“¿Pedir perdón sobre qué y para qué?”
“En mi
calidad de Presidenta de la República, quiero solemne y humildemente, pedir
perdón al pueblo Mapuche por los errores y horrores que ha cometido o tolerado
el Estado en su relación con ellos o sus comunidades”, dijo en la presentación de la mañana de
este viernes 23 de junio 2017 en el Palacio de la Moneda dando a conocer el
denominado “Plan de
Reconocimiento y Desarrollo para la región de La Araucanía”
Por Alfredo Seguel, en Mapuexpress –public. 24/6/17
Es importante
señalar que estos “gestos” vienen siendo asumidos por algunos representantes de
estados en los últimos años, principalmente con respecto a los abusos y
atropellos a infancias indígenas. El gobierno laborista del 2008 en Australia
pidió perdón a los Pueblos Indígenas en dicho País. La disculpa se refiere en particular
a la llamada Generación Robada, los hijos de indígenas que fueron robados y
entregados a familias blancas entre 1915 y 1969, siendo miles los niños/as
sacados de sus hogares, en medio de masacres, despojos y
desmembramientos.
Por
su parte, Justin Trudeau en el año 2015, como primer ministro de Canadá,
pidió “perdón” a los indígenas canadienses por los abusos que centenares de niños
aborígenes sufrieron en los internados que durante cerca de un siglo
funcionaron en el país afectando a más de 150.000 mil niños/as, con una directa
responsabilidad también de la Iglesia Católica.
El
Dr. Case señalaba el 2005 que el perdón no es un acto único que se hace en un
momento dado, es un proceso continuo que se puede ir profundizando y
completando a lo largo del tiempo. Por eso se dan varios niveles de perdón: “El
proceso de reconocerlo supone un acercamiento profundo al otro, con comprensión
y empatía, y un establecimiento de una comunicación que no se basará en
disculparse”, señala el Dr. Español García Higuera.
Indudablemente
el acto simbólico o gesto realizado por la presidenta Bachelet no es parte de
un proceso previo que haya buscado reparar, restaurar o empatizar, sucede en
uno de los momentos de mayor polarización en el marco de los conflictos
territoriales en el centro sur de Chile, donde un grupo conservador de tipo
colonial y racista a través de campañas informativas, conspiraciones y de
sabotajes que han surgido al interior de la denominada Multigremial, persiste
en el denominado “terrorismo en la Araucanía” con respecto a diversos hechos de
violencia, algunos de los cuales han servido de extorsión para fines políticos
e incluso para desbaratar las iniciativas del mismo ejecutivo, como por ejemplo
la tibia reforma al Código de Agua como ocurrió recientemente, pero que entremezcló el freno empresarial
a la perdida de propiedad ante “amenazantes” redistribuciones de aguas en el País, la solidaridad con las “víctimas del terrorismo en la Araucanía” y el siempre fantasma de los brutos camionazos, lo que hizo
mella al ambiguo, timorato y doble estándar gobierno, evidenciando la
ingobernabilidad, la falta de democracia, los incumplimientos en materia de
derechos humanos y el descrédito.
¿Perdón sobre qué?
En
medio de esas ambigüedades y acciones timoratas, bien vale preguntarse si el
acto de pedir perdón al Pueblo Mapuche ¿a qué en específico se refiere? ¿Sobre
el conjunto de actos bélicos, políticos, procesales del estado chileno en el
devenir que incluye las masacres y despojos de territorios, exclusiones,
negaciones, desplazamientos y empobrecimiento, considerando los actos de
violaciones cometidos en los dos mandatos presidenciales que ella ha
encabezado, incluyendo casos de militarizaciones, asesinatos, violencia a la
infancia mapuche, aberraciones judiciales, persecuciones?
Cabe
consignar que un informe historiográfico del 2016 encabezado por el historiador Hernán Curiñir,
da cuenta de un contexto general, cultural e histórico, que involucra
situaciones relacionadas a las acciones bélicas y coloniales del estado
chileno, desprendiendo que las campañas militares del estado chileno en
la denominada “Pacificación de la Araucanía” desde 1860 a 1881 habrían causado la muerte directa de 50
mil a 70 mil Mapuches, sumándose a esto el despojo de más del 90 % del territorio ancestral, entregándose buena
parte de estos terrenos, incluyendo la ganadería y herramientas que controlaban
las comunidades para colonos europeos, principalmente de origen alemán,
italianos, suizos y algunos franceses. Más al sur, la competencia bélica
e invasiva fue entregada por el estado chileno a grupos sicarios europeos para la eliminación “étnica” de los pueblos australes
Kaweskar y Selknam, acciones de lesa humanidad que fueron realizadas
simultáneamente por el estado argentino en la denominada Campaña del Desierto.
