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miércoles, 27 de diciembre de 2017

GUILLERMO RODRIGUEZ: RESULTADOS ELECTORALES Y LA CULPA DE LOS ‘FACHOS POBRES’

H. Gutiérrez, inquisidor de los 'fachos pobres', propone
"Programa Mínimo" que 'Su' gobierno no fue capaz de acometer 

“[Opinión] LOS RESULTADOS ELECTORALES Y LA CULPA DE LOS FACHOS POBRES”

Guillermo Rodríguez, en Diario Venceremos –public. 19/12/17

Poco antes de las elecciones comenzó a utilizarse el epíteto “fachos pobres” para referirse a los trabajadores que votarían por el empresario. Tras los resultados electorales, resultó ser que los “fachos pobres” y los que se niegan a votar, fueron los responsables de la reelección del empresario que llega por segunda vez a la presidencia.

Por supuesto que la campaña del terror arreció, ahora desde el conglomerado político de la nueva mayoría, vociferando en todos los tonos que se perderían las conquistas logradas en el último tiempo. Afirmaciones que no pasan de ser una maniobra habitual, un verdadero volador de luces de este conglomerado, dado que los pocos avances existentes para los trabajadores y el pueblo han sido —siempre—, producto de la lucha en las calles enfrentando al aparato represivo y a la enorme campaña propagandística en la que, como buenos hermanos, ambos conglomerados políticos criminalizaron —y criminalizarán— la lucha social. ¿Conquistas Sociales? —¡No!—. Parches y maniobras para no cambiar nada fundamental en el Estado y la Economía heredados de la Dictadura y potenciados por la Democracia. Gobierno tras gobierno entregaron el país a la voracidad del capital autóctono y extranjero. Legislaron todo tipo de leyes para el beneficio de sus propios bolsillos y del gran capital.

Desde el inicio de la mal llamada “transición a la democracia” o del gobierno de la “alegría ya viene”; Derecha, Concertación y Nueva Mayoría trabajaron arduamente para desmantelar al pueblo organizado que había dado muestras de su capacidad de lucha en el enfrentamiento a la Dictadura. Dividieron, quebraron, disolvieron todo tipo de organización política o social. Ya no eran necesarias porque ahora se trataba de restablecer la democracia representativa, en la que los representantes de la ahora llamada ciudadanía —ya no pueblo, clase trabajadora ni proletariado—, a través de los mecanismos heredados de la dictadura, podían “velar” por sus derechos, necesidades e intereses.

Magno festín se dieron durante largos años, casi tres décadas. Tres décadas en donde los estallidos esporádicos de algún sector social, eran brutalmente reprimidos, aislados en el silencio cómplice de los medios de comunicación; por supuesto, también en poder de ellos. El discurso de que la democracia funciona, de la justicia dentro de lo posible, de las regias cifras macro económicas, en paralelo al bombardeo del consumismo y del individualismo, ganaban terreno en las más amplias masas.

Se equivocan quienes creen que existe una conciencia política en las masas. Es un profundo error pensar que, de por sí, tienen una conciencia de su explotación. La hegemonía ideológica, vale decir, el imperio de las ideas de la burguesía, es uno de los supuestos básicos del funcionamiento del Capitalismo. Enajenación, ignorancia y falsa conciencia; están intrínsecamente incorporadas en las mismísimas relaciones de producción, en las mismas formas que asume el aparato productivo Capitalista con sus distintos niveles de jerarquía, de manejo exclusivo del conocimiento, de la apropiación y abuso de este. Por supuesto también, del privilegio monopólico del uso de la violencia.

¿”Fachos pobres”? Qué pena la miopía. Son miles de trabajadores, de asalariados, de empleados, de hombres y mujeres que se sacan la cresta y están sometidos a los mismos niveles de explotación que los supuestamente conscientes. “Fachos pobres” que sufren igual la cola del hospital, el maltrato del supervisor, la odisea de andar en la locomoción colectiva. “Fachos pobres” que también ven la descomposición de los partidos políticos convertidos en agencias de empleo. “Fachos pobre” que observan igual la colusión de los empresarios, la corrupción generalizada en el país donde generales roban, curas abusan sexualmente de nuestros hijos; que se endeudan para llegar a fin de mes, que sueñan — siguiendo el adoctrinamiento recibido en la escuela, en los medios, la telefarándula, en las universidades— que hay que salvarse solos, aprendiendo que hay que ser exitoso y que cuanto más rápido, mejor. “Fachos pobres” que no pueden distinguir claramente un discurso distinto, porque masivamente el único discurso que escuchan es aquel que señala que este es el único sistema que funciona y que les da algo de felicidad.

Aquí yace un problema tremendamente importante a la hora de sacar cuentas políticas. ¿Cuándo realmente, en el quehacer supuestamente político de quienes optaron por “luchar” incorporándose al sistema, se apuntó realmente al verdadero enemigo de clases? ¡Chuta! Aparecen posibles respuestas proscritas, añejas y ¡obsoletas!: Clase. Sociedad estructurada en clases, donde los dueños del poder pertenecen claramente a una de aquellas. Los patrones de una parte y los trabajadores de otra. Porque en definitiva, al abandonar la lucha de clases como único motor que puede generar conciencia y cambiar las correlaciones de fuerza, se traslada la lucha al espacio electoral, donde ya todo es confuso, relativo, de límites poco claros. Ya no somos clase proletaria, trabajadora contra clase burguesa o empresarial. ¡Somos Ciudadanos! Todos igualmente respetables.

