“Cambiemos
y lo que no cambió
Nieve Mortal Sobre Argentina”
Una
forma cada vez más común de entender la vida pública nacional consiste en leer
los sucesos de la primera etapa del gobierno de Macri como producto de un
súbito devenir de los tiempos. Una nieve mortal que cayó de forma inesperada
como en El Eternauta, aseguran Roberto Gargarella y Rubén Lo Vuolo. Según los
autores, este análisis no reconoce continuidades, como la política represiva
sostenida en el tiempo
Una forma cada vez
más común -engañosa siempre- de entender la vida pública nacional, consiste en
leer los sucesos de hoy como producto de un súbito devenir de los tiempos, esto
es decir, no en continuidad sino como ruptura drástica frente a la historia
anterior. Se trata de una explicación al estilo de la que podía dar Juan Salvo,
el protagonista de El Eternauta de Héctor Oesterheld, a finales de los
50.
El
Eternauta, en efecto, dio cuenta de la tragedia que afectaba a la Argentina
en su época mostrando de qué modo los males del país tenían que ver con una
invasión repentina –llegaban los Ellos- cuyos agentes se dedicaban a
capturar a inocentes locales, convirtiéndolos en hombres-robots, mientras un
minúsculo grupo de héroes –los resistentes- buscaban confrontar con los
invasores. La explicación del tipo Eternauta se reconoce en quienes
presentan los penosos sucesos políticos de la primera etapa del gobierno de
Macri (represión de la protesta; maltrato y muerte a las comunidades indígenas;
desacertada política minera; claudicación en la política de medios; políticas
de “ajuste económico”; etc.) como hechos sin historia, desenraizados del
tiempo. Dicha mirada presenta los problemas nacionales como si se tratara de
una nieve mortal que, de repente, y de forma más o menos inesperada,
cayó sobre el país, desatando las peores desgracias sobre una sociedad que
vivía en calma.
La
explicación tipo Eternauta, llamativamente, apareció en estos meses en
muchas ocasiones, de forma explícita. De modo más significativo, ella puede
reconocerse cotidianamente, implícita en notas, informes, y reportes que
quieren dejar constancia del duro estado de situación actual, al que se
presenta como cataclismo impensado. Lecturas semejantes buscan encubrir que la
situación actual es producto de una obra colectiva vinculada con una
degradación de la práctica política que lleva años. Por lo demás, la idea de
que hoy nos gobiernan usurpadores imprevistamente caídos del cielo, nos impide
reconocer que el actual gobierno es el resultado de una construcción cuyo éxito
y legitimidad se debe en buena medida a lo que hicieron y dejaron de hacer
muchos de quienes hoy se presentan como líderes de la resistencia.
Aproximaciones del tipo Eternauta no sirven para explicar lo que
necesitamos entender (por qué el actual presidente ganó las elecciones
presidenciales, o por qué tuvo una excelente elección de legisladores a dos
años de su mandato), salvo de un modo estrambótico, más propio del relato de
Oesterheld (los medios de comunicación como herramienta enemiga que genera alucinaciones
sobre las víctimas locales). Finalmente, explicaciones del estilo “nieve mortal
sobre la Argentina” nos llevan a pensar que una política justa exige, ante
todo, liberarnos de los usurpadores para abrir el acceso al poder de los
resistentes. Ello, como si las prácticas no muy lejanas de muchos de los que se
pretenden héroes, hubieran sido de naturaleza esencialmente diferente de la que
hoy predomina.
Política
sin historia y sin contexto. La historia y el contexto, más que lo
excepcional y lo repentino, dan cuenta de los males de hoy. Por lo demás, es
sólo así -reconociendo las continuidades y relaciones de precedencia entre ayer
y hoy- que podemos evitar un nuevo tránsito por la senda de los errores
repetidos. Para ilustrar las implicaciones tan diferentes entre un tipo de
explicación (estilo “nieve mortal”) y otra con la vista puesta en la historia
nacional, podemos repasar cualquiera de los sucesos más relevantes de los
últimos meses.
