Igor Goicovic (**)
La
reconstrucción histórica de nuestra identidad
Partiré
con una impresión personal, que tiene que ver un poco con lo que estoy señalando.
El
5 de octubre de 1974 yo tenía trece años. En esa oportunidad, mi padre se encontraba
preso en la cárcel pública de Valparaíso. Era militante del PS en esa época, y
mi familia por razones de subsistencia y de seguridad había dispersado a todos
los hijos en diferentes lugares. A mí me tocó estar durante dos años en un
convento de religiosas.
Me
recuerdo perfectamente del sábado 5 de octubre, fue un día muy especial porque
ya uno en sus conversaciones familiares tenía imágenes o reminiscencias que te
vinculaban con el MIR o Miguel Enríquez en particular. Además, la caída de
Miguel ese día fue muy difundida a través de la prensa y los medios de comunicación
y mostrada como un éxito de la política represiva en ese minuto. Y el hecho,
nos causó a quienes nos formábamos incipientemente en lo que era la cultura
política en pleno contexto de derrota por una parte y de resistencia por la
otra, sentimientos encontrados. Pena evidente e intensa por la muerte de quien
en ese momento quizás se estaba constituyendo en el jefe de la revolución en
Chile; pero, por otro, sentimos alegría al observar que existían combatientes que
resistían con las armas en la mano quizás en el periodo más negro de la historia
de nuestro país. Con desconcierto porque de una u otra manera observábamos que
la derrota se hacía -con la muerte de Miguel-, mucho más profunda. Más, con
esperanza también, mirado desde la perspectiva de que la resistencia mostraba
que estaba viva.
Esa
situación y muchas más del mismo tipo acuñan componentes simbólicos que por
sobre las opciones políticas tienden a arraigar aspectos de lo que son la identidad
popular y la identidad de la izquierda en particular.
La
reconstrucción histórica de nuestra identidad, que es lo que en el fondo nos hace
concurrir a este tipo de espacios, normalmente nosotros la acuñamos a través de
la trasmisión oral, más que a través de los documentos políticos que suelen ser
bastante efímeros y que de otra manera no necesariamente arraigan definitivamente
y afortunadamente en las conciencias de las personas. Pero las acciones
simbólicas o con cargas simbólicas evidentemente si arraigan y quedan permanentemente
establecidas en la identidad de los sectores populares. Porque se asientan en
una cuestión fundamental, en la cultura de la izquierda y que es la dimensión
ética del proyecto revolucionario.
El
proyecto revolucionario es ante nada una cuestión de carácter valórico y probablemente
la muerte en combate de Miguel Enríquez y de muchos otros combatientes
populares, ha sido probablemente la proyección más significativa que esta
situación ha tenido. Los héroes populares en Chile y América Latina como el
Che, Allende, Víctor Jara o Miguel han pasado a convertirse en definitiva en
epígonos para generaciones completas de luchadores populares. Ellos son el
reflejo de aquella conducta ética y valórica que uno siempre aspira imitar y de
ahí su proyección. Insisto, por sobre los contenidos que articulan el programa
político que ellos en algún minuto representan. Sino como explicarse por
ejemplo, la subsistencia entre el mundo juvenil actual, con una clara y evidente
desorientación política, de estos símbolos que se acuñan permanentemente.
La
generación de los 80 es tributaria del ejemplo de Allende y de Miguel, y quiero
aquí en este minuto destacar a toda una pléyade de combatientes populares de la
Quinta Región que de una u otra manera se formaron en ese contexto, en el contexto
de la resistencia popular y en el contexto del ejemplo que en un minuto determinado
estos héroes populares proyectaron a esa generación que se formó políticamente
y valóricamente en un escenario por lo demás bastante difícil; Nelson Garrido,
Gonzalo Muñoz, Mauricio Arenas, Carmen Gloria Larenas, Alicia Ríos, los
hermanos Marcelo y David Miño Logan, Nibaldo Alfaro, son jóvenes combatientes
de la región que en un momento concreto asumieron y recogieron las banderas de
lucha y los fusiles caídos de quiénes en un minuto habían ofrendado sus vidas
por la causa de la revolución y fueron capaces de proyectar desde su propia
experiencia un contenido también valórico que en un momento determinado puso en
jaque a la dictadura.
