"El inglés Ken Loach gana su segunda
Palma de Oro por ‘I, Daniel Blake’"
En El
País España –public. 23/5/16
Un grande del cine
europeo, el inglés Ken Loach, para una Palma de
Oro que premia su calidad artística y su constante llamada de atención sobre
las cuestiones más humanas en un siglo XXI digital. El jurado presidido por el
cineasta australiano George Miller ha decidido entregar el premio a la mejor
película del festival de
Cannes I, Daniel Blake, en la
que era 12ª participación en la Sección Oficial de Loach, que ya ganó en 2006
con El viento que agita la cebada.
En teoría, el realizador se iba a retirar con su anterior película, pero fue
una falsa alarma. Aplausos y ovación para un drama escrito de nuevo por Paul
Laverty, que cruza dos historias, la de un carpintero recién salido de un
infarto, que intenta que el sistema nacional de salud le dé una pensión ante la
imposibilidad, certificada medicamente, de volver al tajo. Por otro, una joven
madre con dos hijos, que roza la catástrofe vital a punto de caer en la
miseria. En el escenario comentó: “Vengo
al festival porque es fundamental para la supervivencia del cine. Por favor,
resistid”.
*****
Festival de Cannes
“Justa Palma de Oro a Ken Loach, inteligente
portavoz de los débiles”
Un grande
del cine europeo, el inglés Ken Loach, se hizo ayer con su segunda Palma de Oro
en 12 participaciones en la Sección Oficial de Cannes. El jurado reconoció el
valor de ‘I, Daniel Blake’, un drama que cruza dos historias
En El
País España –public. 23/5/16
Me sorprendió
gratamente que el año en el que presidía el jurado de Cannes Steven
Spilberg le concedieran la Palma de Oro a la intimista, desgarrada y magnífica La
vida de Adèle, un tipo de película que nunca rodaría el director de Tiburón,
lo cual demuestra su inteligencia, su sensibilidad y su capacidad para apreciar
el gran cine, aunque el planteamiento y el lenguaje de lo que premiaba estuviera
en las antípodas de los géneros y la forma de abordar los que él utiliza.
A
George Miller, director de la saga de Mad Max y presidente del jurado en
esta edición, hay que felicitarle por algo similar. Han otorgado el máximo
galardón del festival a I, Daniel Blake, la historia de un pobre y
acorralado superviviente urbano, nada que ver con los épicos guerreros de la
carretera que retrata con estruendo, violencia y medios espectaculares el
director australiano. No es una paradoja; es el instinto para distinguir el
buen cine, aunque no tenga nada que ver con el tuyo.
Ken Loach, al que debido a su
edad no le queda mucho tiempo para alargar su concienciada obra, siempre ha
sido alguien fiel a sí mismo, a su preocupación por el estado de las cosas, a
su descripción de lo jodida que puede ser la vida para los de abajo, a plasmar
doloridos o rabiosos protagonistas en su obra con gente con la que el sistema
se ceba. Y le ha salido mejor o peor. Algunas de sus películas bordean el
panfleto, pero cuando estas desprenden verdad, sentimiento y complejidad son
muy buenas, emotivas, duras. Transmiten al receptor la lucha, la angustia o la
desolación de gente normal y perteneciente a la clase baja que se siente
machacada, que busca salidas desesperadamente, aunque se las nieguen todas. I,
Daniel Blake es la mejor película que ha dirigido en mucho tiempo este
director tan reconocible.
Loach
vuelve a situarse en los suburbios de Londres. Ante la disparatada tragedia
de un viudo al que los médicos le han diagnosticado peligro de muerte si su
corazón y su cuerpo no se relajan, pero al que la burocracia le exige encontrar
un trabajo si pretende cobrar la jubilación y sus derechos laborales. A este
fulano, que vive una situación tan bárbara como angustiosa, le quedan fuerzas
para ser solidario con una mujer joven y con dos niños a la que se le cierran
todas las puertas, que sobrevive gracias al banco de alimentos y una vivienda
social en derrumbe. Y describe esta mutua tragedia con un realismo que hace
daño, con situaciones y personajes lúcida y estremecedoramente identificables,
con tensión e implicación emocional.
