“¿Había una vez UNASUR?”
Por Ava Gomez y Camila Vollenweider, en CELAG –public. 20/6/17
Desde el 31 de enero
de este año, la Unasur está acéfala, y su funcionamiento prácticamente se ha
reducido a lo elemental, al menos en contraste con el protagonismo político que
tuvo desde su fundación hasta finales de 2016. Tras la salida de Ernesto Samper
como Secretario General, el Consejo de Ministros y Ministras de Relaciones
Exteriores tardó 45 días en acordar que quien fuera su Jefe de Gabinete, el
colombiano Yuri Chillán, quedara a cargo de la institución, pero sin las
atribuciones de un Secretario General. En lo que va del año, sólo 2 de los 12
Consejos Sectoriales se han reunido, y ha sido por cuestiones técnicas,
vinculadas a educación y a infraestructura.
Este
estancamiento se debe a dos factores interrelacionados: por una parte, una
nueva correlación de fuerzas políticas en la región, tras la llegada al poder
de Michel Temer y Mauricio Macri en dos de los países más influyentes; por
otra, el diseño institucional de la Unasur, que establece en su Tratado
Constitutivo que la gran mayoría de las decisiones sobre programas, adopción de
políticas, etc. deben adoptarse por consenso, entre los 12 países que componen
el organismo [1].
Así, la propuesta de designación de Ernesto Samper por un período más fue rechazada vehementemente por los gobiernos de Paraguay y Perú, y también por Argentina, que ofreció a cambio que permaneciera sólo 5 meses más. La propuesta de Argentina, actualmente en la Presidencia Pro Tempore, de que José Octavio Bordón fuera el nuevo Secretario General tampoco obtuvo consenso.
Así, la propuesta de designación de Ernesto Samper por un período más fue rechazada vehementemente por los gobiernos de Paraguay y Perú, y también por Argentina, que ofreció a cambio que permaneciera sólo 5 meses más. La propuesta de Argentina, actualmente en la Presidencia Pro Tempore, de que José Octavio Bordón fuera el nuevo Secretario General tampoco obtuvo consenso.
En
este orden de ideas, las disidencias entre los países que componen la Unasur y
también su situación de debilidad se reflejan más bien en las internas de un
organismo esencialmente antagónico: la OEA. Ha sido su Secretario General, Luis
Almagro, quien ha hecho de la OEA el escenario por excelencia para, por
ejemplo, el tratamiento de la situación venezolana –aunque no puso la misma
vehemencia para tratar la grave crisis institucional brasileña ni el proceso de
paz en Colombia-. Celso Amorim, ex Canciller de este último país, lo advertía
unos meses atrás: “el hecho de no dar énfasis a un determinado proceso también
lo debilita. No se necesita acabarlo formalmente, basta no querer más resolver
los problemas de América del Sur en la Unasur y llevarlos directamente a la
OEA” [2].
Las
cláusulas que exigen consenso para que la Unasur funcione en un contexto de
juego de suma cero ideológico han dado lugar, paradójicamente, a un acuerdo
tácito sobre la necesidad de dejar al organismo en stand by.
Ninguno de los bloques políticos más al extremo ha insistido demasiado en la
retomada de su funcionamiento, al menos por ahora. Así, tras nueve años desde
la conformación de este mecanismo de diálogo, político, intercultural,
económico y social, orientado a la integración latinoamericana, la Unasur
parece encontrarse algo debilitada a pesar de que la región atraviesa por un
período que requiere amplios consensos, en particular, por el proceso de paz
que avanza en Colombia –en el que la Unasur sin embargo no ha dejado de
participar-, la reconfiguración de las relaciones con Estados Unidos y las
dinámicas políticas que atraviesan los países donde continúan en ejercicio
gobiernos de corte progresista.
Es
probable que su resurgir venga de la mano de un cambio en la correlación de
fuerzas a nivel regional, porque es un instrumento de integración que
claramente responde a una concepción soberanista y democrática, propia de los
progresismos. Sin embargo, cabe señalar que políticamente nunca fue homogénea
-convivieron en ella la Venezuela de Chávez y la Colombia de Uribe-, y se
lograron acuerdos importantes para gestionar graves conflictos políticos en la
región, como la ruptura de relaciones entre Colombia y Venezuela en 2010, y la
destitución de Fernando Lugo en 2012. A diferencia de hace casi una década,
hoy la Unasur carece de la férrea voluntad política de buena parte de sus
miembros para reposicionarla como el principal espacio de interlocución
política e integración regional.
[1]http://www.unasursg.org/images/descargas/DOCUMENTOS%20CONSTITUTIVOS%20DE%20UNASUR/Tratado-UNASUR-solo.pdf
[2] Walter Pomar (2017), Brasil. Uma politica
externa altiva e ativa, Colección Nossa America Nuestra,
Fundación Perseu Abramo, San Pablo, p. 34.
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Junio 22 de 2017
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