Muchos
amigos y compañeros que ya no están se formaron y crecieron como revolucionarios
en el ejemplo de estos luchadores populares que les precedieron.
Por
eso, quiero antes de pasar a las situaciones de contexto que me pedía Víctor destacar
que el principal mérito que a mi juicio tiene el libro de Pedro, y probablemente
él va a comentar a continuación se encuentra precisamente en el rescate de los
testimonios de quienes lucharon y vivieron junto a Miguel. Ya se han hecho
anteriormente recopilaciones de carácter documental que son muy meritorias y
que también están destacadas en este texto.
Pero
a mi juicio, las intervenciones en el libro de Víctor Toro, Diego Ramírez, Luis
Vitale, Jaime, Tomás y de todos los que brindan su testimonio a la recopilación
que hace Pedro, tienden a develarnos aspectos poco conocidos del líder
revolucionario que sin deconstruir su imagen, es decir sin introducir elementos
que nos permitan bajarlo del pedestal que en un momento lo hemos colocado, lo
sitúan en la esfera de lo alcanzable, es decir no lo divinizan, no lo ponen en
una escala que para todos nosotros comunes y corrientes luchadores populares
nos sea difícil de acceder. Es un ejemplo que de una u otra manera se encuentra
disponible para ser asumido y continuado.
Los
héroes populares son en definitiva hombres de carne y hueso que en un momento
histórico definido hicieron una opción, una opción de consecuencia que hoy día
parece ser por lo demás una conducta estúpida en el contexto del exitismo
económico y de la individualización de los sujetos, pero que aporta y reporta
para quienes seguimos embarcados en estos proyectos una carga valórica que es
imperecedera y que además es alcanzable.
Contribuir
por tanto a la reconstrucción de la historia del MIR, que es la tarea que se ha
propuesto el CEME y en que ha perseverado denodadamente Pedro, como me consta;
pasa a mi juicio por privilegiar entonces a los sujetos, a las personas, por
sobre los proyectos, por sobre los contenidos programáticos, en el contexto evidentemente
de reconocerlos en los procesos que ellos mismos protagonizaron.
La
coyuntura histórica en que surge el MIR
Plantearse
analizar la incidencia histórica del MIR obliga a seguir su transcurso en todo
su desarrollo y participación ante la coyuntura histórica. Tiene que ver también
con el objeto de estudio, es decir con los orígenes históricos del MIR, sus
fundamentos teórico-políticos y su intervención concreta en la lucha de clases.
Eso evidentemente, es un ejercicio que no podemos realizar en este contexto y
ni siquiera se puede realizar en un proceso de investigación de largo plazo por
cuanto tenemos que considerar además que el propio colectivo mirista, la amplia
cultura mirista ha reconocido en múltiples oportunidades haber sido incapaz de
elaborar colectivamente una síntesis político-militar que dé cuenta del
transitar histórico del MIR en la escena político social de nuestro país. Ese
es un ejercicio pendiente que tanto los militantes como los intelectuales
orgánicos tienen la responsabilidad de asumir.
Pero
si, es importante referirse a algunas cuestiones del contexto internacional y nacional
en el cual surge el MIR, se elabora su programa político y se forman sus
combatientes y militantes.
Vamos
a dividir entonces la exposición en esos dos planos.
¿Cuáles
son los elementos a mi juicio de carácter internacional que en cierta forma van
a permitir establecer un diseño sobre el cual se asienta el desarrollo del MIR
durante la década de 1960?
Un
elemento de gran importancia tiene que ver con todo lo que fue el proceso
posterior a la Segunda guerra mundial y en el marco de lo que es el contexto de
la guerra fría. La acentuación de los conflictos sociales tras la segunda
guerra mundial a nivel internacional detonó una serie de situaciones y hechos.
