Fidel y la batalla en las cumbres por la Integración de América Latina (I)
El derrotero de los 90s se abría con su carga de signo
ambivalente. El derrumbe del campo socialista y la enorme pérdida que
representó para Cuba en lo económico y social, unido a la deslegitimación
política e ideológica que para amplios sectores sociales trajo la crisis del
paradigma socialista, configuraba un escenario poco alentador para la nación
caribeña, en el que la sensación de desamparo se alojaba en los espíritus menos
optimistas. En círculos imperiales se consideró llegada la hora de dar el golpe
definitivo para acabar con el mal ejemplo de rebeldía. Algunos se apresuraron a
hablar del fin de la historia, pero no todo estaba escrito. Cuando todo parecía
cuesta abajo, en América Latina comenzaba a gestarse una nueva época.
A partir de 1991, con la celebración de las cumbres
iberoamericanas, se iniciaba una nueva etapa en la proyección de Cuba hacia
América Latina. Durante la primera cita, que tuvo lugar en Guadalajara, por
primera vez, a instancias del país sede, se invitaba a la Isla a un foro
hemisférico del que había estado excluida por largo tiempo; aunque, por sus
características, dichas reuniones no representaban una ruptura con la
tradicional hegemonía yanqui en la región.
El hecho de incluir a Cuba expresaba una cierta autonomía
frente a las exigencias norteamericanas. Aun así, el presidente cubano acudía a
estas citas como un rara avis, «un diablo», según reconocía irónicamente el
propio líder, en un concilio de «ángeles». La postura de Cuba venía a romper
con la letanía homogénea, al uso por el resto de los países, en defensa de los
dogmas del gran capital. Se requería de valor para asistir a un cónclave en el que
se sabía de antemano que sería la voz discordante, pero Fidel Castro nunca
eludió el reto; asistía convencido de que su voz era la voz del futuro, porque
hablaba en nombre de los intereses más genuinos de los pueblos. La historia,
una vez más, le dio la razón.
En Guadalajara dejaba sentado cual debía de ser el
sentido de esas cumbres cuando expresaba: «…lo esencial de esta reunión y lo
que le daría su verdadero sentido histórico, es la decisión de aunar nuestros
esfuerzos y nuestras voluntades hacia la integración y la unidad de América
Latina, no solo económica, sino también política».
Luego expresaba: «…a pesar de nuestra cultura, idioma e
intereses comunes durante casi 200 años, […] hemos sido divididos, agredidos, amputados, intervenidos, subdesarrollados, saqueados…», y concluía lapidario,
«…pudimos serlo todo y no somos nada».(1)
Para desarrollar con mayor amplitud algunos de los puntos
tratados en su intervención, elaboró un mensaje enviado a la cumbre, donde,
entre otros importantes temas, planteaba que las naciones del Caribe, por ser
parte orgánica de la región, deberían, por derecho propio, asistir a estas reuniones, toda vez que son pueblos con cultura e historia comunes, además de
ser hermanos de lucha en las tareas por un futuro mejor para todos.
La urgencia y la necesidad de la cooperación para
potenciar el desarrollo autónomo y sostenible del hemisferio se ilustraba con
datos reveladores; entre ellos, el hecho de que el comercio entre los países
latinoamericanos había permanecido estancado por casi 20 años (1970-1989). Con
un crecimiento de apenas 1 % de las exportaciones totales de la zona, la mayor
parte del cual seguía siendo controlado por el capital trasnacional,
máximo beneficiario de las políticas neocapitalistas, de donde se desprende que la
interrelación efectiva entre las economías del continente pasa por el
cuestionamiento de las políticas desreguladoras de corte monopólico-financiero y la
articulación de programas complementarios de desarrollo.
El líder cubano comprende que la meta de la integración
no se alcanzaría en un breve lapso, pues respondía a un proceso gradual que se
materializaría dentro de la pluralidad y la diversidad, mediante proyectos y
programas concretos. En ese camino, la unificación económica y política encontraría
aún grandes obstáculos que salvar; en cambio, la identidad cultural ofrecía
infinitas posibilidades de acción, en su dual significado de fin y premisa de
una unión soberana, donde la educación se revelaba como uno de sus
prerrequisitos, vía insoslayable para el reconocimiento cultural de las raíces
comunes. A tal efecto se imponía «el rescate de una pedagogía americana»
forjada en los mejores valores de la historia continental.
Una idea central sintetiza su concepción de la unidad
hemisférica: «…si en el pasado fue la independencia el hecho cultural y
político más trascendente de nuestra historia, hoy en nuestra cultura común
radica la esencia de los sentimientos de dignidad e identidad americanas, la
fuerza de la unidad, los principios irrenunciables de la independencia y la
autodeterminación, las ansias de libertad e igualdad humana y los valores
morales y éticos que son raíz y fruto de nuestras tradiciones». (2)
El rescate de las
tradiciones culturales autónomas, amenazadas por la abrumadora hegemonía de una
cultura importada e impostada, sería el basamento, la condición sine qua
non, la arcilla o amalgama de la integración, claro, que sería ingenuo pensar
que de la conciencia identitaria se concretaría la unidad espontáneamente. Para
ello se hacía imprescindible conquistar el poder político, alcanzar la
verdadera y definitiva independencia, edificar el andamiaje sobre el cual el
hombre americano construya su autonomía. Podría decirse que si el hecho
cultural del siglo XIX americano fue la independencia frente al colonialismo
español, el del siglo XXI sería la concreción de la unidad regional,
descolonización cultural mediante.
*Investigador del Instituto de Historia de Cuba
1 «Discurso en la I Cumbre Iberoamericana, Guadalajara, México, 18 de julio de 1991», en: Fidel Castro, En La unidad está el futuro de nuestros pueblos, Editora Política, La Habana, 1999. pp. 3-5.
2 «Mensaje a la I Cumbre Iberoamericana de Guadalajara, México, 18 y 19 de julio de 1991, en: Fidel Castro. En la unidad está el futuro de nuestros pueblos, Editora Política, La Habana, 1999. p. 45.
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Septiembre 17 de 2017
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