Comencemos,
por caso, por algunos de los hechos más trágicos del 2017, vinculados con las
muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel. Una lectura posible de tales
sucesos asocia a esas muertes con un “giro enloquecido de la historia,” que nos
vuelve a colocar frente a un Estado criminal, que persigue y mata a los
miembros de las minorías más débiles. De acuerdo con este enfoque, la llegada
del nuevo gobierno resulta el factor determinante para explicar muertes como
las mencionadas, y para anticipar las que, sin dudas, van a repetirse en el
corto plazo. Una lectura alternativa a la anterior, más preocupada por el
contexto y la historia, vincularía en cambio a tales muertes con prácticas que
nuestro Estado desarrolló de modo consistente durante siglos. Se trata de
políticas que se agravaron en las últimas décadas al calor de medidas
“neo-desarrollistas” y “extractivistas”, que reconocen como principal límite el
desafío que les imponen las comunidades indígenas. Tales políticas explican por
qué coaliciones tan diferentes como los que gobernaron en Chile, Ecuador o la
Argentina, en distinto tiempo dictaron, todas ellas, leyes antiterroristas muy
similares. Dichas leyes antiterroristas surgieron, en nuestro país, en defensa
de proyectos de dudosos beneficios para la sociedad y de probado impacto
ambiental negativo, como el de “Vaca Muerta;” y políticas irracionales, como
las que se llevaron a cabo en violación de la “ley de glaciares.”
Enfocada
de este modo, la situación que enfrentamos hoy se avizora distinta: no estamos,
entonces, frente a un caso de “nieve mortal”, sino frente a políticas que
llevan décadas, y que se expanden a lo largo del país y mucho más allá de
nuestras fronteras. Tal lectura sugiere, por lo demás, la necesidad de
reconocer continuidades antes que rupturas, como así también la necesidad de
adaptar reformas estructurales que no se limitan a remover a un grupo
improvisado de “invasores,” recién caído del cielo.
Tomemos
otro caso paradigmático de estos meses, como lo es la prisión preventiva para
Milagro Sala. Otra vez, algunos han querido ver en el hecho un súbito devenir
represivo de la política –un cambio compatible con la llegada de los Ellos.
La prisión preventiva para Milagro Sala representa así, para algunos, la
reaparición de los “presos políticos” en la Argentina, un hecho que a la vez
vendría a confirmar que el país se encamina a consolidar un régimen de
“dictadura civil.” Sostener esa lectura, sin embargo, requiere barrer bajo la
alfombra un tema mayor –el de la protesta social- al que la política argentina
viene respondiendo indebidamente desde el mismo momento en que se tornó viral,
esto es, desde la destrucción del viejo modelo industrial; el debilitamiento
del sindicalismo; la explosión del desempleo y la crisis del 2001.
A
partir de esa gran crisis, hubo protocolos de protesta de corta vida; apareció
Proyecto X, destinado a monitorear a la izquierda a través de la Gendarmería
que controlaba Nilda Garré; un agente vinculado con los servicios de
inteligencia, Sergio Berni, fue designado como autoridad máxima en el área de
Seguridad; se produjeron actos continuos de “represión terciarizada”; el
general Milani quedó a cargo del espionaje para el gobierno; y un largo
etcétera.
Lecturas
del tipo “nevada mortal sobre la Argentina” no quieren ver -y quieren impedir
que veamos- que estamos frente a una política represiva sostenida en el tiempo,
que desde hace décadas viene regando de muertos nuestras calles (2 muertos en
situación de protesta social durante la presidencia de Menem, 45 durante la de
De la Rúa; 2 durante la de Duhalde, 2 durante la de Néstor Kirchner, más de 20
durante el gobierno de Cristina Kirchner). A la luz de todas las muertes
producidas en nuestro país desde el 2001, a través de gobiernos en apariencia
muy diferentes, resulta particularmente grave que la actual administración no
haya aprendido la lección, y siga privilegiando el uso de la coerción estatal
como principal medio para lidiar con el conflicto social. Debemos impedir, por
tanto, que ese camino represivo se mantenga, pero en todo caso –siempre-
conscientes de que no nos encontramos frente a la “excepción”, sino frente a
una “continuidad agravada”: la criminalización de la protesta parece ya una
política de Estado, que distintos gobiernos han ejercido en su momento por
distintos medios y que el actual busca consolidar sostenido en normas y
prácticas de gobiernos anteriores.
