"Los protectores de nuestras industrias" |
Por Michael Roberts
En SinPermiso
–public. 20/5/16
En un artículo reciente, Joseph Stiglitz, ex economista jefe del Banco Mundial, ganador
del premio Nobel de Economía y ahora asesor del Partido Laborista británico,
considera que estamos en una nueva era de monopolio y que esta es una de la
principales causas de la desigualdad extrema del ingreso y la riqueza, la
ineficiencia y el bajo crecimiento de la productividad y el estancamiento
general de las principales economías.
Stiglitz
sostiene que las escuelas clásica y neoclásica de economía asumen que en
los ''mercados competitivos” todas las empresas están al mismo nivel a la hora
de competir. Esto significa que los propietarios del capital ganan beneficios
según su contribución al aumento de la producción, su "producto
marginal".
Esta
visión optimista es descartada por Stiglitz. En realidad, lo que determina
quién recibe qué en la sociedad depende del "poder". Las grandes
empresas pueden imponer los precios en los mercados a las empresas pequeñas y
pueden dictar los salarios de la mano de obra cuando esta no tiene poder de
negociación colectiva (los sindicatos). Este "monopolio" (sobre los
mercados de las materias primas y la mano de obra) es lo que está arruinando el
capitalismo, sostiene Stiglitz.
Evidentemente,
hay más de un elemento de verdad en esta perspectiva del capitalismo. La
correlación de fuerzas en la lucha entre el capital y el trabajo determina la
proporción del ingreso que recibe el trabajo entre beneficios y salarios. Y
también es cierto que las grandes empresas a menudo pueden fijar los precios y
el acceso al mercado para ganar la parte del león de las ventas y los
beneficios.
De
hecho, Marx predijo hace más de 160 años que la lucha competitiva por los
beneficios entre los capitales y las crisis recurrentes en la producción
conducirían a una mayor concentración del capital en manos de unos pocos y a la
centralización del capital en los sectores financieros, íntimamente conectados
con el estado.
Stiglitz
cita un informe muy reciente de la concentración del mercado en los EE.UU. realizado por elgobierno de Estados Unidos. El informe encontró que en la mayoría de las
industrias, de acuerdo con la CEA, los datos muestran grandes - y en algunos
casos, dramáticos - aumentos en la concentración del mercado. La cuota de
mercado de los depósitos de los 10 grandes bancos, por ejemplo, aumentó del 20%
al 50% en tan sólo 30 años, de 1980 y 2010.
Stiglitz
concluye que "los mercados actuales se caracterizan por la persistencia
de elevadas ganancias monopolistas". En consecuencia, Stiglitz hace un
llamamiento a la "intervención del gobierno” para reducir el poder de los
monopolios y, presumiblemente, crear un entorno de mayor competencia para que
haya "más eficiencia y prosperidad compartida". Pero esto plantea la
pregunta: ¿es el "capitalismo competitivo" más propensos a ofrecer un
mejor crecimiento económico, una mayor productividad de la fuerza de trabajo
(eficiencia) y una menor desigualdad que el “capitalismo monopolista”?
La
respuesta a la pregunta está parcialmente resuelta señalando el espejismo de
que alguna hubiera un gran 'capitalismo competitivo" que creciese
rápidamente y sin crisis y distribuyese los ingresos y la riqueza de una
"manera más justa". El capitalismo se convirtió en el modo de
producción dominante a nivel mundial llevando consigo las “imperfecciones” de
los monopolios, el apoyo del Estado y la represión de la fuerza de los
trabajadores. Nunca hubo una igualdad de condiciones y, a nivel mundial, a
pesar de la lucha competitiva por los mercados, continua habiendo diferentes
niveles de monopolio o poder imperialista.
Pero
el otro lado contradictorio de la respuesta a la pregunta es que la competencia
no ha desaparecido. Stiglitz rechaza la opinión de Joseph Schumpeter de que los monopolios son finalmente socavados por nuevos
competidores con nuevas tecnologías o nuevos productos y mercados. Sin embargo,
como demostró Marx, el desarrollo de las plusvalías "monopolistas"
son un incentivo para atraer la inversión de nuevos capitales (si se puede
superar las tarifas, la escala y otras barreras del monopolista). Y esto sucede
todo el tiempo: desde los editores hasta Amazon; desde la industria
británica en el siglo XIX hasta la industria alemana y estadounidense en el XX;
pasando por la fabricación industrial en China en el siglo XXI.
