Amenazas de la democracia, democracia de las
amenazas”
Existe, imperfecta,
una cultura de la democracia en Latinoamérica. Una cultura joven que tiene, en
su forma teórica y en su forma práctica, años escasos plagados con muchas
experiencias amargas. Es, dicho propiamente, la joven “democracia burguesa”.
Pero ni su edad, ni su condición de clase, han sido obstáculo para que en su
contra se hubieren ensayado todo género de ataques y deformaciones producto de
la avaricia, la alevosía y la obscenidad de quienes impusieron su concepto
autoritario de poder disfrazado como “voluntad de la mayoría”. Democracia con
avances a pesar de todo.
Aunque
fueron derrotadas las “dictaduras militares”, operan hoy por adentro de las
democracias (incluso las burguesas) las tendencias más anti-democráticas. Han
logrado infiltrarse, con pasaporte democrático, todas las formas del engaño que
encontraron ahí terreno fértil para su irresponsabilidad premeditada. Nada hay
qué los obligue a cumplir lo que prometen, nada hay que les limite el exhibirse
impúdicamente con sus prontuarios delincuenciales más aberrantes. Nada hay que
garantice su lugar al mérito por servir probadamente en la solución de los
problemas sociales concretos y, por eso, cualquier “inútil”, sin base social ni
electoral, puede llegar a las cumbres de la “fama” inflada con artificios de propaganda.
¿Qué democracia es esa que se sustenta en amenazas contra los pueblos? Hay
golpes de estado vestidos de “democráticos”.
Contra
la democracia, la “novedad” es una “quinta columna” mass media que afinó
métodos y tecnologías para taladrar los núcleos más profundos de la voluntad y
operar desde ahí con dispositivos de guerra psicológica capaces de obligar a
las víctimas del capitalismo-monopólico a votar por sus verdugos. Parte de su
mejor conquista es convencernos de que no existen y, si se los descubre,
mostrar sus camuflajes de “entretenimiento” para hacernos creer que son
inocuos, superfluos, divertidos e indispensables. ¿Qué democracia es esa que no
sanciona a los traidores del pueblo?
Operan
como una forma mutante de la farándula. Acuden a todos los recursos atesorados
por el “show bussines” y juegan con
ese tipo de “fama” que crea predilecciones -espejismo- más por las fachadas que
por las ideas políticas. Crean la política de la anti-política. Política del
des-entendimiento, la indiferencia, la abulia y el abandono de toda
responsabilidad social a cambio de designar, de la manera más aséptica posible,
un “representante” de “buena apariencia” que haga el trabajo sucio necesario
para no perder beneficios. Incluso si todo eso no importa, se ignora y aburre.
Chantaje de urnas.
Operan
en la semántica idealista de la felicidad y del cambio. Parlotean sobre la
“honestidad” y de la “abundancia” como cuentas de vidrio a cambio de votos.
Engañan de manera profesional e impune. Prometen lo mejor del “bien” amorfo y
van por el mundo como paladines del “trabajo eficiente” vendiendo planes de
“reforma” (reformismo), “ahorro” (ajuste), “productividad” (reforma laboral) y
“educación” como panacea mitológica para conjurar todos los males de todos los
tiempos. Eso relatado con televisoras, diarios, radiodifusoras, cines, muros,
volantes y “actos públicos”. Dicen que no les gusta la “confrontación”, que “ya
basta de peleas” entre políticos, que todo lo pasado ya pasó y que el único
futuro son ellos.
Operan
en los tuétanos de una democracia porosa y poco rigurosa, pensada para no ser
manejada directamente y autónomamente por los pueblos. Una democracia burguesa
saturada de dinero lavado con intereses sucios, de líderes sospechosos y de
ausencia de pueblo. Hay que ver las cifras del ausentismo. Una democracia que
sólo se representa ceremonialmente como trance circense que lo “cambia todo
para que nada cambie”. Le llaman “alternancia” pero son los mismos. Siempre los
mismos. ¿Qué democracia es esa que se intercambia por bolsas de comida y
materiales de construcción?
Con
excepciones honrosas es una democracia joven pero esclerotizada para obturar el
paso de cualquier liderazgo distinto al de los intereses burgueses o distinto
al de los intereses de sectas. Principalmente de las sectas mediáticas. Si los
pueblos viven bajo amenazas explícitas o implícitas; si la extorsión -directa o
indirecta- es preámbulo o acompañamiento de la vida diaria; si para emitir
sufragios se ha de sufrir todo tipo de ignorancia, desinformación, engaños,
demagogias y falacias; si hay acoso, presiones o compra-venta de votos. Si hay
cataratas de promesas incumplidas -e incumplibles- a costos de campañas
políticas ingentes… El costo promedio de los votos es una pachanga presupuestal
sin freno. ¿Qué democracia es esa? En ese paisaje todo logro político desde las
bases tiene siempre un valor -y esfuerzo- histórico doble.
Si
la vida y la experiencia política depende casi exclusivamente de lo que se dice
y se exhibe en los “medios de comunicación”; si los políticos son personajes
efímeros que sólo son vistos en la publicidad del partido en las entrevistas
cómodas pagadas para lucirse; si el contacto con la realidad es falsificado con
escenarios aparentemente reales y actores contratados como decorado; si la
dirección de imagen, moda y pose es más importante que la dirección política de
un programa social consensuado… ¿en qué clasificación de la Democracia
inscribimos éste repertorio? Jolgorio de publicistas.
El
informe MacBride, de 1980, advirtió que el proceso de concentración monopólico
de “medios de comunicación” constituía una amenaza a las democracias. La
profecía, entonces diagnóstico, se cumplió. Estamos hoy ante un fenómeno viejo
en su presencia pero renovado en sus consecuencias que se mueve con toda
libertad en el corazón de las democracias burguesas y exige un debate hondo
basado en una Semiótica emancipadora que deje ver los estragos y los alcances
de un fenómeno que recién comienza su fase actual de exterminio de las
democracias con discursos “democráticos”.
Para
poder encontrar respiro hay que frenar la injerencia de lo peor contra los
pueblos. Hay que identificar y neutralizar los laboratorios de guerra
psicológica que se camuflan como agencias propaganda política. Hay que explicar
el nexo entre los monopolios mass media y los candidatos burguesía,
especialmente sus nexos serviles. Hay que desmontar el arsenal de armas de
guerra ideológica que operan día y noche esparciendo los anti-valores del establishment.
Y, sobre todo, hay que democratizar la democracia sin los vicios burgueses que
la infectan. Mejorar la organización de los trabajadores. Garantizar el poder
del pueblo para los pueblos, que gobierne la voluntad popular. Democratizar las
herramientas de comunicación, democratizar la producción simbólica y la
cultura. En suma, hacer todo lo posible -y más- para sacudirnos el fardo de
falacias e hipocresía de un sistema de representación que debe fenecer en manos
de un sistema nuevo de participación amplio, de base, confiable y transformador
dispuesto a perfeccionarse desde la praxis y desde la autocrítica, científica y
permanente. Nada menos.
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Septiembre 2 de 2017
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