienes son los elegidos para llevar adelante las tareas que la cristalizarán.

Su dinámica sería más o menos la siguiente: iniciativa o propuesta a partir de alguno de los núcleos, PS-PPD o PDC, la que luego recibe los ajustes y/o limitaciones del otro o bien la mera sanción, no estando ello libre de roces, aunque nunca a un nivel que lleve a romper esta primera instancia de acuerdo.   

Pero, por favor, no olvidemos una de las prácticas más adoradas y reiterativa a lo largo de estos 26 años de democracia de baja intensidad impulsada por aquel eje matricial y por todos los gobiernos conocidos: “la democracia de los acuerdos” o el “consociacionalismo”, práctica de la cual nos había advertido un preterido holandés-yanqui, Arend Lijphart [3], quien la definió como el “proceso de acomodación de las élites gobernantes en una sociedad”; en suma, la forma como en las formaciones divididas en clases y polarizadas in extremis, como la nuestra, los representantes del bloque político de Estado logran mantener la parodia de una ‘democracia’, compartiendo el poder político formal y evitando que todo esto se descalabre.  

Aquello, llevado al terreno de la política, de la coyuntura, pero también con vistas a mantener por mil años el actual sistema de dominación, se expresa en los acuerdos con los representantes de las derechas económica, política y mediática. Pero, producto de esa manida ‘democracia de los acuerdos’, aparece un fenómeno cercano a la entropía, que se expresa en una cada vez mayor gravitación sobre las decisiones políticas gubernamentales por parte de los sectores más directamente ligados al bloque en el poder, a las clases dominantes. A este último respecto, baste ver cómo, una tras otra, las limitadísimas reformas sociales de la NM son debilitadas y reorientadas en su favor por parte de esas derechas.  

En nuestra formación, si bien los niveles jurídico-político e ideológico están determinados, en última instancia, por el modo de producción capitalista [3], esos niveles han adquirido una alta significación como espacios de la lucha que debemos dar l@s que aspiramos a transformar Chile, ya que es allí, dentro del actual cuadro de la correlación de fuerzas sociales, donde debemos jugarnos a fondo por conquistar las mentes y los corazones de los explotados y los oprimidos.

¡Que la Historia Nos Aclare el Pensamiento!
¡Solo la Lucha y la Unidad Nos Harán Libres!

Colectivo Acción Directa CAD –Chile
Agosto 5 de 2016

Notas:
[1] Existe una diferenciación muy interesante entre la ‘política’ y lo ´político´, que se la debemos a Nicos Poulantzas (ver “Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista”), y que nos señala que la primera comprendería la esfera de las prácticas políticas, del despliegue de las fuerzas políticas y de la transformación de la unidad en la coyuntura; mientras que, lo segundo, abordaría la esfera de la superestructura jurídico-política, es decir, constituye el poder institucionalizado del Estado de clase.
[2] Lijphart, Arend (1968). The Politics of Accommodation. Pluralism and Democracy in the Netherlands (en inglés) (primera edición). Berkeley: University of California Press.
[3] En etapa de transición a la segunda fase imperialista y con hegemonía del capital monopólico-financiero, asociado dependientemente al capital financiero transnacional.

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