“El año cero de los Cordones Industriales:
1972. Parte II”
Por Rafael Kries, en Aurora Roja –public. 13/11/17
Los
sindicatos aglutinados en torno a Clotario Blest se sienten cercanos a la gente
campesina y éstos respecto a los obreros y población marginalizada por el
sistema. Los empleados y gente de servicios se sienten incluidos en un mismo y
gran deseo de cambio social. Hay un cambio de sensibilidad de las grandes masas
trabajadoras, que se expresaba en torno al FRAP y a la figura de Salvador
Allende.
La
guerra de Vietnam y la lucha juvenil a todo lo largo del planeta parecen
anunciar un cambio global y conducir no sólo a una crisis en el centro del
sistema sino, también, en países de su periferia. Son los tiempos de Ho Chi
Minh y del Che Guevara. Son los tiempos de la Unidad Popular.
En
Chile el acuerdo social desarrollista de la 2ª Guerra está roto. El
empresariado y la clase trabajadora han optado por caminos divergentes. La
urbanización y la industrialización necesitan ser reorientadas.
¿Cómo
hacerlo y en beneficio de quiénes? La Alianza para el Progreso y las Reformas
del Gobierno de Eduardo Frei Montalva de la Democracia Cristiana son la
respuesta del sistema. La Tricontinental y la Candidatura Unitaria de Allende
son la respuesta de las fuerzas sociales de izquierda.
A
nivel local y de los ámbitos nacionales del capitalismo el avance de la
izquierda parece imparable. El Che proclama: ¡Crear dos tres, muchos
Vietnam…! En Chile no sólo se radicaliza el cuadro político, incluso en
los partidos de centro, sino que la Izquierda se amplía a otros sectores
ideológicos, sociales y políticos más allá de aliados tradicionales y su líder
Salvador Allende Gossens gana electoralmente la Presidencia de la República en
un cuadro en que la propia Democracia Cristiana ha debido apelar a un mensaje
comunitarista.
Es
algo que no tiene precedentes. La derecha política, oligárquica y conservadora,
aparece desorientada y exhausta. No se conocía una experiencia anterior en que
un declarado marxista ganase en elecciones controladas por un Estado Nacional y
Burgués. Ha roto momentáneamente el inmovilismo al que parecía estar condenando
la Guerra Fría. Incluso lo hace superando las triquiñuelas de última hora de la
CIA que conducen al asesinato del Comandante en Jefe del Ejército René
Schneider y al intento de la DC, a través de un denominado Pacto
Constitucional, de maniatar a Allende y al grupo de dirigentes de izquierda que
lo rodea.
La
Unidad Popular allendista había sido creada en torno al Partido Socialista de
la época y del Partido Comunista, fiel seguidor de las políticas de la URSS.
Pero junto a ellos se aglutinan sectores y grupos cristianos y laicos, así como
lo más granado de las expresiones sociales y sindicales del país.
Su
programa planteaba reformas democráticas y económicas que permitiesen una mayor
autonomía nacional en un enfoque industrializador en que se anunciaba un futuro
camino al socialismo, entendido como una versión autónoma, democrática y
participativa que mantenía grandes ambigüedades respecto a la confrontación
entre China y Rusia, así como a la evidente intervención del imperio americano.
Las
40 Primeras medidas y la nacionalización de la minería del Cobre en manos de
empresas norteamericanas, anuncian un nuevo tipo de Gobierno, ante el cual la
derecha política se ve en retroceso, en tanto la derecha económica y los
aparatos de inteligencia de los gobiernos de los grandes países capitalistas se
articulan para conspirar.
Hoy
sabemos que el dueño del Diario El Mercurio, Agustín Edwards, partió en esa
época – traicionando su ciudadanía y mentado “patriotismo” – a ofrecer sus
servicios a una potencia extranjera, los EEUU, para derrocar a cualquier
costo el Gobierno de su país. Esos personajes son los mismos que usaron el
chovinismo cerril para acusar a Cuba y a los movimientos del Tercer Mundo por
su solidaridad y compromiso con el Gobierno de Salvador Allende, y para azuzar
a las Fuerzas Armadas contra el pueblo. Los mismos que hablan de la valentía
de los araucanos en los desfiles del 19 de septiembre para
reprimirlos implacablemente a lo largo de la historia de este país.
