El siguiente es un análisis
sobre la gran movilización de estudiantes secundarios de 2006 –que arrastró a universitarios
e incluso de básica-, conocida como ‘Revolución Pingüina’, la que lamentablemente
no logró consumar sus objetivos políticos. Ello es una lección para las
presentes luchas estudiantiles, en que el sebo oficial para detener el
movimiento es una gratuidad que no es tal, pero que hace bajar la guardia a
amplios sectores
“Aprender es descubrir que
algo es posible”
–Frit Perls
–Frit Perls
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CONTRA LA EDUCACIÓN DE MERCADO,
ESTUDIANTES REBELDES Y ORGANIZADOS
En Observatorio Chileno de
Políticas Educativas –public. 5/6/08
En el
marco de un necesario balance de las movilizaciones de los estudiantes
secundarios en 2006, sostenemos que ésta resultó ser una derrota más. La
L.O.C.E. [Ley Orgánica Constitucional
de Educación –nota del CAD] fue cuestionada, pero sólo para ser posteriormente remozada agregando
unos cuantos remaches semánticos, cuerpos fiscalizadores e indicadores de
eficiencia. Los cuales en su conjunto son ajenos al sentido de transformación
profunda del sistema educacional que los estudiantes manifestaron con energía
en las protestas. No obstante, sí se pueden considerar como victorias
importantes al menos dos aspectos: por un lado, se hizo recordar que es posible
alzarse como pueblo exigiendo cambios y ejerciendo directamente lo que nos han
negado; y por otro, la respuesta del gobierno nos deja grandes lecciones para
las futuras luchas sociales. Aquí, nos referimos a un triunfo en cuanto a acumulación
de experiencia y saberes imprescindibles para el proceso de formación de todo
movimiento social.
En ese sentido, la derrota inmediata – en
el plano de las demandas – puede ser elaborada como una victoria política, en
la medida que se privilegie una política centrada en los procesos de
construcción de fuerza social antagónica al modelo imperante. Allí es donde se
juega la pertinencia de la existencia de organizaciones permanentes, que sepan
también moverse más allá de los ritmos cambiantes de la coyuntura, en los
niveles sociales y/o políticos.
El ejercicio masivo de los estudiantes
logró impregnar, ya no sólo en el movimiento popular organizado, sino en gran
parte de las mayorías que viven las miserias de las riquezas de unos pocos, el
descontento ante las desigualdades de la educación chilena. No era cuento nuevo
eso de que ella no hace más que producir, reproducir y profundizar las
desigualdades sociales mediante diversos mecanismos, pero sí es historia nueva
que gran parte de la población haya tomado la iniciativa con sus manos frente a
la indiferencia –durante décadas- de los administradores políticos del modelo del gran capital chileno. Por esto, no surtieron efecto por un momento las tácticas
deslegitimadoras que usualmente práctica el gobierno: quisieron llamarnos
lumpen, pero éramos la mayoría quienes protestábamos por el derecho a la
educación; quisieron negarnos nuestro carácter político al argumentar que no
teníamos capacidad de plantear propuestas serias, pero hoy vemos como las
definiciones de miles de asambleas fueron mucho más profundas que un vergonzoso
informe encargado a los intelectuales y tecnócratas de la corte del gran capital,
blanqueado con la participación cosmética de dirigentes sociales en el Consejo
Asesor Presidencial.
Cuando nada parecía funcionar, llegó la
hora de los expertos elegidos mediante una cuidadosa ponderación de equilibrios
partidarios, que junto al actor social “pintoresco” discutirían el futuro de la
educación. El resto ya es historia: un emotivo acuerdo entre las dos derechas
que selló una pirueta política sorprendente que cambia algo para dejar todo
igual. Después de todo, cabe preguntarse si existía alguna otra posibilidad, ¿o
acaso alguien pensó que en el Congreso se iba a cuestionar graciosamente el
carácter capitalista de la educación en Chile? Sería como pedirles propiciar que
la gente se “confundiera”, desordenando la casa para exigir lo que antes era
irremediablemente una mercancía siendo en realidad un derecho: vivienda, salud,
educación, trabajo digno, y quién sabe quizás qué más vendría después.
Luego en 2008, las circunstancias del juego
partidario en el Congreso abrieron la posibilidad de darle alguna utilidad al
problema de la educación: un escándalo de subvenciones sirvió para que la
derecha esgrimiera su poder por sobre la Concertación gracias a su “nueva
mayoría” -un enroque oportunista entre dos bloques políticos que al final son
lo mismo-. El tema de fondo no fue puesto en cuestión: todo se mostró como
deficiencias en la gestión y fiscalización. El problema real de la educación es
más profundo que eso: el lucro que le da un carácter de mercancía y mera
inversión individual; la municipalización que supone una competencia absurda si
consideramos las diferencias de ingresos de las municipalidades; excesivos
criterios de competencia para un sector que se mueve con otros; etc. Las
propuestas de los sectores del pueblo organizado están sobre la mesa desde hace
mucho tiempo, así que no es necesario repetirlas acá.
Entonces, ¿por qué la movilización
secundaria no llegó a buen puerto a pesar de sus grandes méritos? Se puede
aducir que unificarse en torno a derribar la L.O.C.E. era algo sumamente
limitado, que daba un margen de maniobra muy amplio al gobierno o que incluso
no tocaba en absoluto a las prácticas concretas –situadas más acá y más allá de
las leyes- que erigen la educación actualmente. O bien sostener que el gran
error fue haber negociado con el gobierno. Sin embargo, las razones son varias,
y acá es imposible abarcarlas. Lo importante a tener en cuenta es que es tarea
fundamental de las organizaciones sociales-políticas realizar este ejercicio:
que el movimiento estudiantil y el campo popular elabore las lecciones
históricas que lo fortalecen para devolver el golpe. Hay que considerar dicha
movilización como un punto de inflexión a partir del cual debemos repensar el
movimiento y nuestras organizaciones.
Hay una convicción que parece emerger de
todo esto: es imprescindible el movimiento de masas con objetivos claros, y
esto solo se logra con trabajo de base serio, responsable y, desgraciadamente,
más lento de lo que se espera. Los atajos no hacen más que alargar el camino,
obstaculizando el avance. El trabajo de base no es únicamente una herramienta
circunstancial, es el sustento para recomponer las fuerzas del movimiento
estudiantil y popular.
A la vez, es un requerimiento urgente que
el conocimiento producido en nuestros espacios deje de ser un ejercicio
intelectual vacío que gira sobre sí mismo, para posicionarse como un arma
contundente que nace de nuestra labor como estudiantes –o académicos
comprometidos con el cambio social-, pero que se genera desde el pueblo y sus
organizaciones, en un movimiento solidario de unidad y convergencia social.
Construyendo Organización Estudiantil y
Popular
TRASEN
– 04/08 -
¡Tod@s Por Una Educación Pública
Gratuita y de Calidad al Servicio del Pueblo!
¡Sólo la Lucha y la Unidad Nos Harán
Libres!
Colectivo Acción Directa CAD –Equipo
Estudiantil
Mayo 2 de 2016
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