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domingo, 29 de mayo de 2016

EL PERNICIOSO MITO DEL CRECIMIENTO ECONOMICO PERPETUO


Traducción de “The Pernicious Myth of Perpetual Economic Growth”

Nada crece eternamente. El mito de la economía está destruyendo la biosfera

Por Glen Barry
En Dissident Voice -16/5/16

La actual condición humana se basa en una de las más grandes mentiras jamás contada -que la economía puede crecer indefinidamente. En una contorsión lógica egoísta, los economistas al servicio de la oligarquía miden el bienestar de una sociedad por lo rápido que crece la economía, con bien poca consideración de la situación del capital natural, de la inequidad humana, del bienestar de los ecosistemas y de otras especies, o del grado en que las personas y la sociedad son felices. El capital natural se define como la masa de los stocks de activos naturales de la Tierra, incluidos los servicios de los ecosistemas, los que hacen posible la vida, todo lo cual no es medido y, por lo tanto, es subvalorado por los índices de crecimiento económico.

Mediciones tales como el Producto Interno Bruto, fracasan totalmente respecto de aunar los aumentos en el desempeño económico con el bienestar humano y natural. El gasto en ataques militares con aviones no tripulados –drones- y el conspicuo exceso de consumo de los ricos se equiparan a los gastos sociales para satisfacer las necesidades humanas básicas. La tala de bosques maduros para la obtención de papel higiénico es de igual valía que el proporcionar viviendas y alimentos para los pobres. Asolar los últimos ecosistemas naturales de la Tierra para obtener hasta la última gota de petróleo es considerado económicamente beneficioso (a pesar de ser terriblemente ineficiente, en tanto las externalidades permanezcan sin precio), mientras que se nos dice que la restauración de los ecosistemas naturales no es rentable debido al gran descuento de los beneficios futuros.

Vivimos como si la naturaleza de la Tierra no tuviese otro valor más que ser liquidada por el consumo que nos degrada a nosotros mismos y a los ecosistemas, y sólo pueda terminar en la ruina absoluta, primero de la sociedad, luego de la economía y, finalmente, el derrumbe de la biosfera. Es bastante evidente que el crecimiento infinito en una Tierra finita es imposible. Sin embargo, hacemos rodar nuestra economía con este objetivo.

El crecimiento económico es adorado como si fuese sagrado y divino, en lugar de reconocer que ese crecimiento puede traer enormes costos económicos, sociales y ambientales. Hay poca comprensión de la sobreexplotación ecológica y de los límites del crecimiento, mientras buscamos cada vez más posesiones materiales a expensas de todo lo demás, degradando sistemáticamente no sólo nuestro hábitat, sino también nuestra futura y potencial base de recursos para el adelanto amplio de la comunidad. El crecimiento parece ser benigno y atractivo; los iPhones y los viajes al extranjero son embriagadores, pero la expansión económica perpetua se viene a un precio desconocido, cuyos daños te impactan furtivamente. Tal es la naturaleza del crecimiento exponencial. Los exorbitantes costos de un crecimiento exponencial de la economía son mejor ilustrados al imaginar un estanque donde el grado de cobertura de nenúfares se duplica en extensión cada día, en que al día 30 cubren completamente el agua. ¿En qué día se cubre la mitad del estanque? ¿Cuándo la cobertura es de un 10%? Volveremos a esta cuestión.

En cuanto a equiparar falsamente el crecimiento exponencial con el bienestar de la sociedad, el capitalismo puede llegar a ser irreductible. Su idea fundacional de las personas que se reúnen en los mercados para intercambiar sus excedentes ha sido adulterada para sugerir que crear algo de valor y venderlo es lo mismo que toda forma de artimañas financieras especulativas. No obstante, para los mercados que sirven al bienestar de los seres humanos y de la naturaleza existen algunas rotundas mentiras básicas que deben abordarse ahora.

