“La
derrota de la ceguera, un análisis del fallo de la CIJ sobre el diferendo chileno-boliviano”
“La
Corte Internacional de Justicia (CIJ), en un fallo determinó, denegar las
objeciones preliminares del Gobierno chileno”
En HispanTV
Septiembre
28 de 2015
La Corte
Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya, en un fallo dado a conocer en la
mañana del día 24 de septiembre por el presidente del organismo internacional
Ronny Abraham, determinó denegar las objeciones preliminares del Gobierno
chileno, presentadas en julio del año 2014, respecto a la supuesta
incompetencia de la CIJ para conocer de la demanda boliviana presentada en
abril del año 2013 para que dicha corte “falle y declare que Chile tiene la
obligación de negociar de buena fe con Bolivia un acuerdo pronto y efectivo,
que le otorgue una salida plenamente soberana al océano Pacífico”.
Por
rechazar la excepción de incompetencia presentada por Chile, ante la demanda
boliviana votaron 14 de los 16 jueces que conforman dicha instancia
internacional, lo que desató la algarabía del Gobierno y el pueblo boliviano
que a través de las declaraciones de su presidente, Evo Morales Ayma afirmó que
“estamos ante un día histórico, un día inolvidable. Un paso importante para
volver al océano Pacífico. Se va a hacer justicia con Bolivia y nuestro pueblo”
Unido a ello el mandatario boliviano, a diferencia del Gobierno chileno,
realizó un claro llamado al diálogo que permita resolver este contencioso.
NO HAY PEOR CIEGO
QUE EL QUE NO QUIERE VER
El
Gobierno chileno en una conducta que a estas alturas parece contumaz, trató de
minimizar el categórico dictamen de la CIJ señalando, a través de la Primera
Mandataria de este país sudamericano, Michelle Bachelet que “Bolivia no ha ganado nada pues este
pronunciamiento de la Corte sobre su competencia no afecta en nada nuestra
integridad territorial” Declaraciones en concordancia con los argumentos de los
agentes jurídicos que representaron al Estado chileno en La Haya y que buscaron
mil explicaciones, para tratar de explicar lo que el sentido común percibimos
con claridad: Chile fue derrotado amplia
y contundentemente en la CIJ.
Efectivamente
este dictamen no afecta la integridad territorial de Chile como sostiene los
políticos chilenos y la camada de expertos jurídicos que han encontrado una
bolsa de trabajo multimillonaria con estas presentaciones, demandas y defensa
ante la CIJ. Y es así, porque el tema de soberanía no era lo que se estaba
discutiendo y definiendo en esta oportunidad. El dictamen del 24 de
septiembre tiene que ver con la
competencia o jurisdicción de la CIJ respecto a los hechos presentados por el
gobierno boliviano, pero ello no saca del centro del debate y la continuación
de la demanda de La Paz respecto a sentar a Chile a la mesa de negociaciones,
cuestión de fondo que deberá dirimirse
en un largo proceso, que en esta primera batalla ya ha tenido un claro ganador:
Bolivia.
Para
el agente chileno ante La Haya, Felipe Bulnes –que cumplió el mismo papel en la
demanda peruana bajo el gobierno derechista del ex presidente Sebastián Piñera-
la decisión de la Corte le produce sentimientos encontrados, afirmando que le
hubiese gustado que la CIJ se declarara incompetente, pero al mismo tiempo
esgrimió un argumento bastante nebuloso al señalar que la pretensión boliviana
ha quedado reducida sólo al compromiso de sentarse a negociar. Obviando que ese
sentarse debe ser de buena fe y no sólo cumplir con una formalidad y discutir
concretamente sobre la pretensión de Bolivia de tener un acceso soberano al
Océano Pacífico y recuperar así su cualidad marítima. Resulta risible escuchar
a expertos jurisconsultos atrincherarse en esta especie de “ganamos a pesar de
la derrota porque ha quedado reducida la pretensión boliviana simplemente a
aceptar sentarse con ellos”.
