Traducción de “The Pernicious Myth
of Perpetual Economic Growth”
Nada crece
eternamente. El mito de la economía está destruyendo la biosfera
Por Glen Barry
La actual condición
humana se basa en una de las más grandes mentiras jamás contada -que la
economía puede crecer indefinidamente. En una contorsión lógica egoísta, los economistas
al servicio de la oligarquía miden el bienestar de una sociedad por lo rápido
que crece la economía, con bien poca consideración de la situación del capital natural,
de la inequidad humana, del bienestar de los ecosistemas y de otras especies, o
del grado en que las personas y la sociedad son felices. El capital natural se
define como la masa de los stocks de activos naturales de la Tierra, incluidos
los servicios de los ecosistemas, los que hacen posible la vida, todo lo cual
no es medido y, por lo tanto, es subvalorado por los índices de crecimiento
económico.
Mediciones
tales como el Producto Interno Bruto, fracasan totalmente respecto de aunar los
aumentos en el desempeño económico con el bienestar humano y natural. El gasto
en ataques militares con aviones no tripulados –drones- y el conspicuo exceso
de consumo de los ricos se equiparan a los gastos sociales para satisfacer las
necesidades humanas básicas. La tala de bosques maduros para la obtención de papel
higiénico es de igual valía que el proporcionar viviendas y alimentos para los
pobres. Asolar los últimos ecosistemas naturales de la Tierra para obtener hasta
la última gota de petróleo es considerado económicamente beneficioso (a pesar
de ser terriblemente ineficiente, en tanto las externalidades permanezcan sin
precio), mientras que se nos dice que la restauración de los ecosistemas
naturales no es rentable debido al gran descuento de los beneficios futuros.
Vivimos
como si la naturaleza de la Tierra no tuviese otro valor más que ser liquidada
por el consumo que nos degrada a nosotros mismos y a los ecosistemas, y sólo
pueda terminar en la ruina absoluta, primero de la sociedad, luego de la
economía y, finalmente, el derrumbe de la biosfera. Es bastante evidente que el
crecimiento infinito en una Tierra finita es imposible. Sin embargo, hacemos rodar
nuestra economía con este objetivo.
El
crecimiento económico es adorado como si fuese sagrado y divino, en lugar de
reconocer que ese crecimiento puede traer enormes costos económicos, sociales y
ambientales. Hay poca comprensión de la sobreexplotación ecológica y de los
límites del crecimiento, mientras buscamos cada vez más posesiones materiales a
expensas de todo lo demás, degradando sistemáticamente no sólo nuestro hábitat,
sino también nuestra futura y potencial base de recursos para el adelanto amplio
de la comunidad. El crecimiento parece ser benigno y atractivo; los iPhones y los
viajes al extranjero son embriagadores, pero la expansión económica perpetua se
viene a un precio desconocido, cuyos daños te impactan furtivamente. Tal es la
naturaleza del crecimiento exponencial. Los exorbitantes costos de un
crecimiento exponencial de la economía son mejor ilustrados al imaginar un
estanque donde el grado de cobertura de nenúfares se duplica en extensión cada
día, en que al día 30 cubren completamente el agua. ¿En qué día se cubre la
mitad del estanque? ¿Cuándo la cobertura es de un 10%? Volveremos a esta
cuestión.
En
cuanto a equiparar falsamente el crecimiento exponencial con el bienestar de la
sociedad, el capitalismo puede llegar a ser irreductible. Su idea fundacional
de las personas que se reúnen en los mercados para intercambiar sus excedentes
ha sido adulterada para sugerir que crear algo de valor y venderlo es lo mismo
que toda forma de artimañas financieras especulativas. No obstante, para los
mercados que sirven al bienestar de los seres humanos y de la naturaleza existen
algunas rotundas mentiras básicas que deben abordarse ahora.
