“Más allá de los 140 caracteres”
“Porque,
como en los tiempos de la edad media europea, saber hoy sigue siendo peligroso
para el sistema. (…) El saber hoy activa la reflexión, la inconformidad y,
quizás, la protesta y las ganas de cambiar el sistema por otro más justo para
las grandes mayorías”
Por Jesús González Pazos*, en Kaos en la Red –public. 27/6/17
Igual ya no está de
moda leer y tampoco escribir. Y esto, aunque el metro o el autobús en las
mañanas nos pueden llevar aún a pensar lo contrario cuando vemos a la gente
ensimismada en sus pantallas de e-books y móviles. Sin embargo, lo que en
realidad se va imponiendo cada día más es la cultura de los 140 caracteres,
como consecuencia lógica de la sociedad rápida, esloganizada y minimalista que
vivimos. Pero también como reflejo y consecuencia de la reducción del
pensamiento crítico, que el sistema dominante tiene como evidente objetivo para
hacer más absoluta su prevalencia.
Cierto
es que en estos últimos años se ha desarrollado, se puede decir así, un arte
del reduccionismo y hay que reconocer que a veces en 140 caracteres se
condensan verdades o ácidas críticas y afiladas razones. Hay personas que han
desarrollado una alta capacidad para transmitir mucho con pocas palabras; es de
reconocer. Pero, la otra verdad es que cada día vivimos más en base a los
mensajes condensados y reaccionamos, para bien y para mal, en función de los
mismos.
Incluso las clases políticas, las tradicionales y las modernas, hoy se pliegan a esta nueva realidad y usan el tuit de forma continua para trasladarnos declaraciones, imágenes e ideas simples o, directamente, para la manipulación informativa y el adoctrinamiento ideológico. Exponente máximo de esto último y de la cultura del reduccionismo es el actual presidente de los Estados Unidos, que prefiere este medio antes que exponerse ante periodistas y reconoce abiertamente que no le gusta leer. Aunque aún no sabemos si es por haber desarrollado esa alta capacidad de comunicación a través de unas pocas palabras o es porque, realmente, no tiene nada inteligente que transmitir.
Incluso las clases políticas, las tradicionales y las modernas, hoy se pliegan a esta nueva realidad y usan el tuit de forma continua para trasladarnos declaraciones, imágenes e ideas simples o, directamente, para la manipulación informativa y el adoctrinamiento ideológico. Exponente máximo de esto último y de la cultura del reduccionismo es el actual presidente de los Estados Unidos, que prefiere este medio antes que exponerse ante periodistas y reconoce abiertamente que no le gusta leer. Aunque aún no sabemos si es por haber desarrollado esa alta capacidad de comunicación a través de unas pocas palabras o es porque, realmente, no tiene nada inteligente que transmitir.
Y
sin embargo, en estas nuestras sociedades altamente tecnologizadas, el mundo de
las redes sociales y esa especie de nanomensaje que encierran las pocas
palabras de los 140 caracteres, no lo explican todo. Hay realidades que
necesitan más espacio para hacerse explícitas, para activar nuestras emociones
y razones. Para entenderlas y explicárnoslas para, a veces, combatirlas, a veces,
aplaudirlas.
Porque
de alguna forma, a través de las palabras de un sms vamos homogenizando el
pensamiento y el sentimiento. Vamos interiorizando sin alterarnos mucho que las
guerras se llevan miles y miles de vida pero que se “explican” en esas escasas
palabras; que las personas desplazadas y migrantes forzosas se cuentan por
millones y que, a pesar de su invisibilidad, todas son peligrosas para nuestro
modelo de vida. Asumimos, sin pensarlo demasiado y como algo inevitable, que
las crisis económicas traen recortes de derechos y hacen crecer brutalmente la
brecha de la desigualdad. Asistimos, con distancia, al cambio climático y a sus
consecuencias directas traducidas en nuevas catástrofes y que todo ello traerá
más empobrecimiento y explotación, pero creemos verlo desde la distancia segura
de la pantalla de nuestro móvil. Incluso podemos seguir sumando, mediante
mensajes cortos, las decenas, cientos o miles de mujeres que son asesinadas en
el mundo por la cultura patriarcal y machista y lo salvamos con un también
reducido minuto de silencio. Firmamos electrónicamente peticiones contra la
pena de muerte en Djibuti y luego otra para salvar al gato montés en la sierra
de Cazorla sin saber qué ocurre en uno y otro lugar o dónde se ubican. En suma,
recibimos flashes de realidad pero, sin entender y dimensionar esa misma
realidad. O quizás, como afirma C. Rendueles, nos hemos acostumbrado a que el
capitalismo discurra a través de violentas contradicciones económicas y
políticas y, habría que añadir, también sociales y culturales. Y para asumir
mejor esas contradicciones los tuits nos ayudan, con su reducción de la
complejidad de éstas, a no pensar, no reflexionar demasiado en ello y pasar
rápidamente la página de la vida.