Para
Bolivia resulta claro que Chile ha expresado en diversas y numerosas ocasiones
su voluntad de entrar en una negociación formal con Bolivia, para reparar lo
que la nación altiplánica considera es un daño histórico: el enclaustramiento y
su mediterraneidad tras su derrota en la guerra que la enfrentó a Chile entre
los años 1879 y 1881, donde también participó en alianza con Bolivia el Estado
peruano – Más aún, sostiene Bolivia, lo que ha hecho Chile es asumir la
obligación de negociar un acceso soberano al Pacífico a través de acuerdos y
declaraciones unilaterales, que se remontan antes y después de la suscripción
del Tratado del año 1904 donde Chile se comprometió a no dejar a Bolivia sin un
acceso soberano al Pacífico, ya sea a través de compromisos unilaterales pero
también bilaterales.
En
el Libro del Mar, valioso documento que la Cancillería Boliviana se encargó de
difundir urbi et orbi en una tarea comunicacional y política de primer orden y
que explica que la causa boliviana tenga tanta simpatía en el mundo, se dan a
conocer varios ejemplos de estos compromisos:
-
El Tratado de 1895 en materias de paz y amistad, Comercio y Transferencia de
territorios.
-
El planteamiento boliviano ante la extinta Conferencia de París y la Liga de
las Naciones – entre los años 1919 y 1922 –
-
El Acta Protocolizada del año 1920 donde se estableció el deseo chileno de
procurar un acuerdo que permitiera a Bolivia acceder soberanamente al pacífico.
-
Declaraciones del ex Presidente chileno Arturo Alessandri el año 1922
expresando deseos de buscar soluciones al enclaustramiento boliviano.
-
El Acuerdo emergente de intercambio de notas del año 1950 donde el presidente
chileno Gabriel González Videla
manifestó a la cancillería boliviana su aceptación para iniciar
negociaciones con miras a otorgar un acceso soberano a Bolivia a las costas del
pacífico.
Se
suma a lo señalado precedentemente:
-
Los denominados compromiso emergentes de la negociación de Charaña entre los
dictadores de Chile Augusto Pinochet y de Bolivia Hugo Banzer entre los años
1975-1978 donde se afirma que este acuerdo “obliga a ambos Estados a buscar
fórmulas de solución a los asuntos vitales que ambos países confrontan como el
relativo a la situación de mediterraneidad que afecta a Bolivia” Por ese
compromiso Chile propuso a Bolivia en diciembre del año 1975 la cesión de una
costa marítima soberna, ubicada en el casco norte de la ciudad de Arica hasta
la Línea de la Concordia, unida al territorio boliviano por una franja
territorial igualmente soberana. Sin embargo cuando todo parecía acordado Chile
introduce el tema del canje territorial a lo que se une la manifestación
peruana – en acuerdo al Tratado firmado con Chile el año 1929 – de aceptar un
corredor soberano para Bolivia al norte de Arica a condición que el área
territorial adyacente a la costa de dicho corredor estuviera sujeto a un
régimen de soberanía compartida. Dicha petición no fue aceptada por Chile, se
estancaron las negociaciones y se rompen relaciones diplomáticas el año 1978.
-
Bolivia presenta también como pruebas de los compromisos a los que alude en su
Libro del Mar, la Resolución Nº 426 de la IX Asamblea de la organización de
Estados Americanos – OEA - donde se
recomienda a las partes “que inicien negociaciones encaminadas a dar a Bolivia
una conexión territorial libre y soberana con el Océano Pacífico... “El
delegado chileno en esa ocasión, Embajador Pedro Daza manifestó que Chile
estaba dispuesto a negociar con Bolivia un acceso libre y soberano al Pacífico”
-
Finalmente hay que consignar la llamada Agenda de los 13 puntos, firmada por
los mandatarios Evo Morales de Bolivia y Michelle Bachelet de Chile que incluía
en el punto Nº VI el tema marítimo, período en el cual el tema de una posible
cesión territorial no estaba vedado al amparo del fortalecimiento de relaciones
basadas en la confianza y el respeto mutuo.
