Discurso
sobre el estado de la unión en 2016
OBAMA: MI
LUCHA
En su último discurso sobre el
Estado de la Unión, el presidente Obama hizo un vigoroso panegírico a favor de
su país, en todos los aspectos el mejor «sobre la Tierra» (sic). Por desgracia,
su suntuosa oratoria no estaba basada en argumentos convincentes. El resultado
fue que su arte oratorio no logró disimular la realidad sobre la decadencia
estadounidense, de manera que sus adversarios republicanos la han convertido en
su tema de campaña
Por Thierry Meyssan
En Red Voltaire
Public. 19/01/16
El último discurso
sobre el Estado de la Unión, pronunciado por el presidente Obama el 13 de enero
de 2016, estaba
ante todo destinado a escribir la historia del propio presidente en
el imaginario colectivo de sus compatriotas. Con excepción de
algunas alusiones al peligro que representan las estruendosas declaraciones del
aspirante a la candidatura republicana Donald Trump, el discurso fue un
largo panegírico a la supremacía de su país y terminó con una propuesta de
reforma de la vida política estadounidense, reforma tan necesaria como
inaplicable.
«La economía más fuerte del mundo»
Barack
Obama comenzó afirmando que:
«Los
Estados Unidos de América de hoy tienen la economía más fuerte y más duradera
del mundo».
Lo
que no dijo fue que, según el Fondo Monetario Internacional (FMI),
Estados Unidos tiene efectivamente el mayor Producto Interno Bruto (PIB)
nominal pero sólo llega en segundo lugar si se considera el PIB
con respecto al poder adquisitivo, o sea si se deja de contar en
dólares y se compara lo que es comparable. De hecho, Estados Unidos
ya no es la primera potencia económica del mundo: ahora es China.
Aunque
negó esa realidad, el presidente reconoció que queda mucho por hacer en
materia de repartición de la riqueza. En el informe que publica cada
3 años, dado a conocer en septiembre pasado, la Reserva Federal
observa que el ingreso medio ha descendido en un 5%. En otras palabras,
si bien los súper ricos son cada vez más ricos,
los estadounidenses lo son cada vez menos.
Las desigualdades han llegado a tal extremo que un 3% de la población
posee más de la mitad del patrimonio estadounidense, un 7% posee la cuarta
parte siguiente y el 90% posee solamente la cuarta parte restante de dicho
patrimonio. Como resultado de la crisis financiera de 2008-2009, ese 90% de la
población estadounidense ha vuelto a lo que poseía en 1986. Pero en
ese mismo periodo, los chinos han multiplicado varias veces
su patrimonio.
Tratando
de mostrar la excelente salud de la industria estadounidense, el presidente
Obama subrayó que 2015 ha sido el mejor año de la industria automovilística.
Sin entrar a mencionar el hecho que todavía no se saben las cifras
exactas, habría que señalar que el primer productor mundial no es
estadounidense sino japonés. Tanto en cantidad de automóviles vendidos,
pero sobre todo en términos de volumen de negocios y de ganancias,
Toyota se lleva ampliamente el primer lugar. En realidad, la parte
fundamental de los ingresos de Estados Unidos no provienen de
lo que ese país produce sino de los derechos de autor sobre las licencias
que ha comprado. Se trata, por consiguiente, de ingresos que
todo el mundo ve como legítimos, según la visión actual de la Organización
Mundial del Comercio (OMC), pero que no existían antes de ella y que
mañana pudieran dejar de existir.
Aunque
se hizo eco de varios argumentos del movimiento Occupy Wall Street, el
presidente Obama no anunció ninguna medida destinada a corregir esas
desigualdades, sino diversas ayudas que sólo aportarán algún alivio a algunas
heridas. Y después cambió bruscamente de tema para recordar su plan de
investigación contra el cáncer y su respaldo a la Conferencia de la ONU «sobre
el clima».
Después
de «refutar» así a los teóricos de la decadencia económica
estadounidense, el presidente Obama llegó a lo que fue su tema central: la
supremacía militar de Estados Unidos sobre el resto del mundo. Si
no me equivoco, los últimos jefes de Estados o de gobierno que recurrieron
a ese argumento fueron Adolf Hitler e Hideki Tojo.
El ejército «más poderoso de la Tierra»
«A
ustedes les han dicho que nuestros enemigos se están haciendo más fuertes y
América [léase Estados Unidos] más débil. Déjenme decirles algo. Los
Estados Unidos de América son la nación más poderosa de la Tierra. Punto
final. (Aplausos) Nadie se le acerca. Nadie se le acerca. (Aplausos) Nadie se
le acerca. Gastamos más dinero para nuestros militares que los 8 países
siguientes juntos. Nuestras tropas forman la más bella fuerza de combate en la
Historia del mundo. (Aplausos) Ninguna nación se atreve a atacarnos
directamente, o a atacar a nuestros aliados porque saben que ese camino las
llevaría a la ruina. Investigaciones demuestran que nuestra posición en el
mundo es más elevada que cuando yo fui electo para este cargo y cuando
se trata cualquier cuestión internacional importante, la gente no
mira hacia Pekín o hacia Moscú para dirigirla. Nos llaman a nosotros.
