REVERTIR
EL SENTIDO DE LA MARCHA
Por Antonia García C.
El domingo pasado un
grupo de hombres y mujeres emprendió una marcha desde el Cementerio General
hacia el centro de la ciudad, terminando el recorrido en la Plaza de la
Constitución ante el monumento al Presidente Allende. Entre los convocantes: ex
presos políticos del MIR, la Coordinadora de ex Presos Políticos, la Agrupación
de Marinos Antigolpistas, el Colectivo Acción Directa, Familiares y amigos de
los 119, Colectivo de Mujeres Sobrevivientes siempre Resistentes.
Uno
de los textos que ha acompañado la información en redes sociales es el
siguiente. “Un grupo de compañeros, cansados de marchar desde la derrota hacia
la otra derrota, decidieron marchar desde la Memoria hacia la Victoria; para
ello se reunieron en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago, alrededor
de las 10 de la mañana, frente a la tumba de Miguel Enríquez, y comenzaron a
marchar desde las 11 de la mañana hacia la Alameda, para finalizar frente al
monumento a Salvador Allende…”.
Esta
información se suma a otras que han circulado en estos días, en especial la
iniciativa que ha emprendido el artista Francisco “Papas Fritas” –y que se dará
a conocer a fin de mes– en colaboración con un grupo de ex presos políticos del
MIR en torno a la cuestión de la desclasificación de archivos y a una serie de
temáticas que dicen relación con el conocimiento, con la verdad, con la
justicia, y con el daño que siguen haciendo en nuestro país quienes se han
arrogado el monopolio ilegítimo de la palabra, de lo que se puede o no decir
públicamente sobre nuestro pasado y nuestro presente, ya que ambos van juntos.
Por otra parte, el miércoles 9 de septiembre, tendrá lugar une nueva mesa de
trabajo entre ex presos políticos y el gobierno. Se trata de la última reunión
presidida por el Obispo Goic en torno a reivindicaciones de ex presos políticos
que han dado lugar a situaciones dramáticas, en las que una vez más viejos
luchadores contra la dictadura se han jugado la vida, desgarradoras también
porque sin duda no es fácil encontrar una sola modalidad de lucha que pueda
satisfacer a todos.
Frente
a ésta y otras situaciones, uno quisiera tener algún tipo de megáfono
particularmente potente para decir que se está agradecido. Agradecido sí a
estos viejujos empedernidos. Hombres y mujeres que no han perdido eso que los
distinguió como generación hace más de cuarenta años: esa capacidad que
tuvieron de ver el otro lado de las cosas, de pensar a contracorriente, de
forjar nuevos horizontes, de postular y hacer realidad nuevos protagonismos,
nuevos objetivos políticos.
Algún
día, cuando volvamos a ser dueños de todas nuestras palabras, cuando volvamos a
ser libres de generar nuevos escenarios para plantear nuestras reflexiones y
nuestras esperanzas, cuando podamos volver a pensar en conjunto, en amorosa
complicidad y en rigurosa lucidez, sin concesiones, sobre todos nuestros
pasados, nuestro presente y nuestro futuro, en el repaso de lo que vale y lo
que puede ser dejado de lado, lo que debe ser superado, se podrá resaltar la
extraordinaria creatividad de la que han dado cuenta estos hombres y mujeres
que marcharon este domingo a contracorriente del camino más transitado: sin
ánimos de dividir ni contradecir sino a modo de propuesta abierta, ofreciendo,
una vez más, otra manera de ver las cosas.
Esta
extraordinaria creatividad no se limita a este grupo específico sino que es la
de muchos otros actores (me repito y tal vez no importa: remito al lector a esa
creación mayor de nuestra historia política que fue la Cueca Sola y que tampoco
puede ser aislada de otras maneras de plantarse en un escenario público como
“artista de la política”, aunque es probable que nadie, tampoco esas mujeres de
la AFDD, se hayan visto a sí mismas/os como tales). Actores e individuos, cada
cual en su propio terreno o frente de lucha, caminando día a día a
contracorriente. Todos ellos capaces no solamente de rechazar sino de proponer
nuevos caminos, nuevas formas de ver y de hacer las cosas.
Sin
duda es urgente salir (simbólicamente) del cementerio. No negar el cementerio.
No abandonarlo. No dejar a los compañeros que yacen ahí, en otras partes, en
tumbas que no fueron localizadas y que a lo mejor no lo serán jamás. No hay
porqué renunciar a los rituales de duelo, a los rituales de homenaje. Pero qué
importante es poder decir que existe una comunidad compuesta por personas de
distintas procedencias, de distintas militancias, de distintas formas de
participación, que logra llevarse con ella a esos compañeros ausentes para
ocupar hoy el espacio más emblemático de nuestra República, escenario de
victorias y derrotas, territorio en disputa, pero emblema también de todo lo
que puede llegar a hacer un ciudadano consciente de sus derechos y de sus
deberes.
Es
un hecho. A menudo se me ocurren ideas raras. Esta se me quedó en el tintero de
columnas pasadas y nació de un diálogo con ex presos políticos en huelga de
hambre. Qué bueno sería si alguna vez, por obra conjunta de diversos luchadores
que se jugaron –previo al golpe– por un país justo y solidario, y de artistas
motivados por la posibilidad de trabajar en conjunto, se pudiera montar algo
así como una obra de teatro llamada “Anhelos”. Porque ellos, esos luchadores
que hoy siguen vivos, fueron también diferentes en ese aspecto, en sus anhelos.
Por eso, qué bueno sería pensar un trabajo en la que estos jóvenes de ayer
pudieran, junto con artistas, presentarse en un escenario como lo que son:
actores fundamentales de nuestra historia para contarles a todas las nuevas
juventudes –dejando por un momento en un segundo plano la evocación del horror–
cómo fue ese momento previo, ese momento en que se gestó esa aventura política
llamada Unidad Popular. Y uno estaría ahí, en primera fila, como el más
apasionado de los oyentes para recibir el regalo del cómo y por qué se luchó
durante esos tres años de nuestra historia y cómo fue también la alegría en ese
entonces. Tres años que son el gran desaparecido de la mayoría de los relatos
oficiales. Tres años a la deriva que nada parece conectar con años anteriores
ni posteriores. Algún día habrá que revertir también ese camino para poder
ensamblar este presente –y repensarlo y cuestionarlo y dejarlo atrás– con todos
nuestros pasados. Entiendo que no son pocos lo que hoy trabajan con ese
objetivo.
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