Quienes gozaron tanto tiempo de la república, post dictadura, los mismos que criminalizaron la protesta social, los que nos gasearon, nos apalearon, mataron mapuche y dirigentes sindicales. Los mismos que legitimaron al tirano yendo a Inglaterra a buscarlo en andas, los que instalaron las cárceles de alta seguridad, los mismos que validaron a civiles comprometidos con crímenes bajo la dictadura, que burlaron una y otra vez al movimiento estudiantil, al movimiento contra las AFP. Los que apresaron a decenas de activistas que defendían los territorios contra las mega empresas, los ladrones de agua, los que se apropiaron el mar, entre otras muchas privatizaciones, ahora se lamentan desconsolados culpando a quienes no votan, a los “fachos pobres” y hasta a su misma generación de recambio —léase Frente Amplio— de sus magros resultados y amarga derrota.

No sirvió la polarización ficticia, el cuento del lobo invocando el terror del pinochetismo. No sirvió porque como lo escribí en otro posteo, el topo de la historia, la lucha de clases, terminará por tirar al tacho de la basura todas las propuestas reformistas, neorreformistas, ciudadanistas; porque simplemente no dan cuenta de la magnitud del problema social ya instalado.

Personalmente no creo que la abstención en su totalidad sea de rechazo al sistema. No va por ahí mi reflexión. Mi reflexión va por el camino de la lucha que se da en diversos espacios sociales y territorios, fuera de los marcos y canaletas acordadas en el sistema político y justamente en contra y fuera de esos márgenes. Contradictoriamente, en la zona del Wallmapu, donde se vive un estado de guerra con ataques permanentes a las comunidades, electoralmente triunfa la derecha política. O podríamos citar también a Lota, cuna del movimiento obrero del carbón, donde también se impuso abrumadoramente el empresario.

En el fondo, es más fácil culpar a los otros de nuestras propias debilidades. De creer que existe una conciencia inherente al ser explotado, de abusar hasta la saciedad del cuento del lobo, de olvidar todo lo antipopular y pro capitalista que han sido todos los gobiernos desde el término de la dictadura, de no asumir que al desarticular todo el tejido social, que al no mostrar claramente al enemigo, al convertir las organizaciones políticas de rica historia de lucha en meras agencias de empleo y organismos infestados de corrupción, al no entender que el discurso ya no es comprado por grandes sectores, al seguir actuando al margen de la lucha de clases real, o peor aún, posicionándose derechamente del lado de los empresarios, terminan por cosechar lo que han sembrado.

Me llama la atención así mismo, el desencanto y vacilación de sectores de las izquierdas anticapitalistas frente a los resultados. Evidentemente se trata de los sectores que miraron esperanzados hacia el terreno electoral, los mismos que compraron el discurso de un espectacular transformista, como lo es un ex tupamaro, ex gobernante uruguayo y lo llenaron de admiración, omitiendo de forma cómplice develar la obra real de impunidad que articuló, de instalación de bases norteamericanas en su territorio, de impulso de la misma política neoliberal, que bien conocemos en Chile. Ojalá que el ejercicio electoral les haya dejado algunas lecciones a aquellos que criticaron duramente al “duopolio” y a la política de la Nueva Mayoría, para terminar masivamente votando por el llamado mal menor, desdibujando con ello su propio programa y de paso demostrando a todos aquellos que pretenden “desde adentro” ganar el FA para políticas más consecuentes, que sus intentos simplemente terminan como siempre en la subordinación.

Nosotros, el piño, el colectivo, las orgánicas anticapitalistas y con proyectos revolucionarios, tenemos grandes tareas por delante. Ya no se trata de hablar de la necesidad de la unidad de los revolucionarios sino que dar pasos concretos para coordinar acciones prácticas que vayan generando en la praxis misma las confianzas necesarias para dar pasos posteriores. Por otro lado, se hace necesario incrementar el trabajo unitario en los territorios y espacios sociales, pero sobretodo, mostrar en la lucha concreta los caminos para acumular fuerzas, sobretodo en la tarea prioritaria de mostrar a los “fachos pobres”, cual es el verdadero enemigo, que incluso “luchando se vive mejor” [1] y ganarlos para las filas de la lucha por la transformación de la sociedad.

Guillermo Rodríguez Morales
Militante de Trabajadores al Poder

Nota:
[1] ¡Xipamün Pu Ülka!, en castellano “Váyanse los Codiciosos”. PU Lov y Comunidades Lavkeche  en Resistencia. Introducción, pág. 15. Señalan los autores que la lucha, que el “weichan” (la guerra de resistencia), libera a las comunidades mapuche, les retorna su dignidad de nación en unidad con la tierra madre. Es la intención que manifiestan los Pu Lov, al entregar este testimonio, literalmente: “Ojalá este libro pueda llegar a las bibliotecas de las escuelas, liceos, institutos y universidades. Escribimos para contarles que luchando se vive mejor, que el weichan también es un camino.”


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