UNA POLÍTICA
EXTERIOR FRACASADA
Para
el gobierno chileno, el haber tomado el camino de las objeciones preliminares,
poniendo en entredicho la competencia de La Haya, para conocer de la demanda
era necesaria desde el punto de vista procedimental. Pero, la realidad indica
que se basa más bien en una política que ha mostrado su fracaso en materia de
relaciones vecinales. En lugar de ofrecer alternativas e iniciativas novedosas,
que rompan el status quo, que acerque
posiciones, que levante simpatías, Chile se enfrasca como un niño taimado en la
defensa de una política y argumentos absolutamente fuera de lo que el siglo XXI
nos muestra: ojos bien abiertos, cambios en el enfoque de las relaciones
bilaterales y multilaterales, cooperación para el desarrollo, sentido
estratégico en las relaciones diplomáticas.
Recordemos
que en la demanda presentada en La Haya por Perú, respecto a la delimitación de
límites marítimos ya Chile tuvo una caída estrepitosa en materias de considerar
que ese litigio estaba zanjado y en cambio la CIJ determinó un fallo salomónico
que otorgó a Perú acceso a una franja del Océano que no lo tenía antes de esta
disputa y la defensa ante esa derrota por parte de la clase dirigente chilena
es la misma de hoy, cerrar los ojos, atropellar y sostener en forma surrealista
que en verdad no perdimos sino que no se ganó.
Esta
política de Estado transversal en materias de enfrentar los contenciosos frente
a nuestros vecinos ha resultado una política fallida, que suele convocar al conjunto de los partidos
políticos chilenos con representación parlamentaria y que se sustenta en una
máxima, que de tan reiterada resulta una frase fácilmente predecible, como de
clara excusa frente a los fracasos en política exterior. Así la propia
presidenta Bachelet declaró que la posición chilena en estos diferendos “se
sustenta en la defensa inclaudicable de nuestra integridad territorial y de los
intereses nacionales" agregando que Chile
defendía lo establecido por el tratado firmado entre Bolivia y Chile el
año 1904 y que establecieron los límites exhibidos como inamovibles, tras la
denominada Guerra del Pacífico o del Salitre del año 1879 al año 1883.
El
resultado de la votación en la Haya muestra que los gobiernos chilenos, sean
estos de derecha o de centro-izquierda han cometido errores de proporciones al
negarse al diálogo a la concreción de acuerdos y posibilidades de entendimiento
antes de tener que llegar a estas instancias internacionales, donde las miradas
de los países están puestos con mayor atención y donde comienzan a jugar no
sólo apreciaciones jurídicas, sino también políticas, comunicacionales y de un
lobby internacional más efectivo.
En
los medios de comunicación chilenos, en forma casi unánime – con poquísimas y
contadas excepciones – en los círculos políticos que argumentaba, incluyendo a
expertos jurídicos y analistas de toda índole que “existe la convicción que el
Tribunal internacional de la haya no tiene competencia para revisar los
Tratados previos al año 1948” que es el
año en que se firma el Pacto de Bogotá o también denominado Tratado Americano
de Soluciones Pacíficas. Así, de una
plumada, con este pensar alejado de consideraciones respecto al sentir de los
pueblos, el avance en materias de derecho internacional, en la posibilidad de
pensar en un desarrollo futuro común con los vecinos se echó por tierra el
canal del diálogo al margen de estas instancias internacionales, largas, que profundizan
las diferencias entre los pueblos y también onerosas.
El
dictamen de la CIJ derrota la postura intransigente de los gobiernos chilenos,
expresado a través de las declaraciones
del Canciller chileno Heraldo Muñoz, que ni siquiera con este resultado
adverso se ha dejado de lado pues así se piensa y así se transmite “la puerta
de una salida soberana al mar para Bolivia está cerrada para siempre”
repitiéndose este nefasto argumento en todos los círculos políticos chilenos
como una letanía que no da cuenta de la derrota sufrida en la Haya, como
tampoco de los avances en materia de relaciones internacionales, de derecho
internacional donde no sólo priman elementos jurídicos sino también políticos y
comunicacionales, de lo que debería tomar nota la bien remunerada y amplia
pléyade de abogados chilenos y extranjeros, embajadores, analistas y políticos
que se han sumado a la defensa de los planteamientos chilenos ante La Haya.