Crecimiento económico significa cubrir las necesidades básicas
En primer lugar, el crecimiento no puede medir plenamente el bienestar económico; necesitamos una mejor medida para determinar el grado en que la actividad económica es sostenible y ampliamente beneficiosa. Una medida mucho más rica es la tasa de crecimiento económico por unidad de capital natural (dispuesto o repuesto), y por el alcance en que el progreso económico es compartido de forma equitativa. En tal caso, hablamos de una economía verdaderamente verde, la cual se encuentra en una situación de estabilidad y en que tanto la población como el consumo son constantes a un nivel sostenible. ¿Tan estúpidos somos como para no comprender que la Tierra lo es todo, y que sin la ecología no puede haber economía?

Dado el estado actual de sobreexplotación ecológica -como que los ecosistemas terrestres, el clima, el agua, los océanos y la biodiversidad están colapsando- lograr una economía en un estado estable requeriría de décadas de decrecimiento y la redistribución de la riqueza. Habría que tomar medidas urgentes para proporcionar incentivos que contengan tanto el consumo de la población como sus disparidades, inclusive que estos se integren al capital natural –al que han reducido por debajo de sus niveles de reemplazo-, para permitir décadas de renovación ecológica.

Otras épocas y culturas del capitalismo pre-industrial han comprendido la necesidad de construir economías circulares que sostengan y regeneren el capital natural. Los indígenas del Amazonas invirtieron en el futuro mediante la plantación de islotes de especies útiles en las sabanas, a los cuales volvieron décadas más tarde para su sustento, ecosistemas que hoy en día son erróneamente llamados selváticos. El pionero uso por parte de la cultura agrícola del estiércol para restaurar el suelo en pequeñas explotaciones fue particularmente eficaz en términos de la utilización de residuos para su regeneración, aun cuando es más frecuentemente practicada en tierras que fueran arrebatadas.

Es posible vivir de una manera donde el futuro no sea un diseño degradado por el uso abusivo del capital natural. Imagina un mundo donde el progreso sea equivalente con la maximización del bienestar de todos los seres humanos; en realidad, de toda la vida. Donde existan más garantías que hoy de que habrá un mañana. Imagina una economía principalmente ocupada en un adelanto amplio de comunidad, que también se enfoque en la eficiencia, la conservación, la distribución equitativa, y el incremento del capital natural; en lugar de simplemente siempre más rendimiento económico, independientemente de los flujos de desechos y de la disminución del potencial de desarrollo futuro.

Yo me considero un ecólogo profundo, aunque haya tomado un trabajo en Wall Street. He llegado a comprender que el ambientalismo no puede buscar los cambios necesarios en forma aislada; debemos contar con los medios de producción y tratar de promover una visión de desarrollo sostenible que regenere el capital natural y cubra todas las necesidades básicas de la humanidad. No se trata de un inalcanzable nirvana comunista. Es una economía estatal sólida, democrática, mediante la cual nuestros medios de subsistencia no arrasen innecesariamente la biosfera. Aquellos que son inteligentes y trabajadores tendrán más, pero no tan ridículamente en detrimento de otros y de la Tierra.

Es de una muy básica biología que el crecimiento perpetuo implica una retroalimentación positiva que en algún momento debe, por definición, destruir el sistema subyacente. En un período muy corto, de unos cuantos siglos, el rapaz crecimiento industrial humano ha despojado a la tierra, al aire, al agua, a los océanos, de sus ecosistemas vivificantes en nombre del desarrollo económico. Los adivinos modernos, llamados economistas, corean un galimatías sin sentido avalando el desbroce descarado del capital natural como necesario para alimentar a la creciente población humana, mientras que cientos de millones de personas son despojadas de sus tierras, sus ecosistemas naturales son destruidos, y se les deja abyectamente en la indigencia; en suma, se crea más riqueza para los ya súper ricos. Tal es el capitalismo moderno.