Son
múltiples los hechos de violencia y masacre que involucran al estado chileno a
partir de estos hitos, basado en la brutalidad y en el desprecio a la vida,
terrenos que la mayoría han ido a parar para la explotación, donde han venido
avanzado nefastas actividades relacionadas a la agroindustria, forestales, de energía. En definitiva, la
explotación a costa de la depredación y violaciones de derechos humanos,
incluyendo los basurales,
plantas de aguasservidas y toda actividad dañina ambientalmente, las que han ido a parar al
poco suelo de las comunidades, no del latifundio colonial, cuyos “propietarios
herederos” han obtenido los mayores privilegios y ventajas materiales otorgados
por un estado perverso.
Vivir sumergidos en la violencia
¿Cómo
se repara la violencia histórica? ¿Cómo se restauran los territorios dañados a
causa de la industria forestal que no han dejado agua alguna para comunidades
mapuche? ¿Cómo se apoya a comunidades y a la infancia que ha vivido siempre
este espiral de violencia? ¿Qué se le puede decir a un niño/a que ha visto cómo
agentes represor del estado golpean, disparan, maltratan a su padre, madre,
familia en su propio hogar en el marco de los allanamientos represivos de
policía militarizada como respuesta a movilizaciones por tierras o en protesta
a los impactos de las forestales? ¿Qué se le pueden decir a esas decenas y
decenas de niños/as, que ven frecuentemente la violencia estatal incluso
en sus propias escuelas como han ocurrido en Ercilla, Collipulli y Tirúa?
¿Están condenados a terminar asesinados como Luis Marileo para que después un
estúpido personero autoridad estatal o un bruto e ignorante latifundista diga
simplemente “delincuencia y/o terrorismo”?
¿Hay
que someter y domesticar la violencia, la basura en las comunidades, el vivir
sin agua a causa de las forestales y la agroindustria? ¿Qué las celulosas y
salmoneras contaminen aguas y tierras? ¿El permitir que hidroeléctricas
se instalen en lugares de enorme significancia cultural y espiritual? ¿Hay que
olvidar los asesinatos en “democracia” de José Suarez Marihuan el 2001
(gobierno de Ricardo Lagos); Alex Lemún el 2002 (gobierno Ricardo Lagos);
Zenón Díaz Necul el 2005 (gobierno de Ricardo Lagos), Julio
Huentecura el 2004 (gobierno Ricardo Lagos); Juan Collihuin el 2006
(gobierno Michelle Bachelet); Matías Catrileo el 2008 (gobierno Michelle
Bachelet); Jaime Mendoza Collío el 2009 (gobierno Michelle Bachelet);
Víctor Mendoza Collio el 2014 (gobierno Sebastián Piñera); José Quintriqueo el
2014 (gobierno Sebastián Piñera); Macarena Valdés el 2016 (segundo Gobierno
Bachelet), entre otros, sin olvidar al adolescente mapuche José Huenante,
detenido y desaparecido en Puerto Montt durante el gobierno de Lagos?
No
se ha escuchado ningún perdón y acto reparatorio en específico por parte
de funcionarios públicos ante los cientos de casos de violencia estatal que
involucran a la infancia y adolescencia mapuche, como ocurrió recientemente en
la Escuela de Temucuicui o en
el marco de los múltiples conflictos de la industria forestal en territorio ancestral que han afectado a un gran
número de niños/as, agresiones impulsadas principalmente por grupos económicos
como los Matte y Angelini.
Es
liviano señalar que se ha fallado como “País”, cuando hay una responsabilidad
directa. Las responsabilidades de militarizar territorios son del propio
ejecutivo con la inversión de miles de millones, siendo cómplice en el abuso de
instrumentos judiciales y arcas fiscales para fines represivos. Hay actos
de violencia que son de directa responsabilidad del gobierno de turno.
La
realidad del País se distribuye con una buena parte de la población adormecida
por el bombardeo mediático de medios comerciales sin tener idea que está
pasando en su entorno. Otra buena parte es solidaria y comprometida con las
justas causas del Pueblo Mapuche y de los Pueblos originarios, asumiendo y
reconocimiento la “plurinacionalidad” e “interculturalidad” como forma de
reconocimiento y respeto; y otro sector, ese de los colonialistas y
racistas, lo único que quieren es estados de excepción, más violencia y
más masacres, instrumentalizando hechos de violencia para propósitos inmorales,
generando cooptación y sometimiento de ciertos funcionarios e instituciones
públicas y otros agentes estatales directamente cómplices de abusos.
A
propósito de abusos, no es posible olvidar al ex Ministro de Energía Máximo
Pacheco en este segundo periodo de Bachelet dando luz verde a una serie de
proyectos de energía emplazados en territorios ancestrales incluyendo lugares
sagrados. También, los intentos de este gobierno en querer seguir expandiendo e
intensificar la dañina industria forestal a costa del suelo de comunidades y
sectores campesinos. Asimismo, que hayan “representantes públicos”
involucrados en la “Nueva Mayoría” actuando bajo políticas de corrupción y
cooptación a favor de los intereses de empresas violadoras de derechos humanos,
incluyendo a militantes del Partido Socialista, colectividad al cual pertenece la presidenta.
