Por cerca de tres horas la secretaria de
Estado de la cartera de Salud respondió éste miércoles 30 a las preguntas de su
interpelador, el diputado de la rancia UDI Javier Macaya. Castillo destacó que
todo estuvo muy ‘rico, buena onda’, mientras que el derechista dijo que era “una
oportunidad”
Con la sensación
de la "tarea cumplida" quedó la ministra de salud del gobierno de
la Nueva Mayoría (NM), Carmen Castillo, tras la interpelación que tuvo que
sortear éste miércoles 30 en el congreso y que estuvo a cargo del diputado UDI Javier
Macaya. La instancia se extendió por cerca de tres horas y estuvo marcada por un
ambiente de diálogo de amigos, en el que no se cuestionó para nada el fondo de
lo que realmente sucede con la salud de todos/as los/as chilenos/as.
"Estoy
tranquila por el hecho de que se nos dio la oportunidad y el diálogo pudo ser
muy abierto y dialogante. El interpelador, el diputado Macaya, dio todos los
espacios para que pudiera explayarme y dar a conocer todos los temas que
convocaban esta interpelación", señaló satisfecha a su salida la
secretaria de Estado. Casi fue como que las preguntas iban dirigidas a que la
susodicha se explayara sobre temáticas intrascendentes del ámbito sanitario,
hartas promesas y profusión de insípidos promedios.
Toda
la coalición
mantenedora y reproductora del sistema, que es la NM, también se solazó con
el espectáculo de hoy. Hablaron de “altura de miras” y alabaron la corrección
del interrogatorio del aliancista.
Este
último, aprovechó de señalar que están muy preocupados, un montón, por la salud
de la mayoría de los chilenos. Farisaicamente, Macaya recalcó
que aún "hay mucho que hacer" en el área, como si hubiesen estado
preocupados por mejorarla ya durante la dictadura cívico-militar, donde
cooperaron, o en estos años de falsa democracia.
PERO, ¿CUÁL
ES LA REALIDAD DE LA SALUD HOY EN CHILE?
Chile
registra la 2da mayor tasa de suicidio adolescente a nivel mundial y un record
en depresión, pero, a despecho de ello, la OMS señala que aquí se destina un
bajo porcentaje del presupuesto total a los programas de salud mental en el
sector público y los psiquiatras que laboran en el sector público son una
rareza; disminuyen los niños menores de 5 años y aumentan los adultos mayores
de 60, lo que implica la necesidad de aumentar progresivamente el gasto público
en salud a causa de la progresión de los daños naturales y por las afecciones
crónicas asociadas; los problemas de salud se hacen más complejos, con aumento
de las enfermedades crónicas, cánceres y mentales; desde 1990, han aumentado en
13,6% los beneficiarios de FONASA, llegando a cubrir en la actualidad nada
menos que a un 82% de la población; en 2010, comparados con los promedios de
OCDE, dedicamos el 8% del PIB a gasto en salud (en Cuba es el 12%), lo que
aparece algo bajo el 9,5% de dicha organización, pero si ese gasto lo vemos por
persona, Chile apenas alcanza a US$ 1.202, mientras que éste fue de US$ 3.268
OCDE.
Sobre el aporte público al gasto total en salud, Chile es el 3º peor, con
sólo 48,2%, frente a 72,2% OCDE; tenemos 1,4 médicos/1000 habitantes (en Cuba
son 6), contra 3,1 OCDE; 1,5 enfermeras/1000, contra 8,7 OCDE; camas en
hospital para cuidados curativos 1,8/1000, contra 3,4 OCDE; contamos con apenas
2 camas de hospital/1000 habitantes, por debajo de Namibia, Zimbabue o Tonga;
el número de resonadores magnéticos es tres veces menor que el de la OCDE y el
de tomógrafos es menos de la mitad; un sistema de salud público desmembrado
y pauperizado, con personal insuficiente y el cual realiza sus acciones en
condiciones laborales desmedradas. No obstante, este sombrío cuadro se debe
considerar con la realidad de la SALUD en el conjunto de las naciones dominadas
del sistema capitalista mundial, campo aquel al cual estamos asignados. Así, en
la declaración final de la Conferencia Internacional sobre Salud para el
Desarrollo, de 2007, se lee: “A casi 30 años de Alma Ata, la situación de salud
de gran parte de la humanidad es deplorable y (ésta) no goza de una atención de
salud integral, equitativa o ni siquiera básica”.