Los
idiotas de antes y de ahora, los adoradores de la nada pretenciosa y adornada,
de mundos tan absurdos como herméticos, acusan a Loach de maniqueísmo, de hacer
un cine viejo y caduco.
Me
parto de risa ante su ira y su llanto al constatar que ese director al que
desprecian ha conseguido triunfar en un festival que mima las modas efímeras, a
esos creadores vanguardistas, coñazos y vacíos en los que ellos militan y a los
que ni siquiera el público puede maldecir porque sus películas son
inestrenables, ya que los distribuidores y los exhibidores, aunque se lo monten
de experimentalistas y de modernos, saben que lo suyo ante todo es un negocio y
que no son gilipollas, que los espectadores sensatos no darían crédito ante la
vacuidad intelectual que intentan promocionar los patéticos farsantes y
sectarios de los medios, esos mentirosos con audiencia limitada a sus seres
queridos y algún cinéfilo adolescente y perdido.
Con
el resto de premios tengo mis dudas, mi rechazo o mi comprensión. Es grotesco
que la muy insólita y bonita película de Jim Jarmusch Paterson o la
divertida e irregular comedia alemana Toni Erdmann hayan sido olvidadas
en el palmarés. O no reconocer lo evidente con la formidable interpretación de
la consagrada Isabelle Huppert. Pero me alegro de que se reconozca el talento
del iraní Asghar Farhadi premiando su guion —aunque el principal atractivo para
mí de este director no sean sus historias sobre la vida cotidiana, sino la
forma de contarlas, de enredarlas, de golpear al espectador con reacciones
turbadoras de sus personajes— y la interpretación de un actor tan sobrio como
creíble.
El
resto de premios me parece un disparate. Si tuviera que pasar el resto de mi
vida viendo películas del ya tedioso director rumano Cristian Mungiu y del
entre delirante y relamido director francés Olivier Assayas, que ha compartido
el premio a la mejor dirección, me cortaba las venas. La actriz filipina Jaclyn
Jose no parece haber estudiado en ninguna escuela para interpretar con
naturalidad desbordante a la traficante de un barrio lumpen de Manila a la que
chantajea la corrupción policial en Ma’Rosa. Su autenticidad te desarma.
Y no sabía qué careto poner ante el llorón e intenso discurso del muy joven e
hiperpromocionado, por los de siempre, director canadiense Xavier Dolan al
recibir el Gran Premio del Jurado por su cansina e histérica adaptación de una
obra teatral en Juste la fin du monde.
No
ha sido un Festival de Cannes memorable, pero me alegro mucho del triunfo de
Kean Loach con una película de la que es imposible desentenderte. Los espectadores
normales, aclaro.
Palma
de Oro: I, Daniel Blake, de Ken Loach.
Gran Premio del Jurado:
Xavier Dolan, por It’s only the end of the world.
Premio
del Jurado para Andrea Arnold, por American Honey.
Mejor
dirección: ex aequo para Oliver Assayas, por Personal Shopper, y
Christian Mungiu, por Graduación.
Mejor
actor: Shahab Hosseini, por Le client.
Mejor
actriz: Jaclyn Jose, por Ma’ Rosa.
Mejor
guion: Asghar Farhadi, por Le client.
Mejor
cortometraje: Timecode, de Juanjo Giménez.
Premio
Cámara de Oro: Divines, de Houda Benyamina.
Premio
FIPRESCI de la crítica: Toni Erdmann, de Maren Ade.
Mejor
película en Una Cierta Mirada: The happiest day in the life of Olli Mäki,
de Juho Kuosmanen.
Mejor
película de la Semana de la Crítica: Mimosas, de Oliver Laxe.
No hay comentarios :
Publicar un comentario