Con
una derecha económica conspirando y con un bloqueo económico para quebrar al
país – al negarle repuestos y materias primas, así como objetos de consumo –
Allende no renunció a su compromiso con el pueblo que había confiado en él
después de varias tentativas: nacionalizó el cobre y la banca, y ordenó
desarrollar una Nueva Economía basada en un sector Privado, uno Público y uno
Mixto de Empresas. Se plantea crear un área de industrias estratégicas cuyo
número se ubica en torno a 100 empresas, pero en su entorno se aglutina un
número similar como producto de la paralización que intenta realizar una parte
de los grandes empresarios.
La
Reforma Agraria y la normalización en la industria se realizan utilizando las
propias leyes existentes que dejan de ser papel molido cuando favorecen a
población. Al lock out patronal se responde con la intervención y paso
de las empresas paralizadas a control de CORFO. Yarur, Sumar, Cristalerías
Chile y otras pasan a control de nuevas administraciones en las que los
trabajadores también tienen mucho que decir.
En
ellas se crearon formas inéditas de participación y con ellas se logró
inicialmente amortiguar el boicot externo e interno que buscaba una caída
rápida del proyecto de la Unidad Popular. Se inicia la devolución de tierras
mapuche usurpadas por la colonización de inmigrantes europeos traídos desde el
siglo XIX por los Gobiernos chilenos.
La
batalla de la producción y el manejo de la institucionalidad existente,
adquieren un rol y sentido central para impulsar y posibilitar un cambio que se
plantea revolucionario aun cuando algunos sectores de la izquierda las
absolutizaban y otros las demonizaban.
El
Imperio Norteamericano, embarcado de lleno en la Guerra Fría, sabía que la
flexibilidad táctica y la unidad lograda por los partidos de izquierda chilenos
eran un peligroso ejemplo para los pueblos latinoamericanos, sobre todo,
después del asesinato cobarde del Che en Bolivia, tras hacerlo prisionero.
Una
situación transicional requería de una hegemonía. Y nadie más consciente de eso
que el alto mando empresarial que ya en 1972 empieza a buscar paralizar el
abastecimiento y la producción así como ampliar sus bases de apoyo hacia las
empresas pequeñas, y las capas medias.
En
tanto la Derecha política busca establecer una situación de caos social y
económico que facilite la intervención del Ejército, la Democracia Cristiana
está fracturada con una mayoría que se inclina hacia la alianza con la derecha
pensando ser la heredera del Golpe militar.
¿Qué
hacer en una situación como la existente en 1972? Hay un Gobierno asediado por
dentro y por fuera, pero con un amplio apoyo de multitudes no organizadas. En
la izquierda chilena, Socialistas y Comunistas polarizaban el espectro social
bajo su influencia en dos orientaciones contrapuestas, sin conseguir -en su
propio interior y en la alianza de fuerzas que habían conseguido- la unanimidad
alcanzada anteriormente.
Es
la lucha de las clases fundamentales de la sociedad chilena la que busca
expresarse directamente en el plano político.
En
la CUT (Central Única de Trabajadores) que aglutina en torno a un tercio del
total de obreros y empleados del país, se discute si ingresar o no a la
institucionalidad del Gobierno – en discordancia con su propia tradición y la
opinión de líderes como Clotario Blest – como mecanismo para equilibrar el
eventual ingreso de otras fuerzas institucionales en las que se rumorea están
las FFAA.
Corre
el año 1972, el Gobierno controla los Bancos y parte de la distribución, así
como ejerce una visible influencia sobre los niveles de producción. Junto
al bloqueo externo que impulsa el Gobierno de EEUU a través de atrasos de pagos
y entregas, retención de órdenes de comercio o negativas de venta, se extiende
en el mercado interior el boicot de productos necesarios para el consumo. En
los riachuelos aparecen agujas de coser y azúcar, biberones de bebé y
artículos de difícil obtención, productos que fueron arrojados por parte de
boicoteadores del proceso.
Los
diarios de la derecha proclaman su deseo de Golpe en una secuencia que delata
el cumplimiento de planes elaborados por Servicios de Inteligencia. Se bloquea
la TV nacional y se asesina a un periodista de izquierda en el sur del país en
una acción que se relaciona con sacerdotes de la derecha. Se organizan grupos
fascistas en los barrios altos y en el campo, pero la izquierda política ha
crecido también en militancia y partidos, como el Socialista y el Comunista que
tienen al menos 500 mil militantes cada uno y se fortalecen así mismo los
partidos y sectores de su alianza que incluye cristianos, laicos y marxistas.