Porque
en este panorama, a veces desolador, a veces inexplicable, con sus grandezas y
sus miserias, el sistema dominante si algo busca es precisamente eso último,
que no nos paremos a explicarnos, a buscar causas, no sea que encontremos a los
responsables que , precisamente, manejan los hilos del sistema. Que igual que
nos acostumbraron a “consumir” huracanes, guerras y otras calamidades en la
pantalla del televisor mientras comemos y sin alterarnos en demasía, hoy a eso
le sumemos, en la pantalla del móvil, corrupción, recortes de derechos y programas
de austeridad, migraciones o atentados de todo tipo, recogido todo ello en 140
caracteres y sigamos sin pararnos demasiado a pensar en por qué ocurre y
quiénes son los responsables. Para ello, para que todo eso no nos afecte, el
sistema nos dice a diario que nos pongamos de perfil, que corramos y dejemos
pasar el tiempo para la reflexión basada en el razonamiento y el análisis de
todos los elementos que concurren ante una de estas realidades. De aquí que
aunque conozcamos, hacemos como que no sabemos, que aunque miramos hagamos por
no ver. Que asumamos más fácilmente los 140 caracteres que los 8.000 de este
escrito o de cualquier otro más largo aún.
Porque,
como en los tiempos de la edad media europea, saber hoy sigue siendo peligroso
para el sistema. Entonces se quemaron herejes y brujas, muchas de quienes en
realidad atesoraban una sabiduría diferente, profunda, peligrosa para el
sistema dominante. El saber hoy activa la reflexión, la inconformidad y,
quizás, la protesta y las ganas de cambiar el sistema por otro más justo para
las grandes mayorías. Por eso ya no queman en la hoguera, pero si nos
corderizan para balar al mismo tiempo y de forma breve, sin estridencias.
Porque,
es otro ejemplo, a base de tuits nos convencen que Venezuela es una de las
peores tiranías del planeta, donde se violan diariamente los derechos humanos.
Sin embargo, ninguno de esos tuits explica lo que realmente ocurre en ese país.
Tampoco cuestionan al mismo nivel de crítica el hecho de que Colombia sea una
democracia, aunque en 2016 hubo 52 asesinatos (algunos informes hablan de 70)
de defensores sociales, y que en los primeros cuatro meses de este año, la
cifra ya alcanzó los 41. Tampoco los mensajes rápidos que nos bombardean
criminalizando a Venezuela y convenciéndonos de que todos los días hay muertos
en las protestas (aunque hasta hoy, de los 70 contabilizados la mayor parte cae
del lado bolivariano y no del opositor), hacen lo mismo con México. Esta es
otra democracia incuestionada por el sistema, aunque solo en 2016 las muertes
violentas alcanzaron la cifra de 23.000, y desde el año 2006 se contabilizan
unos 30.000 desaparecidos y casi 200.000 asesinatos; este país hoy solo es
superado por Siria en términos de muertes violentas y hoy también es uno de los
que abanderan las condenas más duras al gobierno venezolano.
Y
ante todo esto, un reciente estudio de la Universidad de Yale, que no se puede
ni se quiere transmitir en 140 caracteres, señala que leer libros mejora las
habilidades sociales, el sueño, reduce el estrés, frena el deterioro cognitivo
y nos hace más inteligentes. Habría que añadir a estas peligrosas conclusiones
que además, leer ayuda a reflexionar, a cuestionar el sistema y a generar
alternativas al mismo. Así, el hecho de la lectura se convertirá en un “arma
cargada de futuro”.
Pero
todo lo anteriormente señalado no se puede entender como una condena al tuit,
al mensaje corto. Al contrario, conscientes de sus capacidades, es posiblemente
la combinación de tuits y libros la que nos haga fuertes, críticos con la
realidad, y tanto en lo individual como en lo social, para poder plantearnos
mejor nuestra vida y la del colectivo del que somos parte. Porque los primeros
permiten la transmisión rápida de la cotidianidad, de lo que acontece en
cualquier parte de nuestro pequeño o gran mundo, pero también pueden ser
reflejo de urgencia de la crítica y de la información necesaria. Y a pesar de
esto, siempre será necesario combinar, para que no quede en la nada lo
anterior, con los datos desarrollados, el análisis profundo o el conocimiento
amplio de realidades para poder posicionarnos mejor y no como simples
marionetas. Y cambiar así el mundo también desde, pero no solo, los 140
caracteres.
*Miembro
de Mugarik Gabe
_________________________
Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Junio 27 de 2017
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