Históricamente,
en nuestro país el DERECHO A LA SALUD
significó décadas de lucha popular y fue siendo traspasado al Estado como otra
responsabilidad que este le debía a las grandes mayorías. Hasta 1973, Chile
contaba con uno de los mejores sistemas públicos de salud de América Latina.
Era un sistema solidario en el financiamiento y además en la atención, puesto
que sobre la base de este fondo se
atendía, sin costo, a todas las personas, con o sin previsión. Luego del
Golpe del “73, entre otras desgracias, el gasto social pasó del 27% del PIB a
sólo 12% en 1974 y el gasto de salud, como aporte directo del Estado, pasó del
máximo histórico de 3,4% del PIB a sólo 0.8% en 1980, cifra que se mantuvo
hasta 1990. En 1985, se hizo recaer dramáticamente el costo de atención
sanitaria en los propios trabajadores y jubilados, al elevar su aporte del 1 al
7%, eliminando el aporte patronal. Por si fuera poco, en el marco de una
sociedad que excluye a la mayoría, la constitución dictatorial de 1980
‘consagra’ el derecho a la “protección de la salud” y el “acceso”, pero no
asegura la “Atención”.
El
financiamiento de la salud en Chile se da mediante tres vías:
1.
Las cotizaciones obligatorias del 7%;
2.
El aporte fiscal directo, destinado al sector público
3.
El “gasto directo del bolsillo” de los usuarios.
La
1ª fuente, cotizaciones, representa el 35% del gasto total en salud (2,4% del
PIB). Las ISAPRES cubren el 15,3% de la población, pero las cotizaciones que
cobran llegan al 1,3% del PIB; sus afiliados se “seleccionan” y pertenecen a
los quintiles más ricos. Al otro lado, los chilenos que están en FONASA (o
seguro público), el 82% de la población, mayoritariamente pertenecen a los quintiles
más pobres, son los que más se enferman y por ello son más caros. Sin embargo,
FONASA recibe cotizaciones equivalentes a sólo un 1,1% del PIB, por lo que EL ESTADO DEBE INYECTAR RECURSOS PARA
REFORZARLA Y AUN ASÍ ESTE APORTE ES SIEMPRE ES ESCASO;
La 2a fuente, el aporte fiscal, se orienta a
financiar al sector público, pero indirectamente aporta recursos al privado
(vacunas, leche, promoción). El Estado aporta un 1,7% del PIB para complementar
los recursos financieros del sistema. Comparado con los países de la OCDE, el
aporte promedio del Estado en estos es de 71,7%, mientras que en Chile es sólo
de 25% total del gasto en salud. EL
APORTE FISCAL EN CHILE ES INSUFICIENTE Y DEBE AUMENTAR, ADEMÁS DE DEJAR DE
SUBSIDIAR AL SECTOR PRIVADO;
La 3ª vía de financiamiento, corresponde a los
gastos directos que deben efectuar las familias para conseguir alguna
prestación o acción de salud. Las familias aportan un total de 2,8% del PIB,
esto equivale al 40% del total del gasto en salud, lo que significa que las
familias chilenas son los principales financiadores de la salud.
Es Necesario
Disminuir el Gasto de las Familias en Salud, Toda vez que el Promedio OCDE en este
Ítem Alcanza Sólo a un 19% del Total del Gasto.
¿QUÉ PASA
CON LOS HOSPITALES Y CON SU DEUDA?
