“Prólogo a la primera edición alemana de El Capital”
El trabajo, cuyo primer
tomo propongo al público, es la continuación de la Contribución a la crítica de
la Economía política, publicada por mí en 1859. El largo intervalo transcurrido
entre el comienzo y la continuación me ha sido impuesto por una enfermedad de
muchos años que ha interrumpido la labor repetidas veces
El contenido de la obra primitiva está resumido en el primer
capítulo de este tomo. Y al hacerlo así, no se ha atendido solo a conseguir
que sean más coherentes y completas las ideas, sino que se ha mejorado la
exposición. En la medida en que la materia lo ha permitido, se han desarrollado
aquí puntos que antes apenas se esbozaron, mientras que otros, ampliamente
desarrollados allí, aquí simplemente se enuncian. Los capítulos sobre la historia
de la teoría del valor y de la teoría del dinero, por supuesto, han sido
omitidos del todo. En cambio, el lector del trabajo anterior encontrará en las
notas del primer capítulo referencias a nuevas fuentes para el estudio de la
historia de estas teorías.
El principio siempre es duro; esto vale para todas las
ciencias. Por eso, la máxima dificultad la constituirá la comprensión del
primer capítulo, en particular, los párrafos referentes al análisis de la
mercancía. En cuanto a lo que toca especialmente al análisis de la sustancia
del valor y de la magnitud del valor he procurado, en la medida de lo
posible, exponerlo en forma popular. La forma valor, que llega a su pleno
desarrollo en la forma dinero, es muy simple y de poco contenido.
No obstante, la inteligencia humana se ha dedicado a
investigarla durante más de 2.000 años, sin resultado, mientras que otras
formas más complejas y de contenido mucho más rico han sido analizadas, por lo
menos aproximadamente, con resultado positivo. Y esto, ¿por qué? Porque es más
fácil de estudiar el cuerpo organizado que las células del cuerpo. Además, para
analizar las formas económicas, no se puede utilizar ni el microscopio ni los
reactivos químicos. La capacidad de abstracción ha de suplir a ambos. Ahora
bien: para la sociedad burguesa, la forma mercancía del producto del trabajo o
la forma valor de la mercancía son formas económicas celulares. A los espíritus
poco cultivados les parece que analizar estas formas significa perderse en
minucias. Se trata efectivamente de minucias, pero de minucias como las que son
objeto de la anatomía microscópica.
Por eso, a excepción del capítulo sobre la forma valor,
nadie podrá acusar a este libro de difícil o incomprensible. Me refiero, por
supuesto, a lectores que traten de aprender algo nuevo y quieran, por tanto,
pensar por sí mismos.
El físico, para observar los procesos naturales, o bien
lo hace donde se presentan en forma más acusada y menos deformada por
influencias perturbadoras, o bien, si puede, hace experimentos en condiciones
que aseguren el desarrollo del proceso en su forma pura. Lo que me propongo
investigar en esta obra es el modo de producción capitalista y las relaciones
de producción y de cambio que le corresponden. El país clásico para ello es
hasta ahora Inglaterra. De aquí el que haya tomado de él los principales hechos
que sirven de ilustración a mis conclusiones teóricas. Si el lector alemán alza
los hombros con gesto de fariseo ante la situación de los trabajadores
industriales y agrícolas ingleses o si se tranquiliza con optimismo pensando
que en Alemania las cosas no están, ni con mucho, tan mal, tendré que decirle: De
te fabula narratur!
No se trata aquí del grado de desarrollo, más alto o más
bajo, que alcanzan los antagonismos sociales engendrados por las leyes
naturales de la producción capitalista. Se trata de las leyes mismas, de las
tendencias mismas que actúan y se imponen con una necesidad férrea. El país
industrialmente más desarrollado no hace más que mostrar al que es menos
desarrollado el cuadro de su propio porvenir.
Pero aparte de esto: en los sitios donde la producción
capitalista ha tomado por completo carta de naturaleza en nuestro país, por
ejemplo, en las fábricas propiamente dichas, la situación es mucho peor que en
Inglaterra, por faltar el contrapeso de la legislación fabril. En todas las
esferas restantes, pesa sobre nosotros, como sobre los demás países
continentales de la Europa Occidental, no sólo el desarrollo de la producción
capitalista, sino su insuficiente desarrollo. Además de las miserias modernas,
nos oprime toda una serie de miserias heredadas, procedentes del hecho de
seguir vegetando entre nosotros formas de producción antiguas y ya caducas que
acarrean un conjunto de relaciones sociales y políticas anacrónicas. No
sufrimos sólo a causa de los vivos, sino a causa de los muertos. Le mort
saisit le vif!
En comparación con la inglesa, la estadística social
alemana y del resto de la Europa Occidental continental, es muy pobre. Sin
embargo, levanta el velo lo bastante para dejar entrever la cabeza de Medusa.