Por
un lado, se acentuaron los procesos de descolonización tanto en África como en
Asia, situación que para la nueva izquierda o izquierda revolucionaria de la
década de los 60 constituyó un elemento, un paradigma fundamental a la hora de
definir el quehacer político. El surgimiento de los movimientos de liberación
nacional en África y en Asia generó un nuevo escenario para el análisis
político y ofreció nuevas alternativas para la construcción de un programa. Era
un fenómeno nuevo, que se desarrollaba precisamente en los países en los cuales
el capitalismo como sistema económico no había alcanzado su plenitud, lo cual
cuestionaba por lo tanto en gran medida las teorías estructuralistas del
marxismo que suponían que los procesos revolucionarios tenían que darse en
primer lugar y en primera instancia en los países de capitalismo avanzado. Los
movimientos de liberación nacional y los procesos de descolonización cuestionan
esa situación y obligan al ejercicio intelectual a diseñar una nueva táctica y
una nueva estrategia para enfrentar ese tipo de situaciones.
Uno
de los aspectos que precisamente viene a acentuar esta crítica que surge desde
los movimientos de liberación nacional hacia las formas tradicionales de construir
la teoría marxista lo va a dar precisamente la revolución cubana. La revolución
cubana a partir de 1959 y a comienzos de la década de los 60 va a plantear un
desafío a la izquierda popular a nivel mundial, que en este caso particular la
nueva izquierda va a asumir como construcción teórica. Todo lo que va a ser el
proceso de expansión o difusión de los contenidos y la praxis de la revolución
cubana durante la década de los 60 va ser probablemente uno de los componentes
esenciales sobre los cuales se va a construir el andamiaje teórico y político
del Movimiento de Izquierda Revolucionaria. El ejemplo de la revolución cubana
no solo tiene que ver con el desarrollo de la lucha armada como estrategia para
la toma del poder sino que tiene que ver fundamentalmente con una inflexión que
se realiza en la teoría a objeto de definir un programa político distinto que
en este caso marcara la diferencia entre lo que había sido la construcción
tradicional teórica de la izquierda en América Latina.
Por
otro lado, la acentuación de los enfrentamientos sociales durante la década de
los 60 permite configurar nuevos actores político sociales en el escenario latinoamericano,
hay una revalorización de los movimientos campesino, de pobladores y del
estudiantil que hasta ese momento habían sido o habían constituido categorías
absolutamente secundarias desde el punto de vista del análisis de lo que eran o
de lo que debían ser los componentes del proceso revolucionario. El marxismo
había reivindicado históricamente al proletariado como clase revolucionaria en
el contexto de la lucha por el poder. Pues bien, quienes protagonizan y
desarrollan los procesos revolucionarios en el tercer mundo no es necesariamente
el proletariado industrial, son otros actores sociales los que están
irrumpiendo y esos elementos del análisis político son incorporados por esta
nueva izquierda.
¿Qué
es lo que ocurre en el contexto nacional en este mismo periodo?
Hay
dos elementos que son básicos de considerar. Por una parte, estamos en
presencia desde fines de la década de 1940 de un proceso que va a cambiar
radicalmente las bases sobre las cuales se asienta la estructura nacional. El
proceso de migración campo-ciudad permitió en definitiva desde los años 40 una
alta concentración de sectores populares en lo que van a ser denominados posteriormente
los cordones periféricos de las grandes ciudades, lo que en el lenguaje de la
época se denominó las poblaciones callampas. Chile, hasta ese momento, había
sido una sociedad eminentemente rural, pero desde la época del cuarenta en
adelante comienza a transformarse rápidamente en una sociedad eminentemente
urbana, en la cual los bolsones de pobreza que se comienzan a construir en los
intersticios de las grandes ciudades, particularmente Valparaíso-Viña del Mar,
Concepción-Talcahuano y todo lo que es la zona sur de Santiago, va a hacer irrumpir
en el escenario urbano un nuevo componente social un nuevo actor social, los
pobladores.
Por
otro lado, vamos a estar en presencia durante este mismo período de un amplio y
sostenido desarrollo del proceso de industrialización que permite que se comience
a articular en torno a los centros económicos de estas grandes ciudades un más
numeroso y cada vez más politizado movimiento obrero. El proceso migratorio va
a producir la ampliación en ese sentido del proletariado como sector social
protagónico al interior de los procesos sociales en Chile.
