“Ya se fue la ciudad”
Cómo
marcha el reloj sin darse prisa
con
tal seguridad que se come los años:
los
días son pequeñas y pasajeras uvas,
los
meses se destiñen descolgados del tiempo.
Se
va, se va el minuto hacia atrás, disparado
por
la más inmutable artillería
y
de pronto nos queda sólo un año para irnos,
un
mes, un día, y llega la muerte al calendario.
Nadie
pudo parar el agua que huye,
no
se detuvo con amor ni pensamiento,
siguió,
siguió corriendo entre el sol y los sseres,
y
nos mató su estrofa pasajera.
Hasta
que al fin caemos en el tiempo, tendidos,
y
nos lleva, y ya nos fuimos, muertos,
arrastrados
sin ser, hasta no ser ni sombra,
ni
polvo, ni palabra, y allí se queda todo
y
en la ciudad en donde no viviremos más
se quedaron vacíos los trajes y el orgullo.
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