Si se les pide que expliquen cómo se manejará la pérdida de los bosques primitivos, la pesca oceánica, el suelo fértil y los humedales que evolucionaron naturalmente y que son destruidos por el capitalismo industrial, los defensores del libre mercado nos exponen, con mucha seriedad, que una mano invisible guiará la sustitución. Estamos seguros de que una atmosfera puede ser sometida a una geo-ingeniería, y que siempre se podrá excavar más profundo en nuestra misma sobreexplotación ecológica. Pero los ecologistas sabemos con certeza que no hay sustitutos para el agua, el suelo, los alimentos y el aire; y que una biosfera nunca puede ser diseñada. Y que la sustentabilidad de una Tierra viviente significa poner fin a la excavación.

El espejismo del crecimiento económico industrial es la mayor de las burbujas económicas y sólo puede terminar en un desenfrenado colapso de los ecosistemas y, finalmente, de la biosfera. Antes que ello suceda tenemos que estar preparados para soportar la descarada demagogia autoritaria que revierte siglos de progreso humano, que nos coloca a unos contra otros, y que atribuye falsamente la decadencia económica a las regulaciones sobre las empresas. No logramos entender que la verdadera fuente de la decadencia económica es la subyacente escasez de recursos, la desaparición de los ecosistemas y la depredación humana, factores que encontramos en un sistema económico carente de ética, ecologismo y decencia humana básica.

Para tener alguna oportunidad de redención, el capitalismo debe abjurar inmediatamente del crecimiento como la medida del bienestar económico. E inmediatamente debe ser puesto un precio sobre los gases de carbono y otras externalidades, que son los costos sociales y ambientales que no se factorizan en la producción. Esto no es ciencia espacial, es economía de nivel básico, pero una y otra vez la asignación de un precio a la degradación ecológica sólo se plantea desde un punto de vista académico, sin que nunca llegue a ser puesta en práctica. Inclusive aplicadas estas reformas, es cuestionable que la grosera objetivación que el capitalismo hace de las personas y de la naturaleza pueda ser superada. No obstante, sin abrazar la idea de una situación estable y apreciar la pérdida de capital natural como un comienzo, el capitalismo industrial no es más que un deseo de muerte asegurado.

La humanidad se ha convertido en poco más que una colonia de levaduras en una placa de Petri, hartándose con una limitada base de recursos, colapsando cuando ésta se haya ido. Somos tan jodidamente estúpidos, ¿cómo podemos dejar de reconocer que somos uno con la naturaleza, en particular animales –como los que tienen boca y ojos, y órganos reproductivos, y siente dolor al igual que nosotros-, sin embargo, de alguna manera, nos sentimos superiores? ¿Cómo hemos llegado a creer que no somos parte, y totalmente dependientes, de un mundo que ha evolucionado de forma natural? ¿Por qué tenemos que destruir innecesariamente nuestro hábitat para sostenernos?

Piensa en cómo tender un puente entre el entorno actual y la brecha económica, y trabaja para hacer que la sustentabilidad sea una realidad. Es crucial que las ideas verdes se comprometan y transformen los medios de producción y los cambien desde dentro, o el capitalismo tendrá que ser derrocado, en una muy arriesgada aventura. Si no queremos que los últimos días de la humanidad sean vividos en la esclavitud y la miseria económica, vamos a poner precio al deterioro ambiental y a medir el crecimiento económico por la cantidad de adelanto equitativo por unidad de capital natural. De lo contrario, nos enfrentamos al colapso de la biosfera y al final de la existencia.

Nota: El crecimiento exponencial de nenúfares, duplicándose diariamente en extensión, cubre la mitad del estanque en el día 29 y cruza el 10%, que es el umbral donde un problema puede ser identificado, en el día 26, con sólo cuatro días hasta que esté completamente cubierto. El crecimiento exponencial te enterrará sin revelarse hasta el último minuto, cuando ya sea demasiado tarde para responder. Tal es el pernicioso mito del crecimiento económico perpetuo.

El Dr. Glen Barry es el presidente y fundador de EcoInternet (EI). Es reconocido por sus contribuciones al movimiento medioambientalista en las que advierte la gravedad de la crisis ecológica mundial y por organizar con otros respuestas apropiadas. Lee otros artículos de Glen o visita su sitio web

Colectivo Acción Directa Chile –Equipo Internacional
Mayo 29 de 2016

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