“Chile. Tesis electoral
2017, Segunda vuelta”
Por José Leiva, en Kaos en la Red –public. 29/11/17
“Las
clases medias —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el
artesano, el campesino—, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de
la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios,
sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver
atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen
ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo
así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, por cuanto
abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.”
- Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto Comunista
Los resultados de
las elecciones reflejan que las voluntades, deseos o cualquier otro fenómeno de
la subjetividad humana (recalco esto por si existiera otro ser vivo con
subjetividad), no es lo que determina en última instancia las confrontaciones
políticas. Son las económicas y de clase.
Hemos
señalado con anterioridad, en el artículo “Tesis electoral 2017”, publicado en
mayo de este año, que: “Los más golpeados desde que empezó la crisis de 2008,
han sido los sectores medios de la sociedad. Con ello, se ha agudizado el nivel
antagónico de las contradicciones entre la pequeña burguesía, la mediana
burguesía y las capas medias de la sociedad versus la gran burguesía. Hecho
históricamente nuevo o -al menos- nunca tan grave como ahora”.
La
clase obrera, los asalariados, a pesar de representar históricamente la
contradicción fundamental frente a la burguesía, hoy tiene carácter secundario.
Esto tiene que ver con el poco desarrollo industrial del país, por lo que la
gran empresa es fundamentalmente extractivista y exportadora de materias
primas. En la medida que estas áreas de la economía no entren en deterioro, la
clase obrera no entrará frontalmente en
la lucha política. Por eso su participación en el proceso electoral ha sido
prácticamente nula.
Por
su parte, la gran burguesía ha asumido un rol claro y activo, apoyando a Sebastián Piñera con grandes sumas
de dinero e infraestructura. Ante la crisis del capitalismo solo el
proteccionismo, representado por su candidato,
les permitirá mantener y hasta elevar sus tasas de ganancias, en claro detrimento
de los trabajadores y de los avances en los beneficios sociales alcanzados
hasta ahora. Una vez más, la gran
perjudicada seguirá siendo la “clase media”.
En
grandes rasgos se puede decir que la sociedad chilena se divide en tres grupos
determinantes: la gran burguesía que representa menos del 1%; la clase obrera, que
abarca alrededor de un 20%; y la “clase media” alrededor de un 80%. Estos datos
no son un referente del poder que
tiene cada uno de estos grupos sociales
en las decisiones políticas del país. Aunque suene paradójico, es la ínfima
minoría de la población – la gran burguesía– la que decide el destino de
nuestra nación.
Así
es la democracia de poco representativa de nuestra realidad social y política.
La
socialización mundial de la producción hace que las ganancias de las grandes
empresas sean muy superiores en comparación a las que solo tienen como destino
el mercado interno. En ello radica la desproporción de los ingresos de los
diferentes grupos sociales. Un minero u obrero de una gran empresa
transnacional percibe más que un empresario pequeño e incluso mediano y que los
profesionales.
La
globalización y el libre mercado en nuestro país, transformó la economía en
exportadora de materias primas, representando el 80% del PIB, y utilizando apenas un 20 % de la fuerza laboral. Contrariamente,
las micro, pequeñas y mediana industria y de servicios aportan el 20% al PIB y el 80% de la fuerza laboral del
país. Todo ello, profundiza enormemente la brecha de los ingresos entre los
ricos y el resto de la población. Esta injusticia es la fuente principal
del malestar generalizado que genera la
ruptura política entre la pequeña y gran burguesía.
Por
lo tanto, es bastante obvio que la
disputa electoral por el poder político es entre la “clase media” y la “clase
alta”. Esta realidad, es la que ha determinado las alianzas, los partidos
políticos, los programas de los candidatos, y en definitiva, los resultados de
la primera vuelta.
Para
algunos, el resultado ha sido sorpresivo, sin embargo, al analizar la realidad
objetiva, no hay de qué extrañarse.
En
la historia estos fenómenos de lucha de clases y electorales se repiten y es
necesario sacar las lecciones
correspondientes. En los años 30, ante la crisis del capitalismo, emergió una
“clase media” “empoderada” representada
por el Partido Radical. A medida que esa pequeña burguesía creció
económicamente y se transformó en gran burguesía, el partido se debilitó
abandonando la defensa de los intereses de las mayorías, del progresismo y del
pueblo. Si Pedro Aguirre Cerda fue un presidente para el pueblo, los radicales
que le siguieron, gobernaron para los
empresarios. Posteriormente, vino la Democracia Cristiana, con Eduardo Frei
Montalva pregonando la reforma agraria, la chilenización del cobre y la
revolución en libertad. No obstante, en los sucesivos gobiernos de ese partido, han sido administradores de los intereses de
los grandes empresarios y del imperialismo norteamericano. Por lo anterior, no
se puede considerar hoy una rareza la debacle del Partido Demócrata Cristiano.
Lo
mismo ocurre, con el Partido Socialista. El partido de Marmaduque Grove, (…) y
Salvador Allende, el partido de los trabajadores, hoy es un referente de
empresarios para empresarios.