Para
el gobierno chileno, los ex presidentes,
parlamentarios y partidos políticos en general,
la demanda presentada por Bolivia en la Haya, que deberá ser discutida
en el fondo a partir del dictamen del 24 de
septiembre, es inconducente. ¿Por qué tan categóricos? Pues, porque la posición de Chile está dotada
de una característica de inmutabilidad, plena de anquilosamiento, donde se
considera, como argumento indiscutible, que Bolivia no tiene derechos, que los
Tratados son sagrados, que la herencia de sacrifico, sangre, sudor y lágrimas
derramadas en la guerra que nos enfrentó a peruanos y bolivianos no puede ser
mancillada con la entrega de territorio patrio. Aun que ese territorio, sí sea
entregado para su explotación a empresas mineras transnacionales y el mar a
unas cuantas familias que explotan nuestros recurso marinos. En ese marco el
concepto de patria y soberanía se pierde en explicaciones espurias.
Para
la clase política, económica y empresarial chilena, como también para la masa
de ignorantes y chauvinistas dotados de una nacionalismo que evade la crítica a
la venta del patrimonio nacional, que acepta las privatizaciones y la
imposición de un modelo económico profundamente explotador la demanda planteada
por Bolivia no conduce a anda porque “jamás los chilenos cederemos un ápice de
territorio”. Será, probablemente una contienda legal larga, onerosa para ambas
partes. “Uno quizás nunca debería decir nunca pero la posición de Chile hoy y
ha sido así por mucho tiempo, es que Bolivia no tiene derechos” declaró en su
oportunidad el canciller chileno Heraldo Muñoz, afirmación que a pesar del duro
varapalo dado en La Haya no le ha hecho mella ni cambiar de opinión, encerrado
en su caparazón. Contumacia política y diplomática que seguirá significando
para la política exterior chilena fracaso tras fracaso en los contenciosos con
nuestros vecinos.
Esa
soberbia de las autoridades chilenas no es bien percibida en el resto de
Sudamérica, donde se considera a Chile como un mal vecino, un país siempre
mirando el norte y poco dado a pensar un futuro común con sus vecinos
inmediatos. Más proclive a los acuerdos económicos en paralelo con los
políticos y sin pensar y actuar en consecuencia que ambas líneas no pueden ir
separadas. Chile requiere, necesita, el gas boliviano y el agua de ese país
para nutrir su industria del norte chileno y proporcionar a la población el
vital elemento. Chile, como también Bolivia, se necesitan mutuamente y ello
implica abarcar áreas más allá de lo meramente económico o seguir enfrascados
en una disputa ad eternum.
Lo
quiera o no la élite gobernante y con ellos una ciudadanía impregnada de
chauvinismo y un nacionalismo trasnochado – necesitada de mayores niveles de
educación, de mayores niveles de conocimiento históricos y de fortalecimiento
de del sentido de solidaridad, generosidad y pensar común, tal lejanos al modelo
económico social que nos domina - Bolivia, le guste a no a nuestra sociedad es
nuestro vecino y hermano, aunque a la mestiza sociedad chilena, influenciada
por décadas de argumentos, de discursos, de conductas de desprecio a nuestros
hermanos fronterizos, les parece mejor mirar el norte brutal y revuelto que nos
desprecia, la idea de acercar sueños, esperanzas y desarrollos sostenible con
aquellos que son nuestros vecinos y con quienes compartimos una historia común.
En La Haya ha sido derrotada la ceguera de una sociedad que desea seguir
ocultando el sol con un dedo, obstaculizando así los procesos de integración
que requiere Sudamérica en forma vital.
Equipo Internacional –CAD CHILE
Septiembre 29 de 2015
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