La
derecha impulsa el boicot individual de su militancia por los medios de
comunicación que mayoritariamente controla haciendo desaparecer por
semanas el arroz o el aceite que arroja a las pocetas sanitarias, así como
acapara otros bienes esenciales para crear un malestar en las capas medias y la
izquierda responde estableciendo cadenas de solidaridad y distribución popular.
Se
lucha por la influencia en los medios de comunicación, lo que obliga a otros
poderes del Estado (Judicatura y Contraloría) a hacer evidentes sus vínculos
con la oligarquía. Se crean medios de comunicación, la izquierda y la derecha
se atrincheran en los dos canales de TV Universitarios, de los cuales el
aparato Judicial obligará a la izquierda a entregar el suyo.
Los
pequeños comerciantes buscan acaparar o participar en un incipiente Mercado
Negro, en tanto el Gobierno responde fortaleciendo cadenas de distribución bajo
control estatal y los partidos de izquierda impulsan las JAPs (Juntas de
Abastecimientos y Precios) y otros mecanismos.
Surge,
desde la base y en forma asamblearia, el Primer Cordón Industrial (el Cordón de
la zona industrial de Cerrillos en Santiago). Sus antecedentes históricos
están, contradictoriamente, en los esfuerzos por realizar un Cabildo Abierto en
semanas previas en la zona urbano-industrial de Maipú, el cual fuera
inicialmente impulsado por grupos democristianos sobrepasados por sectores
populares.
A
éste le siguen en las semanas siguientes los Cordones Vicuña Mackenna y San
Joaquín donde se reúnen experiencias y dirigentes sociales, poblacionales,
estudiantiles y las formas de intervención administrativa del Estado en las
empresas y el mercado. Se organizan Mercados Populares y se plantea la
necesidad de establecer nexos entre esos agrupamientos y los Consejos
Campesinos de la zona metropolitana. Se establecen nexos de esos primeros
Cordones con organismos sociales de base en el Sur del país, sin que los
Partidos políticos de izquierda se adhieran a esas iniciativas dado que están
atentos a las pugnas en la cúspide política del Estado. El tiempo se acelera y
se cuenta en semanas.
A
fines de septiembre de 1972 gremios de pequeños y medianos empresarios –
liderados por Camioneros y Comercio Minorista – con apoyo del gran empresariado,
intentarán aglutinar tras de sí a los partidos de la derecha y a la Democracia
Cristiana detrás de un Paro Nacional, Indefinido, y sedicioso que intenta una
parálisis total del Gobierno y del aparato productivo, de distribución y
servicios del país, tal que permita una sublevación del ejército. Se ha
iniciado el lock out nacional e insurreccional de la burguesía que se
conocerá como el PARO PATRONAL DE 1972.
La
respuesta será para ellos, sorprendente. La clase trabajadora se organiza como
un reguero de pólvora en los que serán denominados como los cordones
industriales, en al menos 55 lugares del país. Tras ellos, el Gobierno se
reactiva, así como los partidos de la Izquierda, articulándose una reacción
social que impide la paralización que busca la derecha social y política para
abrir paso al Golpe.
Marcha de miristas y FTR en Europa luego del Golpe |
Es
una prueba de fuerzas de la que, desafortunadamente la izquierda y el Gobierno
incluso triunfando momentáneamente, no logran aprender las lecciones
correspondientes. La salida política obtenida -para continuar el itinerario
electoral- por parte de la Unidad Popular consistió en desmantelar parcialmente
el poder de los Cordones y hacer ingresar al Generalato y al liderazgo de la
CUT al Gobierno, haciéndose rehén del juego institucional formal.
Cuando,
con los votos de la izquierda, se aprueba la Ley de Control de Armas que
otorgaba a las FFAA la facultad de intervenir, ingresar y reprimir los locales
sindicales y las fábricas intervenidas, el cuadro estará ya listo para el
futuro control cívico-militar que se ve en lontananza.
Sin armas, sin apoyo explícito de los
partidos, execrados por el sector estalinista de la CUT, y sin tiempo ya
para establecer una orgánica política propia, los Cordones serán meros
espectadores del derrumbe del Gobierno UP lo cual pagarán con sangre
desde los primeros días de la tiranía pinochetista.
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