¿Perdón para qué?
La
Presidenta de la República, Michelle Bachelet, en conjunto con los ministros de
Interior y Seguridad Pública, Mario Fernández; y de Desarrollo Social, Marcos
Barraza, anunció el “Plan de Reconocimiento y Desarrollo Araucanía”.
Según
las fuentes oficiales del ejecutivo, la iniciativa es el resultado del trabajo
realizado por la Comisión Asesora Presidencial de la Araucanía, sin embargo,
cabe señalar, como el mismo gobierno reconoce, varios elementos que aparecen no
son nuevos e incluyen medidas que no han surgido de los intereses y necesidades
de los propios Pueblos originarios, como el denominado “Consejo Pueblos
Indígenas y el Ministerio Indígena”, instancias que viene promoviéndose desde
el anterior periodo de la presidenta y que han sido cuestionados en el
País por diversas organizaciones al considerarlos como una extensión del aparato burocrático estatal que no considera autonomías y por otra, por los intentos de legitimar vicios e irregularidades en los procedimientos de origen en consulta y fase previa informativa.
Es
impresentable que uno de los puntos propuestos en este “Plan Araucanía”, sea la
creación de un fondo de forestación, que comenzarían a operar en el
segundo semestre para “predios indígenas con aptitud forestal”, entendiéndose
que estas políticas apuntas a la reforestación vinculada a pinos y eucaliptus
en medio del debacle generado por esta actividad industrial en el centro sur de Chile, donde se alzan las
voces en diversos territorios ante la necesidad de restauración de bosques
nativos y ecosistemas junto a la revitalización de economías locales.
Cuesta
entender que por una parte se pida perdón y por otra, como medidas y propuestas
en políticas públicas para el Pueblo Mapuche, la mayoría de las temáticas no
estén relacionadas justamente con medidas de reparación, confirmando así que
buena parte de las diferentes instancias “participativas” en democracia
durante gran parte de los noventa y los dos mil en los diferentes gobiernos, se
elaboraron múltiples propuestas levantadas por diversas comunidades y
organizaciones mapuche, quienes con expectativas han entregado aportes al poder
estatal público – político, sin embargo, se confirma hoy que gran parte de
esos procesos y contenidos han terminado como tumultos de papeles.
Paralela
o complementariamente, diversas articulaciones entre comunidades y asociaciones
funcionales como asimismo instituciones y organizaciones ancestrales,
desde hace rato vienen generando movilización y levantando agendas propias de
exigencia ante la Institucionalidad Pública, varias de las cuales se realizan
con ejercicio y práctica y que son parte de las conexiones de los Derechos
Colectivos cuya matriz es la autodeterminación.
En
el actual escenario, hay aspectos básicos que requieren nuevas formas atención
y que no tienen que ver con simbolismos sino con poner fin a prácticas de
colonialismo y racismo. A su vez, son diversas las expresiones que exigen el
respeto, garantía, cumplimiento y reparación de derechos.
Las
directrices de temáticas que se han desarrollado e instalado en la agenda
pública desde las mismas expresiones de movimientos del Pueblo Mapuche, se
relacionan con los siguientes ejes según informe que sistematiza y son: I.- Integridad Cultural: 1)
Derechos Educativos, Lingüísticos y Culturales; 2) Resguardo de los Lugares
sagrados; y 3) Oficialización de las Banderas de los Pueblos Indígenas. / II.-
Tierras, Territorios y “Recursos” Naturales: 1) Respeto a los territorios y
elementos de la naturaleza; 2) Reclamaciones de tierras, reparaciones y
cumplimiento del estándar Internacional de derechos; 3) Desafíos implementación
Ley Pueblos Originarios Costero marino (Ley Lafkenche); 4) Situación actual de
los territorios. / III.- Bienestar Social y Desarrollo De Los Pueblos
(Buen vivir): 1) Economías territoriales y desarrollo autónomo./ IV.-
Autogobiernos, Autonomías y Participación Política: 1) Proceso
constituyente, descentralización política y estatuto de autonomía; 2) Pacto
Mapuche por la Autodeterminación; 3) Territorios y autoridades ancestrales; 4)
Jurisdicciones municipales; 5) Los Derechos Colectivos en la constituyente; 6)
Movimiento Indígena por el respeto e implementación de la consulta; 7) justicia
ancestral y fin a criminalización estatal en causas por derechos colectivos.
Estas
temáticas y su desarrollo son un ejemplo del “empoderamiento” que diversas
organizaciones y comunidades tienen en Chile de manera autónoma con respecto a
sus derechos, que sostienen a su vez exigencias para que se cumpla el estándar
Internacional en materia Indígena. Sin embargo, las incapacidades, la
falta de prudencia y acciones adecuadas por parte de agentes de Estado para
cumplir cabalmente con la buena fe y las obligaciones estatales en los procesos
previos, libres e informados, han llevado a serios vacíos que han
imposibilitado avanzar en formas de establecer acuerdos mínimos.
Alfredo
Seguel
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