La
alta abstención electoral no es resultado de
la baja politización o de la apatía de
la población por la política, sino por la conciencia de que el sistema
democrático y electoral no resuelve los problemas reales y de fondo. Así lo han
demostrado los 27 años de democracia. Existe cansancio ante la corrupción, por
el papel vergonzante de los diputados y senadores que legislan para los empresarios. Lo mismo sucede con la
inoperancia del poder judicial para castigar los delitos del empresariado y los
crímenes de la derecha política, de las fuerzas armadas y carabineros. Hay
hastío del gobierno y sus ministros que a través de discursos vacíos,
justifican lo injustificable. A pesar de
autodenominarse de centro izquierda, sus políticas siguen las directrices del imperio estadounidense en
contra de los intereses de la región. Ricardo Lagos, en su mandato apoyó el
golpe de Estado contra Hugo Chávez y hoy Michelle Bachelet es cómplice de las
políticas intervencionistas del imperialismo. Con la colaboración abierta
de la marioneta Almagro en la OEA,
estimulan las acciones de la oposición contra el presidente de Venezuela
Nicolás Maduro.
Por
todo esto, también decíamos que: “El Frente Amplio representa el deseo de poder
independiente de la gran burguesía. Es el llamado empoderamiento de la pequeña
burguesía cansada de los abusos de su hermano mayor. Es una guerra fratricida.”
El
candidato del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami, es más de lo mismo.
En elecciones anteriores sacó los mismo votos que el FA en estas, y ahora
obtuvo un poco más del 5% producto de sus “poco claros” vínculos con el
empresariado.
Los
otros candidatos, solo han manifestado
posturas de hacer reformas dentro de un sistema que ya no resiste más parches.
Cálculos
Electorales
Para
la segunda vuelta, si los sectores progresistas e izquierdistas votan por el
candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, no debería tener problemas
para vencer al representante de la derecha empresarial.
El
dilema lo tiene el FA en la postura que debiera asumir ante un eventual apoyo a
Guillier. Por un lado su conformación como conglomerado electoral fue por la
necesidad de asumir una actitud independiente. Apoyar a la NM significaría
entrar en la coalición, perdiendo su pretendida independencia, con el
consiguiente descrédito para su futuro político. No hacerlo significaría el
triunfo de la derecha y por ende una mayor inestabilidad y opresión económica
para las clases que ellos representan.
La
paradoja en que se encuentra sumido el Frente Amplio está en los mismos
principios de su origen. El deseo de independencia es solo retórica, es una
fantasía teórica, pues su existencia como clase productiva, como ente
económico, es totalmente dependiente de la gran empresa. Dirigir y controlar a
la gran empresa solo sería posible, asumiendo la propiedad de estas. En otras
palabras, transformándose en la clase contra la que luchan ahora.
Aventurándonos
en el perfil psicológico de la pequeña burguesía, esta siempre privilegia los
intereses económicos por sobre los principios políticos. Por ello, en el
transcurso de las luchas, a veces asume posturas revolucionarias, y en otras,
hasta las más reaccionarias. De ahí proviene su carácter vacilante. Por un
lado, como grupo social, para no empeorar su situación económica con un
probable gobierno de Piñera, necesitan votar por la NM, y, por otro lado, ello
conlleva al derrumbe de su postura de poder como clase independiente de la gran
burguesía. Cualquier decisión que tomen en la segunda vuelta solo les acarreará
caos y depresión en su futuro político.
En
aquellos países donde han asumido los intereses del proletariado y de todo el
pueblo líderes de la pequeña burguesía han conducido revoluciones a la victoria
como lo ha sido en Cuba. En aquellos donde han llegado al poder y no han
asumido actitud revolucionaria, a final de cuentas, se han rendido a los
intereses y dominio de la gran burguesía.
Por
las características de la producción y el comercio moderno, el progreso, el
desarrollo del país y el bienestar de nuestro pueblo está en la socialización
de la gran empresa. En el socialismo. No se puede esperar nada de las reformas.
Chile necesita una revolución.
Por
lo tanto, la pequeña burguesía si realmente anhelara un futuro mejor para
todos, optaría por el socialismo y no por una postura independiente como clase
y partido político. No obstante, su naturaleza capitalista le impide asumir
como propio el sistema del futuro.
En
esta segunda vuelta veremos lo más mezquino de la lucha política de nuestra
historia. El pueblo está consciente de ello, por lo que no nos extrañemos de la
baja participación en los centros de votación.
Hoy
en el planeta la producción de bienes materiales y alimentos supera largamente
las necesidades de la humanidad. No obstante, casi 1.000 millones de seres
humanos padecen hambre, porque los capitalistas prefieren botar el alimento, si
no lucran con él. Es de claridad
meridiana la necesidad de un sistema de distribución y propiedad de nuevo tipo.
Ese sistema es el comunismo.
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¡La lucha
por los derechos y las demandas de los pueblos y l@s trabajador@s continúa!
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