“El ascenso de la plutocracia imperial: Nueva
investigación expone el impresionante dominio de las súper-elites mundiales”
Traducción
de: “Rise
of the imperial plutocracy: New research is exposing the stunning domination of
global super-elites”
Por Sean McElwee*
En Salon.com
Agosto
31 de 2015
Desde los inicios de
la democracia se ha prolongado el debate respecto al cómo responden los
políticos a sus electores. Aunque tal discusión se remonta a varios siglos, sólo
recientemente los académicos han adquirido la capacidad para
utilizar la información a fin de probar qué tan bien las legislaturas representan
a las personas a las que supuestamente sirven. Hasta el momento, la evidencia no
ha sido benévola, con dos destacados académicos argumentando
recientemente que "las preferencias del promedio de los estadounidenses
parecen tener sólo un minúsculo, cercano a cero, y estadísticamente no
significativo impacto sobre las políticas públicas."
Para
esos académicos: "la democracia estadounidense es un chiste."
Gran
parte de la labor académica, y casi la mayoría de la cobertura de los medios
sobre éste campo, se ha centrado exclusivamente en los Estados Unidos. En un
nuevo documento de trabajo, una lumbrera en la materia, el cientista político Larry
Bartels, amplía su análisis para llevar la exploración de la relación entre las
políticas y las prioridades públicas a la arena internacional. En primer lugar,
Bartels encuentra una demanda creciente por una red de seguridad más fuerte en
muchos países donde los datos se remontan a más de dos décadas, incluyendo a Estados
Unidos (de hecho, el apoyo para un gasto social mayor se ha incrementado
dramáticamente en éste último). El investigador realiza su deducción mediante
el uso de una pregunta en la que se requiere a los individuos indicar dónde a
ellos les gustaría un mayor gasto público (la consulta advierte que un alza de los
impuestos puede ser necesaria para fortalecer el gasto gubernamental). A pesar
de que hay ocho áreas de gasto en la base de datos de la International Social Survey Programme (ISSP), Bartels
se concentra en cuatro: las pensiones, la salud, las prestaciones por desempleo,
y la educación.
Tendencias en la ayuda neta para más gasto social en 4 países, 1985-2007 |
Mientras
que inicialmente parece que las autoridades responden haciendo cambios según
las prioridades del público, Bartels muestra que, en realidad, los cambios son
endógenos. Cuando él limita las variables crecimiento económico y desempleo, la
aparente relación entre opinión pública y el gasto público es eliminada (véase
la línea discontinua en la figura que aparece a continuación).
Preferencias de gasto y capacidad de respuesta política, con restricciones |
Bartels
encuentra enormes diferencias entre ricos y pobres respecto de las preferencias
para el gasto social, los recortes de presupuesto y los "valores del Estado
de bienestar". Para determinar el apoyo público para el recorte del
presupuesto, Bartels utilizó una pregunta que inquiría si los recortes en el
gasto gubernamental eran "cosas que el gobierno podía hacer por la
economía." Para referirse a los "valores del Estado de
bienestar", Bartels usa estas preguntas: "En general, ¿piensa usted
que debería o no debería ser responsabilidad del gobierno proporcionar un
empleo para todo el que lo requiera?" y "En su conjunto, ¿cree usted que
debería o no debería ser responsabilidad del gobierno reducir las diferencias
de ingreso entre los ricos y los pobres?"
Tal
como se muestra en el gráfico, los ricos son menos proclives al gasto social,
más favorables a los recortes presupuestarios, y se oponen a que el gobierno
garantice los puestos de trabajo y reduzca la desigualdad (los “valores del
Estado de bienestar").
Diferencias en las prioridades entre los más altos y más bajos ingresos |
Estados
Unidos fue un líder en el conflicto de clases, con la mayor brecha entre los
ricos y los pobres respecto del gasto social de cualquier nación, el segundo en
las preferencias por reducciones presupuestarias (sólo Finlandia tuvo un nivel mayor
en esta faz del conflicto de clases) y la cuarta más alta brecha en relación
con los valores del Estado de bienestar (detrás de Holanda, Suecia y Nueva
Zelandia). Los países nórdicos estuvieron entre los que contaron con las más
altas diferencias de opinión, lo que sugiere que muchos ricos pueden sentir que
el país ha ido demasiado lejos en cuanto a reducir la desigualdad y la provisión
de bienes públicos. En un solo país, Corea del Sur, los ricos fueron más
favorables al aumento del gasto social que los pobres. En todos los países, los
más adinerados fueron menos favorables a los "valores del Estado del
bienestar" comparados con los pobres.
