“El
modelo intocable”
El domingo 17 de diciembre tendremos la séptima elección
presidencial del periodo de transición a la democracia. Se ignora cuál de los
candidatos resultará electo presidente de la República. Al parecer esta nueva
“fiesta de la democracia” -como suelen calificarla los políticos-, tendrá un
final muy estrecho. En cambio, se puede afirmar con absoluta certeza que el
modelo neoliberal -que instauró la dictadura mediante el terrorismo de Estado-
continuará siendo la piedra angular del sistema que rige en Chile
El modelo de
economía de mercado -en rigor, “el sistema”- tiene que ver no solo con el
manejo mercantilista y deshumanizado de la economía. Es mucho más: incursiona
también en los terrenos de la conciencia colectiva y en el modo de vida de los
ciudadanos a los que cautiva con el consumismo y esclaviza con el
endeudamiento. El modelo es el pivote que sostiene la institucionalidad a
través de una Constitución Política ad hoc. La arquitectura institucional
autoritaria permite que los miasmas del modelo contaminen las leyes, las
relaciones sociales, la cultura y los hábitos de vida de la población. Los
instrumentos pedagógicos y mediáticos tributarios del modelo, se encargan de
conformar la corriente de opinión necesaria para elegir “democráticamente” a
las autoridades y someter los intereses colectivos a los de una minoría.
Para
llegar a este punto en que un sistema económico-social oligárquico se ha hecho
hegemónico, fue necesario un proceso de destrucción de la Izquierda y de su
ideario de solidaridad, igualdad y justicia social. La aplicación simultánea de
represión a los trabajadores y de vía libre a la oligarquía para que modelara
un nuevo sistema económico, social y político, constituyó una contrarrevolución
en que las fuerzas armadas y policiales fueron utilizadas -una vez más- como
verdugos del pueblo.
Chile
lleva más de 40 años gobernado por una minoría cada vez más reducida que actúa a
través de las instituciones, los partidos políticos, los medios de
desinformación, etc. En los hechos, el poder reside en una plutocracia cuyas
ganancias se han visto incrementadas en forma brutal en el último cuarto de
siglo. Chile ha alcanzado de esta manera niveles de desigualdad social que lo
ubican entre los países más injustos del mundo.
La
administración reformista de la presidenta Bachelet no ha sido una excepción en
esta línea de gobernar para los ricos. Las ganancias operacionales de las
principales empresas privadas alcanzaron a 15,3 billones de pesos en 2015 y
subieron a 16,5 billones en 2016, lo que significó un aumento de 8,2%, según la
Superintendencia de Valores y Seguros (ver cuadro estadístico en esta página).
Las ganancias han crecido a tasas más bajas en este periodo. Esto se debe a la
ralentización de la economía y no a que las políticas públicas no hayan
favorecido suficientemente a los empresarios.
El
capital financiero, entusiasta protagonista del modelo, goza de excelente
salud. Los bancos tuvieron tres mil millones de dólares de ganancias entre
enero y octubre de este año, un incremento del 8,15% en relación al mismo
periodo del año pasado.
En
definitiva, la desaceleración de la economía la pagan los trabajadores. Así lo
demuestra el reajuste de 2,5% nominal en los salarios del sector público.
Durante este gobierno el reajuste real total llega sólo al 1,61%, muy inferior
a lo otorgado en periodos anteriores. Ese abuso se puede cometer con impunidad
porque los trabajadores carecen de una organización sindical independiente y
leal con los intereses de los asalariados. Los partidos de la Nueva Mayoría, a
su vez, han callado para no dañar sus intereses electorales.
El
empresariado no se equivocó en 2014 cuando hizo importantes aportes a la
campaña electoral de Michelle Bachelet. Los empresarios conocían perfectamente
el programa reformista de la candidata de la Nueva Mayoría. Sus objeciones y
críticas posteriores se refieren más bien a aspectos formales que al contenido
de las reformas. La oligarquía está consciente que el modelo necesita
modernizarse para consolidar su dominación. El programa del candidato Piñera
busca legitimar la hegemonía del modelo. Su objetivo en lo político es
construir una derecha liberal que pueda atraer a sectores decepcionados de la
Nueva Mayoría. En lo económico se propone alcanzar tasas de crecimiento que
permitan generar ganancias mayores al empresariado del que él forma parte.
El
proyecto de la derecha se ve facilitado por la ausencia de una alternativa de
Izquierda que desenmascare el modelo neoliberal. El candidato de la Nueva
Mayoría, Alejandro Guillier, se propone profundizar y perfeccionar las
políticas del actual gobierno, lo cual equivale a mantener la economía de
mercado y sus consecuencias sociales. De modo que el 17 de diciembre el modelo
instaurado por la dictadura no se verá impugnado.
Levantar
una alternativa democrática y popular mayoritaria costará muchos esfuerzos. Al
desprestigio de la política y de los partidos, se suman otros obstáculos. Entre
ellos el efecto negativo que -por falta de una autocrítica sincera en la
práctica- tuvo el desastroso final de los “socialismos reales”, que ha
demonizado hasta la palabra socialismo. Otro factor en la desconfianza hacia la
política y los partidos es la corrupción. No se trata de un fenómeno nuevo,
pero ahora ha alcanzado niveles insospechados. Afecta a las más altas cumbres
de las instituciones civiles y militares, y deja en evidencia la complicidad de
la política con los negocios. La construcción de una alternativa tendrá que
hacerse cargo también de la penosa realidad que viven miles de familias por la
masificación de la droga y la delincuencia. Estamos en presencia de una
sociedad enferma que necesita recrear valores para recuperar su dignidad y luchar
por sus derechos.
La
distancia entre la realidad que vive la mayoría de los chilenos y la política,
es sideral. Un indicador elocuente es la abstención electoral que señala la
falta de un actor político-social capaz de movilizar millones de voluntades.
La
destrucción de principios y valores humanistas y solidarios constituyen los
triunfos vergonzantes del sistema que saldrá airoso el 17 de diciembre.
Otra
vez se han soslayado asuntos tan importantes como la recuperación de las
riquezas naturales y de las empresas del Estado privatizadas por la dictadura;
la justicia tributaria; los salarios y pensiones miserables; el trabajo
precario; las jornadas laborales excesivas; la política exterior, sumisa a los
dictados del Departamento de Estado y lejana de la solidaridad latinoamericana.
No hay asomos tampoco de rectificación en la política racista y represiva
contra el pueblo mapuche, que desde 1990 ha cobrado la vida de catorce
comuneros mapuches y que bajo este gobierno ha utilizado la Ley Antiterrorista
y ha intentado el siniestro montaje de la Operación Huracán.
La
consolidación del modelo neoliberal constituye un desafío para los que no
aceptamos someternos a la injusticia. Es una tarea para una nueva Izquierda
política y social despojada de dogmas y sectorismo. Capaz de acometer una
revolución cultural que desplace de la conciencia colectiva los antivalores del capitalismo.
Editorial de “Punto Final”, edición Nº 890, 8 de
diciembre 2017
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