“El zapatero del barrio Lastarria”
En
Radio-Diario U. de Chile –public. 24/9/17
Cosas
como éstas deben pasar todos los días pero uno no siempre se entera. Salvo que
viva donde pasan los hechos. Es inhabitual que este tipo de información llegue
a los diarios. Desde la página “El barrio que queremos” puede leerse:
“Con consternación nos informamos que el
zapatero del barrio, don Alberto Arrochas, quien atiende la “Reparadora de
Calzado Merced”, ubicada en dicha calle, entre Lastarria y el cerro Santa
Lucía, debe dejar su local por un alza abusiva en el valor del arriendo,
después de 47 años de trabajo. Como vecin@s del barrio nos sentimos
profundamente afectados tras una nueva pérdida del patrimonio barrial, en la
figura del señor Arrochas, quien incluso fue destacado por los vecinos en un
proyecto realizado el 2010 en torno a la historia y el patrimonio del barrio
Lastarria.”
Por su parte, don Alberto redactó un breve
texto para informar a sus clientes: “A partir del 30 de octubre, dejará de
funcionar la reparadora por no poder cancelar la renta de 430.000 a 1.200.000
pesos”. Así, las cosas. Y uno asiste impotente a esta no tan nueva modalidad
del desalojo.
En mi caso, me enteré a través de una
publicación de Francisca Yáñez, me interesa su trabajo. Es una ilustradora
delicada. Presumo que una artista así puede nacer, crecer, forjarse a sí misma,
en un mundo donde hay zapateros. Presumo que el arte de Francisca y el arte del
zapatero están íntimamente vinculados.
El hecho es que pronto tendremos que pedir
permiso o pagar impuestos por circular en nuestros propios barrios. Pronto ya
no tendremos barrio. Pronto ya no podremos entrar a sitios que de tan
exclusivos parecen haber sido diseñados para un nuevo tipo de ser humano. Pura
facha. Fachada. Gente que nunca repara nada. Gente que derrocha, que vende y
que compra. Gente que desecha. Gente ¿desechable?
El negocio de las inmobiliarias es uno de
los que más ha afectado la forma de vivir en las últimas décadas. Es así
prácticamente en todas partes, aunque quizás no con la misma violencia. Pero
aun en las ciudades que tienen una política patrimonial diferente, de mayor
respeto hacia el valor de los oficios y espacios, pasan estas cosas.
Es así como en París, en la calle Daguerre,
la misma que inspiró el documental de Agnès Varda (“Daguerréotypes”, 1975),
hubo un café atorrante llamado La Bélière. Era una delicia. Un café de barrio hecho
para los vecinos, pero también frecuentado por artistas de otras partes de la
ciudad. No cerraba de noche. La comida era rica. Los precios populares. A
cualquier hora podía escucharse un acordeón o un aire de ópera. Una señora
escribía frenéticamente cartas todo el día y usaba varios pares de anteojos
superpuestos. Años y años una inmobiliaria le echo el ojo a La Bélière, años y
años los vecinos dieron la pelea. Y en apariencia ganaron. Pero sólo en
apariencia. No destruyeron La Bélière, la reformaron… Ahora se comen platos
sofisticados y el ambiente es de hospital.
Escenas como éstas, entonces, deben ser más
que comunes. Pero no siempre los vecinos tienen la capacidad de organizarse. En
el caso de don Alberto, zapatero del barrio Lastarria, algunos conocidos suyos,
y conocidos de conocidos, están tratando de darle apoyo. Ojalá. Ojalá las
personas comunes pudieran al menos eso. Tomar al zapatero como ejemplo y
reparar lo que sea necesario.
Las fotos que se han difundido hablan por
sí solas. Es una zapatería de barrio. Es una auténtica zapatería de barrio. Se
mire desde donde se mire, incluso desde Buenos Aires, cada detalle, cada rincón
merece sí ser defendido.
Alguno podría decir: ¿no encontró nada más
importante sobre qué hablar? La verdad es que no. Porque una cosa no impide la
otra. Las terribles catástrofes que en estos días nos afectan a todos,
coexisten con estas dolencias que también, a su modo, son catástrofes. Nos
dicen que existe una forma de poder que tiene vocación a dejarnos sin nada, a expulsarnos
de todo.
Pienso en los zapatos. Pienso en la idea de
suelas gastadas. Pienso en una canción de Zitarrosa. Pienso en el zapatero de
Brecht, en otra canción que compuso años atrás, Juan Cedrón. Pienso en lo
difícil que es encontrar un buen zapatero. Pienso que los oficios y los
artesanos deberían ser valorados, cuidados. Pienso en cómo será un mundo donde
nunca nada pueda ya ser pegado, cocido, lustrado, reparado. Reparado.
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