Crecimiento económico significa cubrir las necesidades básicas |
En
primer lugar, el crecimiento no puede medir plenamente el bienestar económico;
necesitamos una mejor medida para determinar el grado en que la actividad
económica es sostenible y ampliamente beneficiosa. Una medida mucho más rica es
la tasa de crecimiento económico por unidad de capital natural (dispuesto o repuesto),
y por el alcance en que el progreso económico es compartido de forma
equitativa. En tal caso, hablamos de una economía verdaderamente verde, la cual
se encuentra en una situación de estabilidad y en que tanto la población como el
consumo son constantes a un nivel sostenible. ¿Tan estúpidos somos como para no
comprender que la Tierra lo es todo, y que sin la ecología no puede haber
economía?
Dado
el estado actual de sobreexplotación ecológica -como que los ecosistemas
terrestres, el clima, el agua, los océanos y la biodiversidad están colapsando-
lograr una economía en un estado estable requeriría de décadas de decrecimiento
y la redistribución de la riqueza. Habría que tomar medidas urgentes para proporcionar
incentivos que contengan tanto el consumo de la población como sus
disparidades, inclusive que estos se integren al capital natural –al que han
reducido por debajo de sus niveles de reemplazo-, para permitir décadas de
renovación ecológica.
Otras
épocas y culturas del capitalismo pre-industrial han comprendido la necesidad
de construir economías circulares que sostengan y regeneren el capital natural.
Los indígenas del Amazonas invirtieron en el futuro mediante la plantación de
islotes de especies útiles en las sabanas, a los cuales volvieron décadas más
tarde para su sustento, ecosistemas que hoy en día son erróneamente llamados
selváticos. El pionero uso por parte de la cultura agrícola del estiércol para restaurar
el suelo en pequeñas explotaciones fue particularmente eficaz en términos de la
utilización de residuos para su regeneración, aun cuando es más frecuentemente
practicada en tierras que fueran arrebatadas.
Es
posible vivir de una manera donde el futuro no sea un diseño degradado por el
uso abusivo del capital natural. Imagina un mundo donde el progreso sea equivalente
con la maximización del bienestar de todos los seres humanos; en realidad, de toda
la vida. Donde existan más garantías que hoy de que habrá un mañana. Imagina
una economía principalmente ocupada en un adelanto amplio de comunidad, que
también se enfoque en la eficiencia, la conservación, la distribución
equitativa, y el incremento del capital natural; en lugar de simplemente
siempre más rendimiento económico, independientemente de los flujos de desechos
y de la disminución del potencial de desarrollo futuro.
Yo
me considero un ecólogo profundo, aunque haya tomado un trabajo en Wall Street. He llegado a comprender que el
ambientalismo no puede buscar los cambios necesarios en forma aislada; debemos
contar con los medios de producción y tratar de promover una visión de
desarrollo sostenible que regenere el capital natural y cubra todas las
necesidades básicas de la humanidad. No se trata de un inalcanzable nirvana comunista.
Es una economía estatal sólida, democrática, mediante la cual nuestros medios
de subsistencia no arrasen innecesariamente la biosfera. Aquellos que son
inteligentes y trabajadores tendrán más, pero no tan ridículamente en
detrimento de otros y de la Tierra.
Es
de una muy básica biología que el crecimiento perpetuo implica una
retroalimentación positiva que en algún momento debe, por definición, destruir
el sistema subyacente. En un período muy corto, de unos cuantos siglos, el rapaz
crecimiento industrial humano ha despojado a la tierra, al aire, al agua, a los
océanos, de sus ecosistemas vivificantes en nombre del desarrollo económico. Los
adivinos modernos, llamados economistas, corean un galimatías sin sentido avalando
el desbroce descarado del capital natural como necesario para alimentar a la creciente
población humana, mientras que cientos de millones de personas son despojadas
de sus tierras, sus ecosistemas naturales son destruidos, y se les deja abyectamente
en la indigencia; en suma, se crea más riqueza para los ya súper ricos. Tal es
el capitalismo moderno.
Si
se les pide que expliquen cómo se manejará la pérdida de los bosques primitivos,
la pesca oceánica, el suelo fértil y los humedales que evolucionaron
naturalmente y que son destruidos por el capitalismo industrial, los defensores
del libre mercado nos exponen, con mucha seriedad, que una mano invisible
guiará la sustitución. Estamos seguros de que una atmosfera puede ser sometida
a una geo-ingeniería, y que siempre se podrá excavar más profundo en nuestra misma
sobreexplotación ecológica. Pero los ecologistas sabemos con certeza que no hay
sustitutos para el agua, el suelo, los alimentos y el aire; y que una biosfera
nunca puede ser diseñada. Y que la sustentabilidad de una Tierra viviente
significa poner fin a la excavación.
