“Megafusiones agrícolas: quién decidirá lo
que comemos”
Definitivamente,
el futuro de la alimentación no es lo que era. Al menos en lo que agricultura
industrial se refiere. Monsanto, el villano más conocido de la agricultura
transgénica, podría pronto desaparecer del escenario con ese nombre, si se
autoriza su compra por parte de Bayer –aunque sus intenciones serán las mismas
Por Silvia Ribeiro, en El Viejo Topo –public. 26/6/17
Las fusiones
Syngenta-ChemChina y DuPont-Dow siguen también bajo escrutinio de las
autoridades antimonopolio en muchos países. Si se concretan, las tres empresas
resultantes controlarán 60 por ciento del mercado mundial de semillas
comerciales (incluido casi 100 por ciento de semillas transgénicas) y 71 por
ciento de los agrotóxicos a nivel global, niveles de concentración que superan
ampliamente las reglas antimonopolio de cualquier país.
Estas
megafusiones tendrán muchas repercusiones negativas a corto plazo: aumento
notable de precios de insumos agrícolas, más disminución de innovación y de
variedades a disposición del mercado, mayores limitaciones al fitomejoramiento
público y aumento de agrotóxicos en los campos –y por tanto en alimentos– para
poder seguir vendiendo semillas transgénicas, aunque hayan provocado
resistencia en decenas de plantas invasoras y haya que subir dosis y agregar
mezclas con agroquímicos aún más tóxicos. Para esas empresas, su mayor negocio
es vender veneno, o sea que si no se lo impiden, éste será el curso de acción.
Estas
fusiones tendrán también fuertes impactos sobre las economías campesinas y de
agricultores familiares, aunque éstos en su mayoría usan sus propias semillas y
pocos o ningún insumo químico, porque el poder de presión de estas megaempresas
frente a gobiernos e instancias internacionales aumentará con su tamaño y por
monopolizar los primeros eslabones de la cadena agroalimentaria. Aumentarán la
presión para obtener leyes de propiedad intelectual más restrictivas; para
restringir o ilegalizar los intercambios de semillas entre campesinos –por
ejemplo con normas fitosanitarias y obligación de usar semillas registradas–;
para que los programas para el campo y los créditos agrícolas sean
condicionados al uso de sus insumos y semillas patentadas; para que los gastos
en infraestructura y otras políticas agrícolas beneficien a la agricultura industrial
y desplacen a los campesinos.
Como
si no fuera suficiente, hay otros factores muy preocupantes. La ronda de
fusiones no finalizará con esos movimientos, sino que apenas empieza. Lo que
está en juego a mediano plazo es quién controlará los 400 mil millones de
dólares (mdd) de todos los insumos agrícolas. Actualmente, el valor
conjunto del mercado comercial global de semillas y agrotóxicos es de 97 mil
mdd. El resto, tres veces mayor, está controlado por empresas de maquinaria y
fertilizantes, que también se están consolidando. Las cuatro empresas de
maquinaria más grandes (John Deere, CNH, AGCO, Kubota) ya controlan 54 por
ciento de ese sector.
El
sector maquinaria ya no es de simples tractores: han adquirido un alto grado de
automatización, integrando GPS y sensores agrícolas a sus máquinas, drones para
riego y fumigación, tractores no tripulados, así como un acúmulo masivo de
datos satelitales sobre suelos y clima. A su vez, Monsanto y compañía, las seis
grandes gigantes genéticas, también se han digitalizado y controlan una enorme
base de datos genómicos de cultivos, microorganismos y plantas de
agroecosistemas, además de otras bases de datos relacionados.
Ya
existen entre ambos sectores contratos de colaboración y hasta empresas
compartidas para la venta de datos climáticos y seguros agrícolas. Monsanto,
por ejemplo, adquirió en 2012 la empresa Precision Planting, de instrumentos y
sistemas de monitoreo para agricultura de precisión, desde siembra a riego y
administración de agroquímicos. En 2013, compró The Climate Corporation, para
registro y venta de datos climáticos. John Deere acordó en 2015 comprar
Precision Planting a Monsanto, pero las oficinas antimonopolio de Estados
Unidos y luego Brasil, objetaron la compra, por considerar que John Deere
pasaría a controlar un porcentaje virtualmente monopólico del sector. Aunque
finalmente la venta se canceló en 2017, es una muestra de la tendencia. Existen
varias otras empresas de base digital-instrumental (Precision Hawk, Raven,
Sentera, Agribotix) compartidas o en colaboración entre las trasnacionales de
maquinaria agrícola con las de semillas-agrotóxicos. Ver al respecto el
documento Software contra Hardware del grupo ETC.
Todo
indica que las grandes empresas de maquinaria se moverán para comprar a los
gigantes genéticos, luego de finalizada la primera ronda de fusiones. Esta
segunda ronda tiene el objetivo de imponer una agricultura altamente
automatizada, con muy pocos trabajadores, que ofrecerá a los agricultores un
paquete que no podrán rechazar: desde qué semillas, insumos, maquinaria, datos
genómicos y climáticos hasta qué seguros tendrá que comprar, además de que
buscarán que se condicionen los créditos agrícolas a la adquisición de este
nuevo paquete, así como ahora ya se hace con semillas y agroquímicos.
Es
fundamental entender y denunciar los impactos de las megafusiones desde ya.
Muchas organizaciones se han movilizado para protestar en Estados Unidos,
Europa, China y varios países de África y América Latina, incluso ante las
oficinas anti-monopolio, lo que al menos ha retrasado su aprobación. De fondo
se trata de impedir que los agronegocios se apropien de todo el campo y la
alimentación, también una forma de proteger la producción campesina y
agroecológica, la única forma para poder comer sano y para la soberanía
alimentaria.
Artículo publicado originalmente en La Jornada
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Junio 27 de 2017
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