Después
de todo, el poder monopolista es en realidad oligopólico (unas pocas grandes
empresas) y los oligopolios pueden desarrollar una fuerte competencia entre si,
nacional e internacionalmente. La verdadera causa de la desigualdad no es
monopolio, sino el aumento de la explotación del trabajo por el gran capital
desde los años 1980 para intentar revertir la caída y baja rentabilidad
experimentada en la década de 1970. Y la causa real del 'estancamiento' y el
bajo crecimiento de la productividad no son los monopolios, sino la falta de
inversión, no sólo por los “grandes monopolios”, sino también por las
capitales más pequeños que sufren la baja rentabilidad y acumulan grandes
deudas. En otras palabras, los monopolios no son un problema en sí, sino la
debilidad del modo de producción capitalista, en la que la inversión y la
creación de empleo tienen lugar únicamente con fines de lucro.
Stiglitz
ignora este hecho. Como resultado, su solución es la intervención del gobierno
para reducir la desigualdad y crear una situación de "igualdad de
oportunidades" que favorezca la "competencia" entre las empresas
capitalistas. Pero es utópica (no se puede dar marcha atrás en la historia del
capitalismo) e inviable (No lograría una mayor igualdad ni mejor crecimiento).
Irónicamente,
hay otro estudio que Stiglitz no recoge que demuestra que el aumento de la
desigualdad en Estados Unidos coincide con el declive de las grandes empresas
que solían emplear a cientos de miles o incluso millones de trabajadores y su
sustitución por empresas mucho más pequeñas. La parte de los grandes
empleadores en el empleo total se ha reducido de forma inversa al aumento de la
desigualdad en el ingreso en Estados Unidos. Este estudio demuestra que ha sido
la disminución del poder de la mano de obra a través de la subcontratación y la
globalización la que ha hecho crecer la desigualdad en los ingresos.
La
división "interna" del empleo de la gran empresa (fordista) en
pequeños contratistas es la característica clave del mundo
"monopolista" de Stiglitz. En otras palabras, lo que los trabajadores
necesitan en América no es la ruptura de los monopolios para crear pequeñas
empresas que compitan entre sí, sino sindicatos. El poder de monopolio que de
verdad importa es el del capital sobre el trabajo.
Un
nuevo informe esta semana del Centro de Estudios Laborales de la Universidad de
California en Berkeley, señala que un tercio de los trabajadores de producción
- los que trabajan en las cadenas de producción y en ocupaciones afines -
ganan tan poco que sus familias reciben algún tipo de asistencia pública, como
cupones de alimentos o subvenciones de inserción social. Muchos de esos
trabajadores son temporales, y representan una parte creciente del empleo en las fábricas.
El salario medio de un trabajador industrial, de acuerdo con datos de la Oficina de Estadísticas Laborales, era 16.14 dólares a la hora en 2015, por debajo de
los 17.40 a la hora promedio de todos los trabajadores.
El
trabajador promedio de la producción manufacturera en Michigan gana 20.80
dólares la hora, frente a los 18,86 en Carolina del Sur, de acuerdo con datos
de la Oficina de Estadísticas Laborales. ¿Por qué los trabajadores de las fábricas
de Michigan ganan más? En una palabra: sindicatos. El medio oeste era, al menos
hasta hace poco, un bastión de los sindicatos. Los estados del sur, por el
contrario, no reconocen en su mayoría la obligatoriedad de la “negociación
colectiva”, y los sindicatos nunca han desarrollado una base de apoyo fuerte. Los sindicatos del sector privado han perdido fuerza en general, pero siguen
siendo más fuertes en la región central que en la mayoría de las otras partes
de EE UU. En Michigan, el 23 por ciento de los trabajadores industriales de
producción eran miembros de sindicatos en 2015; en Carolina del Sur, menos del
2 por ciento.
Los
sindicatos también ayudan a explicar por qué la clase media goza de mejor salud
en el medio oeste que en el sureste, donde los trabajos industriales han
crecido rápidamente en las últimas décadas. Un nuevo análisis del Centro de Investigación Pew esta semana exploró el
estado de la clase media en diferentes partes del país, examinado la proporción
de hogares que ganan entre dos tercios y el doble de la renta media nacional,
después de igualar el coste de vida local. En muchas ciudades del medio oeste,
el 60 por ciento o más de los hogares son considerados de " ingresos
medios" según esta definición; en algunas ciudades del sur, incluso las
que tienen grandes industrias, los hogares de ingresos medios son una minoría.