El
espejismo del crecimiento económico industrial es la mayor de las burbujas económicas y sólo puede terminar en un desenfrenado colapso
de los ecosistemas y, finalmente, de la biosfera. Antes que ello suceda tenemos
que estar preparados para soportar la descarada demagogia autoritaria que
revierte siglos de progreso humano, que nos coloca a unos contra otros, y que atribuye
falsamente la decadencia económica a las regulaciones sobre las empresas. No logramos
entender que la verdadera fuente de la decadencia económica es la subyacente
escasez de recursos, la desaparición de los ecosistemas y la depredación humana,
factores que encontramos en un sistema económico carente de ética, ecologismo y
decencia humana básica.
Para
tener alguna oportunidad de redención, el capitalismo debe abjurar inmediatamente
del crecimiento como la medida del bienestar económico. E inmediatamente debe
ser puesto un precio sobre los gases de carbono y otras externalidades, que son
los costos sociales y ambientales que no se factorizan en la producción. Esto
no es ciencia espacial, es economía de nivel básico, pero una y otra vez la
asignación de un precio a la degradación ecológica sólo se plantea desde un punto
de vista académico, sin que nunca llegue a ser puesta en práctica. Inclusive
aplicadas estas reformas, es cuestionable que la grosera objetivación que el
capitalismo hace de las personas y de la naturaleza pueda ser superada. No
obstante, sin abrazar la idea de una situación estable y apreciar la pérdida de
capital natural como un comienzo, el capitalismo industrial no es más que un deseo
de muerte asegurado.
La
humanidad se ha convertido en poco más que una colonia de levaduras en una
placa de Petri, hartándose con una limitada base de recursos, colapsando cuando
ésta se haya ido. Somos tan jodidamente estúpidos, ¿cómo podemos dejar de
reconocer que somos uno con la naturaleza, en particular animales –como los que
tienen boca y ojos, y órganos reproductivos, y siente dolor al igual que
nosotros-, sin embargo, de alguna manera, nos sentimos superiores? ¿Cómo hemos
llegado a creer que no somos parte, y totalmente dependientes, de un mundo que
ha evolucionado de forma natural? ¿Por qué tenemos que destruir innecesariamente
nuestro hábitat para sostenernos?
Piensa
en cómo tender un puente entre el entorno actual y la brecha económica, y
trabaja para hacer que la sustentabilidad sea una realidad. Es crucial que las ideas
verdes se comprometan y transformen los medios de producción y los cambien desde
dentro, o el capitalismo tendrá que ser derrocado, en una muy arriesgada
aventura. Si no queremos que los últimos días de la humanidad sean vividos en
la esclavitud y la miseria económica, vamos a poner precio al deterioro
ambiental y a medir el crecimiento económico por la cantidad de adelanto
equitativo por unidad de capital natural. De lo contrario, nos enfrentamos al
colapso de la biosfera y al final de la existencia.
Nota:
El crecimiento exponencial de nenúfares, duplicándose diariamente en extensión,
cubre la mitad del estanque en el día 29 y cruza el 10%, que es el umbral donde
un problema puede ser identificado, en el día 26, con sólo cuatro días hasta
que esté completamente cubierto. El crecimiento exponencial te enterrará sin
revelarse hasta el último minuto, cuando ya sea demasiado tarde para responder.
Tal es el pernicioso mito del crecimiento económico perpetuo.
El Dr. Glen Barry es el presidente y
fundador de EcoInternet (EI). Es reconocido por sus contribuciones al
movimiento medioambientalista en las que advierte la gravedad de la crisis
ecológica mundial y por organizar con otros respuestas apropiadas. Lee otros artículos de Glen
o visita su sitio web
Colectivo Acción Directa Chile –Equipo
Internacional
Mayo 29 de 2016
No hay comentarios :
Publicar un comentario