Un
ejemplo más cercano en el tiempo es el vinculado con las políticas de “ajuste
económico”, que se expresaron recientemente en los cambios impuestos en el tema
jubilatorio. El ajuste en la movilidad del haber jubilatorio que se acaba de aprobar
no es el punto de partida de un cambio súbito (impulsado, aparentemente, por un
comando alienígena recién llegado a la Tierra). Se trata, más bien, de otro
jalón en una historia que lleva décadas, que incluye a gobiernos que –con
buenas o malas razones- privatizaron el sistema quitándole fondos y recortando
beneficios, se negaron a pagar derechos adquiridos incluso luego de
re-estatizarlo; se rebelaron frente a la
sentencia emitida por la Corte Suprema en “Badaro”; dispusieron, de modo
cruel, que cada jubilado que quisiera cobrar lo suyo tuviera que iniciar y
ganar un nuevo juicio; y finalmente –ante el panorama de que los jubilados
seguían litigando y ganando sus juicios- decidieron impulsar una nueva ley
–aquella que de modo agraviante se llamó de “democratización de la justicia”-
para agregar una instancia más a los reclamos de la tercera edad, apostando así
a la muerte de los litigantes, como forma de que ellos no cobraran nunca lo que
les correspondía por derecho. Esta reconstrucción histórica debe permitirnos
reconocer que el gobierno anterior había correctamente recuperado los recursos
fiscales y financieros que iban a parar a las AFJP e incorporado muchas
personas sin cobertura con la llamada “moratoria previsional”. Pero debemos
admitir también que esos fondos extraordinarios no fueron utilizados para
organizar un sistema capaz de pagar beneficios sostenibles en el tiempo, de
carácter universal y solidario, sino que sirvieron principalmente para
financiar el déficit público y que la moratoria previsional, además de ser
“transitoria”, permitió el ingreso de personas en edad pasiva sin cobertura,
pero lo hizo con aplicó un nefasto sistema que les quitaba el “aporte no
realizado” del beneficio pagado para seguir manteniendo la ficción de un sistema
contributivo, incapaz de sostenerse en el tiempo. Entonces, tenemos razones
para denunciar, en la actualidad, el despojo que significa el cambio de un
sistema de actualización de beneficios, pero –otra vez- evitando la miopía que
nos impide ver de dónde venimos, y cuáles son los problemas que afectan a un
sistema de previsión social que es insostenible y necesita ser reformado.
En
fin, no se trata de diluir en el tiempo las graves responsabilidades del actual
gobierno, ni licuar entre muchos las violaciones de derechos cometidos por
sujetos particulares, identificables por su nombre y apellido. De lo que se
trata, por el contrario, es de reconocer que el actual gobierno avanza con
políticas regresivas, en muchos casos inconstitucionales e injustas, montado
cómodamente en la plataforma que le dejaron gobiernos anteriores en los cuales
tuvieron un papel preponderante muchos de los que hoy se pretende “héroes
resistentes”. Más aún, los programas heredados y sus resultados son los que, en
buena medida, han abierto un crédito impensado a políticas de orientación
ortodoxa que no tenían lugar en la agenda pública luego de la crisis de
2001-02. Si esto no se reconoce, se corre el riesgo de pensar que lo que
necesitamos es una vuelta a las políticas aplicadas previamente.
En
definitiva, necesitamos reconocer que la discriminación y el maltrato hacia los
más débiles; las políticas de expoliación y uso irracional de los recursos
naturales; la criminalización de la protesta social; el avance de la creciente
e injusta desigualdad social y económica que se promueve en el país, no
empezaron ayer, no se explican sólo por las políticas actuales, ni son producto
de alguna inesperada “nieve mortal” caída sobre el país de modo repentino.
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Diciembre 29 de 2017
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