(Aplausos)»
Después
de lanzar tales fanfarronerías y bravatas, el presidente Obama pasó a denunciar
el peligro que representa el terrorismo y afirmó que está luchando
simultáneamente contra al-Qaeda y el Emirato Islámico. Y, para demostrar la
implicación estadounidense a quienes expresan sorpresa ante la evidente
ineficacia de la coalición contra el Emirato Islámico encabezada por
Estados Unidos, Obama declaró:
«Si
dudan ustedes de la implicación de América [léase Estados Unidos] o del
mío propio, en cuanto a lograr que se haga justicia, pregúntenle a
Osama ben Laden. (Aplausos) […] Si usted se mete con los
americanos [léase, los estadounidenses], nosotros arremetemos contra usted.
(Aplausos). Eso puede llevar tiempo, pero tenemos buena memoria y no hay
nada fuera de nuestro alcance. (Aplausos)».
Este
argumento puede convencer únicamente a quienes todavía crean que los
Navy Seals liquidaron a Osama ben Laden en Pakistán,
en 2011. Pero no hay mucha gente convencida de eso.
Los demás no valen nada
Al
abordar el equilibrio mundial de este momento, el presidente Obama afirmó:
«El
Medio Oriente está pasando por una transformación que, dado
el enraizamiento de conflictos milenarios, durará una generación.
Dificultades económicas se abaten sobre una economía china en transición.
A pesar de la severa contracción de su economía, Rusia utiliza sus
recursos para sostener a Ucrania y Siria, Estados-clientes que
estaban saliéndose su órbita. Y al sistema internacional que construimos
después de la Segunda Guerra Mundial se le está haciendo difícil seguir el
ritmo de esta nueva realidad.»
Nadie
sabría decir cuáles son esos «conflictos milenarios» que sacuden el
Medio Oriente. La realidad es que, desde los tiempos de Jimmy Carter,
Washington ha hecho todo lo posible por sabotear a los Estados que se
desarrollan, recurriendo para ello a los Estados que se regodean en su
propia ignorancia, como Arabia Saudita. Pero esa fórmula retórica
le permite justificar el caos actual y posponer la solución del
problema hasta la próxima generación.
Es
cierto que la economía china está en plena transición. Pero, lo mismo
sucede con la economía de Estados Unidos, que está deslizándose del
crecimiento hacia la depresión. El actual descenso de las bolsas chinas
no refleja la realidad económica. En primer lugar porque las
principales empresas chinas son públicas o se cotizan en las bolsas
occidentales y también porque ese descenso tiene que ver con la guerra entre el yuan
chino y el yen japonés. La devaluación del yen, planificada por el
primer ministro japonés Shinzo Abe está empujando a China a devaluar
su propia moneda.
La
contracción de la economía rusa, por su parte, no es resultado de
debilidades intrínsecas sino consecuencia del embargo occidental, embargo que
obliga a Moscú a desarrollarse hacia el este, lo cual quería hacer
desde hace tiempo. Por otro lado, es ridículo afirmar que Ucrania
y Siria eran Estados-clientes de Rusia. Sin ser anti-ruso, el gobierno
de Viktor Yanukovich no era pro-ruso. En cuanto a Siria, desde
el derrumbe de la URSS, Siria había interrumpido la mayor parte de sus
relaciones con Moscú, y no había logrado reactivarlas en 2007.
Al recurrir a tales mentiras, Obama está tratando de disimular una
derrota: es una manera de afirmar que no importa que Crimea ahora sea rusa
y que Siria se haya hecho pro-rusa porque siempre lo fueron.
Finalmente,
después de haber afirmado que los demás Estados no valen gran cosa
comparados con Estados Unidos, el presidente Obama deploró que la ONU esté
teniendo dificultades para adaptarse, sin precisar a qué tendría que
adaptarse. Seguramente estaba refiriéndose al hecho que, bajo la dirección del
surcoreano Ban Ki-moon y del estadounidense Jeffrey Feltman, la ONU
no sólo ha dejado de actuar a favor de la paz sino que incluso está
organizando la guerra, como ha podido verse desde 2012 en el caso
de Siria. Por consiguiente, numerosos Estados están tratando de
fundar instituciones alternativas. Los BRICS ya han creado un sistema
bancario alternativo, al margen del FMI y del Banco Mundial. Una
tras otra, todas las instituciones que Washington fundó van a tener que
enfrentar la competencia de otras nuevas, de las que Washington se verá
excluido.
Para
terminar su discurso, Barack Obama llamó a realizar una reforma del sistema
parlamentario estadounidense, que debería liberar al Congreso de la influencia
de cabilderos y grupos de presión. Se trata de un tema popular en un país
donde sólo un 3% de la población se estima democráticamente representado
en el Congreso. Pero es evidente que el presidente no hará nada por
concretar ese piadoso deseo. Lo dijo solamente para convencer a sus
conciudadanos de que todavía pueden confiar en su régimen.
Menos
de la mitad de los congresistas aplaudieron su discurso.
Equipo Internacional – CAD CHILE
Enero 24 de 2016
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