Hace
un mes, nos enteramos que a nada menos que $ 200 mil millones llega la deuda
de los Hospitales públicos del país. Dicho monto ya era indeseablemente
alto en marzo del año pasado, cuando asume el gobierno Bachelet y la NM,
empinándose entonces a $ 92 mil millones. De lo anterior, podemos constatar que
en todo lo que va del segundo gobierno de Bachelet dichos compromisos por pagar
se han elevado en un ¡117,4%!, y
nada menos que un 29% tan sólo en
estos últimos 4 meses, ya que en abril pasado el débito
sanitario alcanzaba los $ 155 mil millones.
La
información entregada por el Ministerio de Salud (MINSAL) a la subcomisión
mixta de presupuesto de la cueva de corruptos del congreso, supera ampliamente
los casi $ 66 mil millones adeudados a comienzos de 2014. Sin embargo, durante
los últimos cinco años, el problema se acrecienta año tras año.
Las
razones de este desangramiento de los establecimientos públicos de salud son
múltiples, la mayoría de ellos derivados de la contrarreforma sanitaria de
tiempos de Lagos, cuando se determinó que los Hospitales debían
autofinanciarse (¡!). Las principales: los bajísimos aportes basales desde
el nivel central; los desvalorizados aportes otorgados por el MINSAL y FONASA respecto
de las prestaciones otorgadas por dichos centros; el creciente proceso de compra
o arriendo en el mundo privado de las mismas; la históricamente pésima gestión por
parte de las autoridades del MINSAL en estos 25 años de falsa democracia, con
un cometido centrado en la mantención y reproducción de las políticas de
mercado aplicadas al ámbito sanitario (la salud como una mercancía).
Este
modelo mantenedor del injusto e inequitativo sistema de salud pública instaurado
bajo la dictadura cívico-militar, ha permitido que el aporte estatal a la salud
pública de los chilenos apenas se haya elevado en los últimos 40 años (luego
del 3% del PIB en el último año de la UP, pasó al 0,6% en 1989, y al 1,4% en ésta
década), haciendo que en la actualidad el financiamiento total en salud apenas
corresponda en un 20% al Estado y que el resto dependa de FONASA (financiada en
su cuasi totalidad con las platas de los mismos usuarios del sistema) y las
Isapres (que cada vez obliga más a sus miembros a sacar plata de sus bolsillos);
las autoridades persisten en pagar de forma subvalorada las prestaciones
otorgadas por los establecimientos, pero no tienen problemas en obligar a estos
últimos, a los que escatiman recursos para que tengan más camas, para que paguen
5 veces más por camas compradas al sector privado, etc.
También
forman parte de las políticas de mantención del modelito monopólico-financiero
en salud las concesiones de los hospitales. Así, no es novedoso, pero si
preocupante, que las autoridades del MINSAL estén advirtiendo que
sigue en pie la concesión a privados de la ampliación del emblemático
Hospital El Salvador, lo que ha contado con el
activo y categórico rechazo por parte de la comunidad del establecimiento.
Son
los antecedentes expuestos y no las excusas centradas en la sola gestión de los
recursos y de tipo monetarista, expresadas por Bachelet y su corte, los que
producen la imposibilidad inclusive de avanzar en el recortado programa comprometido
por el gobierno de la NM. La verdad es que, palabras más o menos, Bachelet se
comprometió en medidas que radican en mejoras mínimas en infraestructura y
aumento de especialistas, pero no en la modificación de las políticas públicas de
financiamiento a fin de superar de verdad el déficit presupuestario de los hospitales.
¡Qué decir de cambiar la visión capitalista monopolista-financiera respecto de
la Salud!; de eso no quieren ni murmurar algo.
¡QUE LA HISTORIA NOS ACLARE EL PENSAMIENTO!
¡SÓLO LA LUCHA Y LA UNIDAD NOS HARÁN LIBRES!
Colectivo Acción Directa – CHILE
Septiembre 30 de 2015
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