Cuando
Bartels comparó las prioridades políticas de los ricos y los pobres frente a
los efectos de las actuales políticas (con controles), sus resultados fueron alarmantes.
Encontró que las prioridades de los que contaban con bajos ingresos prácticamente
no tenían ningún efecto en los resultados de éstas últimas políticas.
A
continuación, Bartels, en una original y profundamente importante contribución
a la literatura, estima que el efecto de una representación más igualitaria estaría
en el gasto social, y utiliza esa medición para concluir que, por el contrario,
la capacidad de respuesta sesgada reduce el gasto social real per cápita en un
28 por ciento en promedio. En Estados Unidos, encontró que la brecha es de
aproximadamente un 40 por ciento.
Lo
repetimos: el gasto social en los Estados Unidos es un 40 por ciento más bajo de
lo que sería si las autoridades no respondieran desproporcionadamente a los
ricos.
Un
documento del investigador Derek A Epp, actualmente en fase de revisión,
sugiere una posible fuente del problema: "Durante períodos de alta desigualdad
el gobierno se involucra en pocas actividades políticas, en un rango más
reducido de temas." El encuentra que la redistribución es uno de los
primeros asuntos en ser expulsados de la agenda. Esto se encuentra muy en línea
con el trabajo de
un grupo de cientistas políticos, quienes encontraron que dicho estancamiento
político ha reducido la capacidad del gobierno para responder a la creciente desigualdad.
Además,
como ya he señalado, las agendas de los pobres y los ricos son diferentes; los pobres
y la clase media tienden a estar más preocupados por cuestiones sobre la redistribución,
tales
como la pobreza y el salario mínimo. Los cuerpos legislativos, de manera cada
vez más extendida, se hacen más dependientes
de las facturas pre-pagadas por mega-corporaciones como ALEC y responden a grupos
de interés y de lobistas que contribuyen a analizar y a preparar la legislación.
Lee
Drutman ha tomado éste argumento enérgica
y frecuentemente,
anotando que, "la Cámara y el Senado, combinados, gastan menos en personal
(US$ 2 mil millones al año) que lo que prodigan las empresas en cabildeo (US$ 2,6
millones al año)". El resultado es obvio: la desigualdad económica sólo termina
fortaleciendo aún más el poder de los que ya son ricos, creando un ciclo que se
auto-reproduce. Como lo señala Drutman, la solución es igualmente obvia: reforzar
la capacidad legislativa mediante el aumento del personal y de los salarios. A
nivel estatal, necesitamos legislaturas profesionalizadas (mientras que legisladores
ciudadanos de tiempo parcial suena bien, la
investigación sugiere que ellos hacen un mal trabajo representando a sus
electores).
La
literatura sobre la desigualdad y la democracia continúa
ampliándose dramáticamente. Se ha estado incrementando la investigación en
el ámbito estatal, así como nuevos
estudios que examinan la raza, el género y las
interacciones de raza y clase. Asimismo, los estudios están
ahondando cada vez más en el
origen de clase de los donantes, la participación electoral diferencial y
la creciente desigualdad económica como explicaciones para ésta representación
desigual.
Las
soluciones son fáciles de imaginar, pero difíciles de poner en práctica. Los
sindicatos promueven tanto la igualdad económica como política, los que, en
conjunto, empujan
hacia arriba los salarios de los trabajadores y movilizan políticamente tras
los intereses de la clase media. El registro automático de votantes aumentaría el
electorado, lo que combinado con el accionar de los sin partido fuera de las
elecciones ofrece la ruta más viable para el impulso de un participación de los
individuos menos propensos. La revelación de las donaciones para las campañas
políticas, robustecer el financiamiento público de las elecciones y poner límites
a la capacidad de las empresas y de los sectores acaudalados para influenciar las
elecciones podría aliviar la insondable influencia del dinero en la política.
Apoyo neto para políticas que reduzcan la desigualdad política |
Como
suele suceder, las políticas para reducir el poder y la influencia de las clases
privilegiadas sobre la política cuentan con un amplio apoyo público, el que
cruza a todos los partidos (las tablas anteriores muestran el apoyo neto, lo
que quiere decir que resté la parte de las personas en contra de la política de
aquellas que la apoyan). El problema, por supuesto, consiste en conseguir que
los políticos que ya se encuentran bajo la influencia de poderosos intereses puedan
pasar leyes que limiten su influencia sobre la política.
*Sean McElwee es una escritora y una investigadora asociada a Demos.
Sus escritos pueden ser vistos en seanamcelwee.com. Le puedes seguir por Twitter
en @seanmcelwee
Equipo Internacional –CAD CHILE
Septiembre 21 de 2015
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