El
poder del capital sobre el trabajo ha hecho que tras la Gran Recesión millones
de hogares en EE UU estén en peligro de caer en la pobreza absoluta. Una encuesta de la Reserva Federal señala que el 47% de los estadounidenses no sería
capaz de hacer frente a gastos inesperados de más de 400 dólares sin pedir
prestado o vender algo. El índice del Empleo Decente de Gallup mide el porcentaje de la población adulta que
trabaja 30 horas a la semana por un sueldo fijo. Se situó en el 45,1%. En los
EE.UU., el 62,8% de la población civil fuera del sector público participa en la
fuerza de trabajo, y el 5% está en paro, mientras que Gallup nos dice que
solamente el 45,1% tiene lo que se considera un "buen trabajo". No se
trata de bases de datos directamente comparables, sino de una estimación
aproximada que sugiere que tal vez una quinta parte de la población activa está
desempleada o tienen empleos menos-que-buenos.
Las
personas que pierden sus puestos de trabajo en una recesión experimentan una
variedad de efectos a largo plazo. Sus nuevos puestos de trabajo a menudo a
menudo suponen sueldos más bajos y tardan años hasta que recuperan el nivel de
los salarios más altos anteriores. Estas personas tienen menos probabilidades
de poseer una casa; experimentan más problemas psicológicos; y sus hijos tienen
peores resultados en la escuela. Es lo que se llama las 'cicatrices
salariales'.
Cerca
de 40 millones de estadounidenses perdieron sus empleos en la recesión de
2007-2009. Sólo uno de cada cuatro trabajadores despedidos consiguen volver a
los niveles previos de sueldo anteriores después de cinco años, según el
economista Till von Wachter, de la Universidad de California en Los Ángeles. La
brecha salarial persiste, incluso décadas más tarde, entre los trabajadores que
experimentaron un período de desempleo y trabajadores similares que no fueron
despedidos. Las personas que han perdido un empleo durante las recesiones ganan
un 15-20% menos que sus pares no despedidos después de 10 o 20 años. Y esas
personas llegan a la edad de jubilación con pocos o ningún ahorro. Tienen que
seguir trabajando o se ven obligados a vivir frugalmente.
El
informe de empleo de abril mostró una tasa de desempleo del 16% entre los
adolescentes de 16-19 años de edad. Esta muestra incluye sólo a aquellos que
estaban buscando activamente empleo, que no son estudiantes a tiempo completo.
Han abandonado la enseñanza, o quieren trabajar mientras estudian. Y está la
tasa de mortalidad sorprendentemente mayor entre los blancos de mediana edad en
EE UU. Esa tasa es el resultado directo del aumento de los suicidios y el abuso
de drogas y alcohol – todo ello parte del proceso de depresión psicológica.
Durante la última década, los hispanos mueren a un ritmo más lento. Las
personas negras, también; incluso los blancos en otros países.
(Cuadro: las tasas de mortalidad, 45-54 años) |
Sí,
el poder de los monopolios (con más precisión, de los oligopolios) se ha
incrementado en los últimos 150 años desde que Marx pronosticara que el modo de
producción capitalista conduciría a un aumento de la concentración y
centralización del capital. Y eso demuestra que el capitalismo se encuentra en
su última etapa de desarrollo y que, por lo tanto, debe ser sustituido por un
"monopolio social". Pero eso también significa que la vuelta atrás a
una competencia regulada por el gobierno, como sugiere Stiglitz, no
funcionaría; tanto para relanzar la capacidad de crecimiento capitalista como
para reducir la desigualdad.
Este
daño permanente a la vida de millones de personas en Estados Unidos, una de las
economías capitalistas más ricas del mundo y la "tierra de la
libertad" no es consecuencia de los monopolios, sino del fracaso del
capitalismo para producir suficientes productos y servicios que la gente
necesita, de forma asequible. Sí, una élite de ricachones preside sus enormes
empresas y bancos y 'ganan’ enormes salarios y primas y los gestores de los
fondos buitres y los banqueros cosechan grandes ganancias de capital. Pero la
gran mayoría de los estadounidenses no llega a fin de mes, a causa del
"capitalismo competitivo" y su fracaso.
Michael Roberts es un
reconocido economista marxista británico, que ha trabajador 30 años en la City
londinense como analista económico y publica el blog The Next Recession.
Fuente:
https://thenextrecession.wordpress.com/2016/05/17/monopoly-or-competition-which-is-worse/
Traducción: G. Buster
Colectivo Acción Directa Chile –Equipo
Internacional
Mayo 25 de 2016
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