“Necesitamos urgente una camiseta”
En Radio-Diario U. de Chile –public. 17/8/17
Hace algunos años se
publicó en Chile un libro singular. Su nombre: “Un exilio para mí”. Su autora:
Leonor Quinteros Ochoa. No se trata en rigor de un estudio. Tampoco de un
testimonio. El libro se ubica en una zona fronteriza, como también años atrás
se ubicó el indispensable trabajo de Marcelo Viñar y de Maren Ulriksen que,
entre otras temáticas, aborda la del exilio (“Fracturas de memorias”, ediciones
Trilce, sigue en libre acceso en internet). El libro de Marcelo y Maren era una
reflexión a corazón abierto. Un ejercicio de escritura que exponía el cuerpo
entero. De una manera diferente este libro hace lo mismo. (Se) Expone.
A
la manera de un collage está compuesto por diferentes elementos. Diferentes
voces narradoras. Diferentes textos. Texturas. Los materiales en este caso son:
un diario de vida escrito por una niña; cartas familiares; dibujos; algún
documento administrativo (de singular importancia, como una carta formulario
enviada por el padre de la autora a su madre desde el campo de Pisagua, en
noviembre de 1973).
Se
trata, por ende, de escrituras “in situ”. Cada uno de estos textos (por
separado y el conjunto que componen) llega a nosotros en tiempo presente. No
para narrarnos algo que pasó, sino para dar cuenta de algo-que-está-pasando-ahora.
Y eso es el exilio de una familia chilena, primero en Bélgica, luego en
Alemania.
Agradezco
al equipo de “Infancia en dictadura” haber señalado a través de sus medios el
trabajo de Leonor Quinteros, su reciente llamado a recoger testimonios sobre
infancias en exilio. Una cosa llevando a la otra, apareció este libro que sin
duda no ha tenido todavía la difusión que merece el esfuerzo tanto de la autora
como del editor (Mutante Editores*) para ofrecer un relato que, además de
resultar estremecedor, puede seguir nutriendo las reflexiones de todos aquellos
que se interesan por nuestra historia reciente. Pero, también, por la voz de
los niños. Todos los niños. De ayer y de hoy.
Es
uno de los aportes del libro. Restituir la voz de una niña a través de su
diario de vida. Ir al rescate. Creo que la expresión no es exagerada porque los
originales de esos textos fueron escritos en alemán y hubo que traducirlos para
que el lector chileno, no familiarizado con ese idioma, pudiera entender/atender/integrar.
Acoger.
Desde
este punto de vista, el libro contribuye de manera decisiva –como también lo
hace “Infancia en dictadura”, trabajo conducido por Patricia Castillo– a
cambiar de óptica, considerando al niño como sujeto pleno de la historia.
Estamos hablando de otra valoración de su experiencia, de su visión, de lo que
tienen para expresar los niños sobre sus propias vivencias y sobre la manera en
que acompañan, y muchas veces padecen, las decisiones de los adultos. Esto es
un tema del pasado y es, además, un tema terriblemente actual, además de
transversal.
Una
de las cosas que más llama la atención en estos trabajos, es la constatación
simple de que el dolor de los niños no siempre se ubica ahí donde se ubica el
dolor de los adultos.
Escuchemos:
“Marzo
1976 – En realidad, no fuimos a un paseo. Me mintieron y estoy muy enojada por
eso. Tengo mucha pena, no puedo creer que ya no veré a Rucio. Espero que mis
abuelos se encarguen de mi gato; como me prometió papá. Estoy tan preocupada
por Rucio. Quizás está por ahí sin comer y se va a morir”.
Para
los que hemos estudiado la relación entre lo íntimo y lo político, el libro es
un regalo inesperado. Para los que no tienen interés en estudiar estas cosas,
el libro también es un regalo. Leonor dice que se trata de una historia de
amor. Le encuentro mucha razón. También me parece que es un libro sobre las
miserias y las glorias de las personas, de los seres humanos. Las glorias de
las personas en medio de las miserias (me refiero a cierto eucalipto, al hombre
que pinta y no puede no pintar paredes –es una figura que se repite en la
historia de nuestros seres queridos–, me refiero a formas trágicas que toma la
esperanza y que aquí se encarna en la figura del padrino). Entre una cosa y
otra, van apareciendo las más finas reflexiones de esta niña en formación, en
crecimiento. Por ejemplo, sobre un tema central en las experiencias de
desarraigo, que es el idioma:
“Abril
1977 – (…) Aprendí alemán en un mes. Mis papás dicen que es porque soy muy niña
y que tengo capacidad para aprender idiomas, pero en realidad yo creo que es
porque ya sé defenderme. En Francia también me decían cosas así en el colegio.
Pero no era tan valiente. Ahora sé que tienes que hablar como los demás para
que no te digan cosas feas”.
Por
último, siendo que el diario de vida ofrece el principal hilo conductor, las
cartas no resultan menos interesantes. A través de esas cartas, nos vamos
familiarizando (nunca mejor dicho, se sale del libro con la sensación de ser
parte de esa familia) con los otros “personajes”. El padre, la madre, los
abuelos, el padrino, los amigos. En esas cartas, todo va desfilando, las
pequeñas cosas y el inmenso esfuerzo por mantener las relaciones. Por
mantenerse unidos. Por no dejarse separar. Porque el exilio se asemeja a una
bomba que cae en medio del hogar y separa a las personas que deberían haber
permanecido juntas. Siendo niño, eso implica la suma de muchos derechos
vulnerados. Entre ellos, el derecho a ser querido, cuidado, educado, no solamente
por sus padres sino también por abuelos y tíos, en compañía de primos y
hermanos. Sin olvidar los amigos.
En
medio de los momentos más difíciles: las cartas. Una vez más. Las cartas que se
escriben porque es necesario esperar algo y ese algo es la respuesta
En
este libro hay un pequeño detalle que se repite muchas veces. Es un pedido que
le hace la madre (de Leonor) a su propia madre.
Diciembre
1978 – (…) Mamita, si puedes, por favor envíanos camisetas “mota”, aquí hace
mucho frío. Mándame una para mí, talla M y a Leonor talla S.
Mayo
1980 – (…) Lo mejor que nos puedes enviar de regalo son camisetas afraneladas
mamita linda, se ocupan siempre aquí. Las camisetas que hay aquí son 5 veces
más caras y de mucho peor calidad. La industria textil chilena es excelente.
Y
así, sucesivamente, entre una cosa y otra vuelve a aparecer el pedido y la
argumentación. Necesitamos urgente una camiseta. Varias. Hace mucho frío. Las
camisetas tienen que ser chilenas porque son más baratas y mejores. Sólo con
camisetas chilenas se puede enfrentar este frio que hace en Alemania. Es
necesario abrigarse.
Quizás
no sólo el exilio sino nuestra condición de humanos nos ubique en esa región de
frio atroz que a veces se siente. Quizás la literatura, ciertos días, en
ciertas ocasiones, sea a su modo una camiseta. Una auténtica camiseta chilena
que responde a una necesidad siempre vigente de abrigo.
*El libro “Un exilio para mí. Cartas y memorias del exilio
chileno” de Leonor Quinteros Ochoa está disponible en internet en formato PDF.
También puede adquirirse contactando al editor (Mutante Editores, Avenida
Portales 2685, Barrio Yungay – 958508041)
Fotografías: niños de familias chilenas en el exilio
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