“Los nuevos números de
Chile: economía injusta e ineficiente”
Se iba el octavo mes
del año y junto a él, el equipo económico de la presidenta de Chile, Michelle
Bachelet, que el jueves 31 de agosto renunció en pleno desatando una mini
crisis a tres meses de las elecciones presidenciales y cuando el gobierno
acelera reformas en medio de un crecimiento nulo.
Como
era de esperarse todas las miradas se clavaron en la economía que desde hace
meses viene mostrando síntomas de un grave cuadro que ahora podría empeorar.
Un alumno sobresaliente para la
ortodoxia económica
Cuando
se evalúa el desempeño de la economía chilena en la última década desde la
ortodoxia económica, se encuentra con notas sobresalientes, siendo una de las
de más rápido ascenso en América Latina. Como a los vecinos de la región, el
auge internacional de las materias primas impulsó un ciclo expansivo del país
andino que entre 2010 y 2012 veía aumentar su producto interno bruto a un ritmo
entre el 5% y 6% (1).
Sin embargo, después de un período de crecimiento
sostenido; el dinamismo de la economía perdió fuerza, el consumo interno piso
freno y el sector minero entró en declive. Estos hechos que afectaron a las
distintas actividades económicas del país y provocaron una desaceleración en el
crecimiento del PIB que desde 2014 no supera el 2%.
Desde
entonces, la situación económica ha ido cuesta abajo. Según los últimos datos
oficiales, Chile sólo creció 0,5% en la primera mitad de 2017 (2), el peor
registro desde 2009, cuando el mundo vivía lo peor de la crisis financiera
global. El débil desempeño había sido pronosticado por el propio Banco Central
que ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento en hasta tres
oportunidades este año. Desde afuera, las expectativas tampoco son alentadoras.
Según los datos publicados en el último Estudio Económico de América Latina y
el Caribe(3), la CEPAL redujo de un 2% a un 1,3% la proyección de crecimiento
económico de Chile para 2017, seguido por el Fondo Monetario Internacional, que
llevó su previsión hasta un generoso 1,7%.(4)
Desempleo y reforma laboral
En
paralelo a la ralentización económica, el fantasma del desempleo regresó. En
junio en la capital chilena, Santiago, la tasa de desempleo se disparó al 8%,
rompiendo la tendencia de marzo como el mes con la cifra más alta.
Los
datos de la Universidad de Chile (5) reportan un total de 255.600
personas desocupadas en el Gran Santiago. Esto representa un aumento de
0,4% en comparación con la medición de junio de 2016 y un alza de 0,3% puntos
respecto del trimestre anterior. El informe destaca además que la duración del
desempleo subió de 3 meses a 3,3 meses; es decir: 35% de los nuevos
desempleados ha estado en esta situación por más de un trimestre.
La
fuerza de trabajo en el mercado laboral empieza a sentir con fuerza los efectos
del bajo dinamismo económico, y por si fuera poco, la reforma laboral que
muchos trabajadores califican de “anti-sindical”, comenzó a regir desde el 1 de
abril.
La
nueva legislación incorpora algunos elementos que mejoran las reglas heredadas
de la dictadura de Augusto Pinochet, pero en caso alguno representan los
prometidos cambios sustanciales sobre los pilares del modelo neocapitalista de
los Chicago Boys. En líneas generales, hay tres elementos que destacan:
1)
Se complejiza el proceso de negociación colectiva,
2)
se imponen limitaciones al ejercicio del derecho de huelga y,
3)
se facilitan los despidos pues las empresas podrán recortar su plantilla de
trabajadores si las condiciones económicas así lo “justifican”.
Además,
la flexibilización se manifiesta con los tipos de contrato. De la reforma
laboral del año 2006 aún mantiene la subcontratación, diferenciando entre
trabajadores de primera y segunda (6).
Cobredependencia
Todo
esto sucede en medio de otra panorámica todavía más delicada: la caída de los
precios y la producción del cobre. Chile es líder mundial en ventas del metal
rojo, siendo este el principal producto de exportación de su escasa canasta.
El
fin del “superciclo” de los precios del cobre ha animado el debate económico. Y
es que más allá de las causas del declive de precios, y de sus evidentes
implicaciones en materia económica, en el índice de actividad no minera tampoco
repunta y de hecho registra caídas en la industria manufacturera y el comercio
que registraron su peor desempeño en siete años.
Pobreza y desigualdad
El
valor de la inversión social sigue siendo una materia pendiente de Chile.
Según
datos del Banco Mundial, Chile es el sexto país más desigual de América Latina.
La OCDE, por su parte, ubica al país austral en el primer lugar dentro del
afamado “club de los países ricos”. De hecho, en un informe que data de
noviembre 2015, la organización calificaba a Chile como “una sociedad altamente
desigual en términos de ingresos, educación y bienestar” (7).
En
cálculos concretos sobre los ingresos y su distribución hay varios datos
contundentes sobre esta realidad:
–
El 10% de las familias más ricas tienen un ingreso 27 veces superior al 10%
–
El 1% por ciento más rico de la población concentra el 30,5% del ingreso total
del país incluyendo ganancias del capital (6)
Según
la CEPAL, Chile es el segundo país con menor índice de pobreza de América
Latina. Sin embargo, a medida que ésta se ha ido reduciendo, la desigualdad ha
crecido por igual proporción: el quintil más pobre no tiene acceso a servicios
básicos.
Sobre
el Índice de Desarrollo Humano (IDH), calculado por el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo (PNUD) Chile también descendió en la clasificación:
ubicándose ahora 12 lugares más abajo que en 2015 una vez que se suma la
desigualdad conjunta de ingresos, acceso a salud y educación.
El
escenario de inequidad y concentración extrema de la riqueza mantiene en un
hervidero el creciente malestar social a punto de ebullición y el cóctel puede
ser explosivo: débil crecimiento, desempleo y desigualdad al alza, todo en
medio de un panorama político ahora más inestable.
Los
datos llevan siempre a los mismos cuestionamientos sobre el modelo de
desarrollo chileno y sus limitaciones económicas. Una discusión que lleva rato
girando sobre la necesidad de diversificar la estructura productiva del país.
Pero es obvio que dentro de todo el debate económico, a Chile todavía le quedan
importantes desafíos estructurales de naturaleza social que permitan reducir la
brecha de desigualdad en sintonía con un desarrollo económico más inclusivo. En
esta línea, el cambio pasa también por fortalecer sectores potencialmente
generadores de riqueza, combinados con políticas públicas redistributivas de
esa misma riqueza para que llegue a manos de todos los chilenos y no de se
quede concentrada en las de unas minorías.
(1)
https://datos.bancomundial.org/indicador/NY.GDP.MKTP.KD.ZG?end=2016&locations=CL&start=2010
(2) file:///C:/Users/clujano/Downloads/Cuentasnacionalessegundotrimestre2017.pdf
(3)
http://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/40326/S1600799_es.pdf?sequence=86&isAllowed=y
(4)
http://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2017/04/04/world-economic-outlook-april-2017?cid=sm-com-TW&hootPostID=ed0a22edac585dec7e922e2a8eabf744#Chapter
(5)
http://www.microdatos.cl/Documentos/doctos_noticias/660_Docto1.pdf
(6)
http://www.celag.org/la-equidad-el-reto-pendiente-de-la-economia-chilena/
(7) https://www.oecd.org/eco/surveys/Chile-2015-vision-general.pdf
________________________
Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Septiembre 12 de 2017
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