Simultáneamente
y ya mirado desde la perspectiva política desde fines de la década de los 40 y
especialmente desde comienzos de la década de los 50, vamos a comenzar a
observar al interior de la izquierda tradicional, particularmente el Partido
Comunista y el Partido Socialista una reformulación de lo que va ser la perspectiva
histórica de configurar o definir las alternativas de poder. Las estrategias
frente populistas que fueron las que atravesaron el discurso de la izquierda
durante las décadas de 1930 y 1940 fueron definitivamente derrotadas cuando
Gabriel González Videla accede al poder en 1946 con el apoyo del Partido
Comunista y posteriormente se desembaraza y desata contra él una violenta
política represiva. La experiencia histórica de esa derrota significó una reformulación
desde el interior de la izquierda en cuanto al diseño y la estrategia de poder.
Ese rediseño va a ser el que en definitiva va a permitir en 1953 la constitución
de la Central Única de Trabajadores, la CUT fundada en esa oportunidad por
Clotario Blest y posteriormente la constitución del Frente Unitario de Acción
Popular, el FRAP en 1956, que se va a plantear desde una perspectiva clasista
independiente la conquista del poder por parte de las clases populares.
Pero,
esa inflexión no significa necesariamente una readecuación de los lineamientos
tácticos al interior de la izquierda, el escenario político electoral sigue siendo
el escenario priorizado de la izquierda chilena en ese minuto. Sin embargo, ya
estas discusiones que se han comenzado a provocar al interior de las filas de la
izquierda están generando y provocando la escisión de aquellos sectores política
e intelectualmente más avanzados dentro del PS y dentro del PC.
En
1962, precisamente comienzan ya a insinuarse lo que van a ser en este caso los
gérmenes de la futura vanguardia popular revolucionaria, se constituye la Vanguardia
Revolucionaria Marxista, se constituye el Partido Socialista Popular, concurren
a diferentes procesos unitarios diferentes escisiones o fracciones de los
partidos políticos de la izquierda tradicional, el allendismo comienza a manifestarse
en función de una alternativa orgánica de carácter más político, el trotskismo
comienza a aglutinarse en torno a esta nueva alternativa política, comenzando a
configurarse o potenciarse un núcleo revolucionario que comienza a asentar los
criterios políticos y teóricos para la construcción de la futura vanguardia
revolucionaria.
En
1964, una coyuntura política de gran relevancia, que es la derrota electoral de
la izquierda a manos de Eduardo Frei Montalva, va a generar o detonar en definitiva
la agudización del proceso de concentración del polo revolucionario. Las aguas
en definitiva entre el reformismo político de izquierda y las alternativas
revolucionarias se decantan definitivamente. La brecha que se abre en ese
sentido desde el punto de vista del análisis va a permitir en ese minuto que
esos sectores que se han aglutinado en torno a este polo revolucionario den el
paso sustantivo que era necesario o imprescindible a objeto de establecer una nueva
conducción respecto del movimiento popular. Eso cristaliza en agosto de 1965
con la fundación del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR.
Finalmente.
Si quisiéramos hacer una breve síntesis de los elementos que concurren a la
cristalización de esta experiencia o de esta vanguardia política, cuya historia
está por hacer, como insinúa Pedro en parte de su texto, tendríamos que señalar
básicamente cuatro aspectos. Dos de orden internacional, que son fundamentales:
el surgimiento de los movimientos de liberación nacional a nivel tercermundista
como un nuevo desafío a las elaboraciones políticas por parte de la izquierda y
la experiencia de la revolución cubana, que se proyecta con fuerza hacia el
escenario latinoamericano. Y otros dos, a nivel nacional: los procesos de migración
campo ciudad, que permiten la emergencia de nuevos contingentes sociales o de
nuevos actores sociales relevantes para el proceso revolucionario. Y, en cuarto
lugar este proceso de aglutinamiento de fuerzas políticas revolucionarias
provenientes desde diversas experiencias orgánicas y teóricas van a cristalizar
en el polo revolucionario, el que va a ser en definitiva quien dará origen al
MIR.
Gracias.
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(*)
Trabajo publicado originalmente en la revista CEME 6 del 2000.
(**)
Igor Goicovic, historiador y profesor universitario. Ex mirista de la V región.
Parte
de la transcripción de su intervención en la presentación del libro del CEME
sobre Miguel Enríquez. Valparaíso 26 de octubre 1999.
COMITÉ
DE INICIATIVA 50 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DEL MIR
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