Nos horrorizaríamos de ver nuestra propia situación si nuestros gobiernos y
parlamentos designasen periódicamente, como en Inglaterra, comisiones de
investigación de las condiciones económicas; si estas comisiones estuviesen
investidas de los mismos poderes que en Inglaterra para descubrir la verdad; si
se pudiera encontrar, para cumplir esta misión, hombres tan expertos,
imparciales y severos como los inspectores del trabajo de Inglaterra, como los
médicos ingleses que informan sobre la Public Health, como los
comisarios ingleses que investigan sobre la explotación de la mujer y del niño,
sobre las condiciones de la vivienda y de la alimentación, etc. Perseo se
cubría con un casco mágico para perseguir a los monstruos; nosotros nos
colocamos este casco mágico sobre nuestros ojos y nuestros oídos para poder
negar la existencia de los monstruos.
No hay que hacerse ilusiones. Del mismo modo que la
guerra de la Independencia norteamericana del siglo XVIII fue el toque a rebato
para la clase media europea, la guerra civil norteamericana del XIX lo ha
sido para la clase obrera de Europa. En Inglaterra, el proceso revolucionario
se ha hecho palpable. Cuando alcance un determinado nivel debe repercutir
en el continente. Y allí revestirá formas más brutales o más humanas, a tono
con el grado de desarrollo de la clase obrera misma. Abstracción hecha de
móviles más elevados, sus más vitales intereses mandan a las clases hoy
dominantes eliminar todos los obstáculos para el desarrollo de la clase obrera
que pueden ser eliminados por la legislación. Esta es la razón por la cual yo
me he extendido tanto en este tomo sobre la historia, el contenido y los
resultados de la legislación fabril inglesa. Una nación debe y puede aprender
de otra. Incluso en el caso en que una sociedad haya llegado a descubrir la
pista de la ley natural que preside su movimiento —y la finalidad de esta obra
es descubrir la ley económica que mueve la sociedad moderna— no puede saltar ni
suprimir por decreto sus fases naturales del desarrollo. Pero puede acortar y
hacer menos doloroso el parto.
Unas palabras para evitar posibles interpretaciones
falsas. A los capitalistas y propietarios de tierra no los he pintado de color
de rosa. Pero aquí se habla de las personas sólo como personificación de
categorías económicas, como portadores de determinadas relaciones e intereses
de clase. Mi punto de vista, que enfoca el desarrollo de la formación económica
de la sociedad como un proceso histórico-natural, puede menos que ningún otro
hacer responsable al individuo de unas relaciones de las cuales socialmente es
producto, aunque subjetivamente pueda estar muy por encima de ellas.
En el terreno de la Economía política, la investigación
científica libre se encuentra con más enemigos que en todos los demás campos.
La particular naturaleza del material de que se ocupa levanta contra ella y
lleva al campo de batalla las pasiones más violentas, más mezquinas y más
odiosas que anidan en el pecho humano: las furias del interés privado. La alta
Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, perdona antes un ataque contra 38 de sus 39
artículos de fe que contra 1/39 de sus ingresos monetarios. Hoy en día, el
mismo ateísmo es una culpa levis, comparado con la crítica de las
tradicionales relaciones de propiedad. Sin embargo, aquí hay que reconocer la
existencia de un paso adelante. Observemos, por ejemplo, el Libro Azul
publicado en las últimas semanas con el título Correspondence with Her
Majesty’s Missions Abroad, regarding Industrial Questions and Trades Unions.
Los representantes de la corona de Inglaterra en el extranjero exponen aquí sin
ambages que en Alemania, en Francia, en una palabra, en todos los países cultos
del continente europeo es tan palpable y tan inevitable como en Inglaterra una
transformación radical de las relaciones entre el capital y el trabajo. Al
mismo tiempo, al otro lado del Atlántico, el señor Wade, vicepresidente de los
Estados Unidos de Norteamérica, declaraba en mítines públicos que, abolida la
esclavitud, se ha puesto sobre el tapete la transformación de las relaciones de
propiedad sobre el capital y la tierra. Son estos signos de la época, que no se
dejan encubrir con mantos de púrpura ni con sotanas negras. No significan que
mañana se vayan a producir milagros. Indican que en las mismas clases
dominantes apunta ya el presentimiento de que la sociedad actual no es ningún
cristal duro, sino un organismo susceptible de transformación y en
transformación constante.
El segundo tomo de esta obra tratará del proceso de
circulación del capital (libro II) y de los aspectos del proceso en su conjunto
(libro III); y el tercero y último (libro IV), de la historia de la teoría.
Bienvenido sea todo juicio crítico científico. Contra los
prejuicios de la llamada opinión pública, a la que nunca he hecho concesiones,
tengo por divisa el lema del gran florentino:
Segui il tuo corso,
e lascia dir le genti!
Karl Marx
Londres, 25 de julio de 1867
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Fuente: marxists.org
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Colectivo
Acción Directa Chile -Equipo